lunes, 13 de octubre de 2014
Diario de una perra en Argentina (Semanas 68, 69 y 70)
SEMANA 68
Día 477
(Milonga salva)
Desde
la mañana ha estado sonando en la radio de nuestros vecinos humanos mecánicos
un tipo de música que a Javi le gusta mucho. La melodía es dulce, con guitarras,
violines o bandoneones y, unos tambores provisorios, las letras hablan de la
vida y la muerte, del amor y sus sufrimientos, de la naturaleza y el tiempo que
no regresa, y están cargadas de tierna nostalgia, pero no del pasado, sino de
aquel paraíso perdido que todos los seres humanos llevan grabado en la sangre y
que les empuja a luchar por su libertad.
Los
días que suena esta música los mecánicos no trabajan y se dedican a beber
incesantemente litros y litros de vino y cerveza, hasta que sus rostros
comienzan a enrojecer de ebriedad. Juegan a las cartas y platican dando voces,
lo que convierte nuestra calle en una fiesta improvisada en la cual unos van y
otros vienen. Los perros de la calle se sientan en la vereda aguardando que los
restos les restituyan, pero en el fondo ya saben que lo único que les espera
son un reguero de botellas vacías y que alguna que otra irá a atormentar su
descanso bostezante, pintado de moscas y pulgas.
Cuando
Javi regresado del trabajo no ha tenido más remedio que unirse por un rato a la
juerga de los vecinos y brindar con ellos por las grandes y pequeñas cosas.
Javi se ha dejado llevar por esta alegría forzosa pues entiende su filosofía.
Es un sentimiento que trata de aplacar la angustia sin obviarla, que zurce
momentáneamente los agujeros de la razón y permite construir instantes felices
de la nada. La milonga salva, como salva el flamenko y el rock y el reagge. La
música sublima las esperanzas ajadas. Javi saca ahora brillo a sus ojos y se
coloca la máscara adecuada. En la vereda los perros se pelean, y desde nuestro
patio, Gos, Osos y yo los vemos morderse mientras que los humanos se ríen
pasándose los pitillos y las botellas.
Día 478
(El gordo cachito)
Hoy
ha venido a casa un humano al que Javi está ayudando con su terapia. Es muy
gordo y alto y tiene los labios inflamados y morados y unos ojillos chiquititos
que no dejan ver el blanco. Ha dejado su pago jugoso sobre la mesa y cuando se
ha sentado en la silla las patas parecían que se iban a romper. Tiene una
adicción muy fuerte a algunas sustancias y huele a sangre y grasa. Este humano
es carnicero y no cree absolutamente en nada.
Hasta
ahora no ha podido ayudarle nadie y eso que ha pasado por las manos de muchos
profesionales y centros de desintoxicación. Por temporadas logró desengancharse,
pero siempre volvía a caer de nuevo. Javi necesita conocerle más, aunque en
este instante le envía la primera premisa: tú
siempre te guiaste por métodos y pautas externas a vos… esperabas que los
médicos, los psiquiatras, dios o el gaucho gil te ayudaran a ser una persona
nueva… que renacieras y olvidaras de pronto quien habías sido durante tantos
años… Nadie más que vos puede encontrar las motivaciones para abandonar
definitivamente el abuso… Por mi te puedes drogar para siempre, aunque la
diferencia es que tú tengas el control… Hay quien lo hace por sus hijos, pero
la única certeza es que si no lo hacés por vos, porque te querés y respetás…
estarás perdiendo el tiempo y te abocarás a morir en un perpetuo suicidio
silencioso.
El
humano le mira y sonríe. Parece que las palabras de Javi le cuadran.
Todos
mis amigos me llaman el Gordo Cachito, dice golpeándose la enorme panza…
Javi le devuelve la sonrisa y le
responde. Hoy cuando empezamos a hablar me dijiste que no tenías amigos,
amigo...
Día 479
(Nueva habilidad)
¿Qué
mecanismo o suerte nos hace descubrir de pronto una nueva habilidad que no
sabíamos que dominábamos? En este viaje, tanto Javi como yo estamos hallando
formas distintas de comunicarnos, de compartir esta realidad cambiante que con
nuestra fuerza doblegamos en cotidianidad. La mente de Javi y la mía están
unidas de un modo prodigioso, por participar de las mismas experiencias y
pensamientos y por fusionar nuestros corazones, tratando él de manejar las
fuerzas inconscientes de su interior para servirse de ellas, y yo, por
racionalizar mis comportamientos instintivos. Nuestro equilibrio es nuestro
amor, ese puente que afronta el terrible abismo de la vida y la muerte, del
tiempo y el espacio. Así pude empezar a oler primeramente sus sueños, y luego
sus pensamientos y sentimientos diurnos. Aún recuerdo aquel día transcendente
en el que por primera vez me vi a mi misma mirando a través de sus ojos y
escuchando y sintiendo la vida a través de su cuerpo diferente. Poco después
comencé a comprender muchas cosas del mundo humano, conceptos, ideas y
costumbres, hábitos relacionales, abstracciones y memorias, con sus coherencias
y también con sus contradicciones. El gusto semejante de Javi por comprenderme
como ser vivo y de buscar el rastro olvidado de sus animales interiores, le
llevó a rodearse de especies. Es el humano más perro que conozco, y es seguro
que yo sea la perra más humana que conozca él.
Hoy
sin embargo, por no alejarme sus vivencias, una nueva habilidad ha venido a
sumarse a las anteriores; habilidad que me ha orientado hacia mi propia raza y
a la vez me ha llevado a unirme aún más con los humanos. Y es que hoy, cuando
Javi se ha marchado por la tarde noche, al cerrar los ojos esperando que me
encontraría dentro los suyos, me he hallado en cambio en unos ojos
desconocidos, unos ojos plausibles, los de un compañero perro, uno que veía
caminar a Javi por las calles del centro del pueblo, distraídamente, sin rumbo.
He comenzado así a seguirle, y cuando por cualquier motivo él se perdía entre
la gente, de inmediato otro compañero parado en una esquina u olisqueando en
una vereda le captaba. Javi parecía contento al comprobar con asombro cómo
distintos perros y perras iban tras él moviendo el rabo. En vez de extrañarle,
le entusiasmaba. Y quizá por ello, cuando se ha sentado en un banco de la plaza
y un perro oscuro y flaco se ha acercado a olerle las manos, ha sentido que en
verdad era yo. En aquellos ojos sentía los míos, y ha sido que su corazón le ha
hablado de esa igualdad sencilla de todos los bichos existentes.
Día 480
(Noa ha muerto)
Cuando
me he despertado hoy, no me imaginaba que mi nueva habilidad pronto me
reportaría un gesto triste. Quizá cuanto mayor es nuestra conciencia mayor es
también la amplitud de las desgracias.
Las
horas han trascurrido como escalones invisibles. Javi no ha ido hoy a trabajar
y se ha pasado la mañana tecleando. Al mediodía se ha dado una ducha y se ha
preparado para salir. En el patio, he cerrados ojos, y antes de que Javi
doblara la esquina de nuestra calle ya le estaba siguiendo dentro de un pequeño
amigo que le ha seguido hasta calle Libertad. Allá he cambiado de compañero, en
este caso de compañera, una perra de raza pero abandonada. En ella hemos
llegado hasta la terminal de autobuses. Con el hocico pegado a la cristalera de
una tienda he visto cómo Javi dejaba la pantalla tecladora y luego de marcharse
hacia el parque. Mientras se comía un sanwchis de milanesa yo era un cruce de
labrador con pastor italiano y cuando se ha armado un par de pitillos para
escribir versos en su libreta era un qué se yo de pelos y orejas tiesas. A
media tarde se ha dirigido de nuevo hacia la terminal y ha tomado un vehículo
colectivo. En ese intervalo he podido distinguirle en una infinidad de
compañeros que se distribuían estratégicamente entre nuestro pueblo y el sitio
de los perros. Apenas un reflejo y sombra tras la ventana en movimiento, un
olor de fondo entre el asfalto, el humo, la hierba y los árboles. De pronto me
he reconocido en uno de los hermanos petizos poco después en Dama. Javi
recorría la calle donde vivimos una vez y yo aguardaba entrar impaciente en los
ojos de mi vieja compañera, Noa y sentir en mí su cuerpo cálido, su dulzura
innata y su valentía. Sin embargo al llegar a la casa he contemplado cómo Javi
abría la puerta del patio delantero y daba unas palmadas para avisar de su
llegada. Noa no ha aparecido como siempre para saludarle. Tal vez estuviera
deambulando por las calles, en busca de cualquier resto preciado y precioso. No
obstante no era; aunque yo he tenido que esperar toda la noche y la mañana para
descubrirlo.
Javi
salía de Joda rato después con uno de los hermanos humanos y otros humanos y
humanas. Sé que para él ha sido una noche maravillosa; tal vez con la astilla
febril y trágica que suponía entender lo que nunca quiso decirme y sin embargo
ahora. Sé que se divirtió de lo lindo, que bebió lo imposible, que se rió sin
amarguras, del tiempo, del amanecer y la esperanza, que besó unos labios y su
cuerpo se estremeció de placer en una cama ignota, que desplegó su ideología,
su alegría, y amasó pan par un horno extraño.
Pero a su regreso su olor, entre
tantos que se describen, me dice que mi amiga Noa, también su amiga, murió hace
unos días atropellada, callejera imperfecta e impura, cerca de la gran carretera,
y es por ello sus ojos son ya un enigma, y se niegan a ver nada más.
Día 481
(Duermo con Javi)
Estoy
triste y no sé qué hacer. Me he estado preguntando si se encontrará bien los
viejos amigos de nuestra tierra. Lucky, Yura, Naquel, Kubala. Javi ha sacado la
manta verde a airearse en una cuerda del patio, y como si sintiera mi angustia
y mi contrición, me llama ahora con él a la cama para acariciarme cariñoso y
susurrarme a la nariz: tú también eres
Noa, ya lo sabes; ella vive asimismo a través de ti. Vos sos todos los perros y
perras del universo profundo.
Día 482
(Carne mechada)
Javi
ha traído del trabajo un táper lleno hasta arriba de carne mechada. Hace mucho
que comía cerdo ni él tampoco. Los sabores nos han cargado de nostalgia y
recuerdos. Los recuerdos no engordan, pero la nostalgia sí. Por ello tanto Javi
como yo hemos ganado algún kilito.
Día 483
(La espina dorsal del barrio)
Hoy
durante el paseo hemos recorrido la espina dorsal del barrio. Esta no es la
calle más grande, ni siquiera es una de las que están asfaltadas. Sin embargo
en esta calle, porque es sin duda una calle aún cuando no lo pareciera por
momentos y vacíos, fluye la vida, desde un centro neurálgico, compuesto por un
racimo de casas pobres donde viven unos humanos que organizan la murga musical,
en aquel galpón en el que Javi ya ido alguna vez a tocar el tambor, hacia el
resto del pueblo. Alrededor de estas casas hay un parque con un par de potreros
con porterías de madera. Varios kioscos y despensas se amontonan en una
esquina, porque de cuando en cuando la fiesta nace acá y montones de humanos se
juntan para celebrar. Tal vez sea el lugar del mundo donde existen mayor número
de perros callejeros. Pareciera que quisieran competir mis hermanos y hermanas
con las pulgas que los acechan y para repartirlas ellos se reproducen. Esta
calle de noche es también la más peligrosa y pocas veces nos hemos atrevido a
adentrarnos en ella después del atardecer. Esta tarde el galpón se encuentra
lleno de humanos y mientras Javi toca y disfruta con la murga, yo busco restos
de comida en los distintos montones de basura de las veredas. He olido en los
pensamientos de Javi que la murga se está preparando para un acontecimiento que
pronto sobrevendrá. Los humanos quedan así después del trabajo para ensayar.
Hay humanas vestidas con trajes de colores y bailan los ritmos de acá, la samba
porteña y el candón uruguayo. A Javi le gustaría formar parte de la murga pero
no lo tiene fácil, aunque le dejen tocar pues siempre falta alguno de los
músicos. Para conseguirlo tendría que estar casado con alguna mujer de acá, o
ser hijo de alguno de los músicos.
Los
tambores suenan en la Chechela y levantan el ánimo de sus habitantes. Los
árboles se adormecen con el ocaso y cientos de pájaros sobrevuelan las casas en
dirección al río enorme. La espina dorsal lleva su impulso desde el cerebro
hacia las extremidades. La música es luz, cuando el aire se electrifica y una
multitud de perros, a coro, se ponen a aullar.
SEMANA 69
Día 484
(El concilio de la sangre)
Sin
la pantalla tecleadora, Javi se dedica a escribir en su libreta y a leer
libros. Cuando ha regresado del trabajo hemos ido a pasear por la villa, casi
hasta el río enorme. Los días más largos nos lo permiten, y el olor de las plantas
y de los árboles, henchidos de flores y frutos, es un misterio que escapa a mi
nariz. Los ojos de Javi brillan contemplando el paisaje verde. Algunos caballos
pastan tras un cercado y se escuchan las sirenas de los barcos que surcan las
aguas. Javi ha llegado más tarde de lo habitual y un aroma extraño se
desprendía de su cuerpo.
Ahora,
ya en casa, se cambia de ropa y compruebo que se ha pintado nuevamente en el
brazo. Prepara el jabón y la crema y por momentos su mirada me busca con
complicidad. Me llama y me muestra el concilio. Me veo a mi misma en su brazo,
perra callejera, linda, compañera, incondicional, fiel y poderosa.
Por
primera vez en mi vida siento que mis emociones me trascienden, y mientras
muevo como la perra que soy el rabo de la alegría, mis ojos se desbordan de
lágrimas humanas.
Día 485
(El árbol de espirales)
Se
abre la puerta de casa y después la del patio. Javi me silba y se agacha para
abrazarme sonriendo. Su olor, sus pensamientos y otras señales, me advierten
enseguida de lo ocurrido. Es mediodía y no debería estar aquí, sino en el
trabajo. Mi mente hurga en sus gestos y mi nariz acaricia sus recuerdos. Uno de
los humanos especiales ha empujado con fuerza la puerta de un taller y le ha
pillado el dedo. Javi se retuerce de dolor y comprueba que el dedo cuelga por
un segmento de piel. La sangre gotea de camino a la enfermería. Con rapidez sus
compañeras le auxilian. Sus jefes llaman a la ambulancia. Rostros que se apuran
en agilizar su socorro, en tanto Javi trata de mantener el buen humor y la
calma. La ambulancia llega con rapidez. El médico decide trasladarle al
hospital, aunque primero pregunta quién se hará cargo de los gastos. Sus jefes
no dudan. Lo justo es que sean ellos quienes se encarguen y así sucede. Javi no
tiene obra social, y por tanto carece del derecho gratuito a la atención
sanitaria. Acá, en esta tierra pródiga y desigualitaria, como tantas que
existen, como en la nuestra también ahora, Javi continúa su lucha por
convertirse en ciudadano. Por ahora sigue siendo un expatriado voluntario,
alguien que decidió venir a probar suerte. Pero la suerte es como los humanos,
unas veces sonríe y otras se torna grave. En el hospital le hacen radiografías,
exploran la herida, la limpian. El dedo está fracturado, con lo que no le
pueden coser. Le vendan, le entablillan para reprimir el movimiento libre y le
ponen una vacuna contra el tétanos. El dolor cede al efecto de los primeros
analgésicos y aunque Javi desea regresar al trabajo, pues tiene sus razones.
Una de sus jefas, que le ha acompañado todo el tiempo, le quita la idea y le
trae a casa.
Veo
a Javi prepararse un armado. Los vecinos humanos le preguntan y se apresuran a
prepararle algo de comer. La familia improvisada no aguarda su conformidad,
simplemente actúa, con cariño y atenciones. Javi se emociona y cierra el
círculo. Sabe que lo mejor es dormir y situar su mente y su cuerpo en el
descanso.
Tumbada
a sus pies, en la cama, huelo sus sueños y las imágenes se suceden. Javi camina
por un sendero ascendente de una montaña desconocida. Al alcanzar la cima se
sienta en una roca y despacio se quita el vendaje que cubre su dedo. En el
cielo hay nubes oscuras de tormenta y los truenos anuncian una tormenta
próxima. Al destaparlo, el dedo presenta un aspecto terrible. Está hinchado,
ennegrecido, infectado, y gotea sangre y pus, Javi lo alza hacia el cielo y un
rayo cae sobre él para curarlo. La cima se ilumina y Javi respira aliviado. La
herida en su dedo se encuentra sobre la misma cicatriz que tanto tiempo ha
estado sanado y que durante dos años ha ido retrocediendo. Aquella vieja
cicatriz que Javi siempre concedió un aspecto emocional, pues tiene la creencia
irracional que representa sus desamores. Por ello, en más de una ocasión, ha
querido cortarla con su navaja.
Javi
despierta y en su reencuentro con la realidad sonríe. La vida, de acuerdo con
sus expectativas, ha logrado que el humano especial cerrara la puerta para
violentar aquella vieja cicatriz y crear una nueva. Era un resquicio de miedo
el que Javi sostenía en ella. Las estrellas distantes brillan ahora en el techo
de la habitación para salvaguardar la verdad de su amor y su esperanza efímera
y fugaz. Javi está ebrio de optimismo mientras se levanta para lavar con
dificultad mi rostro en su brazo. Después se pone a escribir en su libreta y
todo concuerda con el nuevo sentido. Esta aventura nace una y otra vez. Si la
vieja cicatriz de su dedo encarnaba el miedo a la muerte, el desamor sublimado,
la nueva simboliza la regeneración y la libertad. El amor como posible, como
base del cambio consciente hacia la libertad del yo.
El
corazón le late en el dedo y le brillan muchos los ojos. En su libreta anota:
¿cómo transformar el árbol del escepticismo en un árbol colmado de espirales?
Día 486
(Absorbiendo)
Es
extraño pertenecer a la piel de Javi. Es algo más que metafísico y afectivo. Un
paso más en nuestro arraigo personal, en nuestra relación sincera. Ahora sé que
puedo ser un animal de poder, pero también entiendo que no soy el único. La
vida no se compone de elementos aislados. Todo forma parte de una conexión microscópica
que nos mantiene unidos. Las cuerdas se tensan y la luz se acelera. Ahora veo
que el tiempo, la libertad y el amor componen un cántico humano que es la conformidad
de todas las especies y seres.
La
tinta queda grabada, como las experiencias y las ilusiones. Javi y yo
absorbemos lo que vivimos, como la piel absorbe la tinta oscura. La piel del
recuerdo es la memoria. En ella está el conocimiento y el afecto, y como en las
paredes y abrigos de las cuevas, el arte mágico surge y se desarrolla.
Javi
se ha marchado al trabajo esta mañana. Ha dormido toda la noche y el dedo
apenas le duele. Co esto pretende rascar de lo negativo su fe, del trauma el
sueño inmóvil, mover sus intenciones, ficha, hurgar en las entrañas humanas, y
calibrar lo inverosímil y la mínima verdad si la hay. En otras palabras, Javi
ha ido a trabajar para demostrarse así mismo su fuerza, para no perder más
tiempo, para comprobar las verdaderas intenciones de sus jefes, para enfrentar
la burocracia con el cariño, la hipocresía con el afán.
Día 487
(Las raíces del árbol)
Javi
dibuja un árbol, sus ramas, mientras teclea, a la vez que yo correteo con Gos y
Oso por el patio, haciendo que los patos y las gallinas extrañas vuelen espantadas
por nuestro juego. Hoy no ha tenido que ir a trabajar, y en su descanso
evoluciona la creatividad
En
su pantalla aparece un título: el árbol del escepticismo, que es una especie de
selección de sus viejos poemas. Yo me acerco por la puerta con un hueso en la
boca y tumbada en la manta verde le huelo hacer. Ahora escribe con letras
grandes: El árbol de espirales. Y como si fuera una casa, su mente se asienta
en las raíces afectivas y conforma el principio de su inventario.
ALFONSA
No llegué nunca a conocerte
pues la muerte te llamó temprano
qué extraño fue sentir tu cariño
tras el cristal de una foto vieja
y más
tras las palabras de
aquellos que dejaste.
fuiste una mujer valiente
como tantas mujeres de tu tiempo
con la olla solazabas la magia y la miseria
y con la hoz construías el sustento insuficiente
cuántas penalidades remendaron tus agujas
y cuantos sueños perdidos
abuela Alfonsa
de tus ojos saqué el brillo
y de tu
voz poderosa la paz.
JOAQUÍN
Por tu caminar despierto
por tu sonrisa cercana
porque me enseñaste del pasado la grieta en el muro
del porvenir el círculo
luz que lo atravesaba
y cómo derribar ambos
siempre fui como tú
tuerto y optimista
porque nunca te oí queja alguna
porque fuiste un rebelde amable
campesino consciente de su esfuerzo
desde la guerra miliciano
desde el exilio un sobreviviente más
quiero agradecerte la memoria
porque incluso al final
nos demostraste a todos tu entereza
porque cuando cumpliste ochenta y cinco te emancipaste
y con los noventa te convertiste en tesoro
todos ansiábamos que llegaras a los cien
pero nos olvidamos que era sólo cosa tuya
y de tu cuerpo gastado
abuelo Joaquín
tú no creías en cielos e infiernos
tú creías en la tierra bajo tu azada
y en aquella revolución social.
VÍCTOR
Fuiste hijo de la sierra
roble
pedregal
pizarra
y jara
vástago de las grandes nevadas
de la matanza del cerdo
de los prados y los rebaños comunales
de los bosques cubiertos de hojas
del hongo sabio y la cabra aviesa
de la trucha del estío
de la libélula y el águila
del mastín y del lobo
de los brotes y las huertas
de la miel y la mies tardía
de la jota y la bota de vino
del tambor y la guitarra
del trigo y la reguera
de la hoguera y la manta
del afecto natural y espontáneo
también del hambre
y de aquella armonía que tanto defendiste
abuelo Víctor
ahora descansas en su seno
ya eres pasto
flor y retama
ascua
arroyo
y cante.
ANTONIA
Cuánta vida puede entrar en un puchero
cuánto amor improvisado
nunca efímero
cuanto cariño remendado en lana
cubierto de ilusiones
tendido en una cuerda de viento
doblado en los armarios
entre la leña y las lechugas
cuando era niño me gustaba echarte un pulso
aunque no te ganara
cómo olía la cocina a rosquillas
a tortas de anís
a cocido serrano
a judías pintas con chorizo casero
cuando tus manos labraban en la chimenea un hueco
cimentando la felicidad de todos
cuando salías a la calle a buscarnos
o mirabas hacia la sierra
recordando cuando de pequeña te tocaba subir allá
a llevarle a tu padre un pan
o a buscar el chivo huérfano
abuela Antonia
llenaste mi alma de olores y gestos
cómo decías medecina y mese
y tu tenaz escepticismo hacia los políticos y los aviones.
Día 488
(Panadería: el trébol)
Doblando
la esquina de nuestra calle y siguiendo apenas una cuadra: una carrera insomne
al alba, antes de que Javi marche al trabajo, está la panadería del trébol. No
tiene cártel que lo atestigüe, pero en una de sus paredes un dibujo lo señala.
Una hoja que son cuatro, verde desgastada. Es el mismo trébol que luce la pared
de un bar en la calle donde Javi creció, allá en nuestra tierra. No es una
casualidad, sino una conexión cósmica.
A
la misma hora, cuando el sol asoma desde su agujero, el panadero sale con un
saco de pan duro a la puerta, y entonces los perros nos disputamos la primera
comida del día. Antes no era capad de emprender esta lucha. Mis compañeros me
rechazaban y sentía miedo. Me mostraban los dientes y yo metía el rabo entre
las patas. Ahora soy una perra más del barrio y me sumerjo en su suerte del
trébol con confianza.
Escucho
el silbido de Javi y es señal de que ya se marcha. Los pájaros aguardan en las
ramas y tejados las migas prodigiosas. Oso me mira fijamente, y después de
desafiar al perro más grande, agarro un trozo de pan clandestino y corro de
vuelta a casa apuntando la trayectoria con mi hocico.
Día 489
(El buen presagio)
Hoy
Javi se ha despertado esta mañana con un buen presagio. No recordaba su último
sueño, pero yo desde la manta verde lo he olido con toda la claridad. Besaba a
una humana linda en la orilla del río enorme, y la luz de sus besos era tan
suave, que parecían formar parte del agua. Sé que ahora, su sonrisa, forma
parte del augurio, y ya se prepara para salir al pueblo, ya prepara el termo,
el mate, la pajita metálica, la libreta y el lápiz, ya le brillan los ojos y el
corazón le late, ya está dispuesto a recolectar la libertad en esta nueva
realidad que nos ciñe.
Día 490
(Resumen provisorio)
Lo
cierto es que el avance continúa, que la evolución marca sus premisas, por más
flases y sombras que acontezcan, aunque a veces parezca que unos hilos
invisibles impidan el movimiento y la paz.
Como
siempre, suceden cosas buenas y también malas. Lo importante es que las malas
no sesgan nuestro porvenir y que las buenas componen los peldaños de una
escalera maravillosa. Yo estoy pegada a un destino mutante y humano, soy el eco
de un instinto tenaz, la voz de un deseo extraviado. Javi no cesa en sus
ideales, y mientras lucha por cambiar el sistema, sufre, pero sin dejar de
construir estructuras alternas, contagiando a sus prójimos próximos. Los
accidentes se convierten así en energía, la frustración en terapia para los
miserables, la esperanza en un bifé con papas y choclo, y la nostalgia impositiva
en versos cargados de agradecimiento.
Siento
que Javi se equilibra. Retorna a las primeras sensaciones de este viaje
improvisado, y aguarda a que el trabajo y el esfuerzo den sus frutos, como los
árboles aguardan la lluvia en primavera para percibir el inicio de un nuevo
ciclo de vida en su interior.
SEMANA 70
Día 491
(Soy perra de acá y allá)
Hoy
he escrito mi primer poema. Supongo que no seré la primera perra que lo hace. Y
como no sé escribir, he tenido que convencer a Javi para que me ayudara.
Cuando
ha llegado del trabajo parecía cansado y tal vez por ello el paseo por el
barrio ha sido más corto de lo habitual. Ha sucedido después. Javi leía fumando
y sentado en una silla del patio. Yo permanecía tumbada aprovechando los
últimos rayos del sol que dan hacia el fondo, junto al galpón. Nuestra vecina
humana con gafas recogía la ropa de las cuerdas. El cielo se llenaba de nubes
densas, anunciando lluvia.
De
pronto he sentido la necesidad de decir algo, y entonces Javi me ha mirado.
Durante ese instante mágico Javi ha sentido también mi necesidad, nuestras mentes
se han unido y las consecuencias han sido prometedoras. Javi ha ido a casa a
por su libreta y se ha sentado de nuevo para escribir. Yo ya sabía que su
mirada podía ser un embudo, pero nunca tan cercano. Simplemente hemos convenido
ambos terminar con el vacío y la distancia. Javi describía así mis pensamientos
y emociones.
Soy perra de acá y de allá
no me rige más destino que mi corazón libre
-pues mi nariz
aprende, lucha y participa-
de acá
porque me alimento de esperanzas
flacas
de allá
porque no me olvido de aquello que perdí
Día 492
(Ramales y diques)
La
tormenta primaveral descerraja las nubes cielo y todos los baldes del patio se
llenan hasta arriba.
Javi
ha regresado del trabajo empapado, con una bolsa envolviendo su mano, para que
el dedo entablillado no se le mojara, y después de cambiarse de ropa, de
ponerse las botas de agua, el chubasquero, y ajustar la bolsa de su mano, nos
hemos dirigido a través de la villa hacia el río enorme. El barro nos
embadurnaba y la lluvia arreciaba en el camino. Javi tenía en sus pensamientos
alcanzar los primeros canales y tras cruzar un puente de hierro, llegar hasta
el brazo principal del río.
Nuestro
pueblo se encuentra cerca de un delta inconmensurable. Bajo la tierra que
pisamos corren otros ríos, siendo esta tan sólo un remanso de sedimentos
antiguos. Hace cientos de años, probablemente también nuestra calle y nuestro
barrio formaría parte de otro ramal del río, que en toda esta zona se parte en
miles de brazos para terminar descargando sus aguas en el río de la plata y con
él en el océano. Desde más al norte de nuestro pueblo, y siguiendo la costa
hacia el sur, el río enorme está sujeto por diques, diques que se construyeron
para dominar su empuje y que las lluvias de la primavera a veces quiebran. La
tierra entonces se inunda y se sumerge como antaño. Estas condiciones
consecuentes la convierten en un universo fértil, donde los árboles, las
plantas y los cultivos hallan su mejor porvenir. Por ello acá, el verde es
constante y los frutos pródigos.
Después
de avanzar con lentitud y de salvar un denso cañaveral salpicado de ceibos y
ombúes, escuchamos el tremendo estruendo. Yo me asusto y permanezco a cierta
distancia. Javi se enciende un cigarro en la orilla y sonríe. El río enorme es
una serpiente infernal que arrastra troncos y estructuras con una velocidad
vertiginosa. Ningún barco se atrevería a navegar con esta corriente, sin embargo
algunos humanos de la villa, arriesgando sus vidas, se afanan en comunidad para
rescatar algún oxidado tesoro removido por la fuerza del fondo. Lo que saquen
lo venderán mañana, a peso, en la herrería más cercana. Javi se acerca en
silencio y agarra una de las cuerdas. Algunos humanos le miran y otros le
tienden la mano. El río enorme ruge y se estrella, obviando los diques y los
canales que trataban de someter su libertad; libertad que nace del número
individual de gotas y de su sola trayectoria en común.
Día 493
(Las curas)
Javi
se cura del su dedo y con él también de las adversidades. El optimismo ha de
nacer espontaneo, no como exigencia impuesta o conformidad, y morir en el fuego
sin dolor. Ha ido hoy al hospital, y parece que la fractura cierra bien y que
la herida se lleva otras heridas. De nuevo se lo han entablillado y ahora ya en
casa lo cubre de yodo y esperanzas.
El
cuerpo tarda menos en curar que el espíritu. No obstante Javi se apura mientras
lee:
A veces, en los sueños, en las fantasías, o
cuando el individuo se halla en estado de ebriedad, puede aflorar algo del yo
original, sentimientos y pensamientos que no se habían experimentado en muchos
años. A veces se trata de malos pensamientos o de emociones que fueron
reprimidas porque el individuo experimentó miedo o vergüenza. Otras, sin
embargo, se trata de lo mejor de su personalidad, cuya represión fue debida al
miedo de exhibir sus sentimientos, susceptibles de ser atacados o ridiculizados
por los demás.
Y
antes de que estos pensamientos se acomoden demasiado, se arma un pitillo de
yerba y se traga dos pastillas, y se pone delante de la pantalla para seguir
corrigiendo su sueño.
Día 494
(Nuevos problemas tecnológicos vs soluciones dialécticas)
La
pantalla tecleadora se ha vuelto a romper. Javi la sacó de la tienda apenas
unos días atrás, a la espera de que traigan la pieza que consiga hacerla de
nuevo funcionar. Por ello se ha puesto a escribir en la libreta, con los ojos
brillantes, y como la lluvia caía de vuelta sobre el pueblo, no hemos podido
salir de casa.
Yo
me he pasado las horas de la manta verde al patio, y Javi de la mesa a la
entrada. El vecino humano del fondo ha venido al mediodía para fumarse con Javi
un armado y ver cómo se encontraba. Cuando se juntan para fumar y hablar
siempre terminan riéndose, pues aunque nacieron en tierras lejanas y
desiguales, sus sentimientos y sospechas se asemejan. Se cuentan sobre el mundo
humano que cada cual vivió y asimiló. Este intercambio es fluido. Javi entiende
sobre las cuestiones de acá y el otro descubre que las cosas allá no son muy
distintas. Por suerte para ambos lo que ocurre es enriquecedor. Por suerte la
humanidad no es aún un trance frío y hermético donde una imagen en la pantalla
sustituye a la caricia y el mensaje momentáneo a la palabra y el gesto
momentáneo que oculta su mentira o su verdad.
Javi
ha vuelto esta tarde después de pasar unas horas fuera. Un nuevo animal
comparte conmigo su brazo. La tinta graba en él su segundo animal de poder: un
caballo. Camarón, el migue, la Santa Muerte, yo, y su sueño del mañana: la
terapia con caballos, que se acerca de a poquito. Aún queda por asimilar la
libertad, pero en su piel todavía queda bastante hueco.
Día 495
(Nuestro pueblo se llena flores)
Hoy
han estado tirando petardos…Uff… Las fiestas del pueblo acaban, y también las
murgas y desfiles. No me he podido meter temblando bajo el galpón del patio o
la cama de Javi porque nos ha pillado en medio de una tempestad humana, recorriendo
las calles del pueblo. Javi echando fotos: en el jardín japonés y la plaza, en
el parque de la estación y las veredas coloridas, entre puestos de artesanía y
de comida. Yo con el rabo entre las patas y cara de contrariedad. En el mercado
de la flor -yo me he tenido que quedar fuera- Javi ha estado maravillándose con
las innumerables especies de flores que cultivan las diferentes asociaciones de
viveros que participar en la exposición. Mientras él lo hacía, yo me he buscado
un agujero en un caño, y como los petardos seguían y seguían, Javi ha tenido
que gritarme mal para hacerme salir.
Todos
los humanos llevaban alguna maceta o ramo de flores en sus manos. Javi ha
comprado una orquídea de color blanco y se la ha regalado después a la humana
vieja al llegar a casa. Luego él se ha vuelto a marchar. Por seguirle en los
ojos de varios compañeros con los que se cruzaba le he visto entrar en la misma
librería a la que fue aquella vez para el café literario. Le encanta ir porque
hablan de muchos escritores argentinos, chilenos, uruguayos que no conoce. Hoy
ha leído un texto con el ánimo de expresar a estos nuevos amigos humanos los
sentimientos que dibujan nuestro porvenir acá.
En toda mi vida he estado más nervioso que
ahora. Recuerdo nítidamente otros momentos en que la incertidumbre me tocaba el
pensamiento pero nunca como hoy. No hay disfraz ni máscara posible para mi cara
despierta ni reposo para mi corazón acelerado. Trece horas en avión a Buenos
Aires, para llegar con el atardecer, para contemplar los millones de luces
artificiales y la gran urbe que se extiende por la desembocadura del Río de la
Plata. Y sentir sin disimulo la zozobra del aterrizaje, la intensa alegría de
haber dejado atrás el mundo conocido en el que el azar me precipitó. Es al mismo
tiempo la elección de mi voluntad libre y la asimilación de que algo se está
derrumbando por lo momentos. Porque, como yo, millones de personas tienen que
abandonar su tierra en busca de trabajo.
Mi abuelo me decía
siempre aquella frase de que el trabajo dignifica al hombre. No me he
considerado indigno estos últimos años que no trabajé, o precisamente porque
decidí no trabajar en la precariedad me considero un indignado más. Digno es
querer sobrevivir, luchar por algo o por alguien, mejorar el conjunto,
compartir cada avance. Por otro lado, a tan prematura frase de mi abuelo,
habría que añadir que no sólo dignifica el trabajo al hombre sino también a la
mujer.
En la aduana comienzo
a distinguir mi nueva condición de emigrante. Paso por la zona de extranjeros
de no-mercosur; me toman las huellas; me preguntan la dirección concreta donde
estaré hospedado, cuánto dinero llevo, y por dónde me voy a mover, como si
estas cuestiones fueran a abrirme a la realidad de un continente entero y
encima me permitieran responder firmemente. Digo una dirección, aprendida de
carrerilla de la tenue lista de mis contactos, ¿o era la de un Hostel de
Internet?, y de pronto estoy dentro, no con uno sino con los dos pies, con
noventa días de legalidad efímera que mi cerebro y mis manos habrán de dilatar
hasta que todo gire y se reencuentre. Comienzo a atenuar mis sentidos y a
recoger algunas diferencias palpables: los acentos, los rostros indígenas
agitados entre las razas occidentales, los criollos, los otros negros, las
marcas publicitarias -aunque algunas sean semejantes-, la moneda, los prefijos,
y ya después los paisajes, los árboles, los edificios, el color reciente, la
expectativa dorada, la distancia sobre todo, todos los sentimientos
adelantándose a la razón para crear un pequeña burbuja de ilusión, frágil pero
segura.
Una
humana le ha regalado un ramillete de azaleas y le ha dicho con una sonrisa:
bienvenido amigo. Javi se ha echado a reír. Ahora, tumbado sobre la cama y
oliendo el ramillete, Javi recuerda su respuesta: Gracias che!... Más vale
compañera… por romper la burbuja.
Día 496
(Una tortilla descomunal)
Después
de regresar del trabajo Javi se ha puesto a hacer una de sus tortillas. Hace
tiempo que no lo hacía y esto quiere decir que está feliz. Ahora bate los
huevos, media docena, pues la patata y la batata ya forman en la satén un
conglomerado dorado, y a lo batido le añade pimiento, cebolla, chorizo y mozarela.
En un cazo termina de mezclar los ingredientes y limpia la sartén con papel
justo antes de volcar en ella el resultante. Todo lo demás ocurre enseguida. La
tortilla se hace por debajo en unos cuantos segundos y el plato y el giro
logran que en otros cuantos la tortilla se culmine. Queda redonda, imperfecta y
descomunal, colmando la sartén hasta el borde, esperando enfriarse un poco,
previamente a reposar en el plato y semejar a una luna amarillenta.
Sé
que esta tortilla no es para mí, que será para bocas humanas. No obstante su
olor es un estímulo, una delicia cargada de cariños y gratitudes.
Día 497
(Dos poemas trascendentes)
Cuando
Javi ha regresado del trabajo hemos ido a dar un paseo por la villa. Podía oler
en los pensamientos de Javi la madeja de palabras que ya le envolvían. Al
llegar a casa, se ha sentado en la puerta con su libreta, el lápiz y un cigarro
y se ha puesto a escribir. Sus ojos se llenaban de brillos mientras trazaba el
tronco del árbol. El sol caía sobre las copas y tejados y en el cielo
comenzaban a asomar las primeras estrellas distantes.
MANOLO
Como quisiste ser torero
pudiste dar varios capotazos al destino
conservar ese aire sencillo al natural
y trastear contra el patrón y los despidos
contra los decretos y las indemnizaciones
contra las malas faenas y las cornadas
como lo de torear no cuajó como esperabas
fue la fábrica tu coso
y tu encargado la mula ciega
si el empresario sacaba un pañuelo blanco
tú entendiste que lo hacía por el toro
que tu arte llenaba sus bolsillos
y que por más años y esfuerzos
tu gloria acabaría en la sindical
me alegra que
lograras reponerte siempre
y que tu rostro honesto me acompañara en tantas lidias
para mi fuiste un maestro imprescindible
aunque tuvieras que cortarte la coleta antes de tiempo
y dejar el capote en el maletero
de aquel Renault12 inolvidable.
TOÑI
Aunque te pienses la maga del trapo
mamá
y padecieras mil tormentos con mis trazas
aunque tengas la manía de comunicar tus deseos al revés
justo
y te sumerjas en todos esos programas sensacionalistas
tras los que te escondes
aunque sigas viéndome para siempre como un niño
o porque sigo viéndote yo
doblar con tanta ternura mis calcetines
eres tantísimo más
madre competente y preocupada
sabia con las cuentas de la casa
generosa de principios hasta el fin
diputada de las cortes del apego
funcionaria del bienestar público
maestra de mis juegos y mis afectos
portavoz de tantos valores
y angustias
agitadora de las carnicerías
rebelde en las fruterías
y en cualquier sala de espera de hospital
artesana del fregasuelos y del cubo
virtuosa del estropajo y la lejía
terapeuta del abrazo y el suspiro
de los platos rebosantes
corazón maravilloso prendido de un amor con condicionantes
felizmente extintos
tus manos pueden verter hoy todo lo que hiciste
y fregar las impurezas que tocan
pero tus ojos escapan al destello
y brillan limpios en el dulce cosmos de tu cara.
Dos
poemas trascendentes han salido de sus manos. Ahora, tumbada en la vereda, observando
cómo algunos perros se pelean en la esquina de nuestra calle, puedo sentir en
mi nariz una alegría desconocida, fruto del entendimiento y del respeto. Javi
me llama y me caricia sonriendo las orejas. El aire huele a promesas y
bienvenidas.
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