eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 17 de septiembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 15)

Día 99

(Recuperamos la comunicación)

La buena onda atrae la suerte y el optimimismo transforma la realidad. Mi olfato me advierte de estas cosas, como me advierte del rastro impreciso y del aroma oculto tras otro aroma. No podemos engañar a la verdad y para ser francos, en esto los perros aventajamos en mucho a los humanos, que se deslizan o despistan reflexionando sin entender que tiene ante sí todo lo que buscan.

Javi ha regresado del trabajo y se ha ido montado en la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Hoy de nuevo ha debido de irse para poder hablar con los suyos y hoy los astros estaban con él quizá porque el aguardaba que todo ocurriera bien y que si no tampoco había que dramatizar y desamortizar directamente a la vida. Cuando ha regresado le brillaban mucho los ojos, tanto que deslumbraban, y ha estado montando a caballo, tecleando, leyendo, limpiando la casa chabola, saludando a los bichos, contemplando el paisaje aunque no recuerdo el orden. Mi día ha sido simple. Mucho tiempo atada y sin nada qué hacer, aunque con el calor que ha hecho me hubiera pasado el tiempo igual debajo del camión, a la sombra y bebiendo agua del cubo. El calor acá es húmedo y dan ganas de quitarse el pelo y de rebozarse por los charcos como hacen los gansos y los patos. He estado viendo cómo las ratas escarban nuevas formas de meterse en nuestra casa y como lo recuerdo esta noche las voy a esperar para cazarlas. Igual Javi me da un premio si cazo alguna, aunque no dejo de pensar continuamente que también son nuestras hermanas.

A media mañana ha venido una familia de humanos y con otros humanos han estado removiendo con una enorme máquina la tierra y han colocado unos palos en el suelo. Javi ha estado hablando con uno de ellos al mediodía y se han fumando un cigarro mientras la máquina obraba el prodigio y los cachorros humanos trepaban por los árboles imponentes.

Estoy muy contenta cuando Javi llega por la tarde y me suelta de la cadena y puedo correr libre por la pradera con todos mis nuevos amigos. Ya no me dan ganas de atacar a las gallinas y ni los burros ni los pájaros de colores me persiguen a mí. Poco a poco nos vamos acostumbrando y adaptando unos a otros y el ecosistema se sostiene por sí mismo. Todos somos importantes y velamos por los demás.

Hoy ha sido especial porque Javi, después de cerrar a los animales, ha sacado del cercado a los perros flacos que corren como el viento. Siempre están encerrados y sé que Javi sufre por ello. No obstante lo ha hecho y al principio parecía que se iban a escapar. Sin embargo luego de precipitarse contra mí, y de ladear velozmente toda la pradera, y de revolucionar y de maravillar con su habilidad a cuantos humanos los han visto, han regresado dóciles y con la lengua fuera al llamado de Javi y sin duda porque éste sujetaba un tacho de comida.

Esta noche hay muchos mosquitos atraídos sin duda por la luz de las bombillas de nuestra casa-chabola. Pero su optimismo no me gusta; les quema. Es mejor disfrutar con tranquilidad lo bueno que viene y con lo malo, tener paciencia. Hoy Javi ha recuperado la comunicación, no sólo con los suyos, sino con todo lo que le rodea. Y por eso ahora me manotea feliz persiguiéndome entre los árboles imponentes mientras huelo nítidamente su alegría y la luna extraña nos alumbra.



Día 100

(Recapitulación)

Como si darnos cuenta llevamos cien días de esta aventura. Lo sé porque Javi ha celebrado este día señalado de múltiples formas, consciente e inconscientemente. Primero, esta mañana se ha levantado más tarde y se ha afeitado. Segundo, porque ha puesto doble ración de pienso, maiz, comida en general a todos los bichos, incluídos Negro y yo. Tercero porque ha desayunado como si estuviera acompañado en espíritu por los suyos pues los llevaba brillando en la mirada, cuarto, porque cuando ha venido de trabajar ha tachado otra jornada del almanaque de la nevera y se ha marchado montado en la bicicleta por la gran carretera hacia arriba para ver por la pantalla con su familia y amigos, y quinto, porque cuando ha regresado no ha hecho otra cosa que teclear y teclear.

E imagino que aquello que tecleaba tenía que ver con nosotros dos cuando volábamos en las tripas del enorme pájaro de hierro, aún algo tristes por las despedidas, e ilusionados por que sentíamos sin saber, o nuestra llegada acá, la primera noche de incertidumbre, nuestra llegada al día siguiente al sitio de los perros, Noa, el humano que vivía con nosotros, el de al lado, sus cachorras, los perros callejeros de nuestra calle, Romeo, los hermanos petizos, el Jefe, los humanos y humanas que pasaban por casa, las tiendas, los entresijos cotidianos, los nervios, las alegrías, los desencantos, el esfuerzo de Javi, mis escapadas, los miedos superados, los optimismos, la gran ciudad, el parque, el río enorme, los pájaros verdes y las lagartijas que huelen a sal, el frío, el calor, la humedad, las tormentas increíbles, Javi regresando un buen día oliendo a humanos especiales, los vaivenes, todas los acontecimientos y anécdotas vividas, y luego la decepción, la desesperación, las necesidades emocionales, nuestra fuerza para seguir juntos como siempre, hasta que de pronto estábamos aterrizando otra vez en esta pradera, en nuestra casa chabola, con nuestros nuevos amigos, continuando y ya.

Javi seguro que hará una mejor y más amplia recapitulación de todos los sucesos. Los perros, aunque no es del todo cierto, como dicen, no tenemos mucha memoria. Él se acordará seguro de muchas otras cosas y entre los dos jamás dejaremos que se borren. Mi día ha sido tranquilo, uno más. Me basta entender que Javi está contento, correr libre con Negro cuando nos sueltan de la cadena. Dar algún susto a algún pato o una gallina, tratar de cazar a los animales extraños que habitan bajo la montaña de palés, marcar con orín el tronco inconmensurable de los árboles imponentes, defender nuestra casa-chabola de las ratas o contemplar las estrellas con Javi. Javi, para ser humano en verdad necesita poco más. Pienso que cada día somos más y más parecidos, nuestros corazónes y cerebros se confunden y entremezclan.

Ahora Javi lee tranquilo sobre la cama y yo estoy tumbada a sus pies; ¿o soy yo quien lee sobre la cama y es Javi quien se encuentra tumbado a mis pies?...





Día 101

(Los humanos especiales)

Hoy todo se ha ido de vuelta. Antes de que Javi se fuera a trabajar, mientras se aseaba, me he escapado de la pradera y me he juntado con otros dos perros que viven en los campos de flores que nos rodean en los que trabajan unos humanos pequeñitos y morenos. Hemos marchado hasta las grandes fábricas del fondo y cuando me he querido dar cuenta de lo que había hecho Javi me estaba silbando y llamando angustiado junto con algunos otros humanos, al parecer compañeros de su trabajo. Yo no quería volver porque sabía que había hecho mal y me he metido detrás de un cercado. Javi me miraba suplicante y no sé porqué no le he hecho caso a la primera. Cuando por fin he decidido salir Javi ha tenido que llevarme a su trabajo y dejarme atada junto a una caseta en la que unas mujeres lavaban y tendían continuamente ropa. Creo que ya tenía que empezar en el trabajo y no le daba tiempo acompañarme a casa.

Pese a que la he liao no me ha regañado y los compañeros humanos de Javi me han tratado muy bien, acariciándome y dándome muchas cosas de comer. Todos olían igual que huele Javi todos los días cuando regresa. En esas he oído un grito humano que me ha resultado extraño, y luego otros, también voces y me llegaban olores que explicaban el olor tantas veces mencionado. De pronto he visto un humano sonriente detrás de una reja que saludaba continuamente con una mano mientras sonreía y cojeaba al caminar. Luego otro se ha comenzado a golpear la cabeza contra una pared, y otra humana se ha desnudado y ha salido corriendo, otro miraba parado a un punto fijo sin moverse hasta que alguien se lo decía y así otros tantos, cada cual con sus peculiaridades tan originales. Javi venía caminando con uno muy despacito, que semejaba que en cualquier momento se iba a derrumbar en el suelo y se han acercado a mí. El humano especial ha extendido su mano y me ha acariciado detrás de las orejas y se ha reído mucho cuando yo le he lamido la mano. Después Javi ha ido trayendo a otros y sus reacciones variaban desde el miedo, a la sorpresa o a la absoluta ilusión. Aunque eran humanos adultos parecían en cierta forma niños y asimismo ancianos, y su olor era una mezcla de estas dos entelequias. Me han gustado mucho porque en su olor se percibía una gran bondad e inocencia y ninguno ha tratado de hacerme nada.

Al mediodía Javi me ha conducido para casa y me ha atado con la cadena junto a Negro. Este me ha olido como para corroborar el mismo olor y casi todos los animales se han acercado oliéndome como tratando de adivinar mi aventura y descifrar este olor que trasmite en su mayor parte una gran paz. Yo me he pasado el resto del día meditando sobre estos humanos especiales y sobre el trabajo de Javi. Creo que Javi les cuida y les enseña, al igual que todos sus compañeros. Estos humanos no podrían valerse por sí solos y necesitan por tanto muchos cuidados.

Me alegro de haberme escapado y de haber conocido el trabajo de Javi, y en el fondo pienso que también él, porque hoy cuando ha regresado a nuestra casa chabola estaba verdaderamente contento y hemos dado un largo paseo por el camino que bordea los campos de flores. Me han gustado muchísimo estos humanos y juzgo que yo a ellos también. A ver si Javi se decide y lleva de nuevo a su trabajo algún día porque si no igual otra mañana voy a tenerme que escapar otra vez para que no le de tiempo regresarme a la pradera donde vivimos.





Día 102

(Preparativos)

Javi no ha ido a trabajar; le tocaba descansar, aunque se ha pasado todo el día sin parar ni un momento. Se ha levantado y ha desayunado. Ha sacado a los animales y ha limpiado las cuadras. Les ha echado de comer y se ha puesto a barrer y a limpiar la casa; cada rincón, cada objeto, llevando y sacando trastos de un lado para el otro y alzando mucho polvo, dejando por ello la puerta y la ventana abiertas de par en par. Después se ha puesto a clavar maderas por las paredes, para reforzar nuestra casa chabola. Hasta que no ha cerrado todas las grietas no se ha detenido. Luego tocaba pintar las paredes y las vigas. Ha estado haciendo dibujos de espirales y líneas trenzadas como a él le gustan y parecía disfrutar mucho porque se reía mientras sonaba en su pantalla la música que siempre escucha cuando está feliz.

Yo he estado todo el día tumbada a la sombra o tratando de cazar los animales extraños que viven bajo la montaña de palés. Los pájaros de colores hoy han estado más activos que otros días y a cada momento lanzaban sus chillidos sobre la paz que reinaba en la pradera.

Cuando caía el sol ha terminado Javi y estaba rendido. El paseo de hoy junto con Negro ha sido corto y no se ha montado sobre los caballos. Únicamente ha encerrado a los animales ha terminado de colocar algunas cosas en la casa y ha preparado la cena para todos. Luego ha estado tecleando un rato y se ha ido a dormir muy temprano.

No sé porque me da en la nariz que tantos preparativos van a traer un cambio o una sorpresa a nuestra casa-chabola. Conozco a Javi y tanto trabajo no lo haría por sí mismo. Ahora huelo sus sueños y le veo mirando las mismas estrellas distantes que hace un rato contemplaba en tanto apuraba un pitillo y sonreía. No se puede dormir; está nervioso, pero son nervios buenos. Y así sigo oliendo sus sueños, pues aunque se ha despertado no se diluyen.



Día 103

(Llega la primera estrella)

Estaba claro que algo sucedía. La alegría que me he llevado ha sido descomunal. Impensable la de Javi, al que le brillaban los ojos como dos ascuas que el viento tocara de repente.

Esta mañana Javi se ha marchado muy temprano después de hacer lo de todos los días; es decir, soltar a los animales El día estaba gris y comenzaban a venir algarazos de lluvia cargando el aire de humedad. Ha tardado unas horas, y cuando ha regresado no lo hacía sólo. Al principio no podía imaginar quién era, pero al distinguir su olor en la entrada de la pradera, su caminar, su figura y todo lo demás me he vuelto loca de alegría y he movido tanto el rabo que casi podía volar. Javi ha llegaba por sorpresa con Laurita, una de sus primas humanas, uno de sus amores profundos, un cielo palpable, una flor incondicional y maravillosa, una de esas estrellitas distantes que cada noche contempla mientras fuma y sonríe.

Y es que ha venido a visitarnos, espero que por muchos días. Así por la tarde han estado viendo tranquilamente todos los rincones de la pradera y la pequeña granja, justo después de hacer eso que los humanos hacen tan placenteramente, sin parar de besarse, sin dejar de mirarse un solo momento, sin permitir que nada ni nadie les socavara la pasión y el cariño, y han esperado tal vez a que la lluvia se animara y comenzara a formar charcos grandes en el suelo y a empapar a todos los bichos: caballos, burros, gansos, patos y gallinas, que al principio no les molestaba pero que cuando Javi les ha abierto las cuadras para que se refugiaran no se lo han pensado dos veces. Así ya no han tenido que moverse ni que inventarse otra realidad distinta que esta de permanecer juntos en la casa-chabola y en su entorno.

De este modo Javi ha estado enseñando el lugar a Laurita mientras Negro y yo andábamos a su lado y la noche ponía en el cielo al resto de las estrellas, las cuales no se veían primero por las nubes y segundo por el resplandor de que ha llegado con nosotros aquí.

Ahora Javi y Laura hablan y hablan porque se tienen seguro muchas cosas que decir, que contar, que compartir. Yo dormito sobre el colchón y me rasco continuamente porque me pica mucho. Creo que he agarrado pulgas de mis compañeros. Por un instante levanto los ojos y noto la felicidad de Javi flotando en el ambiente. El sonido de la lluvia golpea en la chapa en tanto Javi y su estrella se reencuentran las miradas y juntos sueñan.



Día 104

(Alegría en la pradera)

Después de despertarse, de desayunar, de amarse a cada segundo, y de darme un gran baño-susto para quitarme los bichitos y para dejarme tiritando de frío y desasosiego, Javi y Laurita se han marchado por la gran carretera hacia abajo, hacia la ciudad, y no han vuelto hasta después de comer, cuando de nuevo comenzaba a llover. Lo curioso es que han regresado por la carretera arriba, y oliendo a pizza, a parque y a gasolina. Han estado haciendo fotos a los animales y riéndose mucho todo el tiempo. Luego, como la lluvia no arreciaba, nos hemos metido en la casa chabola y Javi ha encendido la salamandra, pero como la madera estaba muy húmeda salía mucho humo revocado y hemos tenido que abrir la puerta para despejar el aire cargado.

Toda la tarde han estado charlando y riendo mientras que yo me la he pasado prácticamente durmiendo, ya rascándome menos, gracias al baño-susto, que tan poco me gusta pero yo sé que es efectivo. En la pradera todos los animales están alegres. Los patos y los gansos se bañan en las charcas improvisadas, los pájaros de colores enseñan a volar a sus crías en tantos que las que cazan tratan de agarrarlas, los caballos, los burros, el pony comen pasto fresco sin parar y el gallo, el pavo y las gallinas descansan bajo el camión entonando sus diversos cantos; hasta las ratas y los animales extraños que viven bajo la montaña de palés parecían disfrutar de la lluvia y del día gris, neblinoso, en el que los matices se animaban y resplandecían.

Ahora se están preparando para irse a dormir y juntos se fuman un pitillo en la puerta, abrazados, preguntándose si mañana dejará de llover y contemplando la silueta desdibujada y borrosa de los árboles imponentes.



Día 105

(Con Laurita sin salir de la casa-chabola)

Javi hoy ha soltado a todos los bichos y se ha marchado a trabajar. No ha limpiado las cuadras ni los dos corralones porque todo estaba lleno de barro y charcos por lo que se ha podido despertar más tarde. Ha hecho frío y no ha dejado de llover en todo el día. Yo me he quedado con Laura en la casa chabola y ha estado bien porque así no me ha dejado atada con la cadena bajo el camión y además, tanto Laura como yo hemos estado durmiendo casi hasta el mediodía. Javi ha venido varias veces a lo largo de la mañana y cuando ha regresado por la tarde se ha encontrado todo colocadito porque Laura se ha afanado en componer y limpiar la casa-chabola pues ayer se ensució de fango, polvo y humedad.

Después Javi ha estado cortando leña y ha encendido otra vez la salamandra. El calor ha comenzado a secar todos los objetos húmedos y hasta de las paredes salía vapor, señal de que todo se calentaba lentamente. Al final dentro de la casa-chabola se estaba muy bien y hemos estado muy a gusto, ellos dibujando en unas cartulinas blancas o amándose o escuchando música o comiendo y bebiendo abundantemente. Javi ha encerrado a los animales antes que otros días y luego se han puesto a fumar en la puerta contemplando los árboles imponentes y observando por vez primera las estrellas, ya que hace un rato que ha dejado de llover y el cielo se ha ido despejando.

Por la noche les he sorprendido cuando he aparecido con una rata en la boca tras cazarla al merodear cerca de la casa. Laura ha puesto cara de asco y Javi me ha felicitado con caricias y palabras amables, cargadas de emoción. No me olvido de que a los dos no nos agrada la muerte, pero las ratas tienen que aprender a respetar, y si tratan de entran en nuestra casa, ya saben lo que les espera. Como mi instinto ha satisfecho su consecución me he ido a dormir tan tranquila. Ahora miro cómo Javi y Laurita se besan entre las sábanas y dan rienda suelta a su amor. Amor y muerte. Vida que se despliega en esta aventura nuestra que prosigue sin descanso.

Día 99

(Recuperamos la comunicación)

La buena onda atrae la suerte y el optimimismo transforma la realidad. Mi olfato me advierte de estas cosas, como me advierte del rastro impreciso y del aroma oculto tras otro aroma. No podemos engañar a la verdad y para ser francos, en esto los perros aventajamos en mucho a los humanos, que se deslizan o despistan reflexionando sin entender que tiene ante sí todo lo que buscan.

Javi ha regresado del trabajo y se ha ido montado en la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Hoy de nuevo ha debido de irse para poder hablar con los suyos y hoy los astros estaban con él quizá porque el aguardaba que todo ocurriera bien y que si no tampoco había que dramatizar y desamortizar directamente a la vida. Cuando ha regresado le brillaban mucho los ojos, tanto que deslumbraban, y ha estado montando a caballo, tecleando, leyendo, limpiando la casa chabola, saludando a los bichos, contemplando el paisaje aunque no recuerdo el orden. Mi día ha sido simple. Mucho tiempo atada y sin nada qué hacer, aunque con el calor que ha hecho me hubiera pasado el tiempo igual debajo del camión, a la sombra y bebiendo agua del cubo. El calor acá es húmedo y dan ganas de quitarse el pelo y de rebozarse por los charcos como hacen los gansos y los patos. He estado viendo cómo las ratas escarban nuevas formas de meterse en nuestra casa y como lo recuerdo esta noche las voy a esperar para cazarlas. Igual Javi me da un premio si cazo alguna, aunque no dejo de pensar continuamente que también son nuestras hermanas.

A media mañana ha venido una familia de humanos y con otros humanos han estado removiendo con una enorme máquina la tierra y han colocado unos palos en el suelo. Javi ha estado hablando con uno de ellos al mediodía y se han fumando un cigarro mientras la máquina obraba el prodigio y los cachorros humanos trepaban por los árboles imponentes.

Estoy muy contenta cuando Javi llega por la tarde y me suelta de la cadena y puedo correr libre por la pradera con todos mis nuevos amigos. Ya no me dan ganas de atacar a las gallinas y ni los burros ni los pájaros de colores me persiguen a mí. Poco a poco nos vamos acostumbrando y adaptando unos a otros y el ecosistema se sostiene por sí mismo. Todos somos importantes y velamos por los demás.

Hoy ha sido especial porque Javi, después de cerrar a los animales, ha sacado del cercado a los perros flacos que corren como el viento. Siempre están encerrados y sé que Javi sufre por ello. No obstante lo ha hecho y al principio parecía que se iban a escapar. Sin embargo luego de precipitarse contra mí, y de ladear velozmente toda la pradera, y de revolucionar y de maravillar con su habilidad a cuantos humanos los han visto, han regresado dóciles y con la lengua fuera al llamado de Javi y sin duda porque éste sujetaba un tacho de comida.

Esta noche hay muchos mosquitos atraídos sin duda por la luz de las bombillas de nuestra casa-chabola. Pero su optimismo no me gusta; les quema. Es mejor disfrutar con tranquilidad lo bueno que viene y con lo malo, tener paciencia. Hoy Javi ha recuperado la comunicación, no sólo con los suyos, sino con todo lo que le rodea. Y por eso ahora me manotea feliz persiguiéndome entre los árboles imponentes mientras huelo nítidamente su alegría y la luna extraña nos alumbra.



Día 100

(Recapitulación)

Como si darnos cuenta llevamos cien días de esta aventura. Lo sé porque Javi ha celebrado este día señalado de múltiples formas, consciente e inconscientemente. Primero, esta mañana se ha levantado más tarde y se ha afeitado. Segundo, porque ha puesto doble ración de pienso, maiz, comida en general a todos los bichos, incluídos Negro y yo. Tercero porque ha desayunado como si estuviera acompañado en espíritu por los suyos pues los llevaba brillando en la mirada, cuarto, porque cuando ha venido de trabajar ha tachado otra jornada del almanaque de la nevera y se ha marchado montado en la bicicleta por la gran carretera hacia arriba para ver por la pantalla con su familia y amigos, y quinto, porque cuando ha regresado no ha hecho otra cosa que teclear y teclear.

E imagino que aquello que tecleaba tenía que ver con nosotros dos cuando volábamos en las tripas del enorme pájaro de hierro, aún algo tristes por las despedidas, e ilusionados por que sentíamos sin saber, o nuestra llegada acá, la primera noche de incertidumbre, nuestra llegada al día siguiente al sitio de los perros, Noa, el humano que vivía con nosotros, el de al lado, sus cachorras, los perros callejeros de nuestra calle, Romeo, los hermanos petizos, el Jefe, los humanos y humanas que pasaban por casa, las tiendas, los entresijos cotidianos, los nervios, las alegrías, los desencantos, el esfuerzo de Javi, mis escapadas, los miedos superados, los optimismos, la gran ciudad, el parque, el río enorme, los pájaros verdes y las lagartijas que huelen a sal, el frío, el calor, la humedad, las tormentas increíbles, Javi regresando un buen día oliendo a humanos especiales, los vaivenes, todas los acontecimientos y anécdotas vividas, y luego la decepción, la desesperación, las necesidades emocionales, nuestra fuerza para seguir juntos como siempre, hasta que de pronto estábamos aterrizando otra vez en esta pradera, en nuestra casa chabola, con nuestros nuevos amigos, continuando y ya.

Javi seguro que hará una mejor y más amplia recapitulación de todos los sucesos. Los perros, aunque no es del todo cierto, como dicen, no tenemos mucha memoria. Él se acordará seguro de muchas otras cosas y entre los dos jamás dejaremos que se borren. Mi día ha sido tranquilo, uno más. Me basta entender que Javi está contento, correr libre con Negro cuando nos sueltan de la cadena. Dar algún susto a algún pato o una gallina, tratar de cazar a los animales extraños que habitan bajo la montaña de palés, marcar con orín el tronco inconmensurable de los árboles imponentes, defender nuestra casa-chabola de las ratas o contemplar las estrellas con Javi. Javi, para ser humano en verdad necesita poco más. Pienso que cada día somos más y más parecidos, nuestros corazónes y cerebros se confunden y entremezclan.

Ahora Javi lee tranquilo sobre la cama y yo estoy tumbada a sus pies; ¿o soy yo quien lee sobre la cama y es Javi quien se encuentra tumbado a mis pies?...





Día 101

(Los humanos especiales)

Hoy todo se ha ido de vuelta. Antes de que Javi se fuera a trabajar, mientras se aseaba, me he escapado de la pradera y me he juntado con otros dos perros que viven en los campos de flores que nos rodean en los que trabajan unos humanos pequeñitos y morenos. Hemos marchado hasta las grandes fábricas del fondo y cuando me he querido dar cuenta de lo que había hecho Javi me estaba silbando y llamando angustiado junto con algunos otros humanos, al parecer compañeros de su trabajo. Yo no quería volver porque sabía que había hecho mal y me he metido detrás de un cercado. Javi me miraba suplicante y no sé porqué no le he hecho caso a la primera. Cuando por fin he decidido salir Javi ha tenido que llevarme a su trabajo y dejarme atada junto a una caseta en la que unas mujeres lavaban y tendían continuamente ropa. Creo que ya tenía que empezar en el trabajo y no le daba tiempo acompañarme a casa.

Pese a que la he liao no me ha regañado y los compañeros humanos de Javi me han tratado muy bien, acariciándome y dándome muchas cosas de comer. Todos olían igual que huele Javi todos los días cuando regresa. En esas he oído un grito humano que me ha resultado extraño, y luego otros, también voces y me llegaban olores que explicaban el olor tantas veces mencionado. De pronto he visto un humano sonriente detrás de una reja que saludaba continuamente con una mano mientras sonreía y cojeaba al caminar. Luego otro se ha comenzado a golpear la cabeza contra una pared, y otra humana se ha desnudado y ha salido corriendo, otro miraba parado a un punto fijo sin moverse hasta que alguien se lo decía y así otros tantos, cada cual con sus peculiaridades tan originales. Javi venía caminando con uno muy despacito, que semejaba que en cualquier momento se iba a derrumbar en el suelo y se han acercado a mí. El humano especial ha extendido su mano y me ha acariciado detrás de las orejas y se ha reído mucho cuando yo le he lamido la mano. Después Javi ha ido trayendo a otros y sus reacciones variaban desde el miedo, a la sorpresa o a la absoluta ilusión. Aunque eran humanos adultos parecían en cierta forma niños y asimismo ancianos, y su olor era una mezcla de estas dos entelequias. Me han gustado mucho porque en su olor se percibía una gran bondad e inocencia y ninguno ha tratado de hacerme nada.

Al mediodía Javi me ha conducido para casa y me ha atado con la cadena junto a Negro. Este me ha olido como para corroborar el mismo olor y casi todos los animales se han acercado oliéndome como tratando de adivinar mi aventura y descifrar este olor que trasmite en su mayor parte una gran paz. Yo me he pasado el resto del día meditando sobre estos humanos especiales y sobre el trabajo de Javi. Creo que Javi les cuida y les enseña, al igual que todos sus compañeros. Estos humanos no podrían valerse por sí solos y necesitan por tanto muchos cuidados.

Me alegro de haberme escapado y de haber conocido el trabajo de Javi, y en el fondo pienso que también él, porque hoy cuando ha regresado a nuestra casa chabola estaba verdaderamente contento y hemos dado un largo paseo por el camino que bordea los campos de flores. Me han gustado muchísimo estos humanos y juzgo que yo a ellos también. A ver si Javi se decide y lleva de nuevo a su trabajo algún día porque si no igual otra mañana voy a tenerme que escapar otra vez para que no le de tiempo regresarme a la pradera donde vivimos.





Día 102

(Preparativos)

Javi no ha ido a trabajar; le tocaba descansar, aunque se ha pasado todo el día sin parar ni un momento. Se ha levantado y ha desayunado. Ha sacado a los animales y ha limpiado las cuadras. Les ha echado de comer y se ha puesto a barrer y a limpiar la casa; cada rincón, cada objeto, llevando y sacando trastos de un lado para el otro y alzando mucho polvo, dejando por ello la puerta y la ventana abiertas de par en par. Después se ha puesto a clavar maderas por las paredes, para reforzar nuestra casa chabola. Hasta que no ha cerrado todas las grietas no se ha detenido. Luego tocaba pintar las paredes y las vigas. Ha estado haciendo dibujos de espirales y líneas trenzadas como a él le gustan y parecía disfrutar mucho porque se reía mientras sonaba en su pantalla la música que siempre escucha cuando está feliz.

Yo he estado todo el día tumbada a la sombra o tratando de cazar los animales extraños que viven bajo la montaña de palés. Los pájaros de colores hoy han estado más activos que otros días y a cada momento lanzaban sus chillidos sobre la paz que reinaba en la pradera.

Cuando caía el sol ha terminado Javi y estaba rendido. El paseo de hoy junto con Negro ha sido corto y no se ha montado sobre los caballos. Únicamente ha encerrado a los animales ha terminado de colocar algunas cosas en la casa y ha preparado la cena para todos. Luego ha estado tecleando un rato y se ha ido a dormir muy temprano.

No sé porque me da en la nariz que tantos preparativos van a traer un cambio o una sorpresa a nuestra casa-chabola. Conozco a Javi y tanto trabajo no lo haría por sí mismo. Ahora huelo sus sueños y le veo mirando las mismas estrellas distantes que hace un rato contemplaba en tanto apuraba un pitillo y sonreía. No se puede dormir; está nervioso, pero son nervios buenos. Y así sigo oliendo sus sueños, pues aunque se ha despertado no se diluyen.



Día 103

(Llega la primera estrella)

Estaba claro que algo sucedía. La alegría que me he llevado ha sido descomunal. Impensable la de Javi, al que le brillaban los ojos como dos ascuas que el viento tocara de repente.

Esta mañana Javi se ha marchado muy temprano después de hacer lo de todos los días; es decir, soltar a los animales El día estaba gris y comenzaban a venir algarazos de lluvia cargando el aire de humedad. Ha tardado unas horas, y cuando ha regresado no lo hacía sólo. Al principio no podía imaginar quién era, pero al distinguir su olor en la entrada de la pradera, su caminar, su figura y todo lo demás me he vuelto loca de alegría y he movido tanto el rabo que casi podía volar. Javi ha llegaba por sorpresa con Laurita, una de sus primas humanas, uno de sus amores profundos, un cielo palpable, una flor incondicional y maravillosa, una de esas estrellitas distantes que cada noche contempla mientras fuma y sonríe.

Y es que ha venido a visitarnos, espero que por muchos días. Así por la tarde han estado viendo tranquilamente todos los rincones de la pradera y la pequeña granja, justo después de hacer eso que los humanos hacen tan placenteramente, sin parar de besarse, sin dejar de mirarse un solo momento, sin permitir que nada ni nadie les socavara la pasión y el cariño, y han esperado tal vez a que la lluvia se animara y comenzara a formar charcos grandes en el suelo y a empapar a todos los bichos: caballos, burros, gansos, patos y gallinas, que al principio no les molestaba pero que cuando Javi les ha abierto las cuadras para que se refugiaran no se lo han pensado dos veces. Así ya no han tenido que moverse ni que inventarse otra realidad distinta que esta de permanecer juntos en la casa-chabola y en su entorno.

De este modo Javi ha estado enseñando el lugar a Laurita mientras Negro y yo andábamos a su lado y la noche ponía en el cielo al resto de las estrellas, las cuales no se veían primero por las nubes y segundo por el resplandor de que ha llegado con nosotros aquí.

Ahora Javi y Laura hablan y hablan porque se tienen seguro muchas cosas que decir, que contar, que compartir. Yo dormito sobre el colchón y me rasco continuamente porque me pica mucho. Creo que he agarrado pulgas de mis compañeros. Por un instante levanto los ojos y noto la felicidad de Javi flotando en el ambiente. El sonido de la lluvia golpea en la chapa en tanto Javi y su estrella se reencuentran las miradas y juntos sueñan.



Día 104

(Alegría en la pradera)

Después de despertarse, de desayunar, de amarse a cada segundo, y de darme un gran baño-susto para quitarme los bichitos y para dejarme tiritando de frío y desasosiego, Javi y Laurita se han marchado por la gran carretera hacia abajo, hacia la ciudad, y no han vuelto hasta después de comer, cuando de nuevo comenzaba a llover. Lo curioso es que han regresado por la carretera arriba, y oliendo a pizza, a parque y a gasolina. Han estado haciendo fotos a los animales y riéndose mucho todo el tiempo. Luego, como la lluvia no arreciaba, nos hemos metido en la casa chabola y Javi ha encendido la salamandra, pero como la madera estaba muy húmeda salía mucho humo revocado y hemos tenido que abrir la puerta para despejar el aire cargado.

Toda la tarde han estado charlando y riendo mientras que yo me la he pasado prácticamente durmiendo, ya rascándome menos, gracias al baño-susto, que tan poco me gusta pero yo sé que es efectivo. En la pradera todos los animales están alegres. Los patos y los gansos se bañan en las charcas improvisadas, los pájaros de colores enseñan a volar a sus crías en tantos que las que cazan tratan de agarrarlas, los caballos, los burros, el pony comen pasto fresco sin parar y el gallo, el pavo y las gallinas descansan bajo el camión entonando sus diversos cantos; hasta las ratas y los animales extraños que viven bajo la montaña de palés parecían disfrutar de la lluvia y del día gris, neblinoso, en el que los matices se animaban y resplandecían.

Ahora se están preparando para irse a dormir y juntos se fuman un pitillo en la puerta, abrazados, preguntándose si mañana dejará de llover y contemplando la silueta desdibujada y borrosa de los árboles imponentes.



Día 105

(Con Laurita sin salir de la casa-chabola)

Javi hoy ha soltado a todos los bichos y se ha marchado a trabajar. No ha limpiado las cuadras ni los dos corralones porque todo estaba lleno de barro y charcos por lo que se ha podido despertar más tarde. Ha hecho frío y no ha dejado de llover en todo el día. Yo me he quedado con Laura en la casa chabola y ha estado bien porque así no me ha dejado atada con la cadena bajo el camión y además, tanto Laura como yo hemos estado durmiendo casi hasta el mediodía. Javi ha venido varias veces a lo largo de la mañana y cuando ha regresado por la tarde se ha encontrado todo colocadito porque Laura se ha afanado en componer y limpiar la casa-chabola pues ayer se ensució de fango, polvo y humedad.

Después Javi ha estado cortando leña y ha encendido otra vez la salamandra. El calor ha comenzado a secar todos los objetos húmedos y hasta de las paredes salía vapor, señal de que todo se calentaba lentamente. Al final dentro de la casa-chabola se estaba muy bien y hemos estado muy a gusto, ellos dibujando en unas cartulinas blancas o amándose o escuchando música o comiendo y bebiendo abundantemente. Javi ha encerrado a los animales antes que otros días y luego se han puesto a fumar en la puerta contemplando los árboles imponentes y observando por vez primera las estrellas, ya que hace un rato que ha dejado de llover y el cielo se ha ido despejando.

Por la noche les he sorprendido cuando he aparecido con una rata en la boca tras cazarla al merodear cerca de la casa. Laura ha puesto cara de asco y Javi me ha felicitado con caricias y palabras amables, cargadas de emoción. No me olvido de que a los dos no nos agrada la muerte, pero las ratas tienen que aprender a respetar, y si tratan de entran en nuestra casa, ya saben lo que les espera. Como mi instinto ha satisfecho su consecución me he ido a dormir tan tranquila. Ahora miro cómo Javi y Laurita se besan entre las sábanas y dan rienda suelta a su amor. Amor y muerte. Vida que se despliega en esta aventura nuestra que prosigue sin descanso.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 14)



Día 92


(La sombra del ombú)

Hoy ha hecho un día espléndido. Javi se ha ido a trabajar después de sacar a los animales y yo me he quedado atada con Negro; aunque no me ha importado. Ha hecho mucho calor y me he pasado horas y horas tumbada bajo los camiones viejos. Lo caballos, los burros y el pony pastaban hierba en la pradera mientras los patos, gansos y gallinas buscaban incansables por el suelo algo que picotear. De cuando en cuando Negro y yo abríamos los ojos por un sonido que nos despertaba y lo único que cambiaba en la escena era la posición de los bichos, la intensidad de los colores y la mudable sombra del ombú que iba trasladándose de derecha a izquierda primero encogiéndose y más tarde alargándose.

Cuando Javi ha llegado de trabajar me ha soltado y hemos idos a pasear por los alrededores de la pradera. Hasta ahora no había salido del cercado. Ha agarrado una cuerda larga para negro y nos hemos ido los tres por un largo camino que parecía no tener fin. A los lados había algunas casas, pero sobre todo filas interminables de campos cubiertos con plásticos, bajo cuyo ambiente sometido nacían miles de flores de todas las formas y matices imaginables. A veces asomaba la nariz un cachorro humano con la cara tostada por el sol y con ganas de curiosear. Después de un buen rato el camino se ha vuelto sinuoso y los árboles han sustituido a los campos. Había pinos, eucaliptos y otras especies que desconozco, pero tan grandes y viejos que pretendían tocar el cielo. En su base había una espesura de plantas increíble, tanto que costaba entrar en ella. De pronto ya no había casas y sí un gran arenal rodeado de arroyos. Justo aquí terminaba el camino y comenzaba un mundo ignorado de vegetación y animales extraños. No obstante nos hemos dado la vuelta y hemos regresado a casa.

Ya en nuestra pradera Javi se ha montado en un caballo y ha estado haciendo círculos con él. Luego ha encerrado a todos los animales, los ha echado de comer -a Negro y a mí también- y se ha puesto a teclear hasta que ha caído completamente el sol.

La sombra del ombú es como un reloj que marca nuestras horas diurnas. Aunque lo más curioso de este árbol es que por la noche también tiene sombra. Y es que la luna lo envuelve con su luz clara, y en el suelo de la pradera cuentan los segundos los animales nocturnos.





Día 93

(La Gasolinera)

Cuando Javi ha llegado de trabajar hoy, me ha soltado, ha sacado la bicicleta y nos hemos ido bordeando la gran carretera y sus coches hasta que hemos llegado a una gasolinera muy grande que estaba llena de camiones y que tenía muchas tiendas y muchos humanos transitando. Yo me he quedado fuera pero Javi ha entrado tras una enorme cristalera y se ha puesto allí a hablar por su pantalla, yo creo que con los suyos, porque tenía esa cara que sólo pone cuando lo hace y estaba contento y sonriente.

En una de esas me he ido a dar una vuelta por ahí, y detrás de la gasolinera había como un parking-camping donde los humanos podían aparcar sus vehículos y parar para asearse y dormir. Había camiones colocados como si fueran barrios con distintas nacionalidades y razas humanas. La ropa tendida a secar de cabina a cabina, las ollas colocadas sobre fogatas, mesas y sillas y hasta sillones. En fin, que parecía una especie de pueblo improvisado. Después he perdido la orientación y ya no sabía volver. He comenzado a correr entre los camiones sin saber a dónde ir. Algunos humanos trataban de cogerme y otros me ofrecían de comer. Yo ya sólo pensaba en Javi. Menos mal que entre el barullo he distinguido sus silbidos de llamada. Me estaba esperando en la entrada de la gasolinera subido sobre la bici para regresar a casa. He llegado hasta él moviendo el rabo y me ha sonreído como entendiendo lo que me ha ocurrido.

Ya en casa Javi se ha preparado las cuerdas y las naranjas y se ha subido a un caballo y de nuevo ha estado caminando despacito haciendo círculos y dándole cachitos después. Más tarde junto con negro hemos salido a pasear. Hemos pasado por delante del trabajo de Javi y alguno de los humanos especiales con los que trabaja Javi nos han saludados moviendo las manos y sonriendo.

Ahora, por la noche, Javi prepara algo de cenar en la cocinilla de gas. Toda la casa –chabola huele muy rico. Gracias a ello yo acabo de despertar de un mal sueño en el que uno de los humanos en de gasolinera me subía a su camión oscuro y me llevaba muy lejos de aquí. A un lugar donde no existe el invierno y hay unos camellos chiquititos de los que sacan una lana gruesa que quita el calor.






Día 94

(Guerra con las ratas)

Las ratas intentan entrar dentro de nuestra casa-chabola. Por la noche se las escucha roer las esquinas y escarbar túneles, aunque hasta ahora no lo han conseguido. Javi, cuando se levanta por las mañanas, comprueba el perímetro de seguridad, y si han comenzado un nuevo frente entonces contraataca con una piedra o con una placa de metal o madera.

Al caer la tarde se las ve merodear por las cuadras y los dos corralones, y por la cara de Javi en verdad las estima, aunque una guerra entre humanos y ellas se da. Yo ayudo a Javi por las noches a vigilar e impido tumbada en la puerta que entren. Ya casi he conseguido cazar alguna. Creo que poco a poco voy a convertirme en una experta, aunque las más grandes me asustan todavía porque a veces me hacen frente y me muestran los dientes.

Ahora que Javi está dormido, las puedo sentir y oler rascando con sus patas e incisivos la dura tierra buscando su propia muerte. En realidad me dan algo de pena, y pienso que a Javi en el fondo también. Y es que vivimos y compartimos con muchos otros animales pero con ellas no. ¿Y por qué?...






Día 95

(Sola hasta la noche)

Javi se ha ido a trabajar como todos los días después de soltar a todos los compañeros a la pradera y de limpiar las cuadras. Sin embargo, se fue toda la mañana, la tarde y llegó la noche y aún no ha vuelto. Al principio no le he dado importancia. Ha hecho calor y a la sombra junto a Negro no se estaba mal. Javi nos ha dejado como siempre comida y agua, aunque ahora que lo pienso había más cantidad. Los caballos y los burros al caer el sol se han acercado como siempre a sus establos pero no tenían su pienso y han regresado a la pradera. No obstante ya me parece un poco extraño y estoy algo inquieta, soltando pequeños gemidos que hacen gruñir de molestia a mi viejo compañero, como si me expresara con ello que soy muy débil, que esté tranquila.

Y no le falta razón, porque ahora mismo veo llegar a Javi por el cercado de madera, con cara de cansado aunque con los ojos muy brillantes y nítidos, oliendo además de a los humanos especiales a cientos animales distintos y diversos: aves, reptiles, mamíferos y peces, preocupado de ver cómo estoy yo y cómo están todos los bichitos, y por ello yo le correspondo moviendo todo lo que puedo mi rabo esperando que me suelte la cadena para correr libre.






Día 96

(Barro)

Estoy molesta de verdad. Me he pasado el día atada con la cadena viendo encima cómo un montón de animales a mi alrededor están libres y felices; bueno Negro no, pero creo que él está más acostumbrado; aparte que no ha dejado de llover y llover, ya incluso desde anoche, y en todo el día no ha parado, encharcándose primero la pradera y después embarrándose todo sin remedio, convirtiéndose la hasta ayer dura arena en un barro viscoso que crecía por momentos, gracias a la lluvia incesante. De cuando en cuando lucía en el cielo un relámpago potente y se escuchaba el atronador trueno posterior. Así el día ha pasado y ha llegado otra vez la noche. Y Javi ha llegado otra vez con cara de cansado pero hoy no tenía los ojos tan brillantes ni olía a animales ignotos. El caso es que apenas ha llegado ha encerrado a los bichos, me ha soltado de la cadena pero como seguía lloviendo mucho nos hemos metido dentro de la casa-chabola, hasta que al rato, justo cuando ha parado de llover, se ha marchado atándome de nuevo y dejándome así.

¿Será a partir de ahora siempre de este modo?... De la mañana a la noche atada; y también la noche… Espero que no. Pienso que me moriría de pena. No creo que Javi regrese por esta noche, por lo que me va a tocar dormir debajo del camión, en compañía de mi amigo Negro, que me contempla algo sorprendido por acompañarlo. Lentamente las nubes se abren permitiendo ver la luz intermitente de las estrellas y la luna extraña, la cual se muestra como una pequeña rodaja de limón blanco. Estoy triste y gimo; pero esta vez Negro no me gruñe para que me calle, y los dos, a coro, comenzamos a aullar.






Día 97

(Javi se enfada y entiendo el porqué)

Javi ha regresado a la pradera a media mañana, cargado con un montón de bolsas y su sonrisa habitual. De inmediato ha soltado a los animales, ha limpiado todo, cuadras y casa-chabola, ya que el barro y el agua habían entrado ayer. Luego se ha aseado y se ha secado bajo un sol espléndido que calentaba mucho y que ha empezado a secar el suelo encharcado. Se ha subido a uno de los camiones a leer un rato y después ha estado lavando y tendiendo su ropa al viento.

Todo parecía estar bien. Yo he estado corriendo libre por la pradera olisqueando o buscando algún bocado suculento y me tumbaba sobre la hierba aún húmeda observando el pasar de las nubes, el vuelo poderoso de las aves que cazan y el sutil de las de colores, el pacer tranquilo de los caballos y los burros, en fin, la inocencia de las horas.

Cuando Javi me ha atado de nuevo a la cadena y se ha marchado sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba no podía imaginarme que su estado al volver sería el que ha sido. Y es que ha venido enfadado, más que nada consigo mismo. Ya de lejos se le notaba, en el pedaleo irascible en tanto el atardecer se colaba en sus ojos cubiertos por una sombra. No sé porque pero muy rápido he intuido que hoy no ha podido hablar con los suyos y esto le ha afectado muchísimo. Quizá el que oliera a gasolina me ha hecho recordar la escena de hace unos días. No obstante la verdad es que de cualquier modo ha llegado confuso, lleno de rabia, tal vez más que en otras circunstancias semejantes. Esta semana ha trabajado mucho, casi sin descanso, varias jornadas casi de sol a sol. Conozco a Javi para entender seguro que necesitaba darse esta alegría, y no ha podido ser.

Con todo, aunque lo entiendo, pienso que no debería dejarse llevar por estos malos sentimientos. Es como si su energía se hubiera agotado de pronto o se hubiera transformado en algo incorregible. Sé que los humanos atraviesan estos procesos, porque en su mente hay válvulas y engranajes que así lo reafirman. Por ello me ha soltado con cara sombría y por mucho que he movido el rabo no me ha hecho caso. No ha habido paseo con Negro, tampoco ha montado a caballo ni ha tecleado en su pantalla ni ha cenado después, siquiera ha salido a mirar las estrellas como a él le gusta. Ha encerrado a los animales y se ha puesto a leer tumbado sobre la cama sin parar de fumar, como queriendo evadirse de la realidad, sin deliberar, sin sentir aquí.

Luego de llevar un tiempo sentada en la puerta de nuestra casa-chabola me he decidido sigilosamente a entrar. Ahora me echo silenciosa sobre el colchón y compruebo que ni siquiera está leyendo, solamente se desespera palmeando con furia matando a varios mosquitos.





Día 98

(De nuevo la normalidad)

Menos mal que anoche Javi soñó con todos y cada unos de los suyos. Los olía tan nítidamente a sus pies que casi se me dibujaban ante los ojos y estaban con nosotros aquí. En el sueño los subía a todos a un pájaro de hierro y le hacía venir a nuestra casa. De pronto se hallaban viviendo a nuestro alrededor junto con los caballos, los gansos y el resto de animales. Los veía subirse sobre los árboles imponentes y tender su ropa en las cuerdas. Le ayudaban y le acompañaban y Javi lloraba y reía todo el tiempo. Cuando algo se estropeaba lo arreglaban y cuando Javi necesitaba un abrazo había siempre varios dispuestos a dárselo. Toda la noche la ha pasado así sin tregua hasta que ha sonado el ruido que sale de su aparato pequeño de hablar cada mañana. Yo pensé que se iba a levantar disgustado por encontrarse de nuevo sólo, bueno conmigo y con la realidad que nos envuelve. Sin embargo, Javi perennemente me sorprende y se ha levantado con una gran sonrisa y con el brillo de los ojos reavivado. Tal vez ha sido una cura, y lo que no puede vivir, al menos lo sueña. Y sucede que con eso le basta; y está bien que le baste, porque si no a ver cómo nos las apañaríamos después.

Y ha ocurrido que ha soltado a los animales y ha acariciado por igual a todos y cada uno. Ha limpiado sus refugios y después también el nuestro. Se ha dado prisa en asearse y luego nos ha dado un paseo a mí y a Negro mientras el sol cobraba fuerza en el horizonte y los pájaros volaban entre las ramas de los árboles imponentes. Más tarde se ha ido a trabajar muy contento y ha venido varias veces a lo largo del día para ver cómo estábamos y para llenarnos los cuencos de agua, porque hoy ha hecho mucho pero que mucho calor. Los animales buscaban cobijo a la sombra proyectada de cualquier objeto, y el polvo que alzaba el aire resultaba muy molesto.

Por la tarde ha regresado y me ha soltado de la cadena para volver a atarme a los pocos minutos. Ha cogido la bicicleta y se ha ido por la gran carretera hacia abajo aunque ha tardado en regresar muy poco. Traía varias bolsas de comida y la cara muy feliz. De inmediato hemos salido a pasear y ha estado hablando con un par de vecinos humanos que olían a plantas y flores y humildad y que hablaban muy bajito y con las manos entrecruzadas. Ya de nuevo en la pradera ha estado jugando con los caballos, dándoles naranjas y mimos, hasta que casi se ha hecho de noche. Luego se ha ido a sentar cerca de la montaña de pales para observar la actividad de los extraños animales que habitan en su interior y ha estado sacándoles fotos.

Me gusta comprobar que Javi se recupera pronto de sus deslices emocionales humanos. Sé que a veces se siente solo incluso aunque yo siempre me encuentre con él. Ahora le miro en tanto prepara la cena y parece como si nada de lo de ayer hubiera sucedido. Sin duda le ayuda soñar. Es un soñador incombustible y en eso no tiene remedio. Sale de nuestra casa chabola con un pitillo encendido y se sienta en una silla a la puerta para contemplar las distantes estrellas y descubrir la forma de traerlas consigo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (semanas 12 y 13)

Día 78

(El ruido)

Nos hemos despertado con un ruido desconocido e inconmensurable. Una sirena potente sonaba a lo lejos y hacía aullar a todo los perros del pueblo. Noa lo hacía despacio, como quien prepara una frase, y sentada en el suelo. Yo al principio no sabía qué hacer, pero después de unos minutos me he visto arrastrada por aquel sonido hipnótico y me he puesto a aullar como todos los demás, sorprendida de hacerlo tan bien, tal vez porque nunca en mi vida lo había hecho hasta ahora.

El humano que vive al lado de nosotros ha salido de su casa y nos ha instado a callarnos, aunque poco después ya estábamos en lo mismo, y al final nos ha abierto la puerta del patio para que nos fuéramos a la calle. Así, nos hemos unido al coro de perros callejeros que se habían reunido por el evento en la plaza. El ruido y los aullidos han durado al menos un par de horas, casi hasta la amanecida, y cuando por fin ha cesado, nos hemos dispersado y cada cual ha ido a labrarse su propio día. Noa y yo no hemos ido muy lejos de casa hoy. Yo ando un poco sensible por nuestra situación presente y no he querido causar más problemas ni preocupaciones a Javi.

Por ello cuando ha regresado del trabajo nos ha encontrado esperándole en la puerta de casa, y le ha debido dar mucha alegría, porque sin entrar, nos hemos ido a dar un largo paseo por el parque. En el recorrido se nos han unido Dama y varios amigos suyos y nos lo hemos pasado muy bien persiguiéndonos y jugando. Javi ha estado hablando y fumando con una humana que tenía una cara muy bonita y parecía contento. De vuelta a casa ha parado a comprar varias cosas y ha entrado en una tienda que olía a piel humana y tinta. Creo que quiere dibujarse la piel con símbolos como otras veces. Noa y yo mientras hemos estado degustando unas sobras muy suculentas en basura de la carnicería de enfrente.

Ya de noche, cuando los humanos dormían y el silencio reinaba en el ambiente, el ruido potente ha regresado, y de nuevo todos los perros del pueblo han comenzado a aullar. Por mucho que Noa y yo tratábamos de resistirnos no hemos podido lograrlo, y al principio bajito y más tarde desatadas nos hemos dejado llevar por el impulso, hemanadas en esta especie de aquellarre canino sin luna ni expectativas, tan sólo dominadas por su onda aguda e inevitable..

Cuando hemos oido girar la llave en la puerta del patio, no nos ha hecho falta ver la cara del humano que vive con nosotros, hemos entendido a la primera que las dos hoy dormiríamos en la calle.





Día 79

(La tormenta)

Ayer hizo muy buen día, casi primaveral. Incluso esta mañana parecía que se iba a repetir la temperatura de los últimos días, sin embargo, al mediodía ha comenzado a venir viento del sur y éste ha enfriado el aire como nunca lo había visto ni percibido. Javi ha llegado helado a casa porque se había ido hoy a trabajar con poca ropa y cuando hemos salido a pasear iba enbutido en mil capas para calentarse.

Lo más curioso es que por la tarde, cuando caía el sol, ha empezado a formarse una gran nube sobre el pueblo, tan inmensa que ha hecho que oscureciera en un minuto. Se veía como una especie de mostruo con cara y todo de pronto olía a humedad encogiéndose de forma extraña. Los humanos se han metido en sus casas y los perros callejeros han buscado refugio. Es como si todos supieran de antemano lo que iba a ocurrir. Cuando el primer relampago ha iluminado el cielo con una claridad increíble y ha sonado el trueno más terrible que jamás escuché en toda mi vida y que ha hecho que estuviera con el rabo entre las piernas un buen rato, me he dado cuenta del porqué.

Javi, al que le fascinan la furia de los elementos, ha disfrutado mucho, y se ha pasado horas y horas sentado en la puerta del patio contemplando los relámpagos y contando en segundos los truenos contiguos. La lluvia ha tardado en venir, pero cuando lo ha hecho, pareciera que se hubieran abierto las compuertas del cielo y hubieran dejado salir toda el agua del mundo sobre nosotros. Noa y yo tratábamos de dormir en el interior del horno, pero no podíamos con tanto ruido y asomábamos de vez en cuando la cabeza para comprobar si Javi seguía ahí.

Sólo se ha ido a dormir cuando ha parado la lluvia y los relámpagos se alejaban hacia el oeste. Ha sido repentinamente, de improviso, como si aquella fuerza invisible hubiera hallado al fin su propio alivio. Y no se ha fijado que en uno de los rincones del patio varios sapos burbujeaban aturdidos y silentes con ojos saltones y la piel viscosa.

Noa y yo nos acercamos ahora para olerles, y ambas estamos convencidas, dado que huelen a selva y distancia, que antes no estaban allí, que han debido venir arrastrados por el regazo turbio y poderoso de la tormenta.





Día 80

(El interior de Noa)

Ha sucedido de improvisto, después de tantas semanas vividas. Tal vez ha sido el tiempo necesario, porque pienso que cada cual necesita su margen, o bien para ser consciente, o bien para desarmar cualquier cadena de pensamientos o de instintos fijos. Hoy se me ha revelado el universo interno de Noa, sus diferencias y sus semejanzas conmigo, el eco celeste de un sueño común y las condiciones que nos separan; sobre todo por nuestros respectivos dueños y por el futuro que viene inexorable. Y puedo decir que ya es para mí como una hermana, a pesar que demande un cariño irracional cada vez que Javi llega a casa, gruñéndome, o incluso enseñando sus dientes, porque me acepta tal y como soy y me permite habitar en su mismo espacio.

Noa no tiene miedo. Se lanza a ladrar y a perseguir a las motos cuando vamos paseando por la calle. También la he visto pelear o enfrentarse con perros mucho mayores que ella por un trozo de carne y no le acongojan los golpes que el humano que vive con nosotros a veces le da para que obedezca. Su confianza como perra es absoluta y se desenvuelve en su entorno de manera eficaz. Yo en cambio soy por naturaleza miedosa, precavida. La vida me hizo así y ahora igualmente me cambia la vida. Es verdad que sigo comiendo con el rabo entre las piernas y que en ocasiones me derrumbo o bien porque Javi no se encuentra cerca o porque otros perros me asaltan, sin embargo tengo muy instalado el instinto de supervivencia en mí y además cuento con el cariño inagotable de Javi.

Es una función de intercambio y aprendizaje. Noa me enseña a mí a soportar la soledad y los peligros a los que los perros nos vemos cotidianamente enfrentados y yo le enseño a ella a disfrutar del afecto humano durante los paseos, a correr moviendo el rabo hacia Javi, y a buscar rastros. Nuestras realidades habían sido hasta ahora diferentes pero poco a poco se van equilibrando.

Y Javi por supuesto, nos conoce bien a ambas. Lo sé porque hoy ha venido del trabajo y la ha saludado a ella antes que a mí. Luego hemos dado un largo paseo por las calles y nos ha dado la misma libertad de siempre. Luego se ha ido varias horas, en las que la luz del atardecer dibujaba sombras en las paredes del patio y las lagartijas que huelen a sal se reunían en sus escondrijos. Y luego ha regresado y a salido para estar con nosotras un rato. Nos ha estado rascando la tripa y las orejas. Después a mí me ha dado, de sorpresa, un hueso enorme, y a Noa le ha ofrecido una constelación de abrazos.

Ahora, mientras mordisqueo el hueso tumbada, pienso que yo nunca le permito que me abrace de esa forma. Siempre tengo un momento de debilidad con él y retrocedo. Me alegro porque sé que Javi necesita ahora ese abrazo de algún modo. Y es que mi hermana y yo tenemos distintos universos interiores, pero hay cosas en las que nos parecemos. Nos gusta la libertad pero igualmente el cariño.











Día 81

(Modalidades humanas)

Este día ha resultado esclarecedor. Noa y yo nos lo hemos pasado en el patio, si exceptuamos el paseo con Javi por la mañana y el de la tarde, y hemos podido asistir al espectáculo humano que ha ocurrido en ese intervalo. El humano que vive a nuestro lado se ha levantado muy temprano y se ha ido unas horas. El que vive con nosotros también; aunque ha debido marchar con prisa porque se ha dejado las luces de la casa encendidas. Ambos han regresado antes que Javi. El humano que vive con nosotros es de esos humanos que viven en la dualidad o la bipolaridad. Si tiene un buen día puede llegar a ser amable, incluso cariñoso, pero si le viene malo, te puede tumbar de un grito y ser un animal violento y furioso; tal vez por eso tanto yo como Noa nos acercamos a él con recelo cuando nos llama, y nuestro olfato nos dice que hay que tener cuidado cuando pone un determinado tipo de mirada, y además es algo que al resto de los humanos también les ocurre. Es muy social y tiene muchos amigos. Sin embargo trata por todos los medios de dominarlos y llevarlos a un sometimiento más o menos consciente. El que vive a nuestro lado se considera distinto, pero simplemente es que se encuentra en otro nivel. Es de lo más tranquilo a primera vista. Es de esos humanos que se lo toma todo con mucha calma, tal vez porque en otro tiempo ya debió vivir con prisas, y que se pasa el día o viendo tele, o tumbado o comiendo. Es más cariñoso que el otro porque ha sabido desarrollar más el afecto, pero a veces se descubre en él una furia y una frustración acumulada que vuelca directamente sobre los demás o que canaliza con un sentido del humor curioso que va de la ironía leve a la burla extrema. Así sonríe siempre, pero en pocas ocasiones lo hace de verdad; y esto sucede porque únicamente es capaz de pensar en sí mismo. Y por ello es poco social y en definitiva se siente muy sólo.

Javi no asemeja a ninguno de los dos. Aunque tenga el peor día del mundo continuamente guarda caricias y detalles en sus bolsillos, porque para él primero están los demás y luego piensa y vive para sí. Es humano y también falla, más bien por despiste que otra cosa, o porque la cabeza no le da para más. Eso le sirve para recapacitar y aprender. De este modo se puede colocar en el lugar de los otros; asimismo de los perros. Es fiel a sí mismo, a quienes le estiman y aman, y por su puestos a sus creencias e instintos. No le importa estar sólo si los de su alrededor no lo valen, ni le pesan las responsabilidades, pero daría todo lo que tiene por muchos de los suyos, incluso por algunos que no lo harían por él si fuera al revés.

Así, con estas modalidades humanas, Noa y yo nos tenemos que desenvolver. El humano que vive a nuestro lado no nos hace mucho caso. Todo el cariño se lo dedica a él. Hoy ha pasado varias veces a nuestro lado y aunque hemos movido mucho el rabo ni nos ha observado. El humano que vive con nosotros lucía hoy una de eses miradas; y eso ha provocado sin que nosotras lo mereciéramos que tras discutir con el otro no echara a la calle. Javi había salido a comprar y cuando ha llegado a casa y se ha enterado ha ido a buscarnos. Ya en casa ha mediado entre los humanos, que se han pasado toda la tarde discutiendo y chillando. Los ha estado escuchando y aconsejando, poniéndose en su piel y en su mente.

Ya por la noche, después del paseo, le he oído discutir con el humano que vive con nosotros y ha salido a fumarse un cigarro nervioso al patio. La cosa se ha debido poner seria. No obstante nos ha guiñado a Noa y a mí un ojo antes de meterse para adentro. Y es que llevaba todas las estrellas del cielo reflejadas en sus ojos.



Día 82

(El juego)

Hoy Javi se ha tirado todo el día evitando a los humanos con los que vivimos, tanto del que vive con nosotros como del de al lado. Se ha levantado pronto, aunque hoy no trabajaba y se ha marchado por ahí hasta media mañana. Desde muy temprano ha venido a casa la cachorra del humano que vive con nosotros pero más tarde se han ido. Al poco rato ha llegado Javi, como si lo supiera, y cuando ha pasado por el patio el humano que vive a nuestro lado no ha salido a saludarle como siempre. Cuando el que vive con nosotros y su cachorra han regresado Javi ha vuelto a salir y Noa y yo nos hemos ido con él, sin volver hasta que ya era casi de noche. En casa ha debido estar jugando un rato con la cachorra porque olía a ella cuando se ha fumado un par de cigarros con nosotras en el patio.

Pero el verdadero juego parece suceder entre los humanos y Javi. Y es un juego peligroso, de clarificaciones y perspectivas destapadas.



Día 83

(La lima)

Hoy todo ha vuelto a su cauce, aunque me da en la nariz que a Javi ya no le vale, porque lleva en la cara esa media sonrisa que conozco, con la que dice continuamente al mundo: soy fuerte… todo está bien… que nadie se preocupe. Y es que ha debido estar hablando con los humanos que viven con nosotros largo y tendido sobre varias cuestiones. Creo que éstos han terminado pidiendo perdón porque le palmeaban mucho la espalda y le sonreían forzadamente. Han comido con otros humanos en el patio y el día ha trascurrido normal, pero esa media sonrisa de Javi resultaba evidente y más cuando ha vuelto a irse con nosotras casi toda la tarde a pasear sin darles mucha bola a los otros. Estos últimos días no ha bebido con ellos ni ha celebrado nada. Su única preocupación y disfrute somos nosotras dos y con nosotras se encuentra. Teclea mucho aunque evita hablar con su familia de allá por la pantalla pienso que por ahorrarles inquietudes o disgustos innecesarios. Es como si tuviera una especie de as en la manga dispuesto a sacar en el último momento.

Qué duda cabe. Es como si tuviera una pequeña lima con la que cada día va serrando los barrotes de su ventana.





Día 84

(La ventana sin barrotes)

Es inevitable intuir que algo se avecina. Javi nunca fue de aguantar ni de sostener las situaciones ni las crisis. Mejor que todo reviente para comenzar a construir, pero no de un modo violento, sino de la forma natural, constituyendo el principio y el fin de los ciclos, como cuando viene un temporal y luego la calma o cuando se remueven las aguas de un estanque y más tarde las ondas se van espaciando para quedar a continuación en reposo y así.

Hoy ha venido del trabajo alterado y nos ha dejado entrar a Noa y a mí en casa, como si todo el tiempo quisiera estar con nosotras. Hemos salido a pasear como siempre y parecía ir mirado cada rincón como si fuera la primera vez, saboreando cada detalle. Ha pasado a muchas tiendas aunque ha comprado poco. Ha ido a hablar con algunos humanos y de todos parecía despedirse de algún modo. Todos los perros callejeros de la calle nos seguían sin ninguna explicación aparente y nos miraban a Noa y a mí como sin saber qué decirnos. De regreso ha estado hablando con su familia y amigos por la pantalla y aunque tenía los ojos un poco humedecidos se ha mostrado confiado y sonriente y a unos y otros ha estado tranquilizándolos. Más tarde hemos cenado y ha estado recogiendo algunas cosas, y tecleando sin cesar, enviando mensajes por esos canales incomprensibles e invisibles con los que se comunica con los suyos. Luego ha esperado la llegada del humano sin parar de fumar y cuando ha llegado los dos han hablando un buen rato. Lo curioso es que todo ha resultado más suave y más conmovedor de lo anunciado. En los ojos del humano que vive con nosotros había sorpresa mientras que en los de Javi únicamente había brillo.

Por eso hoy al patio han acudido tambien las lagartijas que huelen a sal y los pájaros verdes, porque sus ojos brillan tanto que casi parecieran el sol del mediodía y con ellos los atrae como han atraído a los perros del pueblo por la tarde. No obstante ahora está abrazado a Noa contemplando la luna extraña y todas las estrellas del cielo, y yo siento que debe ser así. Se ha levantado viento del norte, que acá es como si fuera del sur. Creo que nunca antes me había sentido más tranquila que en este instante. Y es que me acabo de fijar que en su ventana ya no hay ni reflejos ni barrotes.



Día 85

(¿Dónde vamos?)

Hoy Javi se ha marchado a trabajar como siempre. Sin embargo llevaba la mochila llena hasta arriba y ha salido al patio a acariciar a Noa. Me ha resultado extraño, porque Javi suele irse sin hacer ruido, para no despertarme y evitar así mi preocupación, aunque el fondo sabe que ya no me preocupo tanto. La mañana ha sido semejante a otras, de aburrimiento junto a las lagartijas que huelen a sal y los pájaros verdes. Ha hecho bastante calor, por lo que Noa y yo nos hemos buscado un rinconcito a la sombra y allí nos hemos quedado dormitando tan tranquilas. Al mediodía ha llegado el humano que vive con nosotros y ha abierto a Noa la puerta del patio para que saliera a la calle, pero a mí me ha instado a que me echara para atrás y me ha dejado sola. Luego de ha metido para adentro y ya no lo he vuelto a ver. El humano que vive a nuestro lado ha pasado un par de veces por el patio, y como normalmente ocurre, ni siquiera me ha saludado. De esta forma, envidiando la suerte de libertad de mi compañera me he tumbado de nuevo a la sombra. No obstante una especie de zumbido de aviso rozaba continuamente mi nariz y al menor sonido me alertaba como aguardando lo inesperado.

Y esto ha sucedido a la llegada de Javi. Venía con los ojos humedecidos aunque muy brillantes. Se ha duchado, ha recogido sus cosas, ha preparado mi trasportín, ha escrito una nota que ha colocado sobre la mesa de la cocina, ha ido a despedirse del humano que vive a nuestro lado, ha mirado por la calle por si estaba por allí Noa, y hemos salido a la calle donde nos esperaba un coche con un tipo desconocido y simpático que ha ayudado a Javi a meterlo todo dentro. En ese instante Javi me ha señalado el interior del trasportín para que me metiera en él y al principio he recelado, de pronto he recordado el pájaro de metal, sus entrañas y todo lo que viví en ese lugar, pero como Javi insistía ya un poco nervioso no he querido desesperarle con mis miedos. Luego se ha despedido también del chaval del quiosco, con el que siempre habla, y de una de las chicas de la tienda de fotocopias, igualmente de algunos vecinos y peatones que transitaban en ese momento, sin duda nos íbamos de la casa, pero adónde, y ha sido justo ahí cuando ha aparecido Noa, Dama, los hermanos petizos y todos los perros callejeros de la calle para decirnos adiós. Han tenido que bajarme otra vez del coche y sacarme del trasportín. Noa y todos me lamían y aullaban y Javi se ha puesto a llorar. Entonces todos hemos ido a lamerle las lágrimas a él. Poco después y otra vez los dos dentro del coche, yo en el trasportín y él junto al tipo simpático, veíamos cómo nuestros amigos corrían detrás del coche sin conseguir alcanzarlo. El sitio de los perros quedaba atrás; aunque espero regresar para ver a Noa y a los demás.

La gran carretera nos ha conducido más arriba aún por campos, ciudades y arboledas hasta que nos hemos detenido en una pequeña barriada de gente humilde. El sol caía ya sobre el horizonte limpio. Pero todavía hemos caminado un poco más allá, a las puertas de un recinto cercado que envolvía una pradera con varios corralones, dos árboles imponentes junto a otros, un pequeño estanque y una chabola de metal y madera. Al lado un perro enorme y negro nos ladraba, pero moviendo como bienvenida el rabo. Javi cargaba como aquella otra vez mi trasportín y dentro todas sus cosas. Lo arrastraba como un caracol arrastra su casa. Así, un hombre pobre y sucio nos ha recibido, cuando la oscuridad crecía a cada segundo. Después de enseñar a Javi la chabola y las cuadras, le ha dado un par de llaves, ha acarreado sus bultos en una furgoneta y se ha marchado, dejándonos allí, al cuidado de todo aquello. Javi se ha puesto de inmediato a colocar dentro de la chabola sus mochilas y mi trasportín, también a inspeccionar por encima el lugar y a comprobar las luces. Yo mientras tanto he olisqueado sobrestimulada por tantos rastros diferentes y me he ido a corretear hasta los árboles imponentes.

Ahora ya estoy medio dormida a los pies de Javi. Él se encuentra con cara de asombro sentado en una silla en el exterior de la chabola, fumando uno de sus pitillos y contemplando la luna extraña y las estrellas, y también la imponente silueta de los árboles imponentes. En los corralones se escuchan ruidos de animales, algunos que conozco y otros que desconozco. Antes ha habido un momento que me acercado a oler entre las maderas y me ha parecido descubrir algún compañero perro y varios caballos, sin embargo estoy convencida de que hay más. El perro enorme y negro descansa tranquilo en su caseta hecha con tablas y plásticos. No sé porqué, pero no dejo de percibir el mismo olor con el que Javi llegaba todos los días a nuestra casa; es decir, a humanos especiales. Mi instinto me estaba diciendo los últimos días que algún cambio se avecinaba, aunque no me lo imaginaba así

Con todo, los ojos de Javi brillan con fuerza y eso es para mí lo más importante. Desconozco si este será nuestro nuevo hogar; no obstante parece que por el momento va a ser que sí.











Día 86

(Los animales)

Hoy nos hemos levantado con el sol. En cuanto Javi ha abierto el candado de nuestra casa-chabola me he dado cuenta de dónde estábamos. Como loca me he puesto a correr y a olisquearlo todo, olvidando la timidez de ayer. Lo primero que ha hecho Javi es soltar a todos los animales y madre mía, cuántos. Hay caballos, burros, un pony, gansos, ocas, patos, un gallo formidable, con unas plumas verdes y su cresta roja, varias gallinas y un montón de perros flacos de los que corren como el viento; hay también unos pájaros muy peculiares que están anidando en el suelo y que tienen muchos colores en las pumas. Cada vez que me acerco a los nidos vuelan por encima de mí para picotearme, porque son extremadamente protectores. En los árboles imponentes anidan muchos otros pájaros. Unos grandes, de los que parecen flotar en el aire y que cazan, y otros más pequeños y de distinta forma y color. Ah, y se me olvidaba, también un pavo tremendo, que se contonea haciendo su inusual gorjeo, y que cuando extiende sus alas levanta el polvo del suelo. Luego, bajo un montón de pales que están situados cerca de la charca, se encuentran las madrigueras de unos bichos, semejantes a ratas sin cola o a perros pequeñitos, que no sé lo que son y que huelen a tierra húmeda y a hierba fresca. Son unos animales tímidos y en cuanto me acerco se esconden a toda prisa. Por último hay que mencionar a los sapos y las ranas de la charca, a una culebra roja que ha huido por entre la alambrada, a los mosquitos y a los otros insectos como arañas escarabajos, abejas, y también a una familia de ratas que vive en el galpón de al lado de casa, al acecho del pienso y el maíz de los caballos.

No he mencionado al perro enorme y negro que ayer nos ladraba moviendo el rabo. Es viejo y a veces tose, pero su tamaño impresiona. Tiene un montón de cicatrices de peleas antiguas, por lo que su vida parece haber sido dura. Me recuerda a mis amigos mastines, pero con el pelo corto y oscuro. En verdad es muy majo y ha lamido mucho a Javi y también a mí, además lo más curioso es que quiere siempre atacar a todos los bichos que pasan cerca de él menos a las gallinas. Lo digo porque permite que estas entren en su caseta con el suelo de paja para poner sus huevos.

Los caballos huyen de mí, asimismo el pony; los burros me enfrentan más que violentos, curiosos; las ocas, los gansos, el gallo y el pavo me atacan, los patos y los pájaros peculiares lo mismo, los perros flacos juegan conmigo y el resto me temen. Esta ha sido la primera impresión de la naturaleza social de mis nuevos compañeros.

Después de soltarlos a todos y darles de comer, Javi ha limpiado las cuadras, ha desayunado, se ha aseado, me ha atado con una cadena a un árbol, cerca del perro enorme y negro, y se ha marchado. Lo ha hecho a través de una verja cerca de nuestra casa-chabola. Ha venido en varias ocasiones a lo largo del día, y siempre oliendo a humanos especiales. Dicho olor me viene continuamente a la nariz, por lo que deduzco que está aquí al lado. Javi sonríe mucho y quiere mucho a todos los bichos. Cuando ha terminado de trabajar ha vuelto a darles de comer y los ha encerrado en las cuadras. Después se ha sentado a leer mientras caía el sol hasta que se ha levantado para prepararse algo de cena. Más tarde ha estado tecleando mucho tiempo. Yo creo que hasta terminar agotado.

Ahora nos preparamos para dormir después de un día emocionante y fascinador. Me acuerdo mucho de Noa y de mis amigos perros callejeros. Pero veo a Javi muy contento y por primera vez en mucho tiempo, totalmente tranquilo. Y lo mejor de todo es que de nuevo dormimos juntos en una cama, y que por fin puedo oler otra vez nítidamente sus sueños.





Día 87

(Nuestra nueva casa)

Hoy todo ha sucedido de un modo semejante a ayer. Por la mañana Javi ha soltado todos los bichos y se ha ido a trabajar con los humanos especiales. Ha venido también varias veces, para soltarme de la cadena y que corriera un poco y para ver cómo andaba todo. Se ha perdido alguna que otra carrera de los caballos y el soniquete de los gansos peleándose unos con otros. A la vista está la gran carretera y el incesante tránsito de los coches pequeños y grandes en un vaiven loco y estremecedor. Ha hecho calor y cuando soplaba el aire se levantaba polvo. He acabado hasta arriba de él, aunque cuando Javi ha llegado ya por la tarde ha regado la parte más cercana de la casa-chabola y también a mí.

Nuestra casa es de chapa y madera, es muy vieja y sucia, rematada, descolorida y destartalada pero la verdad es que se está rebien. Tiene telarañas por todos los rincones y recovecos desde el suelo hasta el techo y por dentro no se ve mucho mejor. El suelo, salvo la parte de la habitación de Javi que tiene baldosones de arcilla, es de tierra. No hay puertas y las estancias se hallan separadas por cortinas mugrientas. Tiene una especie de estufa, muy grande y una cocinilla unida a la entrada-sala de estar, con una mesa de madrera y varias sillas de plástico. Hay cacharros y herramientas por todos los lados. Dese cuchillo y cuerdas hasta juguetes de cachorros humanos. La nevera es enorme y hace un ruido de cuando en cuando que asusta. Tambien hay una especie de despensa con unas estanterías ajadas y cubiertas de tamo con un montón de bolsas de plástico colgadas de clavos en la pared. Mi trasportín se quedó ahí y no se ha movido. La única ventana se encuentra en la habitación de Javi y tiene una cortina blanca que ya no lo es. En la habitación de Javi hay una cama de hierro oxidado con un colchón muy fino, una mesa pequeña, una estantería en la pared y una silla. Igualmente hay clavos para colgar las cosas y una tele que no funciona; con todo resulta acogedora, aunque como en el resto de la casa, cuando uno se mueve demasiado se aviva el polvo y todo acaba por cubrirse. Puede que sea la casa más humilde en la que he vivido, pero a mí me gusta y creo que a Javi lo mismo.

Más tarde de encerrar a los animales, Javi se ha marchado unos minutos hacia su trabajo por la valla que nos separa y ha regresado con un colchón más grande que el que teníamos. Lo ha colocado sobre el otro y ha estado acomodando algo de su ropa. Luego hemos cenado y ha estado tecleando un buen rato. Después ha desatado al perro enorme y negro y los tres nos hemos dado un paseo por la pradera. Hemos ido bajo los árboles imponentes. Yo me he puesto a perseguir a los animales extraños que se esconden entre la montaña de palés. Mi nuevo compañero no ha tosido tanto desde que se ha puesto a jugar y a correr. El paseo le ha venido bien, aunque Javi ha vuelto a atarle al volver para casa. Por cierto, como no sabemos cómo se llama, Javi le silbaba y nos le hacía mucho caso. Por la noche los animales se quedan muy tranquilos. En cuanto cae el sol buscan su refugio de cada día y descansan.

Ahora, tumbada a los pies de Javi, observando cómo duerme y sonríe, contemplo nuestro propio refugio y de tanta felicidad se me cierran los ojos.





Día 88

(De limpieza)

Hoy Javi no ha ido a trabajar. Ha sacado los bichos del corral, ha limpiado las cuadras, les ha echado de comer, ha llenado los bebederos, y después de desayunar, ha sacado nuestras cosas de la casa chabola y se ha puesto a limpiar como un loco. El polvo salía de todos los escondrijos y varias veces ha tenido que salirse afuera porque no podía ni respirar, Yo mientras tanto he estado olisqueando rastros por la pradera, persiguiendo a las gallinas hasta que Javi me ha regañado muy serio y luego me he tumbado a observarle hasta que de aburrimiento me he quedado dormida.

Cuando he despertado ya había vuelto a meter todo dentro y al pasar para verle se encontraba ordenando la habitación y aseándose un poco. Después ha preparado su mochila, me ha atado con la cadena y se ha marchado. Han pasado varias horas hasta que ha vuelto, y cuando lo ha hecho olía a Noa y a nuestro anterior pueblo, y creo que venía muy contento; me da en la nariz que ha podido hablar con su familia y amigos y se le notaba en el brillo de los ojos. De seguido ha encerrado a los animales y ha seguido limpiando algunas cosas. La casa, aunque sigue siendo cochambrosa ya presenta otra cara, y por lo menos no se levanta polvo cuando nos movemos ni se ven telarañas por el techo ni suciedad por el suelo o las paredes.

Javi ha debido terminar rendido. Hoy no ha tecleado como suele hacer y ahora se ha sentado en una silla en la parte de afuera de la puerta a leer y a fumar y a contemplar el cielo. Y es que aquí se ven más estrellas que donde antes vivíamos, tal vez tantas como las motas de polvo ha conseguido sacar de la casa.



Día 89

(Nuestros nuevos amigos humanos)

Esta mañana Javi se ha ido justo después de dar de comer a los animales y de limpiar los dos corralones. Le he visto esperar a lo lejos y subirse a uno de esos coches formidables que van llenos de personas, algunas incluso de pie y marchar por la gran carretera hacia abajo. Me ha dejado atada con la cadena cerca de mi compañero, y al despedirse le ha llamado Negro. Creo que este va a ser para nosotros su nombre; tal vez anoche se le ocurrió en sueños. Me da a mí que como tenga que poner nombre a cada uno de los bichos del lugar no va a terminar nunca, o mejor dicho, va a tener que soñar mucho; pero en fin, así ha de ser.

Un buen rato después ha aparecido por los portones de la entrada de la pradera montado en una bicicleta. Cuando se ha acercado ha comenzado a perseguir en ella a los caballos, a los burros y a los gansos sin parar de reír. Parecía muy contento y en verdad traía cara de cachorro humano con un juguete. Después la ha apoyado en un árbol y la ha estado limpiando y sacando brillo. Es tan vieja como bonita, y tiene un manillar como los cuernos de las cabras; hacia arriba.

Por la tarde hemos tenido varias visitas de humanos. Primero ha venido un humano que yo no conocía, y que olía como Javi a humanos especiales. Ha sido muy simpático conmigo y no ha parado de acariciarme y de rascarme las orejas todo el tiempo. Huele igualmente a buena persona y parece ser muy amigo de Javi. Cuando se ha ido Javi no ha dejado de sonreír hasta después incluso de que ya no se le veía. Luego ha venido el humano que estaba aquí en la casa-chabola el otro día, acompañado de otros dos humanos, uno mayor y otro joven, que por cómo se parecían son seguro padre e hijo. Han estado fumando y bebiendo vino con Javi y se reían mucho. Más tarde el humano del otro día ha recogido algunas bolsas de la casa y se han marchado en un coche por la gran carretera. Por último han aparecido dos humanas que igualmente desprendían olor a humanos especiales y que deben trabajar con Javi. Apenas se han quedado unos minutos, y nos han traído comida unas mantas. Por cómo trataban a Javi, pienso que deben quererle mucho, y por ello no he perdido la oportunidad de mover mucho el rabo a su lado y de lamerlas los pies y las manos, tanto, que al final Javi ha tenido que regañarme.

Cuando ya se han marchado todos y estaba cayendo el sol, Javi ha agarrado unas cuerdas y se ha acercado a uno de los caballos. Llevaba en la mano unos cachitos de naranja que le ha ido dando al ponerle unas en la cabeza. Luego ha estado caminando junto a él haciendo círculos y por último, de un salto se ha subido encima de su lomo. Ya había visto a Javi subirse sobre un caballo, pero nunca de esta manera. Ha estado paseando despacio por la pradera, tanteando al caballo, que a veces protestaba y se resistía, pero finalmente los dos parecían un solo bicho, y se movían armoniosamente, sintiéndose el uno al otro. Al bajar y soltarle, Javi le ha vuelto a dar un cachito de naranja. Es como cuando a mí me daba un pedazo de salchicha si me acercaba a él al silbarme poco después de que nos conociéramos. Pretende que el caballo se sienta seguro a su lado, y nada mejor que alimentarlo, acariciarlo y comprenderlo.

Hoy ha sido un día muy especial. Los árboles imponentes han comenzado a rebrotar sus hojas y ha hecho mucho calor. Javi se ha puesto sus chanclas y ha estado casi todo el tiempo sin camiseta. Yo me lo he pasado muy bien con tantas visitas. Me gusta sentir que hay tantos humanos que estiman a Javi. Ahora estamos los dos en la puerta de nuestra casa chabola cenando. Creo que Javi se va a poner a teclear y a mí me está entrando sueño. Los animales descansan y el mundo parece también descansar. Negro lo hace en su caseta de tablas, acompañado de varias gallinas. A Javi le brillan mucho los ojos. No sé porqué pero sospecho que ahora mismo está pensando en sus amigos de allá y asimismo en su familia. Le conozco bien y pocas veces su mirada puede ocultarme aquello que siente o delibera. Enciende un cigarro; y aspira.





Día 90

(Javi está feliz)

Cuando Javi se ha marchado a trabajar, se ha ido con una sonrisa enorme. No sé si habrá sido el desayuno al sol, la salida de los animales de sus corrales, o que el aire estaba limpio, pues anoche cayó un chaparrón de lluvia y con la luz destellaba la hierba y casi parecía que crecía a cada instante. Y eso que no ha podido ver cómo los caballos y los burros jugaban a perseguirse como cuando lo hacemos los perros haciendo temblar la tierra y que en los árboles imponentes ha habido una reunión de pájaros enormes que tras su concilio han echado a volar rumbo al sur formando una nube inmensa que cambiaba de forma continuamente y que ha acabado por convertirse en un punto indeterminado del cielo. Tampoco ha podido ver a los gansos nadar en la charca ni a los bichos extraños que viven bajo la montaña de pales escarbar una de sus nuevas madrigueras, tan afanosamente que en apenas unas horas la han inaugurado haciendo unos ruidos curiosos parecidos al crujir de la madera vieja.

Cuando ha vuelto su sonrisa era la misma, no había cambiado ni un ápice. Me ha soltado para que corriera y ha estado jugando conmigo a perseguirme y hacerme caricias por detrás de las orejas. Más tarde ha cogido la bici y se ha ido por la gran carretera hacia arriba, aunque no ha tardado mucho en volver. Creo que ha estado hablando con su familia y amigos por la pantalla, porque su gesto de felicidad venía en aumento, y reconozco que éste llega a esa intensidad cuando tiene noticias de los que más le importan.

Después de cerrar a los animales se ha tumbado con una manta a mirar cómo las estrellas se iban lentamente encendiendo y a fumar un cigarro tras otro. Luego se ha puesto a cocinar y ha cenado fuera de la casa, con un apetito voraz, pues todo parecía saberle muy bien, a su gusto y ha estado tecleando hasta que una pizca de cansancio en su frente ha venido a interrumpirle. Entonces se ha metido dentro y se ha tumbado en la cama mientras escuchaba música que salía de su pantalla y leía.

Ahora me subo muy despacio a la cama para no despertarle y difuminar el informe sueño que sobre él puedo oler como si lo viera con los ojos. Una de sus amigas humanas llega al portón de la pradera grita para llamar su atención. Javi sale corriendo y se abrazan sin parar de hablar y de reír con entusiasmo. El cielo es verde y los caballos se acercan a ellos para decirles con voz humana que los monten. Sopla el viento pero no levanta el polvo del suelo. Les da en la cara y les revolotea el pelo. Yo les persigo en tanto los caballos galopan hasta que empiezan a volar sobre los árboles imponentes. Negro y yo ladramos moviendo el rabo desde abajo siguiendo su trayectoria y corriendo en círculos. Los gansos, las ocas, incluso el pavo el gallo y las gallinas los siguen en el aire uniéndose a los pájaros de colores y a otros muchos. Todos forman una bandada extraordinaria que no deja de girar y de trasmitir. Javi sueña la felicidad que vive y que le gustaría vivir. Su imaginación es poderosa, y no cesa en su empeño para convertir la realidad en la sustancia que son sus sueños.



Día 91

(Tranquilidad)

Lo que son las cosas. Hace una semana no sabía cómo tomarme la actitud de Javi. Le veía en cierta manera humana desesperado. Marchándose en cuanto podía a buscar un nuevo refugio para nosotros, volviendo después roto, frustrado, y con un ambiente en nuestra anterior casa dificultoso. Yo, a veces, en mi rutina como perra no lo veía, pero luego Javi me lo trasmitía de diversas formas, en su necesidad de caricias y de espacio, tras los enfados con el humano que vivía con nosotros y la sensación de estar de algún modo irremediablemente dispuesto a soportar y a tragar.

Nuestra vida de aquí se me parece un poco a la que tuvimos una vez en aquel pequeño pueblo rodeado de montañas donde por un tiempo fuimos muy felices y que tuvimos que dejar, sin entender yo la razón. Supongo que esos son asuntos humanos que a mí se escapan y de los que nunca puedo sacar ninguna conclusión clara. El caso es que ambos necesitábamos esta tranquilidad que nos da el campo, los animales, alejados del ajetreo humano que Javi también siente como irracional. Desde que estamos aquí teclea más y parece más contento y confiado. Tal vez esta vida es que la que busca continuamente sin querer porque es en la que más cree. Trabajar, esforzarse, aprender, descubrir, improvisar, crear, y compartir. Sigue teniendo un vacío, que son los suyos. Pero aquí dicho vacío es menor, como si de alguna manera el distanciamiento con los humanos en general estuviera más acorde con el distanciamiento al que ha tenido que someterse.

Ahora los dos estamos mejor. Quien duda que ambos aprendimos en la anterior etapa a superar ciertos miedos y hacernos con ello más fuertes, pero asimismo precisábamos de acomodar nuestra caída para poder volvernos a levantar. Entiendo que Javi está reconstruyendo su identidad, siguiendo atentamente los latidos de su corazón. Y yo estoy muy contenta, porque cada día me siento más confiada a su lado y más unida a él. Nuestro cariño nos trasciende y eso debe ser bueno. Por ello nuestros ojos brillan y les sonreímos a las horas a pesar de que se marchan sin consumir del todo sus proezas. Por ello si la tranquilidad ha de ser nuestro sino, y en ella navegamos para construir lo que queremos aportar a este mundo, tendremos que ser los más merecedores destinatarios.



Día 78

(El ruido)

Nos hemos despertado con un ruido desconocido e inconmensurable. Una sirena potente sonaba a lo lejos y hacía aullar a todo los perros del pueblo. Noa lo hacía despacio, como quien prepara una frase, y sentada en el suelo. Yo al principio no sabía qué hacer, pero después de unos minutos me he visto arrastrada por aquel sonido hipnótico y me he puesto a aullar como todos los demás, sorprendida de hacerlo tan bien, tal vez porque nunca en mi vida lo había hecho hasta ahora.

El humano que vive al lado de nosotros ha salido de su casa y nos ha instado a callarnos, aunque poco después ya estábamos en lo mismo, y al final nos ha abierto la puerta del patio para que nos fuéramos a la calle. Así, nos hemos unido al coro de perros callejeros que se habían reunido por el evento en la plaza. El ruido y los aullidos han durado al menos un par de horas, casi hasta la amanecida, y cuando por fin ha cesado, nos hemos dispersado y cada cual ha ido a labrarse su propio día. Noa y yo no hemos ido muy lejos de casa hoy. Yo ando un poco sensible por nuestra situación presente y no he querido causar más problemas ni preocupaciones a Javi.

Por ello cuando ha regresado del trabajo nos ha encontrado esperándole en la puerta de casa, y le ha debido dar mucha alegría, porque sin entrar, nos hemos ido a dar un largo paseo por el parque. En el recorrido se nos han unido Dama y varios amigos suyos y nos lo hemos pasado muy bien persiguiéndonos y jugando. Javi ha estado hablando y fumando con una humana que tenía una cara muy bonita y parecía contento. De vuelta a casa ha parado a comprar varias cosas y ha entrado en una tienda que olía a piel humana y tinta. Creo que quiere dibujarse la piel con símbolos como otras veces. Noa y yo mientras hemos estado degustando unas sobras muy suculentas en basura de la carnicería de enfrente.

Ya de noche, cuando los humanos dormían y el silencio reinaba en el ambiente, el ruido potente ha regresado, y de nuevo todos los perros del pueblo han comenzado a aullar. Por mucho que Noa y yo tratábamos de resistirnos no hemos podido lograrlo, y al principio bajito y más tarde desatadas nos hemos dejado llevar por el impulso, hemanadas en esta especie de aquellarre canino sin luna ni expectativas, tan sólo dominadas por su onda aguda e inevitable..

Cuando hemos oido girar la llave en la puerta del patio, no nos ha hecho falta ver la cara del humano que vive con nosotros, hemos entendido a la primera que las dos hoy dormiríamos en la calle.





Día 79

(La tormenta)

Ayer hizo muy buen día, casi primaveral. Incluso esta mañana parecía que se iba a repetir la temperatura de los últimos días, sin embargo, al mediodía ha comenzado a venir viento del sur y éste ha enfriado el aire como nunca lo había visto ni percibido. Javi ha llegado helado a casa porque se había ido hoy a trabajar con poca ropa y cuando hemos salido a pasear iba enbutido en mil capas para calentarse.

Lo más curioso es que por la tarde, cuando caía el sol, ha empezado a formarse una gran nube sobre el pueblo, tan inmensa que ha hecho que oscureciera en un minuto. Se veía como una especie de mostruo con cara y todo de pronto olía a humedad encogiéndose de forma extraña. Los humanos se han metido en sus casas y los perros callejeros han buscado refugio. Es como si todos supieran de antemano lo que iba a ocurrir. Cuando el primer relampago ha iluminado el cielo con una claridad increíble y ha sonado el trueno más terrible que jamás escuché en toda mi vida y que ha hecho que estuviera con el rabo entre las piernas un buen rato, me he dado cuenta del porqué.

Javi, al que le fascinan la furia de los elementos, ha disfrutado mucho, y se ha pasado horas y horas sentado en la puerta del patio contemplando los relámpagos y contando en segundos los truenos contiguos. La lluvia ha tardado en venir, pero cuando lo ha hecho, pareciera que se hubieran abierto las compuertas del cielo y hubieran dejado salir toda el agua del mundo sobre nosotros. Noa y yo tratábamos de dormir en el interior del horno, pero no podíamos con tanto ruido y asomábamos de vez en cuando la cabeza para comprobar si Javi seguía ahí.

Sólo se ha ido a dormir cuando ha parado la lluvia y los relámpagos se alejaban hacia el oeste. Ha sido repentinamente, de improviso, como si aquella fuerza invisible hubiera hallado al fin su propio alivio. Y no se ha fijado que en uno de los rincones del patio varios sapos burbujeaban aturdidos y silentes con ojos saltones y la piel viscosa.

Noa y yo nos acercamos ahora para olerles, y ambas estamos convencidas, dado que huelen a selva y distancia, que antes no estaban allí, que han debido venir arrastrados por el regazo turbio y poderoso de la tormenta.





Día 80

(El interior de Noa)

Ha sucedido de improvisto, después de tantas semanas vividas. Tal vez ha sido el tiempo necesario, porque pienso que cada cual necesita su margen, o bien para ser consciente, o bien para desarmar cualquier cadena de pensamientos o de instintos fijos. Hoy se me ha revelado el universo interno de Noa, sus diferencias y sus semejanzas conmigo, el eco celeste de un sueño común y las condiciones que nos separan; sobre todo por nuestros respectivos dueños y por el futuro que viene inexorable. Y puedo decir que ya es para mí como una hermana, a pesar que demande un cariño irracional cada vez que Javi llega a casa, gruñéndome, o incluso enseñando sus dientes, porque me acepta tal y como soy y me permite habitar en su mismo espacio.

Noa no tiene miedo. Se lanza a ladrar y a perseguir a las motos cuando vamos paseando por la calle. También la he visto pelear o enfrentarse con perros mucho mayores que ella por un trozo de carne y no le acongojan los golpes que el humano que vive con nosotros a veces le da para que obedezca. Su confianza como perra es absoluta y se desenvuelve en su entorno de manera eficaz. Yo en cambio soy por naturaleza miedosa, precavida. La vida me hizo así y ahora igualmente me cambia la vida. Es verdad que sigo comiendo con el rabo entre las piernas y que en ocasiones me derrumbo o bien porque Javi no se encuentra cerca o porque otros perros me asaltan, sin embargo tengo muy instalado el instinto de supervivencia en mí y además cuento con el cariño inagotable de Javi.

Es una función de intercambio y aprendizaje. Noa me enseña a mí a soportar la soledad y los peligros a los que los perros nos vemos cotidianamente enfrentados y yo le enseño a ella a disfrutar del afecto humano durante los paseos, a correr moviendo el rabo hacia Javi, y a buscar rastros. Nuestras realidades habían sido hasta ahora diferentes pero poco a poco se van equilibrando.

Y Javi por supuesto, nos conoce bien a ambas. Lo sé porque hoy ha venido del trabajo y la ha saludado a ella antes que a mí. Luego hemos dado un largo paseo por las calles y nos ha dado la misma libertad de siempre. Luego se ha ido varias horas, en las que la luz del atardecer dibujaba sombras en las paredes del patio y las lagartijas que huelen a sal se reunían en sus escondrijos. Y luego ha regresado y a salido para estar con nosotras un rato. Nos ha estado rascando la tripa y las orejas. Después a mí me ha dado, de sorpresa, un hueso enorme, y a Noa le ha ofrecido una constelación de abrazos.

Ahora, mientras mordisqueo el hueso tumbada, pienso que yo nunca le permito que me abrace de esa forma. Siempre tengo un momento de debilidad con él y retrocedo. Me alegro porque sé que Javi necesita ahora ese abrazo de algún modo. Y es que mi hermana y yo tenemos distintos universos interiores, pero hay cosas en las que nos parecemos. Nos gusta la libertad pero igualmente el cariño.











Día 81

(Modalidades humanas)

Este día ha resultado esclarecedor. Noa y yo nos lo hemos pasado en el patio, si exceptuamos el paseo con Javi por la mañana y el de la tarde, y hemos podido asistir al espectáculo humano que ha ocurrido en ese intervalo. El humano que vive a nuestro lado se ha levantado muy temprano y se ha ido unas horas. El que vive con nosotros también; aunque ha debido marchar con prisa porque se ha dejado las luces de la casa encendidas. Ambos han regresado antes que Javi. El humano que vive con nosotros es de esos humanos que viven en la dualidad o la bipolaridad. Si tiene un buen día puede llegar a ser amable, incluso cariñoso, pero si le viene malo, te puede tumbar de un grito y ser un animal violento y furioso; tal vez por eso tanto yo como Noa nos acercamos a él con recelo cuando nos llama, y nuestro olfato nos dice que hay que tener cuidado cuando pone un determinado tipo de mirada, y además es algo que al resto de los humanos también les ocurre. Es muy social y tiene muchos amigos. Sin embargo trata por todos los medios de dominarlos y llevarlos a un sometimiento más o menos consciente. El que vive a nuestro lado se considera distinto, pero simplemente es que se encuentra en otro nivel. Es de lo más tranquilo a primera vista. Es de esos humanos que se lo toma todo con mucha calma, tal vez porque en otro tiempo ya debió vivir con prisas, y que se pasa el día o viendo tele, o tumbado o comiendo. Es más cariñoso que el otro porque ha sabido desarrollar más el afecto, pero a veces se descubre en él una furia y una frustración acumulada que vuelca directamente sobre los demás o que canaliza con un sentido del humor curioso que va de la ironía leve a la burla extrema. Así sonríe siempre, pero en pocas ocasiones lo hace de verdad; y esto sucede porque únicamente es capaz de pensar en sí mismo. Y por ello es poco social y en definitiva se siente muy sólo.

Javi no asemeja a ninguno de los dos. Aunque tenga el peor día del mundo continuamente guarda caricias y detalles en sus bolsillos, porque para él primero están los demás y luego piensa y vive para sí. Es humano y también falla, más bien por despiste que otra cosa, o porque la cabeza no le da para más. Eso le sirve para recapacitar y aprender. De este modo se puede colocar en el lugar de los otros; asimismo de los perros. Es fiel a sí mismo, a quienes le estiman y aman, y por su puestos a sus creencias e instintos. No le importa estar sólo si los de su alrededor no lo valen, ni le pesan las responsabilidades, pero daría todo lo que tiene por muchos de los suyos, incluso por algunos que no lo harían por él si fuera al revés.

Así, con estas modalidades humanas, Noa y yo nos tenemos que desenvolver. El humano que vive a nuestro lado no nos hace mucho caso. Todo el cariño se lo dedica a él. Hoy ha pasado varias veces a nuestro lado y aunque hemos movido mucho el rabo ni nos ha observado. El humano que vive con nosotros lucía hoy una de eses miradas; y eso ha provocado sin que nosotras lo mereciéramos que tras discutir con el otro no echara a la calle. Javi había salido a comprar y cuando ha llegado a casa y se ha enterado ha ido a buscarnos. Ya en casa ha mediado entre los humanos, que se han pasado toda la tarde discutiendo y chillando. Los ha estado escuchando y aconsejando, poniéndose en su piel y en su mente.

Ya por la noche, después del paseo, le he oído discutir con el humano que vive con nosotros y ha salido a fumarse un cigarro nervioso al patio. La cosa se ha debido poner seria. No obstante nos ha guiñado a Noa y a mí un ojo antes de meterse para adentro. Y es que llevaba todas las estrellas del cielo reflejadas en sus ojos.



Día 82

(El juego)

Hoy Javi se ha tirado todo el día evitando a los humanos con los que vivimos, tanto del que vive con nosotros como del de al lado. Se ha levantado pronto, aunque hoy no trabajaba y se ha marchado por ahí hasta media mañana. Desde muy temprano ha venido a casa la cachorra del humano que vive con nosotros pero más tarde se han ido. Al poco rato ha llegado Javi, como si lo supiera, y cuando ha pasado por el patio el humano que vive a nuestro lado no ha salido a saludarle como siempre. Cuando el que vive con nosotros y su cachorra han regresado Javi ha vuelto a salir y Noa y yo nos hemos ido con él, sin volver hasta que ya era casi de noche. En casa ha debido estar jugando un rato con la cachorra porque olía a ella cuando se ha fumado un par de cigarros con nosotras en el patio.

Pero el verdadero juego parece suceder entre los humanos y Javi. Y es un juego peligroso, de clarificaciones y perspectivas destapadas.



Día 83

(La lima)

Hoy todo ha vuelto a su cauce, aunque me da en la nariz que a Javi ya no le vale, porque lleva en la cara esa media sonrisa que conozco, con la que dice continuamente al mundo: soy fuerte… todo está bien… que nadie se preocupe. Y es que ha debido estar hablando con los humanos que viven con nosotros largo y tendido sobre varias cuestiones. Creo que éstos han terminado pidiendo perdón porque le palmeaban mucho la espalda y le sonreían forzadamente. Han comido con otros humanos en el patio y el día ha trascurrido normal, pero esa media sonrisa de Javi resultaba evidente y más cuando ha vuelto a irse con nosotras casi toda la tarde a pasear sin darles mucha bola a los otros. Estos últimos días no ha bebido con ellos ni ha celebrado nada. Su única preocupación y disfrute somos nosotras dos y con nosotras se encuentra. Teclea mucho aunque evita hablar con su familia de allá por la pantalla pienso que por ahorrarles inquietudes o disgustos innecesarios. Es como si tuviera una especie de as en la manga dispuesto a sacar en el último momento.

Qué duda cabe. Es como si tuviera una pequeña lima con la que cada día va serrando los barrotes de su ventana.





Día 84

(La ventana sin barrotes)

Es inevitable intuir que algo se avecina. Javi nunca fue de aguantar ni de sostener las situaciones ni las crisis. Mejor que todo reviente para comenzar a construir, pero no de un modo violento, sino de la forma natural, constituyendo el principio y el fin de los ciclos, como cuando viene un temporal y luego la calma o cuando se remueven las aguas de un estanque y más tarde las ondas se van espaciando para quedar a continuación en reposo y así.

Hoy ha venido del trabajo alterado y nos ha dejado entrar a Noa y a mí en casa, como si todo el tiempo quisiera estar con nosotras. Hemos salido a pasear como siempre y parecía ir mirado cada rincón como si fuera la primera vez, saboreando cada detalle. Ha pasado a muchas tiendas aunque ha comprado poco. Ha ido a hablar con algunos humanos y de todos parecía despedirse de algún modo. Todos los perros callejeros de la calle nos seguían sin ninguna explicación aparente y nos miraban a Noa y a mí como sin saber qué decirnos. De regreso ha estado hablando con su familia y amigos por la pantalla y aunque tenía los ojos un poco humedecidos se ha mostrado confiado y sonriente y a unos y otros ha estado tranquilizándolos. Más tarde hemos cenado y ha estado recogiendo algunas cosas, y tecleando sin cesar, enviando mensajes por esos canales incomprensibles e invisibles con los que se comunica con los suyos. Luego ha esperado la llegada del humano sin parar de fumar y cuando ha llegado los dos han hablando un buen rato. Lo curioso es que todo ha resultado más suave y más conmovedor de lo anunciado. En los ojos del humano que vive con nosotros había sorpresa mientras que en los de Javi únicamente había brillo.

Por eso hoy al patio han acudido tambien las lagartijas que huelen a sal y los pájaros verdes, porque sus ojos brillan tanto que casi parecieran el sol del mediodía y con ellos los atrae como han atraído a los perros del pueblo por la tarde. No obstante ahora está abrazado a Noa contemplando la luna extraña y todas las estrellas del cielo, y yo siento que debe ser así. Se ha levantado viento del norte, que acá es como si fuera del sur. Creo que nunca antes me había sentido más tranquila que en este instante. Y es que me acabo de fijar que en su ventana ya no hay ni reflejos ni barrotes.



Día 85

(¿Dónde vamos?)

Hoy Javi se ha marchado a trabajar como siempre. Sin embargo llevaba la mochila llena hasta arriba y ha salido al patio a acariciar a Noa. Me ha resultado extraño, porque Javi suele irse sin hacer ruido, para no despertarme y evitar así mi preocupación, aunque el fondo sabe que ya no me preocupo tanto. La mañana ha sido semejante a otras, de aburrimiento junto a las lagartijas que huelen a sal y los pájaros verdes. Ha hecho bastante calor, por lo que Noa y yo nos hemos buscado un rinconcito a la sombra y allí nos hemos quedado dormitando tan tranquilas. Al mediodía ha llegado el humano que vive con nosotros y ha abierto a Noa la puerta del patio para que saliera a la calle, pero a mí me ha instado a que me echara para atrás y me ha dejado sola. Luego de ha metido para adentro y ya no lo he vuelto a ver. El humano que vive a nuestro lado ha pasado un par de veces por el patio, y como normalmente ocurre, ni siquiera me ha saludado. De esta forma, envidiando la suerte de libertad de mi compañera me he tumbado de nuevo a la sombra. No obstante una especie de zumbido de aviso rozaba continuamente mi nariz y al menor sonido me alertaba como aguardando lo inesperado.

Y esto ha sucedido a la llegada de Javi. Venía con los ojos humedecidos aunque muy brillantes. Se ha duchado, ha recogido sus cosas, ha preparado mi trasportín, ha escrito una nota que ha colocado sobre la mesa de la cocina, ha ido a despedirse del humano que vive a nuestro lado, ha mirado por la calle por si estaba por allí Noa, y hemos salido a la calle donde nos esperaba un coche con un tipo desconocido y simpático que ha ayudado a Javi a meterlo todo dentro. En ese instante Javi me ha señalado el interior del trasportín para que me metiera en él y al principio he recelado, de pronto he recordado el pájaro de metal, sus entrañas y todo lo que viví en ese lugar, pero como Javi insistía ya un poco nervioso no he querido desesperarle con mis miedos. Luego se ha despedido también del chaval del quiosco, con el que siempre habla, y de una de las chicas de la tienda de fotocopias, igualmente de algunos vecinos y peatones que transitaban en ese momento, sin duda nos íbamos de la casa, pero adónde, y ha sido justo ahí cuando ha aparecido Noa, Dama, los hermanos petizos y todos los perros callejeros de la calle para decirnos adiós. Han tenido que bajarme otra vez del coche y sacarme del trasportín. Noa y todos me lamían y aullaban y Javi se ha puesto a llorar. Entonces todos hemos ido a lamerle las lágrimas a él. Poco después y otra vez los dos dentro del coche, yo en el trasportín y él junto al tipo simpático, veíamos cómo nuestros amigos corrían detrás del coche sin conseguir alcanzarlo. El sitio de los perros quedaba atrás; aunque espero regresar para ver a Noa y a los demás.

La gran carretera nos ha conducido más arriba aún por campos, ciudades y arboledas hasta que nos hemos detenido en una pequeña barriada de gente humilde. El sol caía ya sobre el horizonte limpio. Pero todavía hemos caminado un poco más allá, a las puertas de un recinto cercado que envolvía una pradera con varios corralones, dos árboles imponentes junto a otros, un pequeño estanque y una chabola de metal y madera. Al lado un perro enorme y negro nos ladraba, pero moviendo como bienvenida el rabo. Javi cargaba como aquella otra vez mi trasportín y dentro todas sus cosas. Lo arrastraba como un caracol arrastra su casa. Así, un hombre pobre y sucio nos ha recibido, cuando la oscuridad crecía a cada segundo. Después de enseñar a Javi la chabola y las cuadras, le ha dado un par de llaves, ha acarreado sus bultos en una furgoneta y se ha marchado, dejándonos allí, al cuidado de todo aquello. Javi se ha puesto de inmediato a colocar dentro de la chabola sus mochilas y mi trasportín, también a inspeccionar por encima el lugar y a comprobar las luces. Yo mientras tanto he olisqueado sobrestimulada por tantos rastros diferentes y me he ido a corretear hasta los árboles imponentes.

Ahora ya estoy medio dormida a los pies de Javi. Él se encuentra con cara de asombro sentado en una silla en el exterior de la chabola, fumando uno de sus pitillos y contemplando la luna extraña y las estrellas, y también la imponente silueta de los árboles imponentes. En los corralones se escuchan ruidos de animales, algunos que conozco y otros que desconozco. Antes ha habido un momento que me acercado a oler entre las maderas y me ha parecido descubrir algún compañero perro y varios caballos, sin embargo estoy convencida de que hay más. El perro enorme y negro descansa tranquilo en su caseta hecha con tablas y plásticos. No sé porqué, pero no dejo de percibir el mismo olor con el que Javi llegaba todos los días a nuestra casa; es decir, a humanos especiales. Mi instinto me estaba diciendo los últimos días que algún cambio se avecinaba, aunque no me lo imaginaba así

Con todo, los ojos de Javi brillan con fuerza y eso es para mí lo más importante. Desconozco si este será nuestro nuevo hogar; no obstante parece que por el momento va a ser que sí.











Día 86

(Los animales)

Hoy nos hemos levantado con el sol. En cuanto Javi ha abierto el candado de nuestra casa-chabola me he dado cuenta de dónde estábamos. Como loca me he puesto a correr y a olisquearlo todo, olvidando la timidez de ayer. Lo primero que ha hecho Javi es soltar a todos los animales y madre mía, cuántos. Hay caballos, burros, un pony, gansos, ocas, patos, un gallo formidable, con unas plumas verdes y su cresta roja, varias gallinas y un montón de perros flacos de los que corren como el viento; hay también unos pájaros muy peculiares que están anidando en el suelo y que tienen muchos colores en las pumas. Cada vez que me acerco a los nidos vuelan por encima de mí para picotearme, porque son extremadamente protectores. En los árboles imponentes anidan muchos otros pájaros. Unos grandes, de los que parecen flotar en el aire y que cazan, y otros más pequeños y de distinta forma y color. Ah, y se me olvidaba, también un pavo tremendo, que se contonea haciendo su inusual gorjeo, y que cuando extiende sus alas levanta el polvo del suelo. Luego, bajo un montón de pales que están situados cerca de la charca, se encuentran las madrigueras de unos bichos, semejantes a ratas sin cola o a perros pequeñitos, que no sé lo que son y que huelen a tierra húmeda y a hierba fresca. Son unos animales tímidos y en cuanto me acerco se esconden a toda prisa. Por último hay que mencionar a los sapos y las ranas de la charca, a una culebra roja que ha huido por entre la alambrada, a los mosquitos y a los otros insectos como arañas escarabajos, abejas, y también a una familia de ratas que vive en el galpón de al lado de casa, al acecho del pienso y el maíz de los caballos.

No he mencionado al perro enorme y negro que ayer nos ladraba moviendo el rabo. Es viejo y a veces tose, pero su tamaño impresiona. Tiene un montón de cicatrices de peleas antiguas, por lo que su vida parece haber sido dura. Me recuerda a mis amigos mastines, pero con el pelo corto y oscuro. En verdad es muy majo y ha lamido mucho a Javi y también a mí, además lo más curioso es que quiere siempre atacar a todos los bichos que pasan cerca de él menos a las gallinas. Lo digo porque permite que estas entren en su caseta con el suelo de paja para poner sus huevos.

Los caballos huyen de mí, asimismo el pony; los burros me enfrentan más que violentos, curiosos; las ocas, los gansos, el gallo y el pavo me atacan, los patos y los pájaros peculiares lo mismo, los perros flacos juegan conmigo y el resto me temen. Esta ha sido la primera impresión de la naturaleza social de mis nuevos compañeros.

Después de soltarlos a todos y darles de comer, Javi ha limpiado las cuadras, ha desayunado, se ha aseado, me ha atado con una cadena a un árbol, cerca del perro enorme y negro, y se ha marchado. Lo ha hecho a través de una verja cerca de nuestra casa-chabola. Ha venido en varias ocasiones a lo largo del día, y siempre oliendo a humanos especiales. Dicho olor me viene continuamente a la nariz, por lo que deduzco que está aquí al lado. Javi sonríe mucho y quiere mucho a todos los bichos. Cuando ha terminado de trabajar ha vuelto a darles de comer y los ha encerrado en las cuadras. Después se ha sentado a leer mientras caía el sol hasta que se ha levantado para prepararse algo de cena. Más tarde ha estado tecleando mucho tiempo. Yo creo que hasta terminar agotado.

Ahora nos preparamos para dormir después de un día emocionante y fascinador. Me acuerdo mucho de Noa y de mis amigos perros callejeros. Pero veo a Javi muy contento y por primera vez en mucho tiempo, totalmente tranquilo. Y lo mejor de todo es que de nuevo dormimos juntos en una cama, y que por fin puedo oler otra vez nítidamente sus sueños.





Día 87

(Nuestra nueva casa)

Hoy todo ha sucedido de un modo semejante a ayer. Por la mañana Javi ha soltado todos los bichos y se ha ido a trabajar con los humanos especiales. Ha venido también varias veces, para soltarme de la cadena y que corriera un poco y para ver cómo andaba todo. Se ha perdido alguna que otra carrera de los caballos y el soniquete de los gansos peleándose unos con otros. A la vista está la gran carretera y el incesante tránsito de los coches pequeños y grandes en un vaiven loco y estremecedor. Ha hecho calor y cuando soplaba el aire se levantaba polvo. He acabado hasta arriba de él, aunque cuando Javi ha llegado ya por la tarde ha regado la parte más cercana de la casa-chabola y también a mí.

Nuestra casa es de chapa y madera, es muy vieja y sucia, rematada, descolorida y destartalada pero la verdad es que se está rebien. Tiene telarañas por todos los rincones y recovecos desde el suelo hasta el techo y por dentro no se ve mucho mejor. El suelo, salvo la parte de la habitación de Javi que tiene baldosones de arcilla, es de tierra. No hay puertas y las estancias se hallan separadas por cortinas mugrientas. Tiene una especie de estufa, muy grande y una cocinilla unida a la entrada-sala de estar, con una mesa de madrera y varias sillas de plástico. Hay cacharros y herramientas por todos los lados. Dese cuchillo y cuerdas hasta juguetes de cachorros humanos. La nevera es enorme y hace un ruido de cuando en cuando que asusta. Tambien hay una especie de despensa con unas estanterías ajadas y cubiertas de tamo con un montón de bolsas de plástico colgadas de clavos en la pared. Mi trasportín se quedó ahí y no se ha movido. La única ventana se encuentra en la habitación de Javi y tiene una cortina blanca que ya no lo es. En la habitación de Javi hay una cama de hierro oxidado con un colchón muy fino, una mesa pequeña, una estantería en la pared y una silla. Igualmente hay clavos para colgar las cosas y una tele que no funciona; con todo resulta acogedora, aunque como en el resto de la casa, cuando uno se mueve demasiado se aviva el polvo y todo acaba por cubrirse. Puede que sea la casa más humilde en la que he vivido, pero a mí me gusta y creo que a Javi lo mismo.

Más tarde de encerrar a los animales, Javi se ha marchado unos minutos hacia su trabajo por la valla que nos separa y ha regresado con un colchón más grande que el que teníamos. Lo ha colocado sobre el otro y ha estado acomodando algo de su ropa. Luego hemos cenado y ha estado tecleando un buen rato. Después ha desatado al perro enorme y negro y los tres nos hemos dado un paseo por la pradera. Hemos ido bajo los árboles imponentes. Yo me he puesto a perseguir a los animales extraños que se esconden entre la montaña de palés. Mi nuevo compañero no ha tosido tanto desde que se ha puesto a jugar y a correr. El paseo le ha venido bien, aunque Javi ha vuelto a atarle al volver para casa. Por cierto, como no sabemos cómo se llama, Javi le silbaba y nos le hacía mucho caso. Por la noche los animales se quedan muy tranquilos. En cuanto cae el sol buscan su refugio de cada día y descansan.

Ahora, tumbada a los pies de Javi, observando cómo duerme y sonríe, contemplo nuestro propio refugio y de tanta felicidad se me cierran los ojos.





Día 88

(De limpieza)

Hoy Javi no ha ido a trabajar. Ha sacado los bichos del corral, ha limpiado las cuadras, les ha echado de comer, ha llenado los bebederos, y después de desayunar, ha sacado nuestras cosas de la casa chabola y se ha puesto a limpiar como un loco. El polvo salía de todos los escondrijos y varias veces ha tenido que salirse afuera porque no podía ni respirar, Yo mientras tanto he estado olisqueando rastros por la pradera, persiguiendo a las gallinas hasta que Javi me ha regañado muy serio y luego me he tumbado a observarle hasta que de aburrimiento me he quedado dormida.

Cuando he despertado ya había vuelto a meter todo dentro y al pasar para verle se encontraba ordenando la habitación y aseándose un poco. Después ha preparado su mochila, me ha atado con la cadena y se ha marchado. Han pasado varias horas hasta que ha vuelto, y cuando lo ha hecho olía a Noa y a nuestro anterior pueblo, y creo que venía muy contento; me da en la nariz que ha podido hablar con su familia y amigos y se le notaba en el brillo de los ojos. De seguido ha encerrado a los animales y ha seguido limpiando algunas cosas. La casa, aunque sigue siendo cochambrosa ya presenta otra cara, y por lo menos no se levanta polvo cuando nos movemos ni se ven telarañas por el techo ni suciedad por el suelo o las paredes.

Javi ha debido terminar rendido. Hoy no ha tecleado como suele hacer y ahora se ha sentado en una silla en la parte de afuera de la puerta a leer y a fumar y a contemplar el cielo. Y es que aquí se ven más estrellas que donde antes vivíamos, tal vez tantas como las motas de polvo ha conseguido sacar de la casa.



Día 89

(Nuestros nuevos amigos humanos)

Esta mañana Javi se ha ido justo después de dar de comer a los animales y de limpiar los dos corralones. Le he visto esperar a lo lejos y subirse a uno de esos coches formidables que van llenos de personas, algunas incluso de pie y marchar por la gran carretera hacia abajo. Me ha dejado atada con la cadena cerca de mi compañero, y al despedirse le ha llamado Negro. Creo que este va a ser para nosotros su nombre; tal vez anoche se le ocurrió en sueños. Me da a mí que como tenga que poner nombre a cada uno de los bichos del lugar no va a terminar nunca, o mejor dicho, va a tener que soñar mucho; pero en fin, así ha de ser.

Un buen rato después ha aparecido por los portones de la entrada de la pradera montado en una bicicleta. Cuando se ha acercado ha comenzado a perseguir en ella a los caballos, a los burros y a los gansos sin parar de reír. Parecía muy contento y en verdad traía cara de cachorro humano con un juguete. Después la ha apoyado en un árbol y la ha estado limpiando y sacando brillo. Es tan vieja como bonita, y tiene un manillar como los cuernos de las cabras; hacia arriba.

Por la tarde hemos tenido varias visitas de humanos. Primero ha venido un humano que yo no conocía, y que olía como Javi a humanos especiales. Ha sido muy simpático conmigo y no ha parado de acariciarme y de rascarme las orejas todo el tiempo. Huele igualmente a buena persona y parece ser muy amigo de Javi. Cuando se ha ido Javi no ha dejado de sonreír hasta después incluso de que ya no se le veía. Luego ha venido el humano que estaba aquí en la casa-chabola el otro día, acompañado de otros dos humanos, uno mayor y otro joven, que por cómo se parecían son seguro padre e hijo. Han estado fumando y bebiendo vino con Javi y se reían mucho. Más tarde el humano del otro día ha recogido algunas bolsas de la casa y se han marchado en un coche por la gran carretera. Por último han aparecido dos humanas que igualmente desprendían olor a humanos especiales y que deben trabajar con Javi. Apenas se han quedado unos minutos, y nos han traído comida unas mantas. Por cómo trataban a Javi, pienso que deben quererle mucho, y por ello no he perdido la oportunidad de mover mucho el rabo a su lado y de lamerlas los pies y las manos, tanto, que al final Javi ha tenido que regañarme.

Cuando ya se han marchado todos y estaba cayendo el sol, Javi ha agarrado unas cuerdas y se ha acercado a uno de los caballos. Llevaba en la mano unos cachitos de naranja que le ha ido dando al ponerle unas en la cabeza. Luego ha estado caminando junto a él haciendo círculos y por último, de un salto se ha subido encima de su lomo. Ya había visto a Javi subirse sobre un caballo, pero nunca de esta manera. Ha estado paseando despacio por la pradera, tanteando al caballo, que a veces protestaba y se resistía, pero finalmente los dos parecían un solo bicho, y se movían armoniosamente, sintiéndose el uno al otro. Al bajar y soltarle, Javi le ha vuelto a dar un cachito de naranja. Es como cuando a mí me daba un pedazo de salchicha si me acercaba a él al silbarme poco después de que nos conociéramos. Pretende que el caballo se sienta seguro a su lado, y nada mejor que alimentarlo, acariciarlo y comprenderlo.

Hoy ha sido un día muy especial. Los árboles imponentes han comenzado a rebrotar sus hojas y ha hecho mucho calor. Javi se ha puesto sus chanclas y ha estado casi todo el tiempo sin camiseta. Yo me lo he pasado muy bien con tantas visitas. Me gusta sentir que hay tantos humanos que estiman a Javi. Ahora estamos los dos en la puerta de nuestra casa chabola cenando. Creo que Javi se va a poner a teclear y a mí me está entrando sueño. Los animales descansan y el mundo parece también descansar. Negro lo hace en su caseta de tablas, acompañado de varias gallinas. A Javi le brillan mucho los ojos. No sé porqué pero sospecho que ahora mismo está pensando en sus amigos de allá y asimismo en su familia. Le conozco bien y pocas veces su mirada puede ocultarme aquello que siente o delibera. Enciende un cigarro; y aspira.





Día 90

(Javi está feliz)

Cuando Javi se ha marchado a trabajar, se ha ido con una sonrisa enorme. No sé si habrá sido el desayuno al sol, la salida de los animales de sus corrales, o que el aire estaba limpio, pues anoche cayó un chaparrón de lluvia y con la luz destellaba la hierba y casi parecía que crecía a cada instante. Y eso que no ha podido ver cómo los caballos y los burros jugaban a perseguirse como cuando lo hacemos los perros haciendo temblar la tierra y que en los árboles imponentes ha habido una reunión de pájaros enormes que tras su concilio han echado a volar rumbo al sur formando una nube inmensa que cambiaba de forma continuamente y que ha acabado por convertirse en un punto indeterminado del cielo. Tampoco ha podido ver a los gansos nadar en la charca ni a los bichos extraños que viven bajo la montaña de pales escarbar una de sus nuevas madrigueras, tan afanosamente que en apenas unas horas la han inaugurado haciendo unos ruidos curiosos parecidos al crujir de la madera vieja.

Cuando ha vuelto su sonrisa era la misma, no había cambiado ni un ápice. Me ha soltado para que corriera y ha estado jugando conmigo a perseguirme y hacerme caricias por detrás de las orejas. Más tarde ha cogido la bici y se ha ido por la gran carretera hacia arriba, aunque no ha tardado mucho en volver. Creo que ha estado hablando con su familia y amigos por la pantalla, porque su gesto de felicidad venía en aumento, y reconozco que éste llega a esa intensidad cuando tiene noticias de los que más le importan.

Después de cerrar a los animales se ha tumbado con una manta a mirar cómo las estrellas se iban lentamente encendiendo y a fumar un cigarro tras otro. Luego se ha puesto a cocinar y ha cenado fuera de la casa, con un apetito voraz, pues todo parecía saberle muy bien, a su gusto y ha estado tecleando hasta que una pizca de cansancio en su frente ha venido a interrumpirle. Entonces se ha metido dentro y se ha tumbado en la cama mientras escuchaba música que salía de su pantalla y leía.

Ahora me subo muy despacio a la cama para no despertarle y difuminar el informe sueño que sobre él puedo oler como si lo viera con los ojos. Una de sus amigas humanas llega al portón de la pradera grita para llamar su atención. Javi sale corriendo y se abrazan sin parar de hablar y de reír con entusiasmo. El cielo es verde y los caballos se acercan a ellos para decirles con voz humana que los monten. Sopla el viento pero no levanta el polvo del suelo. Les da en la cara y les revolotea el pelo. Yo les persigo en tanto los caballos galopan hasta que empiezan a volar sobre los árboles imponentes. Negro y yo ladramos moviendo el rabo desde abajo siguiendo su trayectoria y corriendo en círculos. Los gansos, las ocas, incluso el pavo el gallo y las gallinas los siguen en el aire uniéndose a los pájaros de colores y a otros muchos. Todos forman una bandada extraordinaria que no deja de girar y de trasmitir. Javi sueña la felicidad que vive y que le gustaría vivir. Su imaginación es poderosa, y no cesa en su empeño para convertir la realidad en la sustancia que son sus sueños.



Día 91

(Tranquilidad)

Lo que son las cosas. Hace una semana no sabía cómo tomarme la actitud de Javi. Le veía en cierta manera humana desesperado. Marchándose en cuanto podía a buscar un nuevo refugio para nosotros, volviendo después roto, frustrado, y con un ambiente en nuestra anterior casa dificultoso. Yo, a veces, en mi rutina como perra no lo veía, pero luego Javi me lo trasmitía de diversas formas, en su necesidad de caricias y de espacio, tras los enfados con el humano que vivía con nosotros y la sensación de estar de algún modo irremediablemente dispuesto a soportar y a tragar.

Nuestra vida de aquí se me parece un poco a la que tuvimos una vez en aquel pequeño pueblo rodeado de montañas donde por un tiempo fuimos muy felices y que tuvimos que dejar, sin entender yo la razón. Supongo que esos son asuntos humanos que a mí se escapan y de los que nunca puedo sacar ninguna conclusión clara. El caso es que ambos necesitábamos esta tranquilidad que nos da el campo, los animales, alejados del ajetreo humano que Javi también siente como irracional. Desde que estamos aquí teclea más y parece más contento y confiado. Tal vez esta vida es que la que busca continuamente sin querer porque es en la que más cree. Trabajar, esforzarse, aprender, descubrir, improvisar, crear, y compartir. Sigue teniendo un vacío, que son los suyos. Pero aquí dicho vacío es menor, como si de alguna manera el distanciamiento con los humanos en general estuviera más acorde con el distanciamiento al que ha tenido que someterse.

Ahora los dos estamos mejor. Quien duda que ambos aprendimos en la anterior etapa a superar ciertos miedos y hacernos con ello más fuertes, pero asimismo precisábamos de acomodar nuestra caída para poder volvernos a levantar. Entiendo que Javi está reconstruyendo su identidad, siguiendo atentamente los latidos de su corazón. Y yo estoy muy contenta, porque cada día me siento más confiada a su lado y más unida a él. Nuestro cariño nos trasciende y eso debe ser bueno. Por ello nuestros ojos brillan y les sonreímos a las horas a pesar de que se marchan sin consumir del todo sus proezas. Por ello si la tranquilidad ha de ser nuestro sino, y en ella navegamos para construir lo que queremos aportar a este mundo, tendremos que ser los más merecedores destinatarios.