eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 25 de marzo de 2014

Diario de una perra en Argentina (Semanas 41 y 42)



SEMANA 41

Día 281

(Me voy)

Hoy ha hecho un día espléndido. Javi se ha ido a trabajar y nos ha dejado atadas con la cadena en el patio. De sueño en sueño hemos bregado la espera, cuando la humana con gafas, la vieja y el cachorro grande nos traían de comer y nos hacían caricias. A la vuelta de Javi hemos ido a pasear y luego mientras Javi hablaba con los suyos con su pantalla, yo me he marchado de excursión a la villa. Che no suele moverse mucho, menos cuando se va siguiendo a Javi. Ha establecido su territorio en una franja de nuestra calle y merodea también por las contiguas. Sin embargo yo, inducida por las vivencias compartidas con Javi y sus sentimientos humanos, no creo en la propiedad, soy libre de deambular por cualquier lado, temiendo a veces que algún compañero me muerda, pero sin dejar de avanzar por ello.

He regresado por la noche y he raspado con las patas en la puerta nuestra casa. Javi me ha abierto y me ha sonreído. Me esperaba un cuenco de comida y uno de agua. Eso sí, me parece que esta noche me va a tocar dormir atada en el patio.



Día 282

(Oso y Gos)

Ha llegado el momento de hablar de los dos perros con los que compartimos desde nuestra llegada el patio. Son muy pequeños y bastante viejos. Uno es muy simpático y siempre se acerca a olernos cuando estamos atadas. Tiene la cola grande, hacia arriba, y llena de rastas. El cachorro humano grande le llama Oso y le gusta como le gustaba a Noa en el sitio de los perros ladrar y perseguir a las motos y las bicicletas que pasan por la calle. El otro se llama Gos y está muy gordo. No se mueve demasiado, salvo para rascarse las pulgas o buscar comida. Gos suele venir hasta donde estamos atadas con un hueso en la boca y se pone a roerlo con avidez para que nosotras le miremos envidiosas, salivando. Por la tarde salen a la calle y consiguen de un modo extraño que las gallinas los patos y los gallos que se han salido por debajo del portón regresen al patio. Muchas veces se colocan en la puerta de la humana vieja, en la vereda de hierba, para vigilar que todo esté bien en su pequeño reino de media cuadra. Todos los perros del barrio les conocen. Y nunca les permiten entrar en casa, aunque de cuando en cuando se cuelan y se esconden.

Hay algo que me encanta de ellos, y es que nunca vienen a olernos la cola. Son tan domésticos como un gato. No poseen instinto reproductor y tal vez jamás pudieron sentir lo que es ser padre. Es lo que ocurre cuando, como a mí, te castran de por vida. Yo a veces sueño con mis cachorros. Aquellos que me arrebataron antes de escapar. Poco tiempo después, luego de vivir muchas penurias en la calle, encontré a Javi.



Día 283

(Nuestros vecinos humanos y perros)

Nos despertamos. Javi nos deja salir un rato antes de marcharse sobre la bicicleta a trabajar. Nosotras aguardamos así su regreso, siempre esperando, atentas a cualquier olor y sonido. El día pasa rápido y el barrio despliega su cotidianidad. Pensamos en que por la tarde saldremos y nos ponemos muy contentas. Algunos días Javi nos permite vagar por las calles mientras él teclea hasta la noche. Nos vamos casi siempre para la villa, hacia la selva densa de árboles que se divisa al fondo, o nos quedamos cerca de casa, pues algunos vecinos nos echan restos de comer.

Nuestros vecinos son muy diferentes. A un lado de nuestra casa está los mecánicos borrachos, que no nos gustan, y al otro, un matrimonio de humanos viejitos que todas las tardes toman la infusión con el palito metálico en la puerta de su casa. Enfrente vive una humana oscura que siempre nos espanta tirándonos piedras o baldes de agua y pegada a ella una humana con su cachorra. Todos, los que nos gustan y los que no, nos dan de comer. Es costumbre que los humanos dejen huesos y restos de comida en las veredas para que los perros de la calle se los coman. Me recuerda a cuando Javi y yo vivíamos en la sierra. Los humanos de allí hacían lo mismo. Che y yo siempre andamos entretenidas royendo algún hueso. A Javi no le hace mucha gracia; porque nosotras tenemos comida y los compañeros callejeros no tienen otra cosa.

Los mecánicos tienen tres perros que nunca salen de detrás de la valla y parecen tristes. El matrimonio tiene dos; uno con ricitos blancos, muy mimado y otra muy mimosa, que se parece a Noa. La mujer de enfrente tiene tres pero tampoco les deja salir. Yo creo que los tiene sólo para maltratarlo y para que otros perros se acerquen a su puerta y poder así lastimarlos. La humana y su cachorra tiene uno grande que es el guardián de su casa. Cuando le abren la puerta y sale, todos los perros callejeros huyen menos uno. Con nosotras por ahora no le ha dado, pero tenemos que mostrarnos ante él muy sumisas. Por nuestra calle para constantemente muchos perros, aunque hay cuatro que prácticamente viven aquí. Uno de ellos está muy enfermo y tiene toda la piel llena de heridas. Otro tiene una cojera y camina muy despacio rebuscando algún bocado. Hay también un cachorro que debió perderse de su madre. Es muy pequeño y feo y nadie quiere acercarse a él. Sin embargo es muy majo. Che y yo siempre jugamos con él. Por último hay otro que se me parece al Jefe. Es el único que le planta cara al perro de la humana y su cachorra. Una tarde se pelearon con mucha violencia y hasta que uno de los mecánicos borrachos no les lanzó una botella para que se callaran se estuvieron mordiendo a mal.

Javi llega ahora y nos saca la cadena del cuello. Después de saludarle con júbilo y de lamerle las manos, marchamos corriendo a la calle, e iniciamos la travesía revolucionaria con nuestros compañeros y vecinos.



Día 284

(El cachorro humano grande)

En la casa contigua a la nuestra, con la humana vieja, que es la mamá de la humana que nos alquila, vive el cachorro humano grande. El cachorro humano grande duerme casi todo el día, no para nunca de comer o de pensar en comida y siempre viene a pedirle a Javi que le ayude con las tareas de la escuela. Javi nunca le niega la ayuda, pero a cambio le pide que barra el suelo, friegue los cacharros, le engrase la cadena de la bicicleta o que limpie las ventanas. El cachorro humano protesta, pero como ha tomado mucho cariño a Javi y con él se ríe mucho y aprende muchas cosas, termina siempre haciéndolas. Su madre está muy contenta, y no digamos su abuela, la cual casi todos los días le trae a Javi un dulce o le invita a tomar una infusión con el palito metálico.

Hoy el cachorro grande ha discutido con el novio de su mamá, que es el humano que vive en el fondo y que echó una mano a Javi con la mudanza y con la puerta del patio. Javi ha hablado primero con el cachorro y después con el adulto. Luego les ha sentado a ambos frente a frente para hablar y aunque al principio se han insultado al final han acabado los dos riendo. La abuela nos ha preparado un guiso para cenar y había tanto que Javi lo ha compartido con nosotras.

Javi teclea ahora mientras nosotras dormitamos sobre las mantas. Recuerdo que Javi una vez trabajaba haciendo eso: armonizar familias, resolver conflictos, reeducar cachorros grandes. Hay tantas cuestiones incomprensibles en la sociedad humana. No deberían ocurrir estas cosas. Pero a Javi se le da muy bien, y nos hemos ganado un guiso.



Día 285

(Javi está agotado)

Hacía tiempo que no veía a Javi tan agotado. Lo que ha ocurrido en las últimas semanas: la mudanza anticipada, las faenas en la nueva casa, el tener que estar de nuevo más atento a todo, aprender casi como si fuera un inicio a valorar el lugar, los humanos que viven aquí, y trabajar un día más, descansando uno menos, cosa que lleva sucediendo hace ya más de un mes, la continuidad cotidiana en el entrenamiento de Pedro, los socorros al cachorro grande, a la humana vieja y a todos a cuantos Javi conoce, unido a que ahora teclea más que nunca, más horas, con más entusiasmo y determinación, ha logrado aumentar sus ojeras y enflaquecerle otro poco más.

Hoy no ha ido a trabajar y se ha levantado casi al mediodía. Cuando ha sonado el despertador a las siete nos ha abierto la puerta de la calle, sin embargo se ha echado de nuevamente a dormir, algo bastante inusual para su costumbre. Desde la calle podía oler sus sueños; sueños en los que también dormía para descansar.

Cuando se ha levantado al fin ha preparado la comida, se ha asegurado que estábamos bien y se ha vuelto a dormir. Al despertar por la tarde se ha puesto a teclear hasta la noche. Sus pensamientos olían a optimismo y por ello sus ojos brillaban con fuerza, atravesando un sinfín de estragos diferentes.

Ahora se fuma un pitillo de yerba en la puerta de nuestra casa. Saluda algún vecino y sonríe a las muchachas. Che y yo nos hemos tumbado en su cama pero él no se ha dado cuenta. El barrio duerme y el silencio colma la calle. Las estrellas distantes se ven más cerca en el firmamento, y su mirada las refleja sobre la vereda vacía.



Día 286

(Carnaval con los humanos especiales)

Hay que ponerle onda, como se dice por acá… A pesar del cansancio, del esfuerzo continuado, por ser afán. Con este pensamiento se ha despertado Javi; a esto olía. Ha desayunado unas tostadas con aceite y un café, se ha puesto su camisa negra, y nos ha atado con la cadena en el patio. Hoy tenía que trabajar y eso me ha extrañado, por ello he decidido cerrar los ojos, pestañear un instante con decisión, y comenzar a pedalear en su interior sobre la bicicleta.

Hemos llegado así juntos a su trabajo, y juntos hemos vivido un día muy especial y muy humano con los humanos especiales. Los humanos especiales estaban verdaderamente animados, porque iban a celebrar en su hogar el carnaval. Así, por la mañana han estado decorando los talleres, terminando sus máscaras, preparando dulces y limpiando la placita y el suelo de hojas para celebrar por la tarde una gran fiesta. Después del almuerzo, cada cual se ha puesto una máscara distinta que representaban a diferentes animales. Había un perro, un pato, un cocodrilo, una jirafa, un mono, un gato, un león, una llama, un oso, una rana, una serpiente, un tigre, un ratón, un tiburón, un elefante y muchos otros más. Se han sentado alrededor de una gran mesa y algunos han participado en un desfile. La tradición del carnaval aquí dice que hay que tirarse espuma, papelitos de colores y serpentinas. También se suele hacer una guerra de agua, pero como hoy no hacía demasiado calor no se ha hecho.

Durante un buen rato los humanos especiales han jugado y parecían divertirse mucho. Se intercambiaban las máscaras como si fueran sus verdaderas personalidades, con lo que era difícil saber quién era quién. Después han estado bailando un rato y por último han disfrutado de una suculenta merienda. Todo el personal humano e incluso Pedro han participado. Javi llevaba un tiempo preparando este evento con una de sus compañeras y por suerte ha salido lindo. Aunque ahora que volvemos hacia nuestro barrio y nuestra casa pedaleando nuevamente, puedo percibir el cansancio que también regresa.







Día 287

(El atraco)

Los pensamientos de Javi huelen nítidos mientras teclea. Hoy en su trabajo ha ocurrido una desgracia. A un humano que lleva al hogar de los humanos especiales la mercadería cada semana le han atracado en la puerta, le ha robado la camioneta y después le han pegado un tiro. No se ha muerto pero han tenido que llevárselo urgente al hospital. La calle se ha llenado de policías y también de periodistas; en verdad han llegado antes los segundos que los primeros.

Últimamente debe de haber muchos robos y los humanos muy nerviosos y atentos a todo lo que ocurre. Por lo que parece la situación económica de este país está yendo a peor. Muchas empresas cierran o no pagan, las cosas cada día cuestan más, cosa que los humanos llaman inflación y la moneda se cae de sus bolsillos como si estos estuvieran atestados de agujeros. La palabra crisis se escucha ya en muchas bocas y es una palabra que me suena. Huimos una vez de una, pensando en que la dejábamos atrás, aunque en verdad de acá nunca se fue, y por eso nos esperaba. En nuestra tierra no hay trabajo. Aquí lo hay pero no te lo pagan. Siempre es el mismo juego donde los que manejan los hilos se quedan con todo el pastel mientras el pueblo humano sufre sus consecuencias. La vida, las generaciones, se van en esto. Luego los chorros indeseables, los hambrientos clandestinos, anónimos, tienen que robar, y los que son ladrones de herencia y fortuna, de por vida, asesinos soterrados por sus decisiones y sus leyes, llaman a estos delincuentes. Los desheredados se rebelan pero para atacar a sus hermanos en la miseria en vez de a los dioses que los dominan. Los obreros y los pobres se matan. Este es el mundo loco de los humanos, al cual nosotros, los perros, también pertenecemos.

No obstante si todos los humanos humildes se unieran de verdad podrían cambiar esta realidad que sacude el mundo de norte a sur. Si la gran manada obrera, trabajadora y miserable, fuera consciente de su situación y se moviera, tal vez podría mostrarle los dientes a ese monstruo fideicomiso que les mantiene esclavizados de mil formas diferentes desde hace miles de años. Simplemente deberían unirse y aullar.



SEMANA 42

Día 288

(Cuestabajo)

Huelo despacito un sueño de Javi que se repite últimamente. Me deslizo por él; formo parte de su alegoría. En conversaciones silenciosas varios humanos me llaman. Tienen los rostros morenos y los ojos rasgados y visten con todos los colores del arcoíris. Javi está dentro de mí. Es un humano perro dentro de una perra. Sus ojos miran a través de los míos como tantas veces los míos han mirado desde los suyos. Estamos en una región marciana, de tierra roja y sombras diminutas que tiemblan frente a mi nariz. Una torre de piedra se alza en el camino y parece estar viva. De pronto el cielo se llena de inmensas nubes blancas dejando un agujero en mitad de su concilio por el que podemos ver una estrella tintineante. Che no está, y su ausencia es una soledad desconocida, un sentimiento nuevo que aúna aceptación rabia y sosiego. Camino entre montañas inconmensurables siguiendo un profundo río que serpentea fabricando valles. Detrás de mí un muro de rocas se eleva hasta tocar las nubes y en las riberas beben unos animales extraños que mastican arena seca y me observan con la calma de las piedras. Se escucha un aullido lejano y comienzo a correr. Reconozco la llamada de Che y la busco situando mi hocico en el suelo; aunque no es ella. Hay cientos de sendas a mi alrededor que me confunden. Sin embargo todas conducen a la misma quebrada. La tierra se rompe en mil pedazos bajo mis patas y el viento forma torbellinos de polvo dorado con plumas y garras. Cuesta abajo me voy sintiendo cada vez más libre. Percibo el humo y el fuego justo antes de despertar…

Me caigo de la cama y debo tener cara de susto. Javi me contempla sonriendo y luego vuelve a teclear concentrado en su pantalla. Che duerme tranquila sobre la manta. Tengo sed y me acerco al cuenco de agua para dar lametones sonoros.



Día 289

(Pequeña libertad)

Javi se ha ido a trabajar sobre la bicicleta y nos ha dejado atadas con la cadena en el patio. Por ello el día se ha alargado en su rutina, y salvo la determinación de las gallinas extrañas, los gallos y los patos para enseñar a sus polluelos su mundo reducido y básico, la indiferencia de Gos, la curiosidad de Oso que ha venido a dormir un rato cerca de nosotras, el ruido proveniente de las casas de los vecinos humanos, las cacerolas, los martillos, las radios encendidas, compitiendo por el espacio y el aire, o el paso suave de las nubes en el cielo, no hemos podido sacar provecho a esas horas tan lentas como extraviadas.

Diez minutos antes de que Javi llegue ya puedo sentir cómo se acerca. Así, cuando la puerta del patio se abre estoy sentada esperándole, favoreciendo que sus manos me saquen rápido la cadena del cuello. Che se le sube como siempre hace con las patas y forma el lío entre sus piernas y los arañazos. Tienen que pasar unos segundos para que vuelva el orden establecido y se reduzca tal mezcla. En cuanto nos suelta nuestros rabos se mueven y comienzan los saltos, los ladridos, los lametazos y las caricias. Como estamos deseando salir Javi nos abre la puerta de casa y corremos desesperadas hacia la calle, lanzándonos al reencuentro de nuestra pequeña libertad, saludando uno a uno a nuestros compañeros callejeros, a los vecinos humanos que nos gustan y que nos aguardan con algún bocado o algún hueso.

Durante varias horas, mientras Javi teclea con los ojos brillantes, somos libres para sortear el tiempo a nuestro antojo. Luego Javi nos silba y nada se rompe. Es el momento de cenar los tres juntos, y nuestra pequeña libertad se entremezcla con la suya. De nuevo se forma el lío, y acabamos rodando por la manta mordiéndonos alegres, Javi a cuatro patas peleando y embromando a Che mientras yo me siento a teclear para el sueño continúe.







Día 290

(Insomnio amigo)

Los días se suceden, pero las noches nos alcanzan de oscuridad. Javi teclea y puedo oler la tristeza que emana de sus palabras y las semillas de optimismo que él va enterrando en el surco mojado. El humo flota en la estancia y distingo en él la vida que Javi extingue en su esfuerzo. Hay varios vasos de café sobre la mesa, el cenicero rebosa como si fuera un volcán de ceniza, y su pierna inquieta forja un leve ruido que hace temblar las paredes y el suelo. Ahora se detiene. No sabe cómo seguir. Su mente se colapsa y siente angustia mientras se arma un nuevo pitillo y busca en la pantalla una canción que aplaque su frustración. Busca el modo de escapar, pero no puede, trata de recordar la clave, de recuperar el paso, el ritmo, la palabra precisa. Su desesperación se acelera y tiene que consultar libros y archivos, viejas notas pegadas en las páginas de sus cuadernos, apuntes entre líneas, servilletas dobladas, referencias señaladas en cualquier papel reciclado para ello. Su mente es un embudo colando la luz sobre un abismo. Noto cómo intenta alzar un puente y como a cada intento se cae en él. No funciona el descanso, ni la postura, ni la espera. Vencido apaga la pantalla tecleadora y segundos después se mete en la cama. Ambos sabemos que no lo hace para dormir, sino comenzar ese insomnio amigo que que a veces le sacude y que despierta su memoria dormida. Es una mano que sostiene una navaja afilada y que se acerca sonriendo a cualquier grupo de preocupaciones al pedo.



Día 291

(Algo ocurre)

Hay algo que roza el corazón de Javi y que anoche le llevó al insomnio. De este modo se ha marchado prácticamente sin dormir con los humanos especiales. Mi nariz me avisa que el universo zozobra y que las orillas se acercan centímetro a centímetro. Huelo el poso nervioso que Javi deja tras de sí, y no puedo ubicarlo en mis sensaciones. Otras veces he tenido esta misma sensación pero no puedo recordar cuándo ni cómo.

Casi puedo imaginar un rostro, volverle nítido frente a mí; dilucidar su mirada, su esencia, los motivos por los que Javi se apura para teclear en las horas fugaces de la madrugada forzando a su sueño a un suicidio irresponsable.

Tengo ganas de morderle el culo, de decirle que pare. Pero le brillan tanto los ojos que me quedo embobada observándole, silenciosa, dilatando mis propias intuiciones.



Día 292

(Che no vuelve)

Che ha doblado por la esquina izquierda de nuestra calle esta mañana y no ha vuelto a venir. Todo ha sido extraño, porque Javi ha abierto la puerta de casa esta mañana para dejarnos salir un rato antes de irse a trabajar como hace siempre. La cuestión es que después no ha habido ni silbido ni llamada y han pasado varias horas hasta que la puerta se ha vuelto a abrir.

Tal vez por ello yo me he tumbado a esperar sobre la hierba, sin moverme de allí. No sé por qué Che ha tenido que doblar esa esquina; tendría que haber venido a tumbarse conmigo, pero no ha ocurrido así.

Al entrar de nuevo a casa he olido los pensamientos de Javi para descubrir que le han dado en el trabajo unos días de vacaciones, y en su alegría no ha podido valorar la ausencia de Che, y si lo ha hecho, ha sido sólo para compararla con otras anteriores. No obstante el día ha ido transcurriendo lento, Javi tecleando infatigable y yo tumbada sobre la manta, escena que únicamente temblaba cuando Javi se levantaba de la silla e iba hasta la puerta para abrirla y esperar que Che entrara en casa de un salto y le subiera las patas contenta.

Sin embargo poco a poco nos ha ido invadiendo un sentimiento de angustia que nos decía a ambos que la ausencia de Che era distinta a la de otras veces, no que a Che le hubiera ocurrido algo grave, sino que el destino extendía su mano tenaz e incomprensible para separarnos. Javi ha luchado cuanto ha podido contra dicha intuición, pero al verse sometido no ha tenido más remedio que sacar la bicicleta y marcharse a buscarla por las calles del barrio; sin éxito.

¿Dónde estará mi hermana?... Me pregunto… Y la cuestión es que mi nariz me dice que esté tranquila, pero que puedo a comenzar a echarla de menos para siempre.



Día 293

(El regreso de una estrella)

Y en medio de las cosas, con Che desaparecida, la locura permanente y el sueño en suspenso, todo prosigue en su actitud. Javi se levanta temprano. Es un bostezo de sonrisas, inquietudes y legañas. Abre de nuevo la puerta y nada. Se afeita, se arregla, se prepara. Me ata con la cadena en el patio y se marcha como si llegara tarde a algún lugar. Yo trato de pestañear para meterme dentro de él pero algo me lo impide. Creo que Javi no lo quiere y no entiendo el porqué. Huelo dentro de mi alcance y noto cómo pedalea por las calles del barrio bajo el amanecer claro que el sol nuevo propone como un juego. Un poco más allá sube en un auto y nada más. Mi nariz no llega más lejos y me resigno a aguardar cerrando los ojos, ignorando el color de la mañana, a Oso y sus gemidos y las atenciones del cachorro grande que se acerca de cuando en cuando para acariciarme.

Como si el tiempo se desdoblara me da por pensar en nuestra tierra y en aquellos días en que vivíamos en aquel pueblo de las montañas. Repaso nuestra anterior vida, llena de dificultades y de esperanzas, y la que ahora vamos construyendo de a poco. No es tan diferente lo que quedó allí y los que se nos presenta acá. La lucha es semejante. La situación humana, mis sensaciones de perra aprendiz, custodiando y protegiendo un corazón impuro. Un escalofrío recorre mi cuerpo al recordar las tripas del pájaro enorme y me estremezco al asumir que si algún día quiero regresar con Javi tendrá que ser dentro de él.

No obstante todo pensamiento se interrumpe. Siento que Javi regresa a casa, y sé desde el inicio que no lo hace sólo. Los minutos se suceden y la impresión crece como crece la impaciencia. No se trata de Che, pero sí de alguien muy querido. Ahora puedo percibir cómo llegan al pueblo y como el auto los allega al barrio para que yo empiece a gemir nerviosa y me siente frente a la puerta del patio torciendo la cabeza. Escucho sonidos. Risas y miradas. Llaves que giran el mundo y permiten la entrada al optimismo. El sonido de los besos y las caricias. Todo me hace salivar de emoción y muevo el rabo ansiosa.

La puerta del patio se abre y contemplo junto a Javi el regreso de una estrella. Toda nuestra casa huele a luz y se ha llenado de vida.



Día 294

(Cruce de sentimientos)

Puede ocurrir que un corazón se acompase a la vida y pueda sentir a un tiempo el amor y el desamor de la realidad. Los humanos se besan y juegan entre las sábanas. Revuelven el espacio, revolucionan la fe y se cuentan con calma las respectivas experiencias vividas. Si el amor es sincero es porque nunca desconfió de estar ahí y si el desamor es válido ha de traer dulzuras positivas entre las amarguras. Como Che no está, no me gusta quedarme sola en el patio mientras Javi y Laurita se marchan juntos para disfrutar del día. No quiero ser egoísta ni ignorar que a donde fueron no podían llevarme. No obstante los sentimeintos son a veces irracionales, sin sentido.

Y aunque enseguida vuelven, colmándome de caricias y mimos, no es lo que necesito ahora. Ahora necesitaría saber únicamente si la libertad puede también consistir en esperarles atada o si es que tengo que renunciar a sentirme libre del todo. El mundo humano admite matices, pero el de los perros se desentiende. De algún modo deberán responder a dicha cuestión, y no espero que lo hagan en mi idioma aunque estaría muy bien que así lo hicieran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario