eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 30 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (8ª Semana)

Día 50

(El reencuentro)

Hoy de repente Romeo estaba otra vez tumbado junto a la puerta, aunque algo en él lucía diferente. Noa al principio no le ha hecho mucho caso, pero una vez que el otro se ha levantado con intención de irse, Noa ha ladrado y ha llamado su atención para que se quedara.

Javi se ha ido otra vez temprano y ha regresado casi cuando ya no había sol. El paseo ha sido corto porque hacía mucho frío y apenas había gente por la calle. Nos hemos cruzado con un grupo de perros callejeros que no conocía y me han asaltado gruñendo a la fuerza. Menos mal que Romeo venía con nosotros porque ahora está más grande y él sólo ha logrado intimidar a todo el grupo después de enseñarles los dientes.

Hace un rato, en un descuido del humano que vive con nosotros me he colado en casa y me he quedado dormida debajo de la mesa del salón. Javi se ha dado cuenta al poco rato y con mucha pena me ha pedido que saliera de nuevo al patio. Él ha estado tecleando y fumando sin enterarse y el humano que vive con nosotros se hallaba en su habitación viendo la tele.

Ahora metida en el horno, me sonrío por haber conseguido al menos unas horas salirme con la mía. En el cielo, la luna extraña que veo está a punto de llenarse. El viento sopla del sur. Todo tiene un toque irreal. Sólo los gimoteos continuos de Noa y Romeo haciendo las paces me parecen usuales. Y se me cierran los ojos mientras mi mente retiene estos sonidos de puro amor y la claridad del satélite que les mira.





Día 51

(Me duele la tripa)

Me he pasado medio día tirada en el patio de fuera. Por la mañana me escapé y he estado comiendo en la basura del supermercado. Yo creo que me duele la tripa por tragarme trozos de plástico de las bolsas y pedazos de carne cruda. Cuando Javi ha llegado a casa por la tarde enseguida se ha dado cuenta porque no estaba contenta como otros días y no tenía ganas de pasear. Aún así Javi me ha obligado y sólo cuando lo he echado todo fuera me ha dejado de doler la tripa y me he puesto a correr como si nada.

Sin embargo aún me pesa un poco. Juzgo que me he pasado comiendo. Pero ya se sabe lo que dice nuestro refrán, me refiero al refrán de los perros: no dejes para mañana lo que te puedas jalar hoy.





Día 52

(El humano que vive al lado de nosotros llora)

Esta manaña, al poco rato de que se marchara Javi a trabajar, el humano que vive al lado de nosotros ha salido de su casa. Llevaba puestas las gafas de sol aunque apenas había empezado el amanecer y olía a tristeza y a soledad. Lo sé porque la tristeza huele a jazmines y rosas marchitas y la soledad a cera de vela derretida y fotografías. Nos ha acariciado a Noa y a mí, y después, en la puerta de casa, a Romeo. Ha regresado una hora más tarde y el olor había aumentado, tanto que iba dejando una gran estela tras de sí.

Antes de entrar en su casa se ha sentado con nosotras en el patio y se ha quitado las gafas. Entonces se ha puesto a llorar desconsolado, y lloraba y reía y negaba con la cabeza e incluso ha estado a punto de gritar. Noa y yo hemos lamido sus lágrimas pero nos desbordaban, y no hemos podido confortarle. Cuando por fin ha entrado, nosotras nos hemos sentado juntas en su puerta y hemos permanecido allí, haciendo una especie de guardia afectiva, hasta que Javi ha llegado por la tarde.

Al vernos apostadas en la puerta, Javi ha llamado al humano, y éste le ha abierto con desgana. Se han puesto a hablar y se han sentado sobre las baldosas del patio. Javi fumaba y escuchaba y el humano que vive a nuestro lado hablaba y se sonaba de vez en cuando la nariz. Alguna lágrima también se le escapaba, aunque se notaba que se resistía a llorar delante de Javi. Luego ha habido un momento que se han abrazado fuerte y es ahí cuando el humano ha empezado a sonreír y a oler a naranjas optimistas y a té.

No entiendo a los humanos. A veces parecen seres muy frágiles. Son capaces de magias y prodigios maravillosos pero cada tanto se derrumban y necesitan a otro humano en quien apoyarse. Los perros no somos así a este respecto, aunque en otras cosas sí que nos semejamos. Con todo creo que le ha venido bien hablar con Javi. No obstante, Noa y yo hemos decidido hacer guardia junto a su puerta, al menos por esta noche. Hay luna llena, pero por respeto al humano no aullaremos esta noche. Más le valdría aullarla a él, pero me temo que lo que él en verdad quisiera es atraparla.





Día 53

(Soy una esquiva coches)

El día de hoy se ha salido de lo habitual. Javi no se ha marchado temprano a trabajar con los humanos especiales. Noa y yo no nos hemos escapamos después y hemos permanecido dormitando en el patio. Al mediodía ha aparecido el humano que vive con nosotros con unos filetes asados y nos los ha dado sonriente. El que vive al lado apenas se ha dejado ver en toda la mañana. Además ya no ha hecho tanto frío, y Romeo que otra vez sigue sin moverse la puerta, sólo ha hecho que bostezar y rascarse. La tarde también ha sido poco frecuente. Hoy todo llevaba un ritmo distinto.

Después de comer Javi me ha montado en el coche del humano que vive al lado de nosotros y nos hemos ido los tres a un pueblo que está cerca del nuestro, aunque éste es sin duda más grande. Han debido venir a comprar porque han entrado a muchas tiendas. Javi al principio no sabía si llevarme con la correa porque había muchos coches circulando por la calle pero finalmente me ha dejado suelta. Asimismo han pasado a un par de casas. Una muy bonita, de color verde, que tenía un jardín y muchas macetas con flores de colores que olían como una primavera chiquitita. Como en todos los sitios me tenía que quedar afuera Javi me lanzaba una mirada antes para decirme que no me meneara de allí, pero yo no le he hecho mucho caso, y me he ido a explorar las calles y parques cercanos colmados de rastros nuevos y de perros callejeros que no conocía. En una de esas me he alejado demasiado y cuando me he querido dar cuenta me había perdido. Menos mal que después he encontrado mi propio rastro y he podido regresar justo cuando el humano que vive a nuestro lado y Javi salían de la casa.

Me he sorprendido a mí misma al comprobar mi habilidad para esquivar y evitar los coches y otros peligros y he reparado que Javi me observaba orgulloso y sonriente. Pienso que por fin he aprendido a hacerlo, y creo que Javi también lo piensa. Eso nos da más seguridad a los dos para que pueda caminar suelta y que Javi no vaya tan pendiente de mí. Cuestión que me enseña que el miedo no vale para obrar ningún aprendizaje necesario. Lo mejor es actuar, y a veces errar, como cuando aquella rueda me dio un toque y un aviso del peligro hace unas semanas.

Ahora que ya estamos en casa, yo en el interior del horno, junto con Noa, Javi seguro que tecleando y fumando, aunque en verdad lo que se oye es ruido de otros humanos que acaban de llegar y botellas y carcajadas, me viene de nuevo el olor a primavera chiquitita que surgía de aquella casa verde que hemos visitado esta tarde. Y a Javi ha debido gustarle mucho, porque se ha traído con él algo de su olor. Aunque el olor va difuminándose con tanto humo.



Día 54

(Por fin un poco de sol)

Ha subido la temperatura. El sol hoy ha calentado espíritus, objetos y seres. Las calles ya no tenían barro, ni las paredes humedades. La ropa de las cuerdas se ha secado enseguida y han regresado quien sabe de dónde las lagartijas que huelen a sal y los pájaros verdes. El pueblo se ha llenado de gente. Todo el mundo quería salir y aprovechar el día. Los cachorros humanos tiraban de las mangas de las chaquetas de sus padres para que los llevaran aquí y allá.

Nosotros no hemos sido menos, y la cachorra del humano que vive con nosotros ha venido a casa a media mañana, más trasto y bicho que de costumbre, con unas coletas y un vestidito color crema, oliendo a galletitas y a acuarelas, y ha revolucionado tanto a humanos como a perros. Poco después, Noa, Romeo y yo, Javi y el humano que vive con nosotros, el que vive al lado y dos humanas que ya habían pasado por la casa alguna vez, nos hemos dirigido al parque del pueblo con ella. Nosotros a pie. Ella montada en una bicicleta con ruedines, parando a cada momento, caprichosa, dulce, con pensamientos mágicos. En el parque Noa y yo hemos estado jugando a perseguirnos, pero como había muchos cachorros Javi nos ha silbado y nos hemos quedado cerca del grupo. El humano que vive con nosotros había espantado poco antes a Romeo porque no debe gustarle que venga siempre con nosotros. No le entiendo. ¿Qué más le da?

Ellos han estado tomando cerveza y riéndose mucho. Javi también ha escrito en su libreta y ha echado unas cuantas fotografías, sobre todo de la cachorra, aunque también del grupo, del parque, de unos árboles inmensos que se ven a lo lejos desde allí, al viejo tren que marchaba por las vías, y a una anciana que bordaba hilos de colores con la que se ha puesto a charlar. Hemos regresado a casa al mediodía y han encendido la barbacoa para asar carne. Noa y yo sólo estábamos pendientes ya de lo que hacían y no nos hemos movido en todo el tiempo del calor y el olor de las ascuas para ver si nos caía algo. Los humanos han encendido un aparato de música y Javi y el humano que vive a nuestro lado se ha puesto a tocar unos tambores mientras la cachorra reía y las dos chicas humanas se reían y daban palmas. Luego hemos comido todos hasta reventar, porque había mucha comida. Noa y yo lo hemos aprovechado bien y aparte de las sobras y huesos correspondientes nos hemos podido agenciar un par de filetes cada una. Con la tripa llena, todos hemos dormido la siesta.

Todavía a media tarde el sol calentaba, a pesar de que ya estaba declinando, y hemos salido a pasear de nuevo. Pero esta vez Noa Romeo y yo sólo con Javi. La cachorra se había marchado hacía un rato, al igual que las dos humanas. El humano que vive con nosotros no se ha querido menear del sillón y el que vive al lado no ha dado señales de vida desde la siesta. Las calles seguían henchidas de gente y de bullicio. Había vendedores de comida en cada esquina y un ambiente festivo que no había visto desde que estamos viviendo en el pueblo. Javi se ha parado en la plaza y nos ha dejado correr y perseguirnos a gusto. Ha estado hablando con unos chavales y fumando pitillos. Hasta que no se ha marchado el sol no hemos vuelto a casa.

Hoy el sol ha gobernado el cielo y es para agradecérselo, porque llevábamos un par de semanas de mucho frío y estábamos todos un poco entumecidos por la humedad. Hoy el humano que vive con nosotros no duerme en casa y Javi nos ha dejado pasar a Noa y a mí para que le acompañemos, y por ello teclea feliz mientras nosotras dormimos sobre sus pies.



Día 55

(Tarde de Circo)

El sol continúa, y la tierra huele a sueños de primavera verde. De nuevos las calles y la plaza y el parque se ven llenos de humanos y perros y cachorros de ambas especies. No obstante hoy no ha venido la cachorra del humano que vive con nosotros, y él tampoco ha aparecido en todo el día. Javi se ha levantado tarde y nos ha dejado pasar a casa. A media mañana nos hemos dado un gran paseo por un lugar en el que ya habíamos estado alguna vez, cerca de un gran río. Hemos andado tanto que Javi sudaba y Noa, Romeo y yo íbamos con la lengua fuera. Hemos parado en una vereda de árboles enormes que tenían muchos pájaros en las ramas. Javi ha sacado muchas fotografías y ha escrito en su libreta y ha fumado también. Estaba contento. El día ha estado bonito y no hemos regresado a casa a comer. A la vuelta Javi se ha comprado un bocadillo y a nosotras una bolsa de pienso y hemos parado en el parque. Había de nuevo muchos humanos con sus cachorros y también muchos perros. Cuando estábamos comiendo se ha acercado una perra blanca, muy grande, con un pelo muy bonito y Javi ha repartido nuestro pienso con ella. A Noa y a mí no nos ha importado, aunque Romeo le ha gruñido al principio. Javi le ha puesto de nombre Dama, porque tenía aires de señorita distinguida aunque estaba un poco sucia y descuidada. Luego nos hemos echado todos juntos una pequeña siesta en la que cada cual ha soñado con sus más profundos deseos. Javi con su familia y sus amigos. Yo con Javi y el pueblo en las montañas donde vivíamos antes. Noa ha soñado con caricias y cariños del humano que vive con nosotros, y Romeo con Noa. He podido oler cada sueño, sin embargo como a Dama aún no la conozco bien no he olido con claridad lo que soñaba. Creo que ha estado soñando con una niña y un árbol de color amarillo.

Por la tarde hemos ido todos a donde aquella vez un tipo me echó a patadas, uno de esos humanos que tienen nudos en el pelo y aros en las orejas y la nariz, como Javi. Es una casa enorme sin tejado y con muchos dibujos en las paredes. Hoy estaba además decorada con tiras de papel y había muchos humanos en el interior, sentados o de pie, todos hablando, riendo y esperando algo. Javi ha saludado entonces a algunos humanos y humanas y entre ellos estaba el que me intentó pegar. Se han mirado por un momento con cierta tensión pero enseguida se han relajado y cada cual ha seguido a lo suyo. Nosotros, los perros, nos hemos tumbado en la parte de atrás y Javi se ha colocado con su cámara de pie, junto a unos cuantos cachorros humanos que daban palmas y chillaban de entusiasmo. Después ha sonado música y han salido a un escenario varios humanos disfrazados que llevaban en sus manos y atados con cuerdas a otros humanos que luego en verdad eran de cartón y gomaespuma y que hacían gestos muy divertidos que hacían reír a todos y que han conseguido que todos los perros torciéramos la cabeza a la vez. Más tarde ha habido otros humanos extraños que me han recordado a algunos de los antiguos amigos humanos de Javi. Unos arrojaban muchos objetos en el aire y los recogían con mucha habilidad. Otros se colgaban de una tela que colgaba del techo y bailaban allí, otros hacían equilibrio sobre una cuerda o se colocaban palos en la barbilla y se sentaban, otros no decían nada pero se movían con mucha habilidad y ponían caras que levantaban carcajadas. Javi se lo ha pasado muy bien y no ha parado de echar fotos y de hablar con otros humanos.

Cuando ha terminado el espectáculo hemos vuelto para casa y nos hemos despedido de Dama. La verdad que es un encanto y es una pena que viva en la calle. Pero bueno, hay tantos compañeros sin hogar. El sol se marchaba y con todo dejaba su calor en todo el pueblo. Hemos pasado muy buen día pero al llegar el encanto se ha roto. El humano que vive con nosotros se encontraba de mal humor. Nos ha mandado a Noa y a mí para atrás y ha dado un portazo. Javi ha discutido con él y poco después se ha calmado. Luego han cenado juntos y se les ha debido pasar el enfado porque han salido al patio a fumar y se estaban riendo.

En el interior del horno percibo el olor de Javi. Lleva prendido todo lo positivo y lo negativo en la piel. Huele a estrellas y a pasto, a silenciosa sabiduría y a calma, también a carne pasada y a ají. Me gustaría estar allí dentro con él, para lamerle lo malo y que sólo le quedara así con lo bueno. Aunque creo que la lengua iba a escocerme un poco.





Día 56

(Creamos una nueva rutina)

Me voy dando cuenta poco a poco que Javi unos días se va a trabajar y trae el olor de los humanos especiales y a cansancio. Otros días descansa y hacemos cosas juntos. Me recuerda a aquella época en la que nos encontramos y comenzamos a vivir en aquella casa de colores con una de sus amigas y el parque del río y los sillones del salón y el cubo de la basura en un armario y el patio con los tomates, las calabazas, los girasoles y las pizarras. Supongo que la vida se comprende de ciclos. De pronto te acostumbras a algo para luego tenerlo que romper. Los humanos alzan imperios pequeñitos en su cotidianidad, imperios que después de un tiempo tienen y deben destruir.

Aún así, en esta nueva situación que nos toca, falta un refugio nuestro, sentido, un espacio para nuestra tranquilidad y desarrollo. Lo que vivimos actualmente es de por sí un enorme aprendizaje, pero siento y huelo que andamos en un embudo de tránsito, que todo aquello que nos ha bamboleado hasta aquí todavía sigue girando, que el azar nos lleva a pesar de contar con lo que tenemos, que aún no hemos bajado del todo del pájaro de hierro que nos trajo aquí y no nos hemos desprendido de nuestras antiguas angustias. El miedo es menor, sí. Vamos superando la distancia y las ausencias. Vamos reuniendo también a nuestro alrededor cositas wenas, humanos que en parte nos cuidan pero que también nos sujetan, a Noa, Romeo y todos los perros callejeros del pueblo, los sueños que nos conducen jornada tras jornada tornándose en una especie de camino sinuoso e iluminado. No es fácil construir sueños de la nada. Pero a Javi y a mí se nos da bien. Somos un buen equipo.

Por eso espero a Javi en el patio y ya no gimo cuando no está. Él tampoco viene con el alma desesperada por saber cómo estoy. En cuanto llega salimos a pasear y hay una ración inmensa de caricias por su parte y de lametazos por la mía tanto si me escapo como si no, o como si él aparece a su hora o la sobrepasa. Por la noche, cuando el humano que vive con nosotros ya se ha dormido, Javi sale al patio a fumarse un pitillo conmigo y siempre me habla. En esos momentos huele mucho a cariño y extrañamente también a menta y jaras. Me dice cosas bonitas, todo lo que me quiere, que soy su corazón y que estoy cada día más bonita. Yo le miro embelesada moviendo el rabo a una velocidad supersónica, y después cuando se pone a mirar las estrellas y la luna pensando en el presente el pasado o el futuro, yo me meto con Noa en el interior de nuestro horno y comienzo dibujar con aromas todo lo que Javi me trasmite.

Pero un momento… Creo que ahí llega.

miércoles, 24 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (7ª Semana)


Día 43


(La incertidumbre)

Por qué siento hoy que no valdrían mis ladridos para aclarar el cielo ni el cuenco de pienso donde como y no. Por qué todo ha de ser tan fácil para unos y tan complicado para otros, es decir, porque existirá la desigualdad y quien es el que la aplica o vela por ella. Por qué en nuestro pueblo hay ratos que no hay nadie por las calles y otros que si te despistas te puede atropellar un coche o un caballo o una procesión de cachorros humanos. Por qué unos días todo adquiere un sentido claro y conmovedor y otros sobrevuela dibujando círculos una especie de incertidumbre como un pájaro carroñero sobre su próxima víctima. Por qué Javi brilla por instantes y otros se disfraza de sombra primitiva. Por qué ha de ser todo tan extraño; me refiero al mundo humano. Es como si su capacidad de reflexionar estropeara algo irrepetible que nosotros los perros conservamos y proyectamos sobre el mundo. Una simple caricia nos alivia, buscamos comida para saciarnos, y cuando no entendemos alguna cosa no desesperamos y mantenemos una calma irracional que favorece nuestro ecosistema y las líneas universales.

Veo a Javi pasear con la mente en otra parte, distante, alejado. Ahora, cuando lleguemos a casa, me encerrará seguro en el patio y saldrá de vez en cuando para verme y fumarse un cigarro, con los ojos humedecidos y oliendo a dulces experiencias y a expectativas exóticas. Luego me tocará dormir en el interior del horno mientras él trata de teclear entre el cansancio y las dudas para sacar todo aquello que imagina o le corroe.






Día 44

(Miércoles frío)

La temperatura ha bajado mucho. Y lo raro es que este frío llega del sur y no como siempre ocurre u ocurría del norte. No obstante, desde que llegamos aquí, muchas cuestiones funcionan al revés que de donde venimos, es como el mundo al revés, y cuesta encajar que el invierno avanza acá cuando allá acababa de marcharse.

Hoy apenas he salido del horno. Hecha una bolita guardo el calor y con el hocico en la tripa hago circular el aire como una calefacción inverosímil pero que lleva manteniendo con vida a mi especie desde los primeros tiempos.

Javi ha llegado por la tarde y hemos salido apenas unas cuadras a pasear. La humedad y el viento ha sido muy molesto y mientras Noa y yo corríamos, meábamos, olisqueábamos, y comíamos cualquier resto que nos encontrábamos Javi caminaba con las manos en los bolsillos, y tapándose la boca con la bufanda. Esta noche le ha costado más que ningún otro día dejarme fuera. Lo he notado en sus caricias, en su voz, en su manera de mirarme. Pero aquí en el horno el frío se soporta, y el olor a cientos de asados acumulado en las paredes me encanta. Todas las noches sueño que me zampo un buen filete. No sé lo que ahora soñará Javi, y aunque ahora no puedo oler sus sueños, imagino que seguirá soñando cosas lindas que sólo a él y a mí nos pertenecen.






Día 45

(Noa y yo nos peleamos)

Estoy muy disgustada con Noa. Hoy ha ocurrido nuestra primera pelea y ha sido a bocados, desmedida. De hecho me ha dejado sus marcas en una oreja, y yo le he dejado las mías en una pata. Ella ha empezado todo. De pronto hoy cuando ha llegado Javi y hemos salido a pasear se ha puesto celosa y cada vez que me acercaba a saludarle ella se interponía y me gruñía. Luego ha habido un momento que me perseguía enseñándome los dientes en tanto yo la evitaba corriendo más rápido e ignorándola. Cuando me ha mordido un fuego desconocido ha salido de mi interior y me he revuelto con los colmillos hacia ella. Nos hemos enredado y Javi nos gritaba y hasta nos ha dado un par de manotazos a cada una. Noa ha chillado cuando la he mordido la pata y me ha mirado sorprendida, paralizada, como dándose cuenta de lo que había hecho. Ha venido hacia mí moviendo el rabo pero yo aún estaba muy molesta y no la he perdonado. Javi ha seguido paseando para no darle mayor importancia aunque sé que él también se ha quedado un poco impresionado.

Ya en el patio de casa Noa se ha acercado de nuevo a mí y esta vez se lo he permitido. Me ha lamido la oreja y ha gimoteado pidiéndome perdón. Esta vez la he perdonado y he lamido su pata y nos hemos metido a dormir juntas en el interior del horno para darnos calor. He comprendido después de nuestra pelea que el humano que vive con nosotros apenas la acaricia ni la cuida mientras que Javi sí. De ahí han surgido sus celos. A mí no me importa compartir a Javi. El amor es para compartirlo ¿no?, aunque no sé cómo reaccionaría yo si Javi tratara a Noa mejor que a mí.

Por suerte Javi tiene dos manos y ahora después de sacarnos algo para cenar se ríe y le brillan los ojos al vernos juntas salir del horno.






Día 46

(Alegría humana: El día del amigo)

Hoy Javi no ha madrugado y se ha levantado con una sonrisa luminosa. El frío no ha logrado desvanecerla. El humano que vive con nosotros también se ha levantado tarde y con sonrisa, y en general todos los humanos que han pasado hoy por casa la llevaban. Ha sido extraño, porque unos expresaban una alegría real y otros un tanto simulada. Entre los humanos, a veces, es como si de dieran este tipo de situaciones ligadas a sus sentimientos, como si tuvieran que celebrar comunitariamente sentimientos importantes para no olvidar que su propia comunidad se alzó por ellos. La verdad que sería bonito entre los perros una celebración así. En esto me gustan los humanos, porque son capaces de extrapolar sus propias emociones y trascenderlas de muy diversas maneras en el tiempo y en el espacio.

Hemos paseado, hemos descansado, hemos comido bien, hemos entrado en casa, hemos dormido junto al radiador, y nos hemos hecho una bolita Noa y yo mientras los humanos bebían y reían y platicaban en un ir y venir giratorio y sin fin. De madrugada se han acostado, felices, igual de sonrientes, Javi y el humano que vive con nosotros de forma profunda y sencilla, y encima me han dejado dormir encima de la cama. ¿Pero y mañana?...







Día 47

(Me pierdo por Maschwitz)

Es difícil alimentar la sensatez, también para un perro. Somos como los humanos seres muy precavidos, en cuanto a nuestra estructura comportamemental o psicológica, pero pocas veces dudamos al final, aunque nos coman las más terribles inseguridades o los más impuros optimismos. Si mordemos o huimos lo hacemos al cien por cien, sin experimentar en nuestra mente el resto de alternativas posibles, aunque en verdad existan humanos que se acercan más a dicha directriz instintiva.

Hoy, a pesar de llevar aquí un tiempo y de contar con mi olfato infalible, me he perdido por el pueblo. No me preguntéis cómo ni por qué. El caso es que hoy durante el paseo de la tarde, por una zona a la que nunca habíamos ido, de pronto, después de alejarme detrás de un perro oscuro que no conocía y que ha caído muy simpático he vuelto la cabeza y no ya veía a Javi. Aunque el problema mayor ha venido cuando he olisqueado el aire y el suelo de la calle y no encontrado ni el más mínimo rastro suyo. Bien es verdad que estoy algo resfriada por dormir prácticamente a la intemperie, o que hay tantos orines de todos los perros callejeros que resulta a las claras complicado de encontrar el mío propio. Así todo se tornaba en pesadilla. Aquel miedo yo pensaba que desaparecido o superado ha regresado con toda su vieja intensidad y me ha hecho correr sin sentido de un lado para otro, doblando esquinas y minutos como quien busca una quimera inadmisible. La ansiedad iba en aumento; cuestión que ha embotado aún más mis sentidos. Y todo forma parte del mismo aprendizaje, sí, pero a veces las lecciones y quienes las aprenden son absurdas, innecesarias y hasta torpes.

El final del cuento es que a Javi le ha ocurrido algo parecido o muy diferente. Que cada cual juzgue. Su racionalidad, al extraviarme, ha iniciado un proceso de trasformación. Él no estaba perdido, y aparte ha decidido buscarme empleando varios esquemas en principio infalibles. Primero ha vuelto sobre nuestros pasos resuelto a que había quedado atrás, después ha establecido un patrón de rastreo minucioso de las calles más próximas a mi desaparición, calculando que podría haberme despistado y que ahora seguía su olor, y por último ha concluido que había vuelto a casa o al barrio donde vivimos, exactamente a la puerta del supermercado o la pizzería donde hallo manjares. Cuando ha comprobado que no estaba allí, los tres esquemas se han entremezclado sin equilibrio, y entonces volvía sobre sí mismo en tanto indagaba por las calles aledañas mientras regresaba al barrio y a la puerta del supermercado, con idéntica ansiedad, el mismo miedo viejo y la misma quimera inadmisible, cruzándonos seguro una y mil veces y sin vernos, en los entresijos de las calles arracimadas y el engranaje de lo atávico o lo lógico o lo fundamental.

Sólo sé que sentado en la puerta del super, fumando un cigarro, me estaba esperando. Yo he llegado caminando, sin más ganas de correr, sin saber cómo ha ocurrido, ni la pérdida ni el reencuentro, moviendo el rabo pero bajo, como quien aguarda lo inesperado. Pensaba sinceramente que Javi me iba a regañar; lo reconozco. Sin embargo no ocurrió así. Únicamente me ha acariciado la cabeza y me ha sonreído con cara de cansancio. Y ahora volvemos juntos y desconcertados hacia cuál casa.







Día 48

(Más y más frío)

Después de la aventura de ayer tengo pocas ganas de contar. Me he pasado el día dormitando en el interior del horno. Javi se ha ido muy temprano a trabajar. Ha hecho muchísimo frío. El humano que vive con nosotros nos ha dado de comer a Noa y a mí unos cuantos huesos pelados. Javi ha regresado cuando ya era de noche, y ahora teclea dentro de la casa sin pensar en la temperatura ni en mí.







Día 49

(Javi huele a ilusión)

El mundo de los olores es tan vasto como las lucecitas que pueblan el cielo. Para nosotros, los perros, es nuestra principal realidad, por delante de otros sentidos o capacidades. Cuando olemos dibujamos el universo y lo interpretamos, entendiendo cada error y anotando los aciertos para enseñar bien a nuestros cachorros.

Hoy es la primera vez que huelo tan nítidamente una ilusión en un ser humano. Es cierto que dicho concepto o entidad siempre se me ha escapado, o bien porque nunca caí en su importancia o tal vez porque en lo fundamental no me interesan las cosas que aún no han sucedido, ni las buenas ni las malas. No obstante Javi llevaba este olor al levantarse, y también cuando ha venido del trabajo. Era olor a cimientos y ventanas, a jardín y patio, a paredes pintadas y vecindad verde, a flores primaverales y barro oscuro, a tejado y balcón, a escaleras y puertas, a persianas de colores y farolillos, a nuestro espacio, a un espacio para nosotros dos.

Quizá por eso le brillaban tanto los ojos, y es que eso debe formar parte de la ilusión. Que todo se torna en una especie de brillo que huele a latidos de corazón y a pensamientos.

La ilusión de Javi huele sobre todo a mucha gente, tan diversa como las lucecitas de sus ojos, huele a caballos y a montañas, a mar, cielo, tierra y aire, a piel, a refugios, a historias reales y ficticias, a sentimientos limpios, a equivocaciones, a convicciones, y también a mí.

miércoles, 17 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (6ª Semana)



Día 36


(Llueve y llueve y llueve)


  No se qué le pasa al cielo pero no deja de llover. Además de una forma que nunca había visto. Por la mañana la niebla acompañó a la lluvia. Apenas hemos podido pasear alrededor de la manzana. Todas las calles son un cenagal de barro ramificado y me he llenado las patas y el pelo. Noa no ha querido venir. Creo que tanta lluvia le asusta y aparte parece triste porque Romeo se ha marchado.

  La tarde la hemos pasado en casa. Javi me ha bañado y el humano que vive con nosotros se ha enfadado con él. Han discutido pero después han hecho las paces porque se han puesto a ver una película juntos y se reían mucho. Han empezado a caer gotitas del techo de la casa y han colocado cazos y cubos para retenerlas. Aún así el suelo se ha mojado, en verdad entre la humedad y el agua todo se mojaba. Ha sido muy gracioso ver a Javi y al humano que vive con nosotros corriendo por toda la casa para colocar los baldes.

  Sin embargo faltaba lo peor. Por la noche la fuerza de la lluvia ha sido brutal. Después de cenar ya se notaba el sonido pero cuando nos hemos ido a dormir a la habitación y la casa se ha quedado en silencio nos hemos percatado de su verdadera intensidad. Ahora mismo el retumbo del agua contra el tejado es atronador. Da la sensación de que se va a caer sobre nosotros y por eso tiemblo y estoy alerta. No he podido dormirme ni relajarme un segundo. Javi sí, pero acaba de despertarse porque una gotera ha comenzado a calarle la cara. Se ha despertado descolocado y me ha mirado como quien no sabe lo que pasa. Yo me he reído de él como él otras veces se ríe de mí. Después ha salido a observar el prodigio y, ahí está, en la puerta del patio, emocionado y embelesado por la lluvia, con los ojos brillantes y el pulso acelerado, una lluvia que en vez de parar paulatinamente aumenta sin tregua.







Día 37

(¿Por qué duermo fuera?)



  No lo entiendo y estoy muy enfadada. Hoy ha sido un día normal. Javi nos ha sacado a pasear porque el tiempo ha mejorado; aunque ha llovido a ratos. Después Noa y yo hemos estado casi toda la mañana en el patio y después, por la tarde, Javi nos ha pasado a casa porque ha bajado mucho la temperatura y hacía mucho frío. El ha estado durante horas tecleando y nosotras dormitando junto al radiador, tan calentitas, hasta que ha venido el humano que vive con nosotros.

  De pronto, sin ninguna razón éste nos ha echado de casa y nos ha encerrado en el patio. Noa se ha puesto a ladrar y entonces ha salido y le ha tirado con fuerza una piedra que por poco le da. Javi nos ha sacado algo de comer al rato pero aunque me he intentado colar adentro no me ha dejado. Se ha sentado conmigo y me ha acariciado como queriendo decir que debía aceptar lo que ocurría. Me he quedado gimiendo de pena, por mí misma y porque notaba la rabia que sentía de Javi ante mi situación. Sin embargo después he pensado que tenía que ser fuerte y me he buscado un refugio debajo de unas chapas de metal. Las horas han pasado rápido y Javi ha salido a vernos varias veces. Parece que esta noche nos va a tocar dormir aquí, y ahora que huelo el interior de Javi, sé que no se va a olvidar de este mal gesto del humano que vive con nosotros. Hay algo que se ha roto para siempre entre los dos. Yo estoy de acuerdo… Y pienso en mi compañera Noa.






Día 38

(Javi aparece con un rostro nuevo)



  Javi se ha ido hoy de madrugada. Y lo ha hecho a escondidas, tratando de que no me diera cuenta, sin hacer ruido, pero no lo ha logrado. Le he olido enseguida y he corrido por el pasillo exterior que separa el patio de adentro con el de fuera. Salía a la calle muy abrigado y parecía una sombra flaca que mirara al más allá. Ha sido una mañana triste, solitaria, aunque Noa me acompañara. Ha llovido mucho y desde debajo de las chapas ni me apetecía gemir o ladrar. He ido viendo cómo se formaban algunos charcos en el suelo y cómo después el agua iba ganando altura. Cuando se ha empezado a mojar mi refugio he decidido trasladarme al horno de barro del patio, que se encuentra más alto, y creo que he acertado porque conservaba residuos de calor en su interior. No obstante ha sido muy aburrido. Sólo algunos pájaros se han acercado guarecerse bajo la barbacoa inservible, pero no he intentado y ni siquiera pensado atraparlos, porque verles corretear y secarse las plumas al menos me entretenía un poco, aparte de que no me apetecía por nada mojarme.

  El humano que vive con nosotros ha llegado al mediodía y nos ha dejado salir a la calle. Aunque este gesto ha sido bueno, no olvido que ya no nos deja dormir en casa. Tengo la impresión de que es un humano muy ambivalente, y cambia constantemente de humor. Huele a bipolaridad, a intestinos asados y dulce de leche. Hemos ido hasta el supermercado para conseguir comida y luego Noa se ha marchado. Yo me he quedado y he encontrado cosas muy ricas en la basura. No he parado hasta que he oído los silbidos de Javi. Al principio no sabía si eran reales porque venían de muy lejos de allí. Me he puesto alerta y de nuevo me han llegado los silbidos. Entonces he echado a correr en su dirección. Varias calles más allá he visto su silueta conocida y me ha llegado un olor de su interior que me ha desconcertado. Cuando he podido verle la cara he comprendido que algo muy bueno había pasado. Al silbarme otra vez he corrido más rápido y me ha dado mucha alegría que nos encontráramos así, en la calle, y que los dos estuviéramos bien. Me ha acariciado la cabeza y las orejas y hemos vuelto juntos a casa. Nada más llegar ha encendido su pantalla y ha hablado con su familia. Se le notaba muy contento y se reía todo el tiempo. El humano que vive con nosotros le ha dado un abrazo fuerte y le ha palmeado la espalda. Pero no he podido ver ni oler nada más porque de nuevo nos han encerrado en el patio.

  Javi acaba de salir con un cuenco de arroz con verduras para que comamos. Si supiera todo lo que he comido esta tarde me regañaría. Aunque pensándolo mejor él ya sabe que he comido muchas cosas por ahí y creo que nos ha hecho el arroz porque en el fondo sólo quiere cuidarnos y se siente un poco culpable de que durmamos aquí. En estos momentos me gustaría poder hablar y decirle que no se preocupe, que yo sé que él no es el responsable, que me voy a portar bien, que le quiero y juntos superaremos todo lo que venga. Y ladro moviendo el rabo. Entonces se sorprende porque no suelo ladrar casi nunca, y me abraza mientras se enciende un cigarro y las nubes van cerrando la luna anunciando de nuevo lluvia esta noche.






Día 39

(Los Hermanos Petizos y la ancianita)



  La singularidad de este día me da para trocar mis narraciones cotidianas. Hoy he sentido la solidaridad entre especies, el sol detrás de las nubes, he olido el peligro y la verdad y he caminado un trecho más hacia el corazón de Javi.

  Todo ha ocurrido sin querer, sin más, con la naturalidad de aquello que fluye o se desata inevitablemente, como un cierto destino cayera sobre las situaciones y dibujara el espacio y el tiempo y los seres.

  Hoy he tratado de escaparme una vez más; no es nada nuevo. Javi se ha vuelto a ir temprano, las mismas horas, la misma lluvia, el mismo patio del aburrimiento, el mismo olor a disgusto, a absolutismo, a complejidad. No obstante el cuerpo se me ha enganchado en la valla y me he quedado trabada sin poderme mover, hasta que una ancianita que olía a rosas y naftalina y que venía acompañada por lo Hermanos Petizos, me ha soltado al verme así desde la calle. Estos compañeros son unos de los primeros perros callejeros que conocí en el pueblo y me han acompañado en mucha de mis escapadas. Son uno marrón y uno negro, y aunque en verdad no son hermanos, al ser del mismo tamaño y tener ese aspecto vagabundo de heridas y círculos de sarna, lo parecen. Los tres hemos acompañado a la ancianita y hemos entrado en su casa. Ella nos ha puesto de comer y todo semejaba normalidad, aunque más tarde, cuando mis amigos han salido zumbando por la puerta, la ancianita me ha cerrado y no me dejaba salir. Yo he comenzado a aullar pero ella seguía como si no me escuchara. Varias horas he estado así, secuestrada en aquella casa que olía a fotos color sepia y recuerdos ajados, a colchas envejecidas y afectos marchitos, a pis de gato y remordimientos, puré de batatas y paracetamol. La ancianita me llamaba para que me arrimara a ella aunque a mí me daba un poco de miedo. Los Hermanos Petizos ladraban desde fuera y estaban montando un gran escándalo. No han parado de ladrar hasta que Javi ha aparecido llamando a la puerta, ha hablado con la ancianita y se me ha llevado a casa.

  Si no fuera por mis dos amigos creo que Javi no me hubiera encontrado. Pienso que la ancianita no tuvo la culpa, simplemente se sentía sola, y además me libró de la valla. Por la cara de Javi sé que se ha asustado. Tal vez ha llegado a pensar esta tarde que me había perdido y que ya nunca me encontraría. Manaba de él un olor a soledad parecido al que había en la casa de la ancianita. Era de nuevo el olor del miedo.






Día 40

(Los humanos desaparecen)

  Después de ayer pensaba tener un día lo más tranquilo. Portarme bien, descansar, disfrutar con Javi. Quería pájaros verdes y lagartijas de sal, quería sentir normalidad y seguridad. En apenas unos días todo ha cambiado tanto. ¿Cómo estará el viejo colchón? ¿Cómo estarán la familia de Javi, el lugar dónde vivíamos, la sierra, las cabras, los robles? ¿Javi continuará soñando todas aquellas cosas? Estas cuestiones me pregunto. Desde el horno, mi nuevo refugio, no puedo oler sus sueños. Y aunque sé que Javi no acepta la situación no le queda otra; de momento. Pero vamos, lo mismo que a mí.

  Hoy todos se han marchado desde por la mañana hasta bien entrada la noche. Al principio casi me da un ataque pero luego me he calmado. Como Noa solamente ladraba a alguna moto que se oía pasar por la calle, yo también lo hacía así, y cuando ha meado y cagado en un rincón del patio, yo también, y cuando bostezaba o se volvía loca para jugar y revolcarse, lo mismo. Por ello no se está tan mal. Me divierte dormir con Noa y ver su despreocupación del frío, de la lluvia, de la soledad y de todo. Tengo que aprender mucho de ella; en verdad todo lo posible.






Día 41

(Se van a enterar)



  No digo más. Donde las dan las toman. Noa y yo nos escapamos de madrugada y no hemos llegado hasta que se ha hecho de noche. Lo que hicimos queda para nosotras dos. Y si Javi me hubiera olido como yo lo huelo siempre a él, notaría que huelo a basura y flores, a compañeros y calles, a perra callejera.






Día 42

(No sé lo que ocurre)

  Hoy ha comenzado un nuevo ciclo. Me da en la nariz. No sé por qué pero de algún modo todo esto me suena y es como si regresáramos a un cierto periodo de la vida a la vez que la misma vida se desarrolla. Ya he vivido con Javi esta sensación contradictoria, en otro lugar, en distintas circunstancias, aunque suceda lo mismo y haya cosas como siempre que se me escapan.

  Esta mañana Javi se ha ido y no ha vuelto hasta por la tarde. Sin embargo el cansancio que traía no era el de otras veces. Estaba contento, como realizado y de pronto, al salir a pasear por el pueblo, parecía otro más de los humanos de aquí. Yo ya lo parecía, me refiero a uno más de los perros, aunque faltaban matices, pero él hasta hoy no. Una especie de confianza humana que trasmite luz y calor y logra que yo esquive intuitivamente los coches, que pueda entrar directamente en las tiendas y carnicerías, que la gente no me patee o me tire palos, y que los perros del pueblo no me traten como a una extraña, que me ladren, que me avasallen o me huelan por detrás cuando yo no lo quiero.

  No sé muy bien lo que ocurre, pero veo a Javi con otro color, y además huele a humano especial, a orines y babas, a pinturas y acuarelas, a mirada callada y aislamiento roto. Después de todo vivido, de los cambios y las nostalgias, de las alegrías y los miedos, del afán y el descontrol, de la utilidad y la capacidad, la vida comienza a rodar y lleva el ritmo de los colectivos y los amaneceres, de los locos y los ches, de la supervivientes antes que los liberados, y construir de casi la nada un camino, aunque la nada son conocimientos, experiencias y mucha creatividad.

Diario de una perra en Argentina (5ª Semana)



Día 29


(Esperando una oportunidad)


  A Javi se le están chinando los ojos a la vez que se le agrandan. A veces le veo mirando con lucidez, tanteando las situaciones, asumiendo el sumatorio de lo que siente y de lo que piensa, antes o después, del el alma a la piel insumisa, del corazón a la razón subyugada; de pronto se relaja, y sonríe, aunque su actividad mental expande la longitud de onda de sus neuronas, sin apenas utilizar el recuerdo o la identidad, sin comparar con la memoria lo pasado y el presente; recorre con los ojos el movimiento y la actitud de los otros, procesando emocionalmente cada mínimo detalle y registrando expresiones, tonos, matices, gestos, perspectivas, automatizando su esencia y su porqué; casi ya ha aprendido a oler y a oír como nosotros, pero con los ojos; su yo perruno y callejero crece al ritmo de los días extraños, de las mañanas imprecisas en las que me quedo sola con Noa hasta que él aparece de nuevo para traerme algún nuevo olor, o de las tardes repetidas por paseos, saludos y descubrimientos que compartimos y que me llevan la ansiedad acumulada. Por eso cuando llega la noche caemos los dos agotados, yo encima del viejo colchón, él sobre la pantalla, donde sólo puede teclear y teclear y fumar para convertirlo todo en una masa imperfecta que luego devora con ansia, porque tiene tanta hambre como yo, o quizá más.

  Hoy todo ha seguido el mismo esquema planteado; y ahora le observo mientras teclea. Su respiración se apura y sus ojos se chinan. Puedo oler cómo escribe cosas sobre su familia y su tierra, sobre la nuestra, mezclándose además en ese torbellino que es su mente todas las personas y circunstancias y espacios que desde hace unas semanas vivimos cada día. Javi sonríe mientras describe e inventa, mientras cambia con su imaginación el mundo, las certezas, lo esperable, esperando a su vez su oportunidad. A mí se me cierran los ojos. Yo también perfecciono mi propia mezcla y aunque Javi no se percate, entre robles y quebrachos, entre mastines y dogos, entre lo de acá y lo de allá, comienzo también a sonreír.







Día 30

(Un mes en Argentina)



  Esta mañana no brillaba el sol, la luna lo deslucía con su propia luz. Me he dado cuenta que estos días atrás tenía la misma forma que el día que llegamos aquí. Al recordarlo me ha entrado una especie de temblor y me he imaginado de nuevo en el trasportín, en las tripas de aquel pájaro monstruoso, donde me separaban de Javi, en el interior de aquel compartimento frío y desquiciante, las horas pasando y la ansiedad aumentando sin control; los ladridos desesperados, la sed y la incertidumbre en cada una de mis células locas. Aunque después todo se ha ido. He pensado que llevamos aquí, en Ingeniero Maschwitz, en el Sitio de los Perros, más o menos un mes, y ya parece de algún modo que somos de aquí, aunque mejor digamos a partir de ahora de acá, como dicen acá… ¿No?

  Me vienen a la cabeza todas las luchas y los cambios acaecidos, la adaptación cotidiana y el compromiso alcanzado con Javi. Sus primeros miedos, los míos, la inevitable trasformación y el acople, el entendimiento de nuestro estado, nuestra preocupación mutua, nuestros pactos tantas veces rotos, el decidir todo casi al día, como los dos bichos que somos, nuestros amigos, los perros callejeros, el humano que vive con nosotros, el de al lado, Noa, Romeo y la banda, el Jefe que no está, la cachorra humana, la gente que para por casa, los pájaros verdes, las lagartijas que huelen a sal, el parque de los árboles enormes, la plaza de los niños sucios, el río que parece un mar, la casita azul, la enorme ciudad que hace poco recorrí, todo en verdad reviste su importancia y su intensidad, es aquello que nos ocurrió y no lo que pudo ocurrir, cuando la valoración resulta positiva -y no debe ser de otro modo-, aunque ha habido sin duda momentos difíciles, emociones extrañas o dolorosas y sobre todo indiferencia, cuando no rechazo, pero siempre entre gestos hospitalarios, entre manos que ayudan y orientan y cobijan.

  Tengo la sensación de que Javi también reflexionaba estas cosas porque esta tarde ha regresado a casa con un par de botellas y ha reunido al hermano que vive con nosotros y al otro para bebérselas juntos. Han debido brindar por la felicidad porque al rato estaban muy felices. Noa y yo los mirábamos de esa manera que miran los perros cuando semejan que no entienden nada, aunque en realidad lo hacen perfectamente, pero sabiendo, pero lo esconden. Me quedo con la alegría de volver a ver Javi aquel día que nos separaron, con los perros callejeros de nuestra calle rodeándome y dándome la bienvenida, con el instante en que Javi me quitó el collar y sentí que nuestro miedo se diluía, con todos y cada uno de los olores que descubrí y que descubro cada minuto, con la cara de paz del Jefe después de morir atropellado, con las lágrimas inconsolables de la cachorra humana, con la energía que Javi siempre me trasmite y genera, con todo lo bueno, entre lo bueno y lo menos bueno, ya que de lo malo ya saqué mis conclusiones y diagramas y escarbé un agujero para después enterrarlo.

  Si no fuera una perra, si yo fuera humana brindaría con ellos. Pero Noa y yo les miramos aparentemente distraídas, a pesar de que cada vez que se sueltan una carcajada o chocan los vasos, sin poderlo evitar, movemos juntas el rabo.






Día 31

(¿Y ahora qué?)



  Ay Javi!... No sé qué te ocurre. Huelo dentro de ti el mismo dilema de otras veces. Tómalo con calma. Deja que se enfríe el té y te pones en camino. El trabajo llegará. No tengas miedo que aquí estamos seguros. Si quieres moverte que sea por el aprendizaje. Escucha mi voz, porque ahora mismo represento a tu conciencia. Huelo tu inconsciente y lo saco afuera con palabras, con gruñidos, con toques de atención de mi nariz sobre tu mano.

  Hoy has estado ausente. Te has levantado somnoliento porque ayer tecleaste hasta muy tarde. Ya conoces la zona, ya te recorriste las sendas adecuadas. Ahora espera. Ya sembraste; ahora tienes que pararte para ver crecer el pasto.

  Luego te has marchado pero has vuelto muy pronto. Casi no me ha dado tiempo a escaparme. Nada más llegar a la puerta del supermercado he escuchado tus silbidos. Hoy rompiste los ritmos de otros días. No tenías la cabeza ni acá ni allá. Sé que una parte de ti necesita marcharse y la otra teme el escalón, vela por mí, contrapone seguridad y libertad, se resguarda o vuela. Pero aguarda un poco. El humano que vive con nosotros ha venido de repente con el teléfono en la mano. Tú has puesto primero cara de incredulidad y después has hablado con la mayor sensatez. El tono era confiado pero humilde. ¿Con quién hablabas?... El caso es que después te has puesto muy contento. Tanto que has abrazado al humano que vive con nosotros con fuerza y a mí me has cogido de las patas para luego bailar y hacer círculos. Te has pasado el día tecleando y luego hemos ido a pasear con Noa y Romeo y todo ha sido como otros días aunque tu rostro lucía diferente, y desprendías un olor a felicidad que nunca olí en ti desde que nos conocimos.

  Al llegar la noche, después de cenar y de ver una peli, me has pedido que me suba a tu cama. Ahora tú me acaricias mientras te doy lametones en la mano. Creo que al final te has comido el dilema y el testimonio mudable de lo incierto confiando simplemente en el destino que tú mismo te estás proporcionando.






Día 32

(Javi se quita los aros)



  No me lo puedo creer, jiji. Javi se ha levantado muy temprano. Yo me he quedado enroscada en el colchón viejo como haciéndome la despistada. Se ha duchado, se ha afeitado, se ha vestido. Luego le oía hurgar en el baño mientras se me iba y me venía el sueño, hasta que de pronto se ha parado ante mí, sonriendo consciente de su propia jugada, sin el aro en la nariz, sin los de las orejas, sin pulseras ni collares, con el pelo recogido en una coleta, sólo con el anillo de cuarzo como último reducto de su identidad física, porque en verdad, aunque se haya quitado todos sus abalorios y el ser humano que vive con nosotros le haya prestado unos zapatos, Javi continuaba siendo el mismo, el mismo brillo en los ojos, el mismo olor sobre su piel y su ropa.

  Se ha marchado como si tuviera una cita importante. Ha desaparecido entre la niebla y la lluvia justo antes de decir que le deseara suerte. Hoy sí ha hecho verdadero frío y ha llovido mucho y por eso he decidido quedarme con Noa resguardada en el patio. Estaban todas las calles embarradas y no había ni perros ni humanos. Cuando ha regresado ha sido como si saliera el sol. De hecho así ha sido. Justo cuando Javi ha aparecido las nubes se han abierto mientras él se encerraba en el baño y aparecía con los aros, pulseras y collares y sin coleta ni zapatos. Después hemos ido a dar un paseo al parque. Los charcos nos llamaban y hasta ellos hemos cruzado. Javi se ha tenido que meter para sacarnos a nosotras. Ya en casa ha hablado con mucha gente por la pantalla, con su familia, con amigos y amigas, a todos les hablaba contento y profundo. Alguna vez se le han humedecido los ojos, aunque casi siempre se reía, con una risa limpia, sin andamiajes y sin tratar de maquillar la realidad para no preocupar a los suyos.

  Ahora teclea y yo descanso en el viejo colchón. Me he despertado cuando soñaba que corría con el Jefe, con Romeo y con Noa por un lugar extraño. Era una planicie terrosa en cuyo fondo se alzaba una montaña inmensa que mostraba siete colores, como inmenso arco iris.







Día 33

(Un virus: Solución: Fernet con Coca-cola)



  Javi no ha parado de toser en toda la mañana. El humano que vive con nosotros y sobre todo el de al lado le han contagiado un virus, y lo sé porque el virus huele a miasma, a prejuicio inconsciente y ocasional, a sentimiento quebrado y a deshumanización motora. Hubiera sido más sencillo guardar reposo, descansar en un sillón, o en la cama, pero en cambio nos ha llevado a dar un largo paseo, y para su sorpresa, acompañados por todos los perros callejeros de la calle, por Noa, por Romeo e incluso por algún que otro perro del pueblo, los cuales, ante semejante manada, sucumbían uniéndose irremediablemente. Íbamos en total unos veinte, creando confusión, asustando a los cachorros humanos, cortando el paso a las bicicletas y las motos, y en ocasiones igualmente a los coches. Javi se reía y luego tosía poniendo cara de dolor y a la vez de satisfacción. Cuando hemos llegado al parque nos perseguíamos unos a otros gruñendo y ladrando, hasta tal punto que un grupo de chavales que jugaban al fútbol han tenido que parar y agarrar unos cuantos palos para tirárnoslo. Menos mal que Javi ha silbado y como Noa, Romeo y yo hemos respondido y hemos corrido hasta él conseguimos arrastrar a todos los demás.

  Poco después éramos un círculo de perros dormitando al sol a su alrededor mientras Javi pintaba en un cuaderno y respiraba el aire que la lluvia de ayer había purificado. Tosía menos y parecía muy contento. A la vuelta hemos parado en la carnicería y luego en el supermercado. El ser humano que trocea la carne ha salido a espantarnos de la puerta porque no dejábamos ni entrar ni salir a nadie pero en el super las humanas que trabajan allí no han podido evitar que nos coláramos. Javi no se ha dado cuenta, pero de pronto me ha visto cómo agarraba un trozo de queso en tanto que Noa hocicaba entre las barras de pan. Han tenido que colaborar los seres humanos que venden y los seres humanos que compran para que terminara semejante revolución, y nos han llovido patadas y amenazas por todos los lados. La cara de vergüenza de Javi lo decía todo, sin embargo cuando ha salido afuera y me ha descubierto zampándome los restos del queso su mirada no ha sido de enfado, sino de complicidad. Casi todos los perros callejeros se habían desperdigado; solamente Noa, Romeo, los Hermanos Petizos, Javi y yo regresamos juntos a casa.

  Por la noche han venido muchos humanos a casa. Esto ha sido más tarde de que Javi desapareciera durante unas horas y acudiera después con un par de humanas muy simpáticas que me recordaban a otras amigas humanas suyas y mías. Olían a ciudad, pero también a tambores y optimismo. Unos se han ido pronto, otros han llegado tal vez muy tarde, pero todos han traído botellas y ganas de hablar, de reír y alguno hasta de cantar. Con tanto alboroto yo me he venido al viejo colchón, Noa también, y por cómo se acurruca contra mí, creo que es porque echa de menos a Romeo. Ya no estoy tan segura de que esté embarazada. No puedo oler dentro de ella, hay algo que me lo impide. Quizá yo también he agarrado un virus como Javi. Pero no sé si podré curármelo como hace él: confiando y reinventando nuestro futuro, sin dejar de beber vasos y más vasos de Fernet con Coca-cola.





Día 34

(Domingo de invierno en Maschwitz)


  Se ha pasado todo el día lloviendo y humanos y perros hemos estado amodorrados cerca de los radiadores, sin salir de casa. Apenas unos minutos por la tarde para estirar las piernas y orinar. A Javi no le funcionó del todo lo del Fernet para acabar con el virus. Tiene la cara contraida y la garganta le ciñe de dolor. El invierno parece que ha llegado a nuestro pueblo otra vez. Pero ¿cuántos inviernos más?...






Día 35

(¿Día de perros?)



  La lluvia nos ha dado un descanso esta mañana. Noa ladraba para que el humano que vive con nosotros le abriera la puerta del patio interior; aunque ya no estaba, se había ido a trabajar. Javi nos ha abierto a las dos y un par de minutos después ya nos habíamos escapado. Los pájaros verdes revoloteaban entre las ramas de los árboles y todos los perros callejeros parecían contentos después del día de perros de ayer. ¿Por qué llamarán los humanos día de perros cuando sale un día malo, un día de frío y lluvia, o de viento fuerte, o de ventisca o granizada? Más realista sería que lo denominaran día de humanos, ya que ellos son mucho más destructivos que nosotros. Alguna vez tendríamos que rebelarnos contra estas injusticias entre nuestras especies. Habría que replantear nuestra relación de 40.000 mil años de dominación humana y sumisión canina.

  La tarde ha sido muy tranquila. Javi parecía feliz después de hablar por teléfono con una persona desconocida. Su rostro se ha iluminado y después se ha puesto a llamar a todos los de la familia. Creo que han sido buenas noticias porque después ha empezado a bailar y dar palmas y se ha venido para mí, para hacerme cosquillas en la tripa y en las orejas. Como se ve que era una celebración insuficiente hemos salido a pasear aunque muy pronto nos hemos tenido que volver porque ha comenzado a llover de nuevo.

  No sé lo que pasa, pero hoy no ha sido un día más. Javi lleva horas tecleando y leyendo en su pantalla como si se preparara para algo. Permanece concentrado asociando conceptos e intuiciones de la misma manera que yo asocio olores. Yo estoy hecha una rosquita junto al radiador del salón y sigo dándole vueltas al porqué de la perversa designación día de perros.

  Y el caso es que el asunto me huele mal, y suspiro como aguardando una clave olvidada, una ecuación que nos salve, pero no logro resolver nada.



martes, 2 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (4ª semana)



Día 22

(La cachorra humana llora)



Hoy nos ha visitado de nuevo la cachorra del humano que vive con nosotros. Hace dos días también pasó por casa, pero apenas un momento para saludarnos. Es un bicho salvaje que acostumbra hacer todo lo que quiere. Cuando se ríe me da un poco de miedo, porque creo que me quiere chinchar, aunque ha habido un rato por la mañana que me ha estado peinando y eso sí me ha gustado; casi me quedo dormida. Después Javi, la cachorra y yo, hemos ido a dar un paseo por el parque. No paraba de correr y de curiosearlo todo. En el fondo es como un cachorro de perro; aunque le falta olisquear, morder y marcar con orín. En cambio lo agarra todo con las manos y a veces se queda quieta mirando algo. Una vez me he acercado para intentar enseñarla a oler, pero ella me ha tirado un palo a la cabeza.

El humano que vive con nosotros ha venido hasta el parque donde estábamos. Le ha traído a su cachorra una comida de colores y un libro de cuentos. Yo he estado jugando con una perrita pequeña que sólo tenía una oreja. Y he pensado al verla que si Javi no me hubiera llevado al hospital de perros y me hubiera curado el rabo probablemente se me habría caído.

Cuando por la tarde la cachorra humana se tenía que ir, se ha puesto a llorar y se ha abrazado a mí hasta hacerse una bolita redonda. No quería marcharse porque se lo ha pasado muy bien con nosotros y lloraba sin consuelo. Olía a jabón y a mocos y emanaba una energía perpetua. Yo le he lamido las lágrimas, pero su padre no se lo ha tomado bien y ha terminado echándome de casa.

Esta noche, aunque sé que está triste porque su cachorra se ha ido, no quiero dormir en su puerta. Las lágrimas de la cachorra sabían a azúcar y caramelos; sin embargo las suyas no pueden tener el mismo sabor, porque en su mirada se destila una amargura inconsolable.







Día 23

(Me escapo una vez más)



Javi me ha dejado temprano atada con una cadena a uno de los árboles del patio. Una niebla densa lo cubría todo y no se veía ni a dos metros. Por la calle caminaban personas que parecían fantasmas. Todo ha tenido un halo irreal hasta que la niebla se ha levantado y ha comenzado a lucir el sol. Noa está desde hace unos días muy tranquila. Desde por la mañana se pasa el día adormilada en la puerta del patio de afuera, mientras Romeo continúa impertérrito al otro lado. De cuando en cuando se levantan, se olisquean y mueven el rabo. Su cariño es fuerte y flexible, ha girado y girado desde lo platónico a lo carnal y ahora sus almas son una sola; no hay alejamiento ni muro ni límite que pueda separarles.

Desde el instante que Javi se ha ido no he hecho otra cosa que intentar escaparme. Encima unos niños humanos me han estado tirando terrones de barro y riéndose de mí. Si llego a estar suelta les hubiera mordido, pero la cadena de hierro me ha dejado poca posibilidad de respuesta. Creo que si tuviera el rabo bien, Javi no me habría dejado atada. Sin embargo mi competencia consistía en escaparme; y al cabo lo conseguí.

Cuando habían trascurrido varias horas me he dado cuenta de algo. Si tiraba de la cadena echándome para atrás y colocaba la cabeza en ángulo, la cadena resbalaba por mi cuello. Al final me echo daño, pero he conseguido zafarme. Luego me he puesto a correr por todo el patio, animando a jugar a Noa, que me miraba como si estuviera loca moviendo su rabo. He estado todo el día dando vueltas por ahí, comiendo todo lo que he querido, junto con los perros callejeros de nuestra calle. Hoy me he acordado del jefe y le he echado mucho de menos. Le hubiera encantado verme así de libre. En una esquina me he encontrado con dos de los niños que me tiraban los terrones de barro y les he enseñado los dientes. Uno se ha puesto a llorar y el otro ha salido corriendo. No les he hecho nada; nunca les mordería en verdad; pero creo que hoy han aprendido una lección importante.

Javi ha venido ya de noche, después del atardecer. Traía de nuevo olores de ciudad y cansancio. No parecía sorprendido de que yo estuviera esperando en la puerta de casa, junto con Romeo. Ha sonreído y me ha dejado pasar. Ahora duerme agotado y a mí se me caen los ojos mientras huelo las estrellas del cielo y todos los ecos de cariño y la incertidumbre que bullen en el interior de Javi.







Día 24

(Patio de colores)



Esta mañana ha brillado mucho el sol; casi parecía primavera. Había mosquitos, muchos pájaros verdes, incluso se ha dejado ver alguna lagartija de las que huelen a sal. En el ambiente flotaba una alegría olvidada y se escuchaba en la distancia sonidos animales desconocidos para mí. Javi se ha marchado otra vez temprano pero hoy ha regresado muy pronto. Esta vez se ha asegurado de que no pudiera escaparme apretando la cadena a mi cuello. Y he aceptado la derrota o la situación con deportividad y temblores.

A su vuelta los dos hemos comido arroz y después nos hemos ido a dar un paseo. Después de caminar por el parque de siempre, hemos parado en un sitio que no conocíamos. Era una gran casa vieja, en cuyas paredes había muchos dibujos: estrellas y nubes, rostros y árboles, palabras, arcoíris e incluso algún perro, con un patio de colores que olía a colectividad. Javi ha estado hablando con varios humanos que tenían muchos nudos en el pelo y un aspecto parecido a él. Había algunos haciendo malabares y otros tocaban unos tambores largos con cuerdas. Javi se ha acercado a los segundos y se ha unido a ellos en el ritmo. El lugar era muy bonito, pero uno de los humanos de pronto ha venido hasta a mí y me ha echado a la calle a patadas. Yo me he llevado un buen susto porque al principio parecía muy simpático y me ha acariciado la cabeza. Javi se ha puesto a darle gritos, ha dejado el tambor en el suelo y después ha salido detrás de mí con cara de enfado y resoplando. Una humana se ha venido con nosotros y ha estado hablando con Javi. Después hemos vuelto a casa. Javi parecía más calmado pero yo sé que no.

Ahora Javi me cura el rabo y me sonríe. Acaricia mi cabeza y me hace cosquillitas en la tripa. Hoy me ha defendido, yo lo sé. Me encantaría poder decirle gracias y por eso le miro fijamente a los ojos. Creo que me entiende como ningún otro humano; a veces creo que es igual que un perro. Hoy, en aquel patio de colores, los machos humanos han marcado su territorio y a Javi le cuesta aceptar ese gesto descolorido. Y rabia como rabiamos nosotros, olvidándo, cediendo.







Día 25

(De excursión en bici)



No me ha quedado otra hoy que correr y correr detrás de Javi y de otro humano que alguna vez había venido por casa, pues los dos iban en bici, y al ser todo llano, marchaban muy rápido, tanto, que me ha costado mucho seguirles. Iba casi desde el principio con la lengua fuera, arqueando todo lo posible mis patas y mi columna. Menos mal que Javi estaba al tanto de mí y se paraba a esperarme si se alejaban mucho. El otro no hacía más que meterle prisa. Es un humano muy nervioso que no para quieto y que huele a hiperactividad química y a pólvora de pistola.

Estoy tan cansada que no sé qué más contar. Lo cierto es que hemos estado en un lugar maravilloso, cerca de un río muy grande que huele a sedimentos y contaminación, a selva y a peces muertos. Los olores llegaban en racimos, pero casi no podía detenerme a descifrarlos. Había tantos pájaros que parecían hojas sobre las ramas de los árboles. He atrapado uno pero Javi me ha regañado. No lo entiendo, porque lo que más me gusta en el mundo es cazar.

Por la noche hemos ido a una casa muy bonita, de color azul, que se encuentra en las afueras del pueblo. Estaba construida con barro y planchas de metal, como todas las casas de allí. Estaba llena gente y en mitad del patio habían encendido una gran candela con una madera que despedía muchísimo calor. Javi y el resto de los humanos bebían en unos vasos muy grandes y hablaban unos con otros. En un momento se han puesto a tocar unos tambores de distintos tamaños y unas guitarras. Han montado mucho ruido y mucha fiesta; tanto que a mí me costaba dormirme. Javi se reía mucho, y hasta ha cantado y dado palmas. Le brillaban mucho los ojos, chisporroteaban como las ascuas bajo el fuego.

Ahora el sueño me está cogiendo por fin entre sus brazos. Y es que ya no doy más de mí; el día ha sido muy largo y estoy muy cansada. Hemos llegado a casa hace unos minutos, y Javi, insomne, no para de teclear, de recordar, de ligar todo lo vivido y por ello fuma cigarrillos inconcebibles que asientan el recuerdo sobre sus dedos.






Día 26

(Estoy perezosa)



Los humanos creen que los perros no tenemos agujetas aunque se equivocan. Después de un día agotador nos quedamos sin energía, y no la recuperamos ni comiendo ni bebiendo, sino descansando; es decir, perreando. No sé dónde se ha metido Javi toda la mañana, pero ha venido con la cara demacrada y oliendo a sueños de humano adolescente. Luego se ha pasado todo el día riéndose de mí, porque cuando me levantaba del suelo me temblaban las patas y al estirarme producía un chirrido agudo, como al abrir una puerta vieja, echando además un bostezo tras otro y también un millar de legañas.

El humano que vive con nosotros está como yo, rendido. Ha llegado de madrugada y ahora tiene el rostro encogido, o borroso. Javi nos ha dejado todo el día juntos y se ha marchado varias veces aunque siempre regresaba a los pocos minutos.

Nos ha hecho de comer, ha limpiado la casa, y nos ha cuidado todo lo que ha podido. Ya por la tarde, quería que nos diéramos una vuelta, pero la pereza me tenía enganchada al radiador y, calentita, miraba a Javi sin moverme.

Sólo ahora he querido al fin salir a orinar, y únicamente porque ya no me aguantaba más. Por mí hoy lo hubiera hecho en mitad del salón, y aunque sé que el humano que vive con nosotros nunca lo aceptaría, intuyo que el mismo también ha llegado a pensarlo. Cada vez que se levantaba del sillón igualmente chirriaba como una puerta vieja. Javi no ha parado de reírse de nosotros y de teclear; pero sé que algún día cambiarán las tornas y seré yo quien se ría de él.

Ahora va unos pasos por detrás de mí, bostezando risueño. Se abrocha el abrigo porque se ha levantado viento y hace frío. Si tuviera pelo como yo no le haría falta. No entiendo por qué no se lo deja largo. Me da en la nariz que también él anda cansado; no sé de dónde saca tanta energía. Le veo mirar la luna desconocida a la que ambos nos vamos acostumbrando. Enciende un cigarrillo y me llama. Me acerco moviendo el rabo mientras huelo el aire y sus sentimientos. Mi herida está prácticamente curada. Me ha salido una costra oscura que comienza a caerse. El aire huele a parrilla, pan tostado y a mar. Javi me acaricia la cabeza. Percibo en su interior el olor de los suyos y la misma nostalgia que otras veces, aunque con un toque de dulzura y tranquilidad. Sale entremezclada con el humo que exhala y sube al cielo para tocar la luna y las estrellas.







Día 27

(Domingo de sol)



Me he levantado como nueva. Tanto descanso me ha venido bien. Javi en cambio achaca todo lo acumulado. Se lo noto en la cara y en la actitud. Hoy es él quien no quiere moverse. Ha estado todo el día leyendo en el patio de afuera, disfrutando del sol. Ha habido un montón de pájaros verdes y de lagartijas de sal. Romeo sigue al otro lado de la puerta; Noa de éste. Tengo la impresión de que está embarazada porque se chupa con insistencia el chichi y destila todo el tiempo mimos y gruñidos cariñosos. El humano que vive con nosotros se ha pasado el día durmiendo. El que vive a nuestro lado tampoco ha aparecido por la casa. Únicamente ha venido una humana muy amable que me ha dado un pedazo de pan que olía a flores y que no dejaba de hablar.

Por la tarde Noa, Romeo, Javi y yo hemos salido a caminar. El sol calentaba mi nariz y he podido oler a muchos kilómetros a la redonda. Casi todos los olores me han resultado desconocidos. Había muchos humanos y muchos perros por las calles, y en el parque, los cachorros humanos corrían persiguiéndose unos a otros o jugaban a la pelota. Hasta que el sol no ha caído no nos hemos ido de allí. Javi se ha sentado en un banco mientras Noa, Romeo y yo nos revolcábamos por la hierba y buscábamos restos de comida. Un grupo de perros callejeros han acorralado a un gato en las ramas de un árbol y no permitían que se marchara. Ladraban sin poder alcanzarle y el gato se lamía las orejas y las patas hasta que se ha quedado dormido y los perros se han cansado de ladrar.

Ha sido un buen día. Hemos estado todos juntos hasta el atardecer. A veces pienso por qué no dejan que Romeo pase a la casa. Está claro que nunca va a irse de aquí. ¿Nosotros nos iremos algún día? Tengo la sensación de que a Javi le gustaría moverse a otro lugar. Se lo huelo en los ojos y en cómo a veces me miran. Aquí estamos bien; pero en este aprendizaje que nos aguarda, hemos de romper con todo y con todos; aunque da mucha pena, para agrandar nuestro corazón.







Día 28

(Bajo a la gran ciudad)



Al despertar me he sentido libre. Me he mirado las patas y un hormigueo las rescataba del sueño. Esta noche he soñado con caballos y gran valle con árboles inmensos y un río de aguas cristalinas y piedras de color azul. Javi corría desnudo por una ladera y llevaba en la boca la piel de un coyote. El humano que vive con nosotros le perseguía disparándole con una escopeta aunque Javi siempre se escapaba. Yo trataba de ayudarle pero no me podía mover. Estaba como petrificada, y aullaba con todas mis fuerzas. De repente Javi se ha subido a un caballo y al galope se ha alejado en la distancia hasta que le vi desaparecer. Sólo entonces he podido moverme, aunque fuera para caerme del colchón viejo.

Javi me miraba desde la cama como si los dos hubiéramos tenido el mismo sueño. Me sonreía y yo me he acercado moviendo el rabo y dándole lametazos. Sin saber, comprendía que hoy no era un día más. Se ha duchado y al poco tiempo el humano que vive al lado de nosotros ha venido a casa. Después Javi ha preparado su mochila y me ha llamado para que me subiera al coche. Hemos ido a la gran ciudad. Los mismos olores que otros días Javi traía pegados a la ropa y al alma llegaban hoy a mi nariz, y he comprendido muchas cosas que se me escapaban.

Nos hemos bajado del coche y el humano que vive al lado de nosotros se ha marchado. Javi y yo hemos ido a caminar y así hemos estado todo el día, caminando; Javi echando fotos con su cámara y yo fotografiándolo todo con mi nariz. La ciudad me gusta menos que nuestro pueblo. Aquí Javi me ha puesto la correa y sólo me la ha quitado en un parque enorme donde cientos de perros corrían y se peleaban. Había varios humanos increíbles que a un silbido lograban reunirlos en círculo a su alrededor. Luego, cuando todos los perros tenían puesta su correa, estos humanos los guiaban a todos a la vez por las calles, como si portaran un hatajo de globos que caminaran por el suelo.

Esta ciudad es extraña. Tiene muchos parques y lagos y las calles son enormes, al igual que los edificios, que parecen tocar el cielo. También hay puerto y mar, aunque es un mar sin olas y huele diferente. Hemos estado en un lugar donde las casas estaban pintadas de todos los colores y en varias plazas muy bonitas, donde la gente acarreaba pancartas con palabras rojas y pitaban y gritaban clamando por sus derechos y por pan. También hemos pasado por una avenida amplísima en cuyo centro había una torre muy alta de mármol blanco. A su alrededor había gente pobre que paraba a los coches pidiendo monedas y puestos de comida que olían a carne picante y a plantas aromáticas. Una multitud de seres humanos con el rostro moreno nos sonreían con unos dientes negros que masticaban hojas y suplicios.

Por la tarde hemos vuelto a encontrarnos con el humano que vive al lado de nosotros y hemos regresado en el coche a nuestro pueblo. Cuando hemos llegado a casa Noa y Romeo nos esperaban. El día ha sido largo y hemos caminado mucho. Ahora entiendo a dónde se marcha Javi algunos días cuando me deja atada con la cadena. Hoy también traigo yo ese olor a acero, asfalto y cristal, a contaminación y aglomeración humana. Pienso que Javi quería que conociera la ciudad, aunque sabe que la ciudad no es lo mío. Tampoco es lo suyo, también lo sé yo. Hemos vivido mucho tiempo en la tranquilidad y no estamos preparados para cambiarla por nada.