eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 19 de noviembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 24)

Día 162


(Javi se vuelve loco de teclear)

Y amanecen días sin sentido, tan extraños como la luna de este cielo (tal vez ya no lo es tanto) o los animales que viven bajo la montaña de palés (con los que nos ocurre lo mismo, pues la convivencia lo marca).

Javi se ha levantado peor, sin ganas de hacer nada, con unas ojeras enormes que le caían hasta los pies. Con todo ha hecho lo de todos los días, y después se ha marchado a trabajar. Che ha vuelto a escaparse, lo que se está convirtiendo en costumbre, y de los nuevos gansos sólo queda uno con vida. Menos mal que siete ya han crecido lo suficiente para tener prácticamente asegurada la supervivencia. Hoy ha comenzado de nuevo a hacer mucho calor y se estaba de maravilla debajo del camión, a la sombra. Los patos continúan empollando y los burros, el poy, y los caballos pastando sin tregua.

Cuando Javi ha regresado del trabajo se ha vuelto a ir enseguida sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. A su retorno todo ha sido alegría por mi parte y agotamiento y dolor por la suya. Lleva varios días casi sin comer porque le duele mucho la garganta y empieza a encontrarse demasiado débil. A pesar de ello, ha encerrado a los animales, nos ha dado de comer a nosotras y pobre y comprensivo Negro (que hoy se quedaba sin paseo; Che llevaba por aquí un buen rato), ha cerrado la puerta de la casa-chabola y se ha puesto a teclear durante horas y horas. Nunca le había visto así. Estaba como hipnotizado o en una especie de estado delirante incomprensible. Lo hacía a toda prisa, y de cuando en cuando paraba para fumarse un cigarro que en vez de mal le hacía muy bien. A veces se quedaba mirando al techo y de pronto con decisión mataba a un mosquito y se ponía de nuevo a teclear. Che y yo le mirábamos curiosas desde nuestros respectivos colchones de gomaespuma. Ha habido un momento que incluso ha comenzado a sudar como si estuviera haciendo y tremendo esfuerzo. Y de repente se ha detenido, ha apagado su pantalla tecleadora y con un gesto de alivio y felicidad que nunca ya olvidaré ha sonreído, se ha armado un pitillo de yerba, se ha preparado un whisky con coca-cola y obviando su enfermedad, el dolor, el cansancio y todo lo demás ha venido a acariciarnos y proponernos dar un paseo por la pradera.

Ahora, a su lado, contemplamos su locura humana con respeto y cariño. Está mirando a las estrellas distantes y la silueta de los árboles inconmensurables. Le brillan mucho los ojos; y estoy segura que si esta noche hubiera luna llena la aullaría hasta desfallecer.



Día 163

(Precauciones)

Hoy Javi ha tomado sus precauciones y a atado a Che Lokita con la cadena desde que hemos salido al amanecer de nuestra casa-chabola. Creo que no ha pensado bien en ello, porque Che no es como yo, no busca en las basuras del vecindario, no se aleja demasiado de la pradera, aunque tal vez lo que le da miedo es la cercanía y el peligro de la gran carretera.

El episodio de ayer ha debido recuperarle porque hoy ya se encontraba mejor y ya casi no tosía. Se ha ido a trabajar muy contento y al volver hemos pasado la tarde todos juntos. Nosotras correteando libres y buscando rastros por la pradera y él montando a Pepe y arreglando el cercado. Luego ha estado tecleando un rato, pero no tanto ni tan loco como ayer.

Como le ha vuelto el apetito, se ha puesto a cocinar un montón de cosas, y a nosotras nos ha venido bien, ya que luego han sobrado unas cuantas que han caído finalmente en nuestros cuencos.

Después, tenía que recuperar el sueño acumulado y nosotras sumar un poco más nuestras respectivas perezas. Por eso ahora que huelo sus sueños, éstos me dicen que muy pronto Javi habrá de recorrer un río que es casi un océano, y resolver con ello parte de las inquietudes que con todo y como se ve, no consiguen desvelarle.



Día 164

(Olores de un país)

Existen olores eternos, que permanecen atrapados en los lugares y en los seres y que por ello son algo así como ecos de un pasado distante. Los humanos los llaman fantasmas pero no son más que controversias de la vida, conflictos y situaciones que nada ni nadie pudo resolver y que aguardan hacerlo para poder desaparecer, para consumirse en el olvido.

En esta tierra hay un olor de fondo que es como un silbido. Se escucha en la sombra de los árboles, cerca de la carretera, o en las noches, cuando se levanta viento frío del sur. Lo noto en la mirada de los perros callejeros y el gesto de algunos humanos que nos vamos encontrando. Esta tierra hace unos años padeció una gran crisis, siendo tan rica como es, pero la padeció. A veces el olor me trae imágenes de aquella época, colas y tumultos alrededor de los bancos, escasez de alimentos, confusión en los corazones, y gente que como nosotros tuvimos que hacer en su día tenía que marcharse de aquí. El olor se vuelve más denso cuando se retrocede y profundizas; posee entonces matices de sangre, de dictadura, de desaparecidos e exiliados. Es un olor en ello semejante al de nuestra tierra; dolor a ignorancia, a pueblo oprimido, a libertad naciente y defendida con la vida.

Hoy ha venido un perro a la pradera y se ha quedado dormido debajo del camión con nosotras. Nos ha estado hablando antes de aquellos años difíciles en los que él como tantos otros compañeros se quedaron sin hogar porque sus dueños no tenían con qué alimentarles, abandonándolos a la suerte de las calles y el azar. En este país hay por lo visto tantos perros callejeros desde aquella época y me ha hecho preguntarme si en la nuestra estará ocurriendo lo mismo que ocurrió aquí.

Javi ha llegado de trabajar y la tarde decaía su luz entre las ramas de los árboles imponentes, entristecida por lo que nos ha contado nuestro amigo, no he corrido con la misma sensación de libertad que otros días, y he estado todo el tiempo a los pies de Javi, que me miraba extrañado por mi comportamiento pero dejándome hacer.







Día 165

(Ataque de nostalgia)

Te da repentinamente en el corazón, pero es el cerebro quien te proporciona imágenes y pensamientos. Recuerdas así aquel rincón a la sombra, aquella fuente de agua fresca, el olor de la comida que te preparaban, la cama en la cual dormías, el cariño de tantas manos acariciándote, la sensación de seguridad velando tus pasos, las jaras rozando mi pelaje, cientos de rastros para cubrir tu inquietud, los amigos mastines, y hasta los que no lo eran, y esos humanos respetuosos y humildes con los que Javi compartía su tiempo y su intención.

Y también la ciudad con el pequeño río que pasaba cerca de nuestra casa. El parque enorme y los compañeros para correr. Aquel salón de colores y el patio maravilloso en el que hacíamos dilatarse las horas. Allí fue donde me encontré con Javi después de errar por la calles y carreteras, de adquirir los miedos más profundos, de sentirme una excluida de cualquier sociedad posible.

Te da y tu mente se llena escenas maravillosas aunque no todas son buenas. Y es mejor así. Repasas una existencia compartida en la que respiran todo tipo de situaciones y circunstancias. Afloran emociones intensas y sientes el arraigo y su raíz unidos a las alas que te hicieron volar, aunque asustaran de pronto.

Entonces el ataque pasa y enfocas tus ojos y tu nariz hacia el presente. Javi está preparando risueño algo para cenar y te llama. Te acaricia como siempre y te trasmite buenos sentimientos. En el cielo puedes ver brillando todas las estrellas distantes. No obstante estamos aquí en la pradera, y por algo debe ser.





Día 166

(Día de ASANA)

Después de despertar y de soltar a los animales, Javi se ha afeitado y se ha vestido con una camisa negra que sólo se pone en las ocasiones especiales y eso me ha dicho que hoy debía de serlo. Ha estado todo el día en su trabajo y por el olor que llegaba hasta la pradera ha debido de haber una gran fiesta. Con las prisas de por la mañana Javi no nos atado bien con la cadena, nos la ha dejado demasiado suelta y Che y yo nos hemos zafado sacándonosla por la cabeza.

Al principio no nos hemos atrevido a acercarnos, pero cuando hemos comenzado a percibir el olor de la carne a la parrilla no hemos podido resistir la tentación, y tímidas hemos atravesado el cercado. El hogar de los humanos especiales estaba lleno de humanos, y pronto hemos sabido que eran los familiares de aquellos. Estaban jugando y comiendo y sorbiendo esa hierba en infusión que tanto les gusta. Javi hablaba con unos y con otros y cuando ha advertido nuestra presencia cerca de las ascuas ha venido para mandarnos de nuevo a la pradera. Sin embargo, un humano que al parecer era su jefe, por el olor a dominio y a plata que desprendía, le ha debido decir que nos dejara, pues algunos niños se acercaban a darnos comida, además que varios de los humanos especiales que ya me conocían han comenzado a llamarnos contentos y a acariciarnos. Entonces todo ha sido ya alegría. Todo el tiempo cerca de Javi, que de cuando en cuando nos vigilaba para ver si nos portábamos bien. Che ha hecho muy buenas migas con uno de los humanos especiales que tiene la piel muy oscura y habla muy despacito. Se ha quedado acurrucada a sus pies y juntos se han dormido. Allí estaban también algunos de los compañeros de trabajo de Javi y todos los humanos estaban muy felices.

Por la tarde hemos regresado juntos a la pradera y Javi ha estado montando a Pepe durante mucho tiempo. Nosotras, del atracón que teníamos hemos estado dormitando y alzábamos únicamente los ojos si venía a molestarnos algún insecto. El atardecer ha sido espléndido y al haber nubes dispersas en el cielo, el sol las pintaba de rojo, de naranja, de morado, de rosa y de un azul oscuro que parecía el mar.

Ahora Javi teclea y bosteza a la vez. Esta noche no hay muchos mosquitos porque se ha levantado aire frío y no pueden volar hasta la casa-chabola desde los árboles y las plantas del entorno. Las estrellas distantes brillan en el firmamento y en nuestros ojos. Un aroma a bondad y transparencia flota en el ambiente, y es que todos estamos impregnados del olor cálido y sincero de los humanos especiales.



Día 167

(El vendedor y su carro)

Javi se ha levantado temprano. Che y yo nos hemos levantado con pereza y legañas. El suelo se ha vuelto a cubrir de moras porque esta noche ha hecho viento. Los burros estaban tumbados sobre la hierba y los caballos estiraban sus cuellos para alcanzar las ramas bajas de los árboles. El día ha comenzado respirando calor.

Cuando Javi se ha ido a trabajar Che y yo nos hemos quedado atadas con la cadena debajo del camión, vigilantes y atentas, junto con un Negro desgastado. Anoche Javi se despertó escuchando sus ladridos y gemidos y salió de la casa-chabola pues se había enredado con la cuerda y estaba atrapado sin poderse mover. Varias horas estuvo así y por eso acumulaba cansancio y somnolencia. A media mañana hemos presenciado una batalla terrible entre los pájaros de colores y los que cazan cubriendo la pradera de plumas. Unas horas después hemos escuchado unos gritos humanos que nos han alarmado hasta el punto de comenzar a ladrar. De pronto hemos visto a un humano que venía de pie manejando una mula que arrastraba un carro con cascabeles henchido de cosas. Por el olor sé que llevaba frutas y verduras pero también carne, pescado, productos de limpieza y tabaco. Era como una pequeña tienda ambulante y los gritos era para anunciar sus productos. Los vecinos de los campos de flores han acudido a comprar en varios puntos del camino y después de unas cuantas ventas se ha sentado en el borde de nuestra pradera, a la sombra de los árboles inconmensurables. El hombre era muy mayor y tenía la cara poblada de arrugas.

Javi ha llegado de trabajar y lo ha encontrado allí. En cuanto nos ha soltado de la cadena hemos salido disparadas a ladrarle pero según nos íbamos acercando su olor personal nos ha hecho desistir, tanto que al llegar a su lado no hemos podido hacer nada más que lamerle las manaos. Se secaba la frente con un pañuelo porque traspiraba con el calor. Javi también se ha acercado y le ha ofrecido una botella de agua. Luego se ha sentado con él y han estado hablando y fumando un buen rato. Ambos se reían y ha habido un momento que se ha puesto a cantar en tanto Javi daba palmas. Y es que resulta que el humano en cuestión era gitano y arribó hace muchos años también aquí desde nuestra tierra, perseguido por la ley y las miserias. Sus ojos brillaban como ascuas encendidas y al reír mostraba sus dientes de oro. Únicamente cuando el sol ha comenzado a caer, se ha levantado y ha iniciado la vuelta a su improbable hogar. Parecía muy agradecido con Javi y le ha regalado una bolsa con frutas y verduras. Aunque ha intentado pagarle, ha rechazado cualquier dinero, y se ha ido lento y seguro, con su mula y su carro, por la gran carretera hacia abajo mientras el sol se ocultaba en el horizonte y las primeras estrellas hacían del cielo una tela azul celeste y morada de lunares.

Javi prepara ahora la cena con algunas verduras de las que le ha dado este humano tan peculiar. Sé que está pensando en él porque mi nariz así me lo dice; aunque sabemos que volverá cualquier día. Aparecerá por el camino, gritando a la vida sorda, sobreviviendo y alimentando el viento con su voz, conduciendo su carro con una sonrisa segura y humilde en su cara.



Día 168

( Pipetas para las pulgas)

Nadie sabe lo terrible de este picor, que no da tregua, que te consume. Las pulgas se nos suben; los gansos las llevan, los gallos y las gallinas las extienden, los caballos y los burros las atraen. En el suelo hay menos, por las últimas lluvias, pero allí respiran. Y así nos pasamos el día Che Lokita, Negro y yo rascándonos y rascándonos.

Javi se ha ido a trabajar con los humanos especiales, aunque se ha levantado con la hora pegada. Anoche tecleo mucho y se ve que no ha dormido lo suficiente. Hoy no ha limpiado las cuadras ni ha compuesto la casa-chabola. Ha venido más tarde en uno de sus descansos pues se le había olvidado el tabaco y la pantalla tecleadora. Se le nota cansado, porque no para de hacer cosas en todo el día. Necesita curarse del cansancio o aflojar, pero algo en su interior le empuja. Tal vez sería bueno que alguien le atara con la cadena debajo del camión para que no pudiera moverse y se quedara de este modo dormitando a la sombra con nosotras. Pero esto no es posible. Algunos humanos se machacan sin razón, persiguiendo sus sueños y metas, y se pasan la vida en un proceso de aprendizaje y compromiso continuo.

En vez de regresar a su hora, por la tarde, lo ha hecho casi de noche, cuando el sol caía sobre los árboles inconmensurables, por el portón de la entrada a la pradera. Se ha puesto a hacer todo y a la vez: a limpiar, a fregar los cacharros, a recoger la ropa tendida, a preparar la cena mientras fumaba y hablaba por el teléfono móvil. Nosotras hemos aprovechado para dar una vuelta por los campos de flores contiguas y hemos estado persiguiendo varias iguanas. Las estrellas han aparecido todas de golpe sobre la casa-chabola y Javi se ha sentado en una silla en la puerta para mirarlas. Los árboles hinchaban su silueta como si aspiraran bocanadas de viento.

Huelo los pensamientos de Javi y sé que está repasando la semana e ideando los asuntos que le esperan para la próxima. Pepe se acerca a él y le olisquea la mano. Pepe también puede entender la mente de Javi, pero sólo cuando cabalgan concentrados, como si fueran uno, por la pradera. Todos los animales descansan ya, incluso Negro se ha metido en su caseta y se escucha su respiración profunda sobre la brisa.

Luego, estoy segura, tecleará como todas las noches, y pondrá su corazón en esas palabras. Pero antes de marcharse a dormir vendrá a ponernos, porque no ignoro que ha ido a comprarlas, las pipetas que le han dado en el hospital de perros para que dejemos de rascarnos y las pulgas abandonen nuestro apetitoso cuerpo. Aplicará el líquido en varias veces separando el pelo que alcance nuestra piel. Y al principio será muy molesto el olor y trataremos de chuparlo y quitarlo, pero poco a poco nos irá haciendo bien y mañana cuando nos despertemos estos bichitos habrán iniciado una tregua forzosa que durará varias lunas.

martes, 12 de noviembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 23)


Día 155

(Conductas extrañas)

Invariablemente sucede a veces que los animales expresan formas de locura desconocidas que esconden o de pronto se avivan en su interior. Hoy ha sido uno de esos días; a pesar de las rutinas y las constantes, pese a esa especie de fórmula cotidiana con la que Javi comparece cada día.

Así ha pasado con una de las gallinas, que anda empollando los huevos de los patos y los gansos, y es casi cómico verla subida en ellos pues son demasiado grandes y se le salen por los lados, o el pavo, que se ha subido a la rama de uno de los árboles imponentes creyéndose tal vez uno de los pájaros que cazan. El burro macho quería follar todo el tiempo con nosotras y nos ha estado persiguiendo incluso cuando estábamos atadas con la cadena debajo del camión. Los caballos no han querido salir de las cuadras y parecían asustados por algo inexistente, y las ratas andaban todas juntas andando por los alambres del cercado como maestras del equilibrio y el asombro.

Yo lo achaco a la cantidad de moras que se extienden por el suelo y que todos ingerimos sin parar. A lo mejor, a base de comer tantas, se ha activado en todos nosotros una vía psicotrópica ignota. Pero el caso es que toda la pradera está llena de excrementos oscuros que destacan sobre el verde del pasto creciente.

Cuando Javi ha venido de su trabajo se ha marchado sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba, y ha debido estar hablando con los suyos, porque al volver le brillaban mucho los ojos. La tarde no ha dado para más. Nosotras, junto con Negro, hemos correteado por la pradera. Al atardecer Javi ha encerrado a los bichos y ha preparado la cena. Después ha estado tecleando un par de horas. Como el cielo estaba nublado no había estrellas para contemplar en el cielo y nos hemos tenido que conformar con las que lo hacen aquí abajo.

Ahora Javi se está tomando un vaso de whisky con coca-cola sentado en el banco de la entrada de nuestra casa-chabola. Me encantaría saber el motivo, o si lo hace por algo en especial. No obstante hoy es el día de las conductas extrañas (aunque en él antes no resultaría tan extraño), y aunque no ha estado comiendo mora alguna, su mirada resplandeciente y limpia, y su alegría, me dice que ya está un poco morao.

Día 156

(Javi se pone malo)

Hoy Javi se ha levantado con dolor de garganta. Esta noche, aparte de acostarse medio borracho, comenzó con calor, pero después la temperatura varió tanto, que desarropado ha debido agarrar frío. No ha compuesto la casa-chabola ni ha limpiado las cuadras. Apenas tenía fuerzas y le asaltaba la fiebre. Cuando se ha ido a trabajar casi se olvida de dejarnos atadas debajo del camión y de cerrar la puerta con el candado. Con todo se ha ido.

La mañana ha estado cargada de nubes y del croar de las ranas en la distancia pidiendo agua de lluvia. Hemos podido ver un par de iguanas pasando el cercado por el portón de la entrada y cómo un camión enorme se salía de la gran carretera y volcaba en la cuneta para después comenzar a arder. Muchos humanos han llegado para rodearle y salía una gran columna de humo hacia el cielo.

Al volver Javi, sólo le han quedado fuerzas para darnos un pequeño paseo por la pradera, para teclear un poco, para guardar a los animales, y después se ha echado sobre la cama, para ver primero una peli en su pantalla tecleadora y después para dormir. Che y yo nos acercábamos de vez en cuando hasta él para lamerle las manos y los pies tratando así de quitarle la fiebre. Estaba tan caliente que muy pronto le han rodeado un montón de mosquitos.

Ahora duerme tranquilo sudando sus males. Y al oler sus sueños puedo comprobar que se ve a sí mismo metido bajo unas cuantas mantas allá donde vivíamos en el pueblo de las montañas mientras una de sus amigas le alcanza un zumito de naranja recién exprimido y le da besitos en la frente.

Día 157

(Más lluvia)

Y es que las ranas lo anunciaban ayer. Aunque con calor, el día ha amanecido gris. Nubes compactas rozaban la tierra como jirones de húmeda suavidad. Nada más irse Javi a trabajar con los humanos especiales ha sonado un tremendo trueno en el cielo y ha comenzado a llover intensamente. Che y yo nos hemos hecho una bolita debajo del camión y hemos estado observando cómo la pradera se llenaba de nuevo de charcos y cómo los animales, cada cual de un modo, vivían dicha descarga.

Como otras veces los alrededores de la casa-chabola se han inundado y el barro hacía acto de presencia, creando su imperio. Javi ha regresado por la tarde, por el portón de la entrada, casi cuando el sol se ocultaba en el horizonte, y se ensuciado toda la ropa. Ya llovía menos, pero con todo y nuestra alegría de verle ha terminado embadurnado hasta las cejas de barro. Hoy parece que está un poco mejor de su resfriado, porque tiene la cara más despejada, y he debido marchar después del trabajo a comprar porque ha traído entre otras cosas un tipo de pienso que nunca habíamos probado antes que sabe a churrasco y a verduras.

Un poco más tarde ha comenzado otra vez a llover con fuerza, justo cuando Javi acababa de cerrar a los bichos y las primeras sombras invadían la pradera. Al contar a los gansos había dos menos. Ahora se fuma un pitillo en la puerta de la casa-chabola mirando la silueta de los árboles inconmensurables y los reflejos de los relámpagos en el cielo. Che y yo estamos tumbadas a sus pies y nos acaricia la cabeza distraído. Como puedo oler sus pensamientos sé que está pensando en los suyos. Se pregunta cómo estarán todos y si se les estará yendo bien. Por lo visto le han llegado noticias de que las cosas allá continúan tan difíciles o más que como cuando tuvimos que venirnos para acá. Los humanos humildes no tienen trabajo y se indignan pacíficamente (quizá ese es otro problema añadido) mientras los que los dominan siguen en su cadalso de mentiras justificando sus robos y los muchos sacrificios que les piden a aquellos día tras día.



Día 158

(Los esfuerzos)

Anoche aullaba el viento metiéndose por los cientos de agujeros que hay en las paredes de chapa de nuestra casa-chabola. Lo mejor del viento es que neutraliza a los mosquitos y aleja el calor y las nubes de tormenta. Javi continúa medio malo porque esta mañana tosía fuerte y se llevaba la mano al pecho. Como la pradera está muy embarrada hoy no ha podido limpiar las cuadras después de soltar a los animales, pero le ha tocado amontonar con la pala y el cepillo el barro en uno de los lados.

Es curioso, pero es como si hoy hubiera amanecido más tarde, y algunos relámpagos iluminaban el fondo que se extendía detrás de la gran carretera y el oscuro cielo que lo cubría. Che Lokita se ha escapado y no ha regresado a tiempo para que Javi pudiera atarla a la cadena debajo del camión antes de irse a trabajar con los humanos especiales. Por ello ha tenido que marcharse con un gesto de preocupación que parecía una sombra que creara el sol desde sus pies. Cuando Che ha vuelto al rato he tratado de convencerla para que se quedara conmigo pero se ha ido de nuevo y he estado sola todo el día. Encima Javi no ha podido venir a vernos en sus descansos. Hasta la noche no ha aparecido por el cercado que da a su trabajo. Y es que hoy ha trabajado de sol a sol, y de este modo llegaba con cara de cansancio e inquieto por comprobar si Che se encontraba conmigo o al menos por la pradera.

Una sonrisa se le ha dibujado nítida en el rostro cuando la ha visto dormitando cerca de la puerta de la casa-chabola. Algunas lágrimas han caído también. Luego nos ha soltado a Negro y a mí mientras Che le subía las patas sucias contenta. Como Javi ha comprobado muchas veces que los perros sí tenemos memoria -tal vez diferente a la humana; desigual- al contrario de lo que piensan la mayoría de los humanos, primero ha regañado a Che Lokita, pero era tan grande la alegría que ha logrado subyugar su enfado acumulado. De este modo, para evitar contravenir sus buenos sentimientos, ha preparado la cena para todos y hemos cenado así con mucho apetito y goce. El viento acallaba los sonidos de los coches que incesantes pasan arriba y abajo por la gran carretera y de los grillos, ranas y sapos que cantan en la pradera. Miles de luciérnagas iluminaban a ráfagas verdes el espacio y el aire, ya que el cielo continuaba tapado por las nubes.

Cuando Che Lokita y yo ya estábamos tumbadas sobre nuestro colchón de gomaespuma, Javi se ha puesto a teclear sentado en una silla en la puerta y fumaba pitillos que no le hacían bien, pues le daba tos. Ahora por fin se ha ido a dormir metiéndose bajo las ´sabanas de colores de su cama. En silencio me acerco hasta allí y le lamo las manos para velar y agradecer todo su esfuerzo. Hoy no puedo oler sus sueños porque no sueña, únicamente descansa y lentamente se reconstruye.





Día 159

(Alegrías y penas)

Los perros somos una especie en peligro. Por más que unos cuantos humanos nos quieran, la mayoría especulan con nosotros o directamente nos rechazan. Antiguamente les ayudábamos a cazar y a seguir los rastros, les protegíamos de las fieras en las noches oscuras de la historia y les hacíamos compañía en las tremendas soledades que a veces debían soportar en sus viajes. Hoy ya no les hacemos falta. Nos ven lindos cuando somos cachorros y después, al crecer nos abandonan. No separan demasiado pronto de nuestras madres. Nos quitan esa parte imprescindible de apego, y al sustituirlas, no nos educan bien, por lo que somos en demasía ansiosos, impulsivos, y nuestros nervios y desapegos nos llevan más tarde a destrozar sus cosas, y a morderles, porque es el único modo de ajustar nuestro temor ante la vida y asimismo de comunicarnos.

Sin embargo hay reductos. Sigue habiendo perros que cuidan de los rebaños o que guían de algún modo a sus aliados humanos. Capad que ya no pueden hacerlo como antes, pero sigue habiendo situaciones en que somos infalibles, como cuando necesitan de nosotros ya sea para encontrar sustancias prohibidas o a sus muertos bajo los escombros. No hay tecnología que nos supere. La lástima es que muchos no vean que aparte de nuestro olfato tenemos otras virtudes. Nuestra fidelidad, nuestro cariño incondicional y otros dones que obvian como que podamos lamer sus lágrimas, saber sus emociones verdaderas y oler sus sueños cuando duermen. No quiero que los perros cuiden de las propiedades inertes, no me gusta que nos aten a una cadena y que se vayan a vivir mientras nosotros esperamos su regreso; pero me gusta menos ver a compañeros y compañeras deambulando por las inmediaciones de la gran carretera, sin humano que los cuide, abandonados a su suerte, arriesgando la vida cada vez que se acercan a agarrar un bocado que no les llena las tripas.

Sé que esta situación que vivimos en la pradera es temporal, y Javi es un humano que ama y protege nuestra especie. Pero pasamos muchas horas solas. Negro es el peor parado, pues sólo tiene unos minutos al día de libertad. Nuestra especie reclama su libertad gimiendo como si fuéramos de nuevo cachorros o aullando lejanas a lunas inexistentes. Hoy Javi ha estado todo el día con nosotras y hemos estado sueltas todo el tiempo. No ha ido a trabajar y nuestra libertad se condiciona a ello. Está enfermo, tosiendo, moqueando. Han atropellado otro perro en la gran carretera, y Che Lokita y yo nos acercamos para oler la muerte y la virtud.



Día 160

(Cumpleaños en el Paraná)

Hoy ha sido un día especial. Se notaba ya al despertarnos, aunque ha amanecido nublado. Javi ha preparado una de sus tortillas y ha estado fabricando una pulsera con nudos de hilo negro y conchas. Después, mientras Che y yo corríamos felices y jugábamos, se ha afeitado y se ha puesto a limpiar las cuadras y a componer la casa. Más tarde ha aparecido un coche en el portón de la pradera. Venía un humano junto a una de las humanas que trabajan con Javi y que huele a bondad. Javi le ha dado la pulsera y la humana se la ha atado en la muñeca. Impensablemente, en vez de dejarnos atadas con la cadena bajo el camión, nos han subido en el maletero del coche y nos hemos marchado todos juntos por la gran carretera hacia abajo. Y así, cuando el maletero se ha abierto luego de un rato de viaje, estábamos en un lugar maravilloso, a la orilla del río enorme, en el que ya hemos estado más de una vez. Ha salido el sol y Che y yo nos hemos metido en el agua. Entonces han llegado más humanos y humanas y casi desde el primer momento se han puesto a comer y a escuchar música. Había también algunos cachorros que, como nosotras, se bañaban contentos y se perseguían por la arena. Varios humanos pescaban desde un pequeño embarcadero y sacaban peces de color amarillo con la cabeza naranja que asaban después en las parrillas junto con pedazos de carne. Javi parecía muy contento y hablaba y se reía con todos.

Por la tarde hemos ido a dar un paseo por la orilla del río y hemos llegado a un lugar misterioso que olía a oxido, a fantasmas humanos y abandono. Decenas de barcos ingentes eran desmantelados y se presentaban como cadáveres en un extraño estado de descomposición. Todas las casas de los alrededores estaban construidas con partes de estos barcos y así las paredes, el tejado e incluso los suelos eran de placas de un metal color ocre que ensuciaba nuestras patas. Más allá se extendía un vasto imperio de árboles y vida salvaje. Cientos de pájaros diferentes poblaban las copas, e igualmente había insectos y ranas. Lo más curioso es que hemos podido ver una especie de humano cubierto de pelo saltando de una rama a otra rama y que hacía un sonido parecido a un ladrido de perro. Che y yo hemos comenzado asimismo a ladrarle y Javi estaba tan sorprendido como nosotras, que de haber sido perro hubiera ladrado también. Con todo ha comenzado a imitarle y a seguirle desde el suelo.

De regreso del paseo, muchos de los humanos se habían ido, y algunos de los que quedaban han jugado a la pelota. Javi se les ha unido, aunque pronto se ha cansado, porque le ha dado la tos y le ha empezado a subir fiebre. El cielo se ha llenado de repente de nubes y varios truenos han anunciado lo que pronto iba a ser una gran tormenta. Sin perder un segundo todos han empezado a recoger sus cosas y cada uno en sus coches o montándose en el vehículo colectivo se han ido. Nosotros en cambio nos hemos quedado para ver el espectáculo, y cuando la lluvia ha iniciado su caída un silencio súbito ha envuelto a la selva y a todos sus seres, que como podían se refugiaban, y los mil tonos de verde se extremaban como si de algún modo estuvieran vivos. Pasada una media hora las nubes han dado una tregua a su concilio y hemos regresado en el coche a la pradera.

Ahora estamos de nuevo en el interior de nuestra casa-chabola, nosotras tumbadas en nuestro respectivo colchón de gomaespuma, agotadas por tantas aventuras, Javi tecleando y mirando la intensa lluvia desde la puerta, también agotado y feliz por este día tan intenso, casi esperando que la noche se nos eche encima para meterse en la cama e idear algún sueño en el que aparecerán seguro aquellos barcos, el gran río y sus seres, humanos y perros jugando entre las ramas de los árboles, y todo bajo el dominio del color verde y el destello poderoso de los relámpagos.



Día 161

(Otra semana más)

El tiempo transcurre inexorable. Las circunstancias marcan las horas y nos dirigen intentando nosotros marcarlas a tiempo también. Y es que estos meses han pasado a veces con rapidez prodigiosa y otras con una lentitud que recordaba a una infancia perdida. Tal vez sean pensamientos demasiado profundos para una perra y, sin embargo, mi mente ocasionalmente está unida a la de Javi, siendo él quien me los transmite sin saber, dibujando un escenario humano sin escalas ni fronteras con el nuestro.

El caso es que todo ha de continuar. Javi lleva unos días enfermo de la garganta y el brillo de sus ojos se debe ahora a la fiebre. Che Lokita es de la familia y juntas bregamos este contexto mutante e diferente. Hay varios gansitos que van a salir adelante, cuando los patos y dos gallinas se disponen tal vez por dicho triunfo perpetuarse también y empollan sus huevos. Los pájaros de colores se han ido, aunque de cuando en cuando regresan. Ya no son tan quisquillosos como antes, y de sus polluelos ni rastro. Pepe busca la mano y la voz de Javi y parece igual de deseoso que él para galopar por la pradera verde y embarrada. Los árboles imponentes parecen más imponentes que nunca y muestran con orgullo un universo creciente de hojas y nidos. Las moras siguen cayendo de las ramas alimentándonos a todos, y gracias a ellas el pavo puede tornarse morado, olvidando a esa hembra ausente que espera eternamente. Las ratas y animales extraños que viven bajo la montaña de pales han creado un hibrido monstruoso que acechan a las crías y escarban por la noches túneles infinitos que llegan hasta al centro de la tierra. Las burocracias mantienen su curso inalcanzable y vampirizan los pensamientos de Javi por las noches. Sin embargo su trabajo y esfuerzo nos permiten conservar esta vida. Los pájaros que cazan han duplicado su número y los burros comienzan a sentirnos como hermanas y viceversa. Esta tierra, con todo, nos trata bien. Javi va conociendo otros humanos que le aportan aprendizajes y cariños. Y es una lección que como casi siempre le dan los menos esperados, los más humildes, los que carecen de ambiciones e intereses, los buenos. Nuestra casa-chabola nos gusta sin nostalgia ni casi recordar ciertas comodidades que tuvimos. Estamos unidos a la naturaleza y formamos parte de sus ciclos. Javi teclea imperturbable y sueña cada noche cosas que yo huelo e interpreto. Todos estamos madurando por es la época del crecimiento y la libertad. Sé que el fondo esto es precisamente lo que Javi pretendía en esta aventura. Y sin duda, más allá de los buenos o malos momentos, algo enriquecedor nos rodea y nos llena, y el convencimiento de que estamos aquí por más de un motivo, que hay un destino que nosotros mismos fabricamos, ayudándonos y respetándonos por encima de nuestras apetencias individuales.

Veo ahora a Javi regresar de su trabajo con los humanos especiales. Se suena la nariz antes de soltarnos de la cadena. Me encantaría poder decirle que ya huelo yo por él, que no se preocupe por nada; sin embargo me mira como si así lo creyera, y sonríe. Como se ha despejado, esta noche podremos ver y pensar las estrellas distantes. Che Lokita salta sobre mí. La pradera resplandece acariciada por el viento de oeste y Javi aprovecha para sus sentimientos vuelen sobre el océano, enviando los mejores.

martes, 5 de noviembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 22)

Día 148


(El chasco)

Hoy comenzaba el día con un sol espléndido, con buenas expectativas y un aire favorable que soplaba para refrescar nuestras mentes. Che Lokita se ha escapado pero ha vuelto justo cuando Javi ha terminado de mimpiar las cuadras y se disponía a irse a trabajar. Algunos gansos, como si la muerte acaecida sobre su clan se hubiera unido a los esfuerzos de Javi por preservar las vidas restantes, han puesto algunos huevos más. El tiempo ha transcurrido lento pero pacífico y al volver Javi por la tarde se ha detenido.

Javi olía a problemas en el trabajo, casi no olía hoy a los humanos especiales. En cambio lo hacía a enfrentamientos con alguno de sus compañeros y a sutil indiferencia de los responsables, aunque los nervios se le han ido diluyendo tras un pitillo sostenido por la tela verde en nuestra compañía. No ha montado a Pepe como otros días pero le ha estado susurrando cosas bonitas al oído. Lo se porque Pepe relinchaba moviendo su cuello y tenía las orejas curiosas echadas hacia delante. Luego Negro, Che Lokita y yo hemos tenido nuestra aventura particular en el campo contiguo al nuestro; ese que está llenos de huesos de oveja. Subida en un piedra plana cerca del canal tomaba el sol de la tarde una iguana que parecía formar parte de la misma piedra. Sólo Negro se ha atrevido a ladrarla y a molestarla. De pronto nos ha empezado a perseguir chasqueando su larga cola para asustarnos. Javi se ha acercado alertado por los ladridos y ha intentado sacarle una foto aunque antes de que pudiera hacerlo la iguana se ha esfumado.

Al marcharse el sol los árboles imponentes han apagado su verde y la pradera se ha llenado de calma. Cada cual de los animales se ha dirigido a su refugio y Javi ha encendido las luces que rodean la casa-chabola. Tal vez quería llamar a esas otras luces que vienen hasta aquí con nosotros cada noche o a las que desde el cielo infinito nos contemplan con la misma nostalgia que nosotros.

Javi está filtrando los malos sentimientos de una manera más constructiva. Por eso teclea y nos sonríe mientras nosotras bostezamos ahora en nuestro colchón de gomaespuma. Afuera se ha levantado un viento frío, pero acá dentro no nos alcanza.



Día 149

(El coche viejo)

Javi se ha levantado más pronto de lo habitual. Ha compuesto la casa-chabola y las cuadras y se ha sentado para ver el amanecer. Ni Che Lokita ni yo, muy perezosas, le hemos acompañado y nos hemos quedado así en nuestro colchón de gomaespuma. Y tal vez ha sido que no faltaba ningún gansito o que la luz del sol enverdecía el fuerte viento que lo movía todo, también las hojas de los árboles, pero el caso es que le brillaban mucho los ojos. Poco después se ha ido a trabajar sonriente y contento y ya no ha venido en ningún momento hasta bien entrada la tarde. La sorpresa ha sido que lo ha hecho por el portón de la entrada de la pradera, y lo hacía saliendo de viejo coche que él mismo manejaba, y del cual también ha bajado dos de los humanos de su trabajo que huelen a bondad, un hombre y una mujer ya mayores que han venido alguna vez a visitarnos y que quieren mucho a Javi. Los tras parecían muy felices. Aún hemos tenido que esperar que nos quitaran la cadena porque Javi se ha puesto a enseñarle a conducir el coche al hombre un buen rato. Le mostraba el movimiento necesario aunque el otro se enredaba con las palancas y pedales.

Luego se han vuelto a ir y Javi ha llegado un par de horas después desesperado por sacarnos de debajo del camión, pues hemos estado allí prácticamente todo el día, y por guardar a los animales y preparar la cena y teclear y casi para caer redido, con idéntica cara de satisfacción como de cansancio. Pienso que le gusta mucho poder ayudar a otros humanos, y más cuando éstos ya nos ayudaron a nosotros. En eso Javi cree en una ley indivisible y humana compuesta toda de reciprocidad y cariño.

Quizá por ello, por la misma ley, ahora nos está dando un gran paseo por el camino que rodea nuestra pradera. Pretende corresponder de algún modo nuestra espera mientras la noche ya ha hecho acto de presencia sacando de la distancia a las estrellas que nos miran y dilatando en nuestros ojos la silueta difusa de los árboles inconmensurables.



Día 150

(Miradas)

Me despierta un ruido. Resurjo de un mundo de sueños compartidos que huelo cada noche. Javi calienta en un cazo un poco de leche. Che Lokita se estira sobre su colchón. La veo más grande, más adulta. Las paredes de la casa tiemblan por el aire. Suenan en el techo, como una lluvia extraña, las moras maduras cayendo, las mismas que los todos los animales comemos del suelo para ir dejando luego un rastro de excrementos morados que pinta lunares flamencos sobre la hierba. Salgo a mear y sorprendo a un águila devorando los restos de un gansito. Como Javi está entretenido limpiando la sustituyo en el festín. Che persigue como siempre a estas horas a las ratas y ladra a los burros. El día anuncia calor y todos buscan ya una sombra. Los árboles imponentes parecen más imponentes que nunca pues sus ramas han alcanzado una frondosidad espléndida. Javi se está afeitando y nos pone de comer unos puñados de pienso. Los patos hacen su danza siniestra, picoteándose unos a otros y el pavo conserva el color de la luna. Javi cierra la casa-chabola y se cuelga al hombro su mochila. Ya se va a trabajar y nos mira. Sin que nos diga nada más Che Lokita y yo acudimos debajo del camión para que nos ponga alrededor del cuello la cadena. Una gallina cacarea en el interior de la caseta de Negro en tanto pone un huevo. Desde el paso a través del que Javi marcha a su trabajo, Javi vuelve a mirarnos. Y su mirada dice a la vez lo siento y gracias.



Día 151

(Encierro forzoso)

No hemos podido salir en todo el día de casa. De madrugada nos sacudieron los truenos y no ha dejado de llover desde entonces con una intensidad tremenda. Apenas salir a mear. Javi a abrir el corralón de los gansos y los caballos y nada más. Negro tampoco ha salido de su chamizo, el cual compartía con alguna gallina. Desde la puerta mirábamos cómo toda la pradera se inundaba de agua y los que más disfrutaban eran los patos y los gansos. Nos la hemos pasado tumbados, Javi tecleando o viendo a través de su pantalla tecleadora en la cama, nosotras dormitando sobre el colchón de gomaespuma.

Por la noche aún seguía lloviendo. Y ahora que Javi ya se ha dormido puedo oler en sus sueños el mismo barro espeso que seguro rodea y colma nuestra casa.



Día 152

(Pepe vuela)

Ha continuado lloviendo. Solamente por la tarde ha dado una pequeña tregua en la que Javi se ha ido a comprar, y nosotras hemos podido salir por fin a dar un paseo. De hecho nos hemos escapado, algo inconscientes y felices por la reciente libertad climática adquirida.

Hemos estado así por los campos de flores y las praderas contiguas a la nuestra. Todo estaba empapado y cientos de charcos y lagunas se han formado por doquier. Al regresar Javi preparaba nuestra comida y la del resto de los animales. Se ha reído porque lo hacíamos hasta las orejas de barro aunque no ha querido bañarnos ya que el barro era a nuestro alrededor una constante. Luego, alegre, ha preparado a Pepe y han estado galopando por toda la pradera. Pasaban por encima del agua acumulada levantando miles de gotas y han terminado ellos empapados y embarrados también. Pareciera por instantes que alzaban el vuelo más arriba de los árboles inconmensurables, como si no existiera vaya o alambre que pudiera detenerles en su compromiso común.

Más tarde ha comenzado otra vez a llover con fuerza y nos hemos tenido que refugiar en la casa-chabola. Javi se ha puesto a teclear y nosotras a dormir. Ahora que Javi duerme, tapado con las sábanas hasta las orejas, ya que los mosquitos han llegado por la tarde, huelo sus sueños y, aparte del tremendo olor a tierra mojada que se repite en su mente desde ayer, distingo cómo vuela montado sobre Pepe para cruzar el enorme océano que nos separa y visitar así a los suyos, a su familia y amigos, dándoles esa sorpresa inesperada e imposible que sin embargo imagina prácticamente a diario.



Día 153

(El asado)

Qué rico olor ya simplemente el fuego. Y observar cómo la madera echa llamas que se van comiendo el aire de alrededor y que brillan luminosas. Sentir cómo el tiempo de espera se dilata y descubrir que hay un montón de ascuas que Javi remueve con un palo mientras coloca una plancha embadurnada con aceite encima para que se vaya calentando.

Nos acompañan desde hace un rato los compañeros del trabajo de Javi que son mayores y que siempre van juntos. Estamos a la sombra de los árboles junto a la casa-chabola porque hace mucho calor y ninguno de los animales quiere venir quizá por miedo de que alguno le toque terminar en la parrilla y más tarde en nuestros estómagos.

Por suerte la carne ya está preparada y condimentada, por lo que no tienen nada que temer. Al colocarla encima es curioso el sonido que hace, como si todavía estuviera viva y de pronto se quejara. Quizá por eso dicen que la carne nunca muere, pero es mejor no pensarlo demasiado. Aparte que la verdura también hace el mismo sonido, pues no hay que ser hipócritas ni postizos. Cualquier sistema nervioso siente y por tanto padece. Incluso el de las piedras.

Javi ha asado la carne despacio, siguiendo las indicaciones del humano que nos acompaña. La humana ha preparado una ensalada de fruta y verdura añadiendo varios huevos cocidos después. Un olor increíble ha colmado la pradera y casi parecía que de un momento a otro una multitud de humanos iban a saltar el cercado para acompañarnos.

Los humanos han comido como reyes humildes, y los perros como pocos días; es decir, como si el mañana no existiera. Como había mucha comida nos hemos puesto unos y otros las botas y hemos terminado con la tripa llena, tanto, que ha sido irremediable y recomendable echarse una siesta, Javi sobre una manta en la hierba y los dos humanos suspendidos en la tela verde. Che Lokita se ha dormido igualmente tumbada bajo la mesa que está cerca de la casa chabola. Pero yo como soy básicamente insaciable y ávida, por mis experiencias pasadas y por puro convencimiento, me he aprovechado cuanto he podido y no he parado de comer restos durante toda la tarde.

No obstante ahora, cuando los humanos ya se han ido y Javi, Che, Negro y los animales descansan, yo aún ando royendo ansiosa un hueso de costilla de vaca y aún me espera al lado del colchón de gomaespuma un cacho de chorizo, otro de intestino y un poco de pan que por respeto dejaré por lo que digan, jijiji.





Día 155

(Certificados y sonrisas)

Javi se fue temprano a la ciudad. Lo sé porque se marchó en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo, antes incluso de que amaneciera, y le vemos ahora regresar con gesto cansado y nervioso por llegar a soltarnos.

En un primer presagio de mi nariz estoy casi segura que ha estado resolviendo cuestiones burocráticas, asuntos que los humanos de cada lugar se inventan sólo para complicarse y para que otros humanos de fuera no puedan establecerse. Con todo, Javi viene sonriendo, por lo que sé que no le ha ido mal en su lucha, y hay algo en sus ojos que no alcanzo a distinguir, que nuevamente se me escapa, destellando y brillando como un nuevo misterio que seguro acudirá por sí mismo cualquier día para desvelarse.

En días como hoy, me encantaría poder hablarle, comunicarme con él, aunque a nuestro modo lo hacemos sin duda, y además cada vez mejor. Si fuera posible, por ejemplo, le contaría que Negro casi muerde a un ganso que comía moras del suelo cerca de su caseta o que los burros han intentado otra vez colarse al campo contiguo para comerse el pasto. También que hoy nos han visitados un pájaro enorme y verde que desconozco y que se ha estado paseando con aire orgulloso y altivo y asimismo una especie de liebre o conejo, en todo formidable, más grande, más ágil, más oscura que las que habitan en nuestra tierra. Le diría igualmente que quiero mucho a Che Lokita y que le agradezco cada día más su adopción, ya que me hace mucha compañía, me lo paso muy bien con ella, aparte de que ambas aprendemos muchas cosas la una de la otra.

Ahora nos suelta de la cadena y nos ponemos a correr y a saltar como locas a su alrededor manchándole toda la ropa, pero no se enfada ni nos regaña lo más mínimo. Un poco más tarde llegará a la casa-chabola una compañera de su trabajo –la que más huele a bondad- y tomarán juntos una de esas infusiones de hierba que llaman mate y que sorben con una pajita de metal mientras conversan con tranquilidad y la luz del sol les envuelve y cae sobre los árboles inconmensurables.

No comprendo el porqué, pero sucederá así. Mi nariz me lo dibuja y no se equivoca. Anticipa nuestro futuro; nuestro buen futuro. Y es que mi mente y la de Javi están completamente unidas…

Por eso también sé, porque lo huelo, o mejor dicho lo oleré seguro en sus sueños, que esta noche Javi va a soñar que es como nosotras un perro y que juntos corremos por la espléndida pradera tratando de apresar esa liebre que hoy nos ha visitado y que era en parte igual y en parte distinta a las que habitan en nuestra tierra tan lejana y no.