eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Diario de una perra en Argentina (Semanas 39 y 40)

SEMANA 39

Día 267

(Ilusión compleja)

Y al comenzar de nuevo, todo resulta una ilusión demasiado complicada, que pasa por el esfuerzo y la frágil confianza, por el reverso del miedo y el dictado de un optimismo convaleciente.

Javi se ha marchado a trabajar temprano sobre la bicicleta y nos ha dejado atadas con la cadena en el patio. Sabe que no haría falta, pues no podríamos a ningún pato, gallina o cría después de vivir y aprender la experiencia de la pradera y extender nuestros designios de especie. Sin embargo Javi, es un humano prudente, despierto a las circunstancias que se revelan; quiere ir despacio, sin forzar las cosas ni equivocarse y nosotras debemos aceptar su intención.

De cuando en cuando los dos perros se acercaban a olernos moviendo el rabo. Si hubiera humanos presentes tendrían que mantener las formas y entonces nos ladrarían. El patio es grande y tiene algunas plantas grandes con flores extrañas, de distintos colores, maderas podridas, chatarras oxidadas, panchas de metal, botellas de vidrio, cubiertas de ruedas de auto y mil cacharrerías amontonadas en un pequeño cobertizo del fondo. Una humana que vive en otra casa del patio y que lleva lentes en los ojos nos ha traído un poco de comida y agua. Apenas sale de su casa y huele a secretos, a puchero y ascua, y a humedad de pared.

Cuando Javi ha regresado del trabajo parecía rendido. Se ha tumbado unos minutos en la cama y se le cerraban los ojos. Con todo, en un arrebato, se ha levantado como un muelle y se ha puesto a limpiar la casa y a ordenar la ropa. El polvo flotaba en el aire y el barreño-lavaropa se colmaba de prendas. Luego hemos salido a pasear por el barrio, aunque habían tantos compañeros y eran tan violentos y territoriales que nos hemos tenido que volver, nosotras con el rabo entre las piernas y Javi con una piedra en cada mano para defendernos. Es cuestión de tiempo que nos acepten. Por ahora tenemos un cachito de nuestra calle para deambular. Javi iba pensando que va a resultar difícil pasear con nosotras, pues su presencia aviva más a los perros encerrados. Tendrá que dejarnos salir a nosotras solas. Un nuevo reto que la vida nos impone.

Y es que nuevas metas nos aguardan, nuevos desafíos para nuestro corazón. Ya en casa cenamos juntos y Javi empieza a ver una peli en la pantalla tecleadora. Nosotras nos tumbamos cerca de su cama sobre una manta. No tarda mucho en volver a cerrar los ojos para empezar a soñar con nuestra tierra y los suyos. Sueña con el día que partimos, quizá para no olvidar aquello nos trajo hasta aquí.



Día 268

(Visión concisa)

El descanso es necesario, casi inconcebible; fundamental. El recorrido varía. Las calles están tan atestadas de perros que recuerda al sitio de los perros e incluso hay más. Como somos nuevas nos rechazan, nos corren, tratan de mordernos. En cada casa hay uno, dos, ladrándonos, acechándonos, mostrándonos los dientes, pulgosos, sarnosos, comidos de piel y sentimientos, esclavizados tras una valla, sueltos para engordar bajo un poste de la luz, o cuidados al extremo, con abrigo para la lluvia y el pelo oliendo a champú. Javi nos ha dejado sueltas, para probar, sujetando sus inquietudes, para entender lo que ocurre, para que aprendamos los límites de nuestra calle y los defendamos valientes. La tierra está seca y el viento levanta una arenilla fina que se mete en nuestros ojos para formar legañas. Al fondo hay una selva de árboles imponentes y pequeños caños de agua que van a parar al río enorme, al cual podemos oler a escasos kilómetros. Cada patio tiene cientos de plantas exóticas con flores y la vegetación crece a la vista. En el nuestro las gallinas, los patos y los pollitos escarban entre los desperdicios en busca de semillas o insectos.

Javi ha vuelto por la tarde y me ha encontrado atada con la cadena. Esto ha sucedido porque el humano que vive en la casa de al lado, nos ha visto tumbadas en la puerta y pensaba equivocado que nos habíamos escapado. Yo me he dejado atrapar, pero Che no ha caído en la trampa en forma de salchicha. Nuestra calle se anima por la tarde de humanos que retornan de los trabajos y quehaceres. Suena la música villera desde el corazón de la villa.

Ahora Javi se pone a teclear pues lleva varios días sin hacerlo. Es una necesidad imprescindible para él; casi más que el descanso o el oxígeno. Che y yo nos tumbamos sobre las mantas y dormitamos tranquilas. Los pensamientos de Javi representan y huelen a cuestiones humanas del presente: la situación en nuestra tierra, la crisis existencial y social, las ilusiones de un porvenir borroso, la lucha cotidiana de los nuestros, nuestra lucha, las distancias visibles e invisibles, el amor profundo, los sueños universales. Todo esto queda dicho, sin consuelo, con toda intención.



Día 269

(Che desaparece)

Esta mañana Javi me ha dejado atada con la cadena en el patio. Che le ha desobedecido y no ha querido acercarse. Javi se ha enfadado y se ha marchado a trabajar con los humanos especiales. Che le ha seguido de lejos, mientras Javi caminaba hasta el centro del pueblo. Yo lo sabía porque podía oler su itinerario y la situación, pues la bici ha quedado en casa con una rueda desinflada. Cerca de la terminal de vehículos colectivos, Javi se ha dado cuenta y resignado se ha tenido que volver con ella un trecho. No obstante si volvía hasta nuestra calle llegaría tarde a trabajar y ha tenido que confiar en que Che sabría llegar ella sola.

Qué ha ocurrido después. Nadie lo sabe. Tal vez Che ha tornado a nuestro barrio, tal vez, desorientada se ha adentrado en otros, sin acertar a regresar al nuestro. Tal vez su nariz la ha conducido hacia los viejos olores de la pradera y el campo, aunque para lograr llegar hasta allí tendría que aventurarse como ya hiciera una vez a cruzar la gran carretera.

La cuestión es que cuando Javi ha vuelto del trabajo Che no estaba esperando en la calle. Javi se ha puesto triste, porque se lo temía, y no ha podido teclear ni hacer nada en toda la tarde. Ha salido a buscarla por las calles del barrio mientras yo permanecía atada, angustiada por la situación, sobre todo por el olor a inquietud que desprendía Javi.

Como no ha aparecido Javi tiene ahora cara de preocupación. Ya es de noche y Javi continúa sentado en la puerta, fumando un pitillo tras otro y silbando a intervalos. Habla con sus santos, contemplando el brillo de las estrellas distantes. Llama a Che con el pensamiento, con el corazón, para que ella, esté donde esté, le escuche con su nariz. Insomnes aguardamos. La ausencia de mi hermana se nota en las mantas tibias. Javi no puede ni quiere dormir, menos aún soñar. El humano que vive en la casa de al lado le ha dicho que secuestran muchos perros y su mente dibuja pesimismos. Por ello me acerco a él y le lamo las manos. Le digo con el pensamiento que a veces la vida es convencerse de algo, que tiene que convencerse que Che se encuentra bien. Javi sonríe con los ojos humedecidos, porque acaba de oler mis pensamientos.



Día 270

(Nuestra casa)

Sin más pasan los días, y luces y sombras atraviesan nuestros ojos. Che ha aparecido esta mañana, como no podía ser de otra forma, justo cuando Javi tenía que irse a trabajar. Nos ha dejado así atadas juntas con la cadena y se ha marchado feliz, con los ojos brillantes.

Los patos y los perros se han acercado en algún momento pero en general no nos hacen demasiado caso; una indiferencia que compartimos, que está próxima al respeto. Los humanos que viven en las casas que dan al patio nos traen de comer y nos llenan el balde con agua fresca. Las horas transcurren con rapidez, aunque acostumbradas al ritmo de la pradera nos aburrimos mucho y solamente nos queda dormir.

Cuando Javi ha regresado hemos salido a dar una vuelta, evitando las calles más peligrosas, donde los perros más violentos nos ladran y nos retan. Hemos caminado hacia el fondo, hacia la selva, donde se encuentran las casas más humildes de la villa, y en las que viven humanos con rasgos indígenas, con sus cachorros descalzos y sucios y la basura acumulándose en las veredas.

Ahí todo resulta diferente. Las miradas, el color de las plantas, el olor del aire. La pureza convertida en pesadilla. El odio disimulado y la honestidad vencida por el hambre. Javi ha hablado con unos humanos jóvenes y se ha sentado con ellos a fumar un par de cigarrillos mientras nosotras rebuscábamos entre los desperdicios.

Cuando hemos llegado a casa Javi ha preparado un par de coladas de ropa en el barreño y ha limpiado las paredes y el suelo a conciencia, colocando sus escasas cosas en el cuarto diáfano, todas revueltas desde el robo. Ha terminado rendido y con todo se ha puesto a teclear. Che y yo nos hemos tumbado sobre las mantas y le contemplamos desde el salón. Javi ha preparado aquí su cama, la foto de los suyos, de sus santos y el ventilador. En la cocina, donde teclea, hay una mesa y dos sillas. Tenemos un grifo, sin agua caliente y una cerradura en la puerta. Resultan un lujo imprescindible. Los techos son de madera y los suelos tienen baldosas. Las paredes están pintadas de azul verdoso, algunas descoloridas por la humedad, en las que Javi piensa pintar el océano y un faro. Como humano Javi ha recuperado algunas pequeñas comodidades. Tenemos wáter dentro de la casa, baño con ducha, un pequeño mueble para ubicar las pertenencias flacas.

Sin embargo todos, también él, echamos de menos a nuestros amigos animales, la casa-chabola, los árboles imponentes, preguntándonos si todos estarán bien. Che y yo ya no nos rascamos tanto por las pulgas. Y esta no es una comodidad humana, sino exclusiva de los perros.

Día 271

(Nos vamos de compras)

El día ha amanecido espléndido. Nuestra calle se ha llenado de vida; de perros, de cachorros humanos descalzos y risueños, de música, de artesanos y vendedores, de mecánicos, y vagabundos, y mujeres sacudiendo y tendiendo ropa.

Javi ha estado colocando la cocina y ha preparado la última colada. Cuando ha sacado la bicicleta afuera hemos pensado que se marchaba a trabajar, pero sonriendo, nos ha silbado para que le siguiéramos y ha cerrado la puerta. Nos ha llevado hasta el centro evitando pasar por las calles, digamos peligrosas, de compañeros, y también las asfaltadas por donde circulan muchos autos. Hemos llegado a un supermercado enorme y hemos tenido que esperar un rato en la puerta. Luego nos hemos dirigido a otra tienda a comprar algunos utensilios para la casa: un cepillo, un recogedor que acá llaman palita, un plumero, un limpiasuelo. Hemos estado jugando después en un parque precioso mientras Javi se tumbaba sobre la hierba y escribía poemas en su libreta.

Con la bici cargada de bolsas hemos atravesado algunos barrios desconocidos. Creo que Javi trataba de enseñarnos caminos alternativos para llegar a nuestra calle. Nos entrena para que seamos lo más autónomas y que como Che hace un par de días no nos perdamos.

Cuando hemos vuelto a casa Javi ha barrido y ha limpiado el suelo, ha tendido la última colada y se ha tumbado en la cama contento, para echarse una siesta, pues todas las tareas pendientes estaban saldadas. Por fin parece que nos hemos instalado. Todo resultó tan apurado que necesitaba tener todo a punto para sentirse a salvo. Al despertar se ha preparado una infusión de yerba de las que se toman con el palito metálico y ha salido a la puerta a charlar con algunos vecinos y a compartirlo con ellos. Mientras nosotras hemos estado errando por la pequeña fracción de nuestra calle que los perros callejeros nos entregan respetando.

Ahora le veo hay sentado tecleando y le brillan con intensidad los ojos. Tiene en ellos todas las estrellas distantes, todos los sueños que nos aguardan, y toda la fuerza para alcanzarlos.

Día 272

(Despertando)

Afortunadamente Javi se ha levantado justo a tiempo para irse a trabajar. El despertador ha sonado como siempre pero él no lo ha oído. Che ha sido quien acercándose hasta la cama le ha lamido la cara. Javi primero se ha asustado, después se ha enfadado, pero la claridad y la sensatez enseguida le han puesto en sobre aviso. Como un resorte se ha levantado, se ha vestido, nos ha atado con la cadena y ha sacado la bici. Sin más.

Nosotras nos hemos quedado al menos satisfechas por contribuir, y muy pronto hemos vuelto a cerrar los ojos para dormir. Nos ha despertado la humana con gafas que es vecina en el patio y abriendo el portón que da a la vereda de la calle ha dejado pasar a un viejo humano que traía una caja de herramientas y una sonrisa.

Han estado tomando infusiones de yerba con el palito metálico durante horas, prácticamente en silencio, mirándose muy fijo a los ojos, y después el viejo se ha subido al tejado para mover las chapas del techo y clavetear unas maderas. Cuando ha terminado se ha encerrado con la humana en una pieza y unos minutos más tarde el viejo humano salía de la casa abrochándose los pantalones.

Javi ha llegado bastante tarde. El sol ya caía sobre los tejados y el patio comenzaba a oscurecerse. Nos ha soltado un buen rato solas por la calle. Algunos perros callejeros ya empiezan a aceptarnos y se acercan curiosos para olernos. Desde la casa de la esquina alguien nos ha tirado varias piedras y hemos corrido asustadas hacia la puerta de casa. El barrio nos da la bienvenida a medias, con miradas que saludan y otras que se esconden.

Ladrando, llamamos a Javi para que nos abra. Ahí está él sonriendo. Por ello no hay nada mejor que entrar de un modo vertiginoso, beber juntas de un cubo para saciar la sed y los malos instintos, y alcanzar de un salto la seguridad de las mantas mientras Javi nos pincha y pellizca con los ojos brillantes, gruñendo, como si fuera como nosotras, un perro.



Día 273

(Optimismo)

Javi teclea. No hay señal más explicativa de que todo ha vuelto a la normalidad.

Nos hemos levantado tarde, qué gusto reinventar las horas, traerlas con nosotros, utilizarlas bien. Hemos estado dando un gran paseo por los caminos que van hacia el fondo del barrio, donde están las casas más humildes, los humanos más morenos y el pueblo se convierte en villa. En nuestra tierra, a estos lugares se les llama poblados y a las casas chabolas. Javi iba pensando en estas cosas cuando un humano con una moto ha frenado a nuestro lado. He notado de inmediato la tensión de Javi, porque ha cerrado con fuerza sus puños y su sangre olía a sacrificio. Sin embargo el humano sólo quería preguntarle por una calle; Bolivia con La Madrid; Está claro que nos ha confundido con un vecino. Javi conoce bien la zona, a pesar de que llevamos aquí muy pocos días, por haberla recorrido en bicicleta, entendiendo la necesidad de saber. Le ha indicado sin problema y el humano además de darle las gracias le ha invitado a un pitillo. Es difícil dilucidar si es la selva la que se come el barrio o el barrio a la selva. Entre los desperdicios humanos crecen flores maravillosas, y unos pájaros diminutos, tan veloces que apenas les podemos ver, buscan el preciado polen que el río enorme guarda en sus sedimentos.

Al llegar a casa Javi ha preparado pasta y la ha compartido con nosotras. Como no tenemos heladera, Javi cocina lo del día, y aunque resulta algo incómodo, se está acostumbrando muy bien. Por suerte ahora tenemos muchos almacenes de comida cerca, muchas tiendas, y por tanto resulta más sencillo. Después se ha pasado la tarde tecleando. Podíamos escuchar los sonidos de nuestra calle, los niños jugando, la música de las distintas y variadas emisoras de radio, las motos estridentes, los pájaros y las chicharras, las moleadoras cortando metal, y unido formaba una sola canción de amor y muerte. El sol penetraba por las cortinas del salón y la cocina y nuestra casa lucía desde las mantas acogedora. Che y yo, tumbadas, asistíamos al espectáculo de la serenidad espacial, dentro de nuestra pequeña y frágil burbuja, mientras afuera, el mundo humano, se devora a sí mismo.

De pronto Javi ha parado y nos ha silbado animado. Hemos salido los tres al patio y el olor de la carne asada y el fuego ha colmado nuestra nariz. Mientras los humanos engullían hambrientos nosotras nos relamíamos de pensar en sus sobras y la boca se nos llenaba de saliva. La tarde se marchitaba y los humanos conversaban de asuntos profundos. Nosotras en cambio roíamos los huesos para dejarlos limpios como nuestra conciencia. En el patio los colores aumentaban, tal vez proyectados por las gallinas extrañas, cuyos matices resultan irreales.

Más tarde volvíamos dentro de casa y Javi se ha puesto de nuevo a teclear. Antes ha estado hablando por la pantalla con los suyos y les ha enseñado la casa. Por unos segundos nos ha llamado para ponernos delante y he reconocido algunas voces humanas que me han hecho mover el rabo de alegría dejándome después un poso triste.

El optimismo ha henchido sus ojos de brillos y destellaban con intensidad. Pareciera que el día estaba ya por acabar. No obstante Javi se ha preparado para salir. Él en la bicicleta y nosotras corriendo detrás, hemos marchado hasta el centro del pueblo donde una multitud de humanos se divertían tirándose baldes y cubos de agua además de una especie de espuma blanca. Por la calle desfilaban las comparsas del Carnaval, con sus tambores, coloreando el ambiente con sus trajes de plumas y lentejuelas, sus bailes inconcebibles y locos. Cada barrio tiene una comparsa aunque no compiten, se agrupan y colaboran. Por lo que huelo en los pensamientos de Javi, el Carnaval es una festividad humana ancestral, que viene celebrándose desde sus orígenes, en la que se honra el comienzo estacional, la fertilidad de la tierra y la simiente, representada en la carne.

Mientras nosotras jugamos con algunos compañeros a perseguirnos por el parque, Javi habla y se ríe con algunos humanos y humanas. Las estrellas distantes guiñan su luz sobre los árboles. Las miradas se enredan y Javi anota versos de libertad y aire en su libreta de sueños realizables.

SEMANA 40

Día 274

(Sin Luz)

Hoy se ha formado una gran tormenta en el cielo. Por la mañana lucía el sol pero lentamente las nubes se han ido reuniendo sobre nuestro barrio y han terminado descargando agua y relámpagos poderosos. Ha sucedido justo cuando Javi regresaba del trabajo sobre la bicicleta y nos ha soltado de la cadena; es decir librándonos por los pelos.

Javi se ha puesto a teclear y nosotras nos hemos resignado a perder nuestro paseo cotidiano, aunque llovía con tanta fuerza que no daban ganas algunas de salir. Varias goteras hacían evidentes en nuestro techo y la oscuridad ha acelerado el ritmo del atardecer. El ruido del agua sobre esta casa es muy distinto al que se escuchaba en la casa-chabola; resulta más tenue, como si las gotas vinieran de más lejos. De cuando en cuando Javi se sentaba en la puerta a observar nuestra calle, la lluvia, los rayos mientras se fumaba algún pitillo de hierba. No se veía ningún humano, solamente algún compañero callejero pasaba corriendo escudriñando refugios momentáneos. El cielo aparecía totalmente cubierto, como si la nube de tormenta fuera infinita e inamovible.

Cuando la noche real se ha descubierto tras ella se ha ido la luz y Javi ha tenido que buscar a tientas en la mochila un par de velas que guardaba en la mochila. Las ha encendido y una luminosidad débil ha llenado la estancia logrando que pudiéramos distinguir nuestros rostros y las formas de los objetos. Con todo, nos hemos ido acostumbrando y muy pronto nuestros ojos recogían cada detalle. Los tremendos truenos hacían que el cielo se quebrara.

Han pasado varias horas y la luz no vuelve. Sin nada más que hacer Javi se dispone ahora a dormir, pero las temblorosas velas retienen su mirada, extraviándola en su temblor. Tal vez por ello, agarra un lápiz, enciende un cigarro, y se pone a escribir versos subversivos, irracionales, en tanto nosotras, aprovechando su despiste utópico nos subimos en su cama a dormir.

Día 275

(Aguamarina)

Tengo un sueño tranquilo…

Voy buceando por debajo del agua, dejando a mi espalda la orilla. Sé que es océano el que me acoge porque no distingo el fondo y el agua se vuelve más densa y oscura por momentos. Javi mueve sus brazos y sus piernas a mi lado, sonriéndome, y veo a Che un poco más allá, tomándonos la delantera. Grandes y pequeños peces nos rodean y saludan, además de otros seres extraños, algunos trasparentes y otros de colores imposibles, que brillan con luz propia. Algunos pareciera como si quisieran tragarnos y otros como si temieran ser tragados. Sin embargo a ninguno nos vence el miedo; simplemente avanzamos. Con nosotros viajan muchos otros perros, conocidos y desconocidos, Naquel, Luky, Yura, Aire, Lola, Golfo, Canica, Noa, Dama, Los hermanos Petizos y El Jefe, Negro y otros tantos. Somos una jauría submarina y pese a que este elemento nuestra nariz no funciona muy bien, seguimos un rastro nítido, arrastrados por las fuertes corrientes o bregando en su contra.

Transcurridas unas cuantas horas, que quizá son días, el agua se va aclarando. Al salir a respirar vemos muy cerca una línea de costa y nos dirigimos hacia allí. Estamos exhaustos y entramos a tierra por una playa de arena casi blanca formada por millones de fragmentos de caracolas. El cielo es de un azul inmenso y unas rocas oscuras asoman del agua. Una multitud de humanos nos esperan, y enseguida advertimos que se trata de todos los humanos a los que queremos. Comenzamos todos a correr, también Javi, que aunque no puede mover el rabo ni ladrar, cuenta con el brillo de sus ojos, siendo su voz un grito de júbilo.

Justo ahí despierto, para comprobar que ha pasado un día y seguimos sin luz. Como Javi no puede teclear, continúa escribiendo en su libreta. Eso sí, la luz es más intensa. Ha llenado la mesa y el suelo de velas temblorosas.

Día 276

(Recorrido por el barrio y la villa de la Chechela)

Javi nos ha dejado sueltas cuando se ha ido a trabajar. De nuevo las dudas y el miedo y de nuevo la grieta y la superación. Che y yo le hemos seguido un trecho, despistadas sin querer de su intención. Pero justo cuando hemos alcanzado el arco de metal donde empieza nuestro barrio se ha vuelto y nos ha indicado con determinación que regresáramos.

Nuestro barrio tiene dos partes diferenciadas y nosotros vivimos en la frontera que las separa. En la parte contigua al centro del pueblo viven humanos con dinero, autos nuevos, camionetas, y casas con jardín. Las calles están cuidadas y limpias, son de asfalto y hay varios parques y bulevares. En esta zona hay un supermercado, varias remiserías, un centro cultural, una cerrajería, ferreterías, tiendas de ropa, muebles, carnicerías, y todo que uno pueda imaginar. Hay algunos perros, en verdad los más peligrosos, pues protegen sus dominios con celo, gordos de tanto comer, sin permitir que nadie camine por las veredas que guardan. Los humanos aquí tienen una mirada desconfiada y cuando nos ven pasar bajan la vista al suelo. En la otra parte, la que se encuentra más próxima a la selva y al río enorme, viven los humanos pobres, que pasean a pata o como mucho en motos o bicicletas tan viejas como sus miserias. Las calles son de tierra y en los lados se acumula la basura. Aquí apenas hay comercios. Un kiosco, un almacén de comida, una pollería y una panadería. Al no haber centro cultural la gente se reúne en la plaza, que es una especie de descampado custodiado por árboles enormes donde los niños descalzos juegan al futbol todo el tiempo. Cientos de perros callejeros deambulan por los alrededores, y aquí nadie nos mira con suspicacia, sino con curiosidad.

Nuestra casa, como ya he mencionado, se encuentra en la mitad de estas orillas unas veces ajenas y otras contiguas. Si al salir vamos a la derecha está la parte rica. Si lo hacemos hacia la izquierda está la pobre. Javi se marcha a trabajar hacia la derecha todos los días, pero cuando vuelve a la tarde nos lleva a pasear a la izquierda y siempre hasta el fondo.

Día 277

(Los vecinos mecánicos)

Che se está rebelando sin saber que no debiera. No hace caso a Javi porque no le gusta quedarse atada con la cadena. Quizá adolece la incoherencia humana en cuanto a sentimientos y sobre todo ideas. Un día se presentan libres y al siguiente rozan la esclavitud. No obstante Che obvia las intenciones. Tal vez debería empezar a enseñarle a oler los pensamientos y sueños de Javi. Entonces descubriría las razones escondidas en sus actos.

Cuando Javi se ha marchado a trabajar, Che ha tratado de seguirle, y por ello se ha ganado un pescozón en el hocico. Yo la he estado viendo desde el patio deambular durante horas por nuestra calle, hasta que unos vecinos humanos que siempre están hurgando en las tripas de los coches y toman todo el tiempo cerveza la han llamado y la han encerrado después detrás de la valla de su casa. Che debía tenerles miedo porque ladraba llamando a Javi, sin embargo lo hacía inútilmente pues él se encontraba muy lejos y no podía venir a ayudarla. Los humanos han pasado un buen rato hostigándola con un palo mientras se reían con sus encías negras, hasta que otro vecino ha comenzado a gritarles con enfado y han dejado que se fuera.

Al regresar Javi estaba esperando en la puerta. Ha estado ahí casi todo el día, asustada y medrosa. Se ha puesto muy contenta al verle y ha ido hasta él, que venía sobre la bicicleta moviendo el rabo. Después de soltarme a mí hemos ido los tres a dar un paseo por la villa. De vuelta nos hemos topado con el vecino que ha auxiliado a Che y le ha contado a Javi todo lo ocurrido.

Por eso ahora Javi, con un palo en la mano, golpea varias botellas de cerveza que los vecinos que hurgan en las tripas de los coches tenían sobre una mesa, haciéndolas añicos. Javi no dice nada más y los vecinos tampoco. Todos saben por qué. Che contempla a Javi como si ahora entendiera algo que antes no lograba entender. Javi la llama para que entre en casa, y aunque por un instante duda, luego viene corriendo para hacer lo que ella mejor sabe, que es subirse a Javi con sus patas.

Día 278

(La puerta del patio)

Hoy hemos estado prácticamente todo el día atadas con la cadena en el patio, en tanto los patos, las gallinas y sus polluelos nos miraban sin asombro y los dos perros vecinos nos olfateaban manteniendo las distancias.

Javi y el humano que vive con su compañera en el fondo han estado amasando arena y cemento, rompiendo una parte de la pared, sacando la puerta antigua, reconstruyendo lo arruinado, enfoscando los huecos y colocando la puerta de hierro que Javi compro hace unos días al chatarrero. Solamente por la tarde, cuando caía el sol, nos ha dejado sueltas un rato para que corriéramos libres por la calle. Luego nos llamaba con silbidos cansados para darnos arroz de comer. En la puerta delantera ha pintado un sueño: un sol, nubes y lluvia, también una línea de mar azul, que la lluvia va llenando. Mientras comíamos, él ha estado tomando una infusión con el palito metálico y fumando pitillos de yerba. A pesar del cansancio le brillaban mucho los ojos.

Si huelo sus pensamientos, puedo estimar que ahora podemos sentirnos más seguros y omitir de nuestras intuiciones el robo vivido. Tal vez por ello, de noche, hemos ido a pasear hacia la izquierda, hasta donde el barrio e incluso la villa acaban, para contemplar el brillo de las estrellas distantes y la silueta de aquel universo de árboles imponentes que componen la selva y los mil brazos del delta del río enorme.

Ahora, desde la paz de las mantas, le veo sentado ahí, junto a la mesa, tecleando sin parar. Hace unos minutos regresó la luz, y no ha perdido el tiempo en encender su pantalla. Enciende un pitillo y deja que la vida guíe su mano. No obstante una vela permanece encendida, y sigue temblando, improvisando su significado.

Día 279

(La mentira)

Javi reflexiona. Hace unos minutos llegó del trabajo y agotado nos deja salir a la calle. Como ahora, por estar tapada la puerta no puede atarnos con la cadena en el patio, tenemos que esperarle en casa. Qué complicado debe resultarle; como a nosotras. No le ha gustado encontrarse el suelo de la cocina lleno de desperdicios de basura. Che y yo no hemos podido evitarlo, aunque una chispa de intuición nos punzara mientras lo hacíamos. Hemos dormido sobre la cama, hemos desordenado su ropa y no hay explicación ni justificación posible. Nuestra naturaleza habla y Javi ha de comprenderla, porque nunca se permitió el no hacerlo.

Por ello no se enfada. Quizá algo en su mente ruge, quizá algo le ha debido ocurrir en el trabajo. Mi nariz no alcanza a percibir, pero puede leer los versos que ahora escribe en su libreta.

Porque te reconozco cada vez que te pienso/ no pienso alimentar la desesperanza contigo

porque te conjuro sin prometer/ y mordí tu boca comprometida/ no te prometo otra cosa

porque me reserve un as una idea una nostalgia/ no quisiera reservarme para ti/ ni comprender cualquier reserva

porque ya no sirvo ni para esperar un rato

porque soy sirviente de la eternidad momentánea/ no te espero

porque me aclimaté de a poquito a las turbulencias y a los abismos/ no me gusta matar la libertad que defiendo

porque nunca me gustó mentir/ no te miento/ mentira mía.



Se tumba ahora sobre la cama y enciende un cigarro. Co los ojos brillante nos llama. Nosotras subimos con fugaz, pues pronto sus caricias nos convencen que hoy se están rompiendo las viejas normas.





Día 280

(Continuidad)

Poco a poco nos vamos acomodando a nuestra nueva vida, al barrio, a los humanos que viven aquí, a los ritmos que marcan las circunstancias tan distintas a las que teníamos cuando vivíamos en la pradera y la casa-chabola. La gran ausencia para Javi es Pepe y los árboles imponentes; para nosotras la libertad de estar todo el día sueltas, una libertad que fuimos logrando de a poco.

En eso entendimos que la libertad va y viene. Hoy nos libramos de las pulgas y los bichitos que nos hacen perder el pelo pero nos encadenamos a otras suertes, siempre al antojo del mundo humano que nos ciñe o nos condiciona. El barrio me gusta; también a Javi. Es como cuando vivíamos en el sitio de los perros aunque por vez primera no dependemos de nadie. La mente de Javi se ha liberado de estas preocupaciones, sin embargo también le encadenan otras nuevas.

Ambos tenemos instintos de rebeldía, y junto con Che, vamos sorteando los escollos que se nos presentan, equivocándonos, aprendiendo, sosteniendo con todas nuestras ganas los instantes de felicidad, las jornadas pacíficas, en las que podemos disfrutar unos con otros sin desasosiegos, acumulando experiencias, construyendo sueños humildes, sencillos de entender. Los días transcurren del patio a la villa. Para Javi del trabajo a las horas en las que teclea. Existen semejanzas fundamentales en nuestras vidas ligadas. Ahora puede hablar casi todos los días con los suyos desde casa, y comprar comida sin tener que montarse en ningún vehículo colectivo. Nosotras podemos hacer amigos sin tener que marchar a los campos de flores y nuestro trabajo se ha reducido a vigilar un pequeño trozo de vereda. Sin embargo todos echamos de menos aquellas tardes en las que el sol doraba las hojas de los árboles o los gansos del clan formaban en círculo alrededor de la charca. Y es que unas cosas se pierden y otras se ganan. En esto consiste la vida. Lo más importante es que estamos los tres juntos, da igual la situación o el paisaje. Juntos y resueltos a seguir así.

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