eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 7 de abril de 2015

Diario de una perra en Argentina (Semanas 93,94 y 95)



SEMANA 93
Día 645
(Rascando el aire)
            Cómo nos gusta rascar el aire. Filtramos sin querer las impurezas, enebrando el pensamiento y las emociones para negar el paso de las horas. Muchas veces Javi, como humano y como bicho, procede de tal modo. Cuando escribe, o se va de joda, o se aplaca observando los ecosistemas, desconectando así de la realidad cotidiana. No obstante, juntos, obramos la emergencia, y en nuestro concilio entre especies dicha actividad adquiere un virtusismo prodigioso. Rascar el aire significa pensar tranquilamente, valorar nuestra vida en la encruzijada, todos los caminos que se presentan y todos los posibles dados. Mirar al pasado para entrever el futuro; escuchar al corazón conversar con la mente.
            Ambos reflexionamos sobre nuestro regreso, y este posee una estructura cristalina que atraviesa el amor, nuestra realización personal y los sueños que calibran nuestra lucha.  

Día 646
(El calor y las pulgas)
            Este verano, que empieza a desvanecerse por deseo y conciencia, no tan caluroso como cabría esperar, no tan largo ni profundo ni trascendente, estacionalmente vacío, en los últimos días viene dando bandazos desesperados, y es por ello que las temperaturas suben hasta las nubes para dilatar los espejismos sobre el asfalto y prolongar el carácter insomne de Javi. Sin ventilador, las noches se alargan en su martirio. El sudor es algo más que un vagaje fisiológico, se convierte una manifestación psíquica, en una somatización de la esperanza, que chorrea y se deshinfla como un globo de agua pinchado.
            En el patio, sobre todo a las horas del mediodía, los bichos nos las arreglamos bien con la sombra del sauce, la tierra removida y el balde henchido y compartido. Miles de pulgas nos acompañan. Se las ve saltar con destreza de los árboles al suelo y del suelo a nuestros lomos. Las picaduras anuncian alergias y estereotipias. De nada sirven los collares y pipetas. El mundo tiene piel y bajo su espesura corre la sangre impura.  Me acurruco así junto a la puerta, aguardando el regreso de Javi, para decirle mientras me rasco que estamos desangrándonos en este verano frío, que su muerte calienta nuetros ojos a la espera de esas decisiones que habrán de venir como un otoño que allá será primavera. 

Día 647
(La cita)
            Javi ha regresado del trabajo feliz. No ha sido como en otras ocasiones por una cuestión meramente laboral, pues su pensamiento revelaba abiertamente otros motivos. Hoy han comenzado para él unas pequeñas vacaciones, esperadas, oportunas, además de necesarias; pero era otra cosa.
            Después del paseo, sentado en la puerta de casa, fumándose un pitillo de hierba, Javi sonreía repasando la escena irrepetible. En ella, tras unos minutos de dudas e inseguridad, cuestionándose si aquello estaría bien o no, conseguía reunir el valor suficiente para proponerle a la estrella nueva una cita. Como ella le ha dicho que sí, el sol se ha acercado unos centímetros a la tierra, calentando el aire, y todos los colores de la realidad han ido creciendo en su mirada como pájaros cayendo del cielo.
            Javi escribe ahora en su libreta una canción y termina de aplicarle el ritmo y las palmas. La rumba sueña, cuando en nuestra calle el viento levanta el polvo sobre la vereda y nos envuelve de melodías táctiles. Los cachorros de los vecinos mecánicos asoman sus pestañas por encima de la vaya divisoria. Javi les hace una señal para que se acerquen, y le da a uno de ellos cincuenta pesos para que se acerque al kiosco a comprar una botella de vino y una Manaos-cola.  

Día 648
(Soledad)
            Hoy nos hemos levantado más tarde de lo habitual. Javi se quedó anoche escribiendo hasta muy tarde y la mañana se comía nuestra resaca somnolienta. Poco después, mientras yo mordisqueaba un hueso que me ha dado la vecina vieja, Javi se ha marchado sobre la bicicleta al centro del pueblo. Regresaba unas horas más tarde, justo cuando comenzaba a dormitar hecha una bola junto al galpón del fondo, alegre como un niño, porque traía en sus bolsillos dos entradas y una bolsa enorme con unos zapatos nuevos.
            La tarde ha transcurrido lenta, cargada de sentimientos como canciones. Tras la siesta y el paseo, Javi me hacía cosquillas en la vereda de casa y tomaba infusión con el palito metálico observando la vida en nuestra calle: los humanos afanados en su cotidianidad, los perros callejeros en su búsqueda incansable, los árboles mecidos por la brisa, todos sujetando el calor y aguaradando insconscientemente la llegada de los mosquitos.
            No obstante la cara de Javi mudaba poco después de color. Ha escrito un mensaje a la estrella nueva para confirmar la cita y ésta le respondía que no podía ser. He olido en sus ojos la frustración y elevarse la sombra sobre el destello. No estaba enfadado, ni siquiera sentía en él amargura alguna, sólo la desilusión y un matiz ácido de aquella esperanza que había construído de la nada.
            Ahora está tumbado en la cama tratando de entender, bregando con el nudo y la inmensidad. Yo estoy acurrucada a su lado y le lamo las manos para impedir que se aleje demasiado. Transpira su cuerpo sin ventilador, y como se ha olvidado echarse el spray, quiza no, decenas de mosquitos se ceban con su sangre. Javi se siente sólo. Pero esta soledad es diferente a la que impone la distancia y la diferencia. Esta soledad es semejante al estrago.

Día 649
(Cuadro flamenco)
            Javi ha dormido casi hasta el mediodía. Su insomnio era anoche un castillo lleno de fantasmas que con esfuerzo él iba transformando en todos sus seres queridos. De madrugada, lograba dormir y soñar con la estrella. Mi rariz seguía su rastro por las playas de su inconsciente y en el mismo paso de la eternidad a la vida le he visto que se arrancaba los pelos.
            Por la tarde se ha marchado a la gran ciudad. Con sus zapatos nuevos, vestido con su mejor camisa y las dos entradas en un bolsillo. Como mis ojos veían a través de sus ojos me he dirigido con él en el vehículo colectivo, luego en el tren subterraneo, antes de que sus piernas nos llevaran por una avenida de casas enormes hasta pararnos frente a un edificio viejo, lleno de estátuas y vidrieras de colores, un teatro maravilloso, un museo de nuestra tierra, de los inmigrantes que que vinieron acá, en cuyas escaleras Javi se ha sentado a tomar un café a la espera de que abrieran sus puertas, con la mera intención de encontrar entre los humanos que llegaban a quien ofrecer la boleta de la estrella.
            Se la ha regalado a una humana mayor que se disponía a comparla en la taquilla del brazo de su marido, y que era gitana, nacida en Badajoz y emigrada acá a los cuatro años. De este modo poético comenzaba la función, un giño de acordes y zapateaos, de ramas habituales: de soleás, alegrías y bulerías, fandangos, tarantos, tangos, seguidiyas y tonás, de baile, cante y toque, de lunares, volantes y estrellas. Javi ha disfrutado de la música en vivo. Hace casi dos años que no escuchaba en directo estos ritmos que ama sin condiciones y su mirada se ha pintado de nostalgia. Durante dos horas su mente volaba a nuestra tierra y regresaba para nuestro retorno, cuando el cuadro flamenco se convertía en garabato y trazo.
            Ahora le escribe un email a la estrella y le cuenta todo lo que su corazón acumula, confesándole sus sentimientos, el sueño que anunció el día, sus deseos imposibles y la frustración de tenerlos frente a sí. También le pide que le aclare las cosas, que le diga claramente si es cariño, confusión o sospecha lo que se esconde trás sus acuerdos o sus pretextos.
Enciende un cigarro y sale a la puerta de casa para contemplar las estrellas distantes. Sin embargo, como el cielo está nublado y los relámpagos se deslizan por el horizonte desde el oeste, Javi se prepara para un nuevo insomnio de palabras y reúne velas por si se corta la luz.

Día 650
(El email)
            La estrella ha respondido el email de Javi por la mañana. En él le decía que se había quedado helada y que no entendía sus acusaciones. Esta luz fría de la estrella ha hecho temblar y sonreír a Javi a la vez, y después de contextarle con otro, emprendía la distancia necesaria y razonable. Así, ha tenido que pedirle disculpas por sentir lo que siente, por desear que le hubiera mentido sobre su chico, tal vez algo absurdo pero humano. Le ha dicho que todo estaba bien, que había sido un espejismo sin sentido en su mente, un flas emocional, que no le acusaba de nada, simplemente que sentía algo muy fuerte por ella y quería entender porqué. Luego se ha propuesto olvidarla y, encendiendo un pucho en su boca, se ha puesto a corregir su sueño hasta el atardecer. El mundo humano se encuentra del revés. Aquellos valores de la comunicación y la sinceridad se están perdiendo en los pliegues de la cultura suicida.
            Por la noche, hemos salido a dar un paseo por la villa y también a comprar la cena. Javi ha preparado una olla enorme de fideos con verdura, chorizo y queso, y en su embriaguez optimista, como si quisiera contraatacar a sus sentimientos, ha convidado a varios vecinos y a algunos perros callejeros a comer con nosotros, y continuar así derrochando su tiempo y su cariño, ese que la estrella rechaza misteriosamente.


Día 651
(Correcciones)
            Hoy ha sonado nuevamente el despertador. Y es que las vacaciones de Javi fueran un fraude circunstancial. Yo ya me lo olía desde ayer. Le conozco demasiado. Ha encendido la pantalla, ha calentado agua para tomar infusión con el palito metálico, y se ha sumergido en su sueño, recorriendo sus capítulos, avanzando y retrocediendo como una marea constante que quisiera pulir y redondear la superficie de las rocas. Mi día se asomaba al patio, persiguiendo lagartijas o dormitando sobre la tierra. El suyo ha transcurrido sobre la mesa de la cocina, sin treguas ni concesiones. Su pensamiento ha viajado por nuestra tierra y por muchas otras, migrando en su historia, siguiendo el rastro de la libertad y la esperanza, muriendo y renaciendo una y otra vez.
            Al terminar el día, Javi ha apagado la pantalla. Por unos minutos se ha permitido pensar en la estrella para recorrer el laberinto de su corazón. El cansancio le llevaba después a tumbarse sobre la cama; sin comer, sin sentir nada, sólo el vació de sentirse pleno, de haber avanzado unas cuantas páginas más.
Esta noche sé que no habrá insomnio ni fantasmas. Ahora escucho su respiración tranquila y huelo las imágenes que giran en torbellino en las puertas de su conciencia. Él cierra los ojos para poderlas abrir, y yo me dispongo a oler su composición y a velar por su descanso indispensable.


SEMANA 94
Día 652
(Vida bohemia)
            A la misma hora que ayer sonaba el despertador: 7:15 de la mañana. Javi se ha levantado como un muelle y ha encendido la pantalla, la luz y la pava para calentar agua. Es una delicia tenerle todo el tiempo conmigo, buscar su mano bajo la mesa y oler sus ideas brotando como en un campo de cultivo. La mañana se ha disfrazado así de verdura, en tanto la temperatura se suavizaba con el viento del sur y los ceibos de la vereda se retorcían otro poco.
            Al mediodía hemos ido a comprar a una despensa y Javi ha preparado milanesas con papas y batatas para comer. Luego hemos ido caminando hasta el centro del pueblo y nos hemos pasado las horas siguientes recorriendo algunos bares y cafeterías, Javi tecleando en la pantalla, y yo rebuscando entre las sillas algún resto de comida o dormitando sobre sus pies. Los humanos poblaban las calles, aunque Javi no los contemplaba como otros días. Estaba concentrado en su sueño y sólo despertaba de él para prender un pucho o un pitillo o pedir otro café con hielo.
            Cuando el sol caía sobre los árboles de la plaza el café se ha tornado en whisky. El silencio se adueñaba de las calles, y Javi extendía su afán entre parejas que derrochaban su plata y le miraban como a un extraño en un mundo ajeno. Las horas se sucedían por capítulos, y las escenas se cerraban unas sobre otras, como las piezas de un gran puzle. Javi se ha amistado con un humano que olía a tabaco negro y harina, un camarero viejo con una enorme barriga que como él viajó una vez muy lejos para escribir un libro, y que le observaba fijamente porque Javi le traía recuerdos.
            Ahora viene con un plato de pasta y Javi paga la cuenta. Le pregunta si es posible darme de comer bajo la mesa y el camarero asiente silencioso. Javi sonríe. Los ojos caen sobre nosotros mientras devoramos la razón y el entendimiento. Somos un hechizo momentáneo, una pintada sobre un muro, un grito en medio de la calle, la diversión fría de unos humanos que se aburren de ser cómo son y buscan en otros su propio entretenimiento. Javi escribe en una servilleta de papel la propina que le dejará al camarero cuando quebremos la burbuja y nos alejemos caminando por la plaza siguiendo la luz luna hasta nuestra casa. Muchos compañeros callejeros nos seguirán hasta allí. Por ello, esta noche habrá peleas y aullidos, siendo esta la única consecuencia de nuestra vida bohemia.

Día 653
(Adiestramiento)
            Hoy nos hemos vuelto a levantar muy temprano. Hemos salido a pasear por el barrio cuando el sol era apenas una bola naranja que trataba de traspasar las capas de nubes sobre el río enorme. El rocío cubría el pasto y las hojas de los árboles y brillaba como el metal. Javi se ha marchado un rato después, sobre la bicicleta, y en el patio he cerrado mis ojos para abrirlos dentro de los suyos.
            Hemos ido así en un vehículo colectivo hasta el sitio de los perros, hasta una especie de local situado cerca de la plaza. Un humano le esperaba en la puerta y Javi le saludaba con un abrazo. En el jardín el humano le ha presentado a dos perros y con ellos han estado trabajando durante algunas horas. Uno era pequeño y el otro grande.  El humano le explicaba a Javi varias estrategias para el adiestramiento, pero aunque Javi sonreía, en verdad no estaba muy convencido del método, en el que la sumisión del animal resultaba la clave. Se despedían de este modo al mediodía, después de que Javi pagara y el humano le invitara a regresar pensando en sus bolsillos.
            Ahora se encuentra nuevamente en casa, tecleando incansable y navegando por las redes invisibles. Sobre la mesa está el certificado, aunque es apenas otro papel sin sentimientos ni aplicación real.

Día 654
(Locura de escritor)
            Se trata simplemente de rescatar del sueño millones de palabras, de recordar cada frase y rescribir otras, de borrar lo repetido, de afianzar lo explicado o lo inexplicable, de agrandar ese hueco misterioso que sostiene la atención y la esperanza, de extender toda la historia sobre la mesa y saber dónde y cómo buscar la puerta que conecta la libertad con la vida y la muerte.
            Javi fuma y bebe vino para espesar su trabajo. No existe nada a su alrededor. Sólo escucha la voz de sus personajes, sólo siente lo que ellos están sintiendo ahora. Todos sus pensamientos se dirigen a la pantalla, la cual sella para siempre sus dudas y sus certezas. El tiempo es inecesario. No hay otra cosa que hacer ni en la que creer hoy. Su locura de escritor le lleva a confundir las realidades, a deformar el silencio con un grito. La soledad es inutil, la angustia una corona. Mil páginas ruedan por su mente y de pronto todo encaja, cobrando sentido. Javi sonríe antes de regresar. Y sus ojos brillan porque en ellos se encuentran su infierno y su paraiso.  

Día 655
(La ley del potro)
            Javi se ha marchado temprano esta mañana y no ha regresado hasta media tarde. No he podido esta vez acompañarle, porque la humana con gafas ha estado limpiando el patio, echando a todos los bichos: perros, gatos, gallinas y patos a la calle.
            Ahora está preparando algo de comer en la cocina y su pensamiento me revela lo vivido. Ha estado en un pueblo que se encuentra unos kilómetros más arriba por la gran carretera haciendo un curso de doma de caballos, trabajando con algunos potros y montando una yegua que tenía por nombre Leila. Ha disfrutado muchísimo y ha aprendido muchas cosas. Los humanos que lo impartían eran increíbles y le han propuesto a Javi trabajar de voluntario algunos fines de semana en su asociación.
            La ley del potro es sencillamente maravillosa. Saca tu cariño afuera, transforma el miedo en energía, confía en ti tanto como en el animal que has de preparar. Un caballo no es una herramienta, es un tratado de magia emocional. Todos somos animales, y la conexión se produce por instinto. Javi se sienta en la mesa a comer una tortilla de papas. Ahora me mira y sonríe, y de pronto se pone a cuatro patas para ladrar perseguiéndome por toda la casa.   

Día 656
(Otros cuatro capítulos)
            Me gusta mirar a Javi mientras corrige su sueño. Apoyar la cabeza sobre las baldosas de la cocina y calibrar en su mirada la razón con mi instinto. Ha estado todo el día así, sentado frente a la pantalla. Las horas se han ido deslizando en un torrente, enrojeciendo sus ojos y agrietando sus manos. Hay una espesa capa de humo que cubre el techo de la cocina. No se ha enterado que ha Gos le ha atropellado una moto, ni que los vecinos del fondo han vuelto a discutir de nuevo. Ni si quiera que ha llamado a nuestra puerta la humana linda del kiosko de nuestra calle.
            Ahora se levanta de la silla y estira los brazos hacia arriba. Sus ojos brillan de felicidad. Ha corregido otros cuatro capítulos. Ya sólo quedan seis, aunque a partir de ahora el esfuerzo es un anticipo de la autorealización. Me lo dice mi nariz, en tanto me acerco a él moviendo el rabo.

Día 657
(De cumple desconocido)
            Hoy hemos dormido hasta el mediodía. El esfuerzo pesa y Javi ha decidido darse un descanso. Por la tarde nos hemos ido a pasear hasta los primeros brazos del río enorme, atravesando la villa como tantas veces. Yo me he empapado persiguiendo una iguana y Javi se ha puesto a escribir poemas apoyado contra el tronco de un ombú. Hemos comido allí y, sólo cuando el sol iniciaba su declive, hemos regresado hacia el barrio. Los cachorros jugaban en los potreros y en el parque, y sus padres tomaban infusión con el palito o bebían botellas de cerveza. Como ha hecho mucho calor, todos andaban descalzos, Javi también, como si los zapatos resultaran completamente inútiles.
            Por la noche, Javi se ha marchado al sitio de los perros, a la casa donde vivimos por un tiempo. No se ha quedado mucho allí, porque después salía con algunos humanos a una joda que empezaba en un pueblo cercano; el cumpleaños de un humano desconocido. En el cielo de la noche he distinguido a Javi ebrio y feliz, bailando y riendo entre todos aquellos humanos ignotos. Alguien le ha regalado un sombrero y con ese disfraz se sentía verdaderamente cómodo.
Dentro de un compañero callejero que marca la esquina de esa casa puedo verle ahora. Hay muchas humanas lindas, aunque el ronda la esperanza y sólo puede pensar en la estrella. Con todo, termina besando a una mientras prepara en el amanecer unos churrascos en la parrilla. Es incansable. Su alegría traza un arco hasta nuestro patio sobre esas nubes moradas de fe.

Día 658
(Apurando el descanso)
            Hoy no ha habido tiempo para nada. Apenas para descansar, para dormir, para comer, para cubrir las horas de oscuridad y dormitar junto a Javi en la cama. Su mano recorre mi cuerpo y me acaricia las orejas. Huelo su pensamiento y éste incide nuevamente sobre las correcciones. No hay fuerzas para encender la pantalla, pero la mente sigue obrando el prodigio. Javi apura su descanso, y yo estoy feliz echada en su costado sin otra cosa que hacer estar ahí.



Día 659
(La pantalla tecladora se distiende)
            Abrimos los ojos y la madrugada se filtra entre las cortinas. Javi se levanta y me hace cosquillas. Cambia el balde de agua, me pone de comer y enciende la pantalla tecleadora. Prepara un café y luego infusión. Se da una ducha en el calefón y salimos a dar un paseo. No hay apenas humanos por las calles, únicamente los perros callejeros parecen existir a estas horas. Las despensas y kioscos permanecen cerrados y el color verde es un escándalo de vida.
            De vuelta en casa Javi corrige su sueño, mientras que yo me dedico a jugar con Gos y Oso en el patio. En un momento, escucho un sonido conocido y entro en casa. Javi está hablando con los suyos y veo sus rostros sonrientes en la pantalla. Huelo en su pensamiento que al poco rato de despertar les envió un mensaje que decía: necesito hablar con vosotros. Las llamadas por ello se suceden y la pantalla tecleadora se distiende de cariño y convicción. Javi se desahoga. Se obliga así a contarles todo lo vivido en las últimas semanas, a dibujar con palabras la intensidad de sus sentimientos. Busca su comprensión, su afecto incondicional. Precisa comprender que los puentes aún existen, que al otro lado la esperanza continúa intacta. Todas las respuestas contienen un único corazón que platica alegrías e ilusiones. La cocina se llena de luz y optimismo, y la sonrisa de Javi se prolonga hasta la media tarde, cuando consigue hablar con todos, cuando la satisfacción y la lucidez consumen todos los estragos absurdos.

Día 660
(Vuelta al trabajo)
            Pronto he sabido a la mañana que las vacaciones de Javi habían terminado. Le he visto de este modo levantarse, darse una ducha, apurarse con el café y salir disparado sobre la bicicleta, situando el rumbo mi nariz sobre las calles del itinerario preciso.
            A pesar de que se ha pasado los días sumido en un esfuerzo personal tenaz, ha logrado desconectar de todas las cosas que estaban apretando su corazón estos últimos meses. El verano fue difícil, henchido de responsabilidades, de compromisos más allá de los establecidos. Sostener lo insostenible en el hogar de humanos especiales logró desgastar sus fuerzas, impidiéndole trabajar en su sueño. Durante esta semana Javi ha recuperado el ritmo y se encuentra cerca de terminar aquello para lo que vinimos hasta acá.
            La rueda vuelve a girar, aunque Javi asume la incertidumbre del giro. A partir de ahora sólo queda esperar que todo encaje y suceda. Ya no va a volver a pedirle a sus jefes que arreglen sus papeles, ya no va a luchar por su legalidad, ni por afianzar sus relaciones y cariños. Siente que ha hecho todo lo que debía y aguarda con paciencia que lo sembrado brote. En unos meses estaremos lejos, en la otra orilla, y allá habrá de decidir qué caminos afrontaremos. La lucha es la misma en ambos lados. La libertad, su enseñanza y aprendizaje, constituye una equivalencia firme. Javi es un árbol que camina, echando raíces por donde pasa, y también semillas. 

Día 661
(Rimando poesías)
Javi regresaba del trabajo y su rostro no traía fatiga alguna. Mostraba un gesto tranquilo y eficaz, que hacía que mi rabo se moviera, llamándome como un silbido. Ha estado un rato tomando infusión con el palíto metálico con la humana linda del kiosco, y le ha propuesto cenar juntos. Por ello ha comprado arroz, especias y verduras, y de vuelta en casa se peleaba risueño con la olla.
Ahora, sentado en la puerta de casa, cuando el sol está cayendo entre las ramas de los árboles, escribe en su libreta, e inexplicablemente inventa rimas. Yo me acuesto cerca de sus pies para escucharle. Javi sonríe, y nuestra calle sueña.
Uno ama donde nace
se enamora de los sitios que le hicieron crecer
y aprende a querer
aquellos que jamás llegará a conocer.

A la sombra de un ombú un burro pasta
los niños le tiran piedras
y al burro espantan

el ombú estira su sombra y los niños cantan
el burro herido regresa
pues no perdió la esperanza.

Esta villa tiene los ojos verdes
 cargados de llanto y vida
y un corazón que se estremece
al doblar cada esquina

si el mundo fuera una villa
nadie se estremecería
porque ni sus ojos verdes
ni su corazón
de nada se asustarían.

Este niño descalzo no es huérfano
aunque lo parece
y no camina hacia su casa
sino hacia la muerte.

No quiero pan casero
ni esos pantalones usados
no quiero que me cortes el pasto
ni escuchar la palabra de dios en tu boca

sólo quiero que te sientes conmigo
a contar los agujeros del cielo
a disfrazar el tiempo en tu bolsillo
a sujetar las costuras de tu memoria

           

Día 662
(Más correcciones)
            La semana corta le permite a Javi reanudar las correcciones. Por ello se ha pasado el día sentado frente a la pantalla, apartándose de otros quehaceres. Se ha estropeado la pileta de la cocina, de nuevo no hay luz en la habitación y se ha roto una ventana. La ropa sucia se acumula y las pelusas invaden los pasillos amenazando con cobrar vida.
            Las horas se esfuman y únicamente a la noche se permite un descanso. Pide una pizza por teléfono y ahora mira una película en la pantalla mientras come. En la calle los perros callejeros aúllan tras escuchar una sirena lejana. La luna crece y un pequeño rayo de luz se cuela entre las cortinas. Javi piensa un instante en la estrella y todo se enmaraña en su cerebro. Por ello se arma un pitillo de hierba y comienza a corregir otro capítulo. Sus manos cuelga en la silla, y yo me acerco a lamerlas antes de que el sueño se lo lleve.

Día 663
(El vecino del 977)
            Hay un vecino media cuadra más hacia fondo que desde que nos mudamos acá siempre despertó la curiosidad de Javi. Vive en el número 977, cruzando la calle Bolivia, con unos diez perros, y su rostro carece de expresión, como si desde hace mucho tiempo permaneciera alejado de todo.
            Nunca había podido hablar con él, a pesar de saludarle innumerables veces, pero hoy la oportunidad ha venido con un accidente. Un coche ha atropellado a uno de sus perros y Javi lo ha recogido para llevarlo al hospital de perros. Estando allí, el humano ha aparecido y le ha dado las gracias a Javi. Por suerte el perro se va a recuperar aunque tiene las manos quebradas. El hombre ha invitado a Javi a tomar mate y ha terminado contándole su historia.
            Hace unos años ese hombre tenía un negocio en la gran ciudad, también una mujer y dos hijos varones. Se dedicaba a vender computadoras robadas del ente público, que algún político le suministraba bajo sobre. Durante un tiempo ganó mucho dinero y pudo comprar varias casas. Aunque cuando el político dejó su cargo, ya no pudo sostener sus ganancias y tuvo que venderlas. Entonces probó con la droga. Pero dicha decisión le llevaría a perderlo todo. Una vez algo salió mal y tuvo de deshacerse del alijo. Sin poderlo pagar, pidió al narco que le diera unos meses para reunir la plata. Se lo permitieron aunque después de matar al mayor de sus hijos. Su mujer se fue con el otro para siempre. Abatido le dijo al narco que nunca le pagaría y entonces atentaron también contra él, baleándole por la espalda. Con todo sobrevivió. Hoy sólo le queda su casa, el número 977, y una pequeña pensión de invalidez que le da para malvivir. Sin embargo sabe que en cualquier momento vendrán a liquidarle y por ello vive con tantos perros. Según él quiere estar preparado cuando vengan.
            Javi escucha al humano mientras acaricia el perro herido. Él pasa dentro de la casa y regresa con una pistola entre las manos. Las lágrimas caen por sus mejillas y parece desesperado. Javi no se lo dice, pero piensa que nadie vendrá a buscarle. No le dice tampoco que debería perdonarse, que aún tiene tiempo de enmendar su vida. Simplemente acaricia al perro y contempla fijamente esa pistola, tan inútil como convencida. 

Día 664
(Reggae en el río de la Plata)
            Ya es de noche y Javi todavía no ha vuelto a casa. Al salir del trabajo le recogía con su auto el humano que vivió con nosotros en el sitio de los perros, su cachorra y dos humanas desconocidas, marchando después por la gran carretera hacia abajo para ir a un festival de Reggae en un bar extraordinario que se encontraba en la orilla del inmenso río de la Plata. Allí se han encontrado con otros amigos y amigas y han estado bailando y bebiendo toda la tarde. La luna hacia de foco, y entre los árboles soñaban los pájaros con el ritmo trascendental. El brillo del agua, la cerveza y los pitillos transportaban a Javi a un mundo de colores, y en esos deslices de nuevo pensaba en la estrella. Ebrio la ha escrito un mensaje para tantear su corazón, aunque su corazón continúa rodeado por el mismo alambre de espino. La alegría ha curado las malas vibraciones y la música levantaba el vuelo sobre las palmeras y el río.
            Estoy dentro de los ojos de Javi, y los destellos del agua anuncian lluvia.

Día 665
(Arita y Manué)
            Las semanas transitan sobre las ramas. De cuando en cuando, en la mente de Javi, se conforma una nueva rama del árbol. Las espirales se estiran hacia arriba, crecen en su memoria por la sabía que sube desde las raíces.
ARITA
Yo quise vivir contigo
en la calle de los lunares
pero te perseguían las sombras flamencas
                                                            [del maltrato

rescaté tus ojos del abismo

y tú los volviste a abrir para mirar el cielo
el círculo
                                      la flor
                                                                      y la nube

hallé tu traición como amante
pero como amigo te di mi perdón

nunca olvidaré
aquella tarde que corrimos detrás del atardecer
y logramos resucitar los peces muertos de la fuente

tu cuerpo es una sensación oceánica eterna
que algunas noches todavía inunda mis sueños.


MANUÉ
Kinki
nuestra amistad se fraguó
en medio de la amargura

tú me tendiste la mano
y yo la agarré silencioso

comenzamos por entonces
a inventar ritmos y canciones
que nos cambiarían para siempre

eres un tipo extraño
de corazón noble y mirada enigmática
y guardas la energía de tu arte
para cuando todo lo demás se quiebra y se consume

nunca te dije que me salvaste
que gracias a ti pude superar
el peor desamor de mi vida

los años nos han distanciado
                                                     
aunque de cuando en cuando amigo
nos reencontramos en el eco
de aquel traspiés del duende.


SEMANA 95
Día 666
(Pequeña revolución)
            Javi se ha levantado temprano y se ha marchado a trabajar sobre la bicicleta. Su rostro en el regreso traía el transfondo de una pequeña revolución intima, por enfentarse positivamente a la estrella y recoger las riendas emocionales de su corazón. Hoy ha obrado en su trabajo por la igualdad, en contra de esos tratos de favor que enfrentan al grupo de compañeros. El universo se equilibraba de ese modo, haciendo que sus esquinas se reconozcan y se toquen.
            Ahora corrige su sueño en la pantalla y espera ciertamente que ella se pronuncie. Su silencio es como la antítesis de la libertad. Javi pretende hacerla brillar detrás de todas las nubes que esconden. No le importa su rechazo pero le duele su indiferencia. Javi sabe que es un momento dificil para ella, que todo se está rompiendo a su alrededor. Quisiera resucitarla, abrazarla con suavidad y encender nuevamente su brillo. Pero eso es algo que sólo le pertenece a ella, por ser su pequeña revolución íntima.  

Día 667
(Falta de comunicación)
            Javi ha vuelto del trabajo triste y confuso. La estrella, en vez de entender su posición, ha mezclado las intenciones con intereses que no existen. Hay ideas que nos desequilibran, convirtiendo la claridad en niebla. Javi ha llegado a dudar de si hizo bien al confesarle sus sentimientos. Pero lo hizo por respeto, por no disfrazar más sus deseos. No contaba con que ella podría malinterpretar sus intenciones. Ha gritado a Javi, le ha acusado de tener celos, de ser un egoista, y todo por no aplicar su entendimiento y dejar que lo ocurrido ayer se sumara a lo de hoy. Ha querido hablar con ella luego de la discusión, y a pesar de que le ha dicho que sí, finalmente se marchaba del trabajo sin poder hacerlo. Javi recibía unos minutos después un mensaje donde la estrella le explicaba que ya tendrían oportunidad de aclarar las cosas y le pedía perdón. Javi ha tenido que asumir de este modo el vacío. Se está cansando de esperar, de poner su corazón sobre el tapete, cansado de que ella prolongue la asfixia de una flor que apenas resiste ya su impulso.
            La indiferencia es la peor de las violencias que existen. Las guerras matan a miles; el hambre, la sed y la enfermedad a millones. Es triste, aunque Javi no va a dejar de tender su mano a la verdad. Quiere verla brillar en el cielo, no ya para él, sino para todos los prójimos del porvenir. 

Día 668
(El miedo a la libertad)
            Javi se cura la tristeza leyendo su libro rojo y negro. Hoy ha tenido que ir a trabajar, cuando las horas se acumulaban en sus pestañas como cristales, desluciendo la mañana y el mediodía. Con un lapiz entre los dedos subraya: el miedo a la libertad es el más profundo malestar al que han de enfrentarse los individuos en las sociedades democráticas.
            Levanta la vista y sonríe. La vecina vieja viene caminando por la calle cargada con bolsas de compra. Javi corre a ayudarla, y espanta con un grito inconcebible a los perros callejeros que la siguen.

Día 669
(Primo Isra)
            Algunas ramas se afianzan, crecen como un nuevo tallo y echan a volar por ser libres . Hay poemas del árbol que consumen el espíritu y otros que florecen para avivar las savias, fluyendo desde la tierra que esconde su raíz.

PRIMO ISRA
Primito
cierro los ojos y te veo
trepando a la barra de mi bici
con la mirada resuelta
y en pañales
cubierto de sombras prodigiosas

como sé que no existe la forma ni el engaño
 de convercerte del peligro
 bajamos juntos la calle abajo
convencido yo que a mayor velocidad
mejor viaje
pero la vida nos hace caer con su graba
para ti se vuelve brecha
y para mí puro desconcierto

los años nos llevaron a la impronta
de amar las mismas cosas
de asumir las mismas mentiras y verdades
que encadenaban nuestro corazón
                                                           [al estímulo 

por ello
vuelvo a cerrar los ojos para verte
sentado en el asiento del copiloto
tocando el cajón del amanecer
agarrando la alegría entre tus manos
asumiendo la tremenda lucha
entre tus dos yoes
pero yo no pretendo esta vez
acelerar el instante
sino que voy despacito para prorrogarlo


tu madre me pidió que te cuidara
y yo le respondí que era inútil

aquella vez que te caiste
aprendiste a afrontar lo inesperado
tu corazón sintió el buko imprescindible
y tu personalidad emergió para ser luz

nunca te dije
que me castigaron sin merienda
que mi abuelo me cruzó la cara
que fui corriendo
a subirme al roble de los trigales
para contemplar las ramas y los pájaros
olvidarme de los gritos
y sonreír

nunca me arrepentí de tu caía
porque no fue mi responsabilidad

lo que uno ama
ha de quererlo libre

me debes
y espero que estés al tanto
un libro de poemas
un cachuflo
y un vaso de leche con magdalenas.

Día 670
(Últimas correcciones)
            Despertar es un invento inútil. Hoy soñar resulta semejante a vivir. Javi teclea incansable en su pantalla y yo me guardo del calor tumbada sobre las baldosas de la cocina. Se ha levantado algo de viento, y las horas se desdibujan. En las radio suena una milonga pegajosa, de caramelo y sangre, en tanto los ojos de Javi brillan, anclados en la historia, reviviendo su proceso para establecer el mañana.

Día 671
(Fragancia empática)
            Mis orejas se alzan y la puerta de la humana con gafas se abre. La veo sujetar su llanto y dudar si salir o continuar dentro. Su cara ajada muestra más años que los reales. Ahora se mira en el cristal de la ventana y ensaya una sonrisa tenue. Luego entra en el galpón del fondo y sale con un saquito de maiz. Los patos y las gallinas se situan en medio del patio pues ya saben del ritual alimenticio. Ella esparce con su mano los granos dorados por el piso. Sus gafas caen hasta el borde su nariz para mirar la vida por arriba. Un pedazo de cinta sujeta una de las patillas. Sus zapatos no tienen suela y su camisa es apenas un remiendo sobre otro. Se acerca a jaula del loro y llena su tacho. La paloma blanca agita sus alas, que colman los barrotes. La fragancia empática me revela su soledad profunda. Su único hijo sólo viene para pedirle dinero. Su marido la abandonó hace muchos años. No se habla con su madre y el día que su padre murió lo festejo con vino y chocolate. No es linda y su carácter es ácido como un limón verde. Lleva trabajando limpiando casas toda su vida, aguantando sobre sus hombros la incertidumbre. Por ello, cuando mantiene sexo con algunos hombres no sólo es para obrar los milagros de su supervivencia, sino para sostener con alfileres el afecto de los suyos y el de su propio corazón.
            Ahora tiende un balde de ropa en la cuerda. Javi abre la puerta del patio y me encuentra mirando fijamente a la humana. Por un momento no entiende mi quietud, aunque un segundo después husmea el aire como haría un perro y, sonriendo, le dice a humana si quiere tomar infusión con el palito metálico cuando termine.

Día 672
(Valorar razonablemente)
           
            De pronto Javi se siente oportunamente bien. Las fuerzas fluyen sin escala y es capad de valorar razonablemente el futuro aproximándose. Javi es un ser humano con suerte. Le conozco desde hace unos años y en esta aventura que estamos viviendo nuestra relación nos ha convertido en una solo ser. Si la tiene, la suerte, no es únicamente por azar, sino porque se implica positivamente con la vida, derrocha su espiritu y se esfuerza, y de este modo la llama. En su templanza, los golpes no desdibujan su destino, y él hace de su destino una decisión tras otra.
            Los plazos se agotan. Su pensamiento es nítido. Sopla el viento en sus pestañas y cosquilla sus ojos. Ahora empezará a quebrantar las leyes que no le gustan, y luchará hasta el fin por todo aquello en lo que cree. Ya no quedan motivos para aguantar las mentiras ni tampoco los engaños que él mismo falseaba en la realidad y el sueño. Si algo ha aprendido en estos dos años es a seguir sus intuiciones, a transformar su razón y su identidad en un impulso inconsciente, a escuchar su animal interior del mismo modo que yo aprendí a entender el mundo humano. Javi hoy se siente libre. Y sus ojos brillan sin esperar otra cosa que continuar sintiendo la misma libertad cada día.