eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

lunes, 17 de junio de 2013

Diario de una perra en Argentina (2ª semana)



Día 8

(Sale el sol)


Esta mañana hubo niebla densa, de las que trae el río y las bajas temperaturas. Cuando abrí los ojos me goteaba la nariz y el aire olía a humedad de tuberías, a pájaros migratorios y ensueños. Tenía el pelo encrespado, como cuando Javi me baña, y algo exótico flotaba en el ambiente, algo que evitaba mi nariz.

Javi se levantó temprano a teclear. Luego marchamos a las tiendas y las calles acumulaban formas distorsionadas cuyos colores permanecían apagados. Los perros de nuestra calle no nos habían seguido como todos los días. Se quedaron en la puerta de casa acurrucados unos contra otros. Esta vez regresamos enseguida, entre la neblina, como dos siluetas difuminadas sobre un fondo de claridad. El humano que vive a nuestro lado llamó a la puerta y Javi le acompañó a su casa. Poco después salieron juntos al patio interior y empezaron a agrupar herramientas de trabajo. Durante horas estuvieron golpeando una pared amarilla, haciendo una línea con un cortafrío y un martillo, turnándose para descansar. Noa y yo les observamos todo el tiempo, a ratos adormiladas, a ratos jugando a mordernos, hasta que la niebla se alzó y el cielo se llenó de sol.

Entonces todo cambió de olor. La humedad se trasformó en un aroma penetrante de plantas y flores, y también de carne chamuscada. De la calle llegaban sonidos de niños riendo y de bicicletas tintineando a su paso. Javi y el otro humano sudaban trabajando sin tregua, con unas gafas enormes que les daban aspecto de insecto. Javi, cuando descansaba tocaba un tambor negro que parecía entumecido. El otro sacaba botellas de agua fresca y ponía música en un aparato. Noa y yo atendíamos a sus movimientos tumbadas sobre las baldosas del patio. El sol nos dominaba a todos y apretaba con fuerza.

De pronto, antes de que Noa o yo reaccionáramos, irrumpió por la puerta el humano que vive con nosotros. Dijo algo que volvió loco de alegría a Javi. Se abrazó a él y continuó alegre golpeando con el martillo. Cuando terminaron, una larga culebra serpenteaba por la pared, mostrando sus tripas y sus colmillos. Javi se aseó y se metió en la casa. Yo me quedé con Noa en el patio persiguiendo unas lagartijas que desconocía y que me atraen porque huelen a sal.

Fue en un instante que escuché un silbido de llamada de Javi, un silbido concreto que reafirmaba su felicidad. Me aguardaba en el salón, con su pequeña pantalla tecleadora. En ella vi y oí a su familia. Lo más extraño es que no distinguía su olor, pero allí estaban, eran ellos. Sus voces sonaban lejanas y sus caras sonrientes me decían los mismos mimos. Desde que vivimos aquí nunca he visto a Javi tan contento. Sus ojos brillaban con fuerza y trasmitían luz.

Hoy el sol apareció entre la fría niebla justo en el momento preciso. Tal vez por eso esta noche puedo oler todo lo que Javi sueña; y lo mejor es que yo estoy con él en sus sueños.







Día 9

(Antología de un perro callejero)

 
Javi se ha despertado de muy buen humor. Me ha preparado arroz con zanahorias y me ha llevado a pasear a un parque enorme colmado de eucaliptos. Ya en casa ha seguido haciendo culebras y serpientes con el cortafríos y el martillo mientras Noa y yo jugábamos o dormitábamos sobre las baldosas. Unos pájaros verdes con el pico muy largo cantaban entre las ramas de los árboles próximos y el sol continuaba como ayer empujando el día.

No sé si el aburrimiento o la confianza me hizo seguir a Noa cuando levantó una oreja y se fue corriendo a la parte delantera de la casa. Un perro que no conocía gruñía detrás de la reja. Tenía heridas en las orejas y en el cuello y un rostro curtido por mil y una batallas. Noa, sin pensárselo dos veces saltó la reja, y yo tampoco me lo pensé. En un momento deambulábamos los tres por las calles del pueblo, olisqueando rastros, degustando sobras suculentas a las puertas de los supermercados, juntándonos con otros perros. Nuestro nuevo compañero parecía el jefe del lugar porque todos le mostraban respeto; tal vez es que le temían. Yo he decido caerle simpática porque me ha cedido un pedazo de carne que ha hallado entre la basura y además me ha llevado a su refugio, un túnel que pasa por debajo de las vías del ferrocarril. Debe entender que vengo de otra tierra y por eso ha querido ser amable. Me gusta porque está sucio y no tiene ningún tipo obligaciones con los humanos. Me ha recordado el tiempo en que yo tuve que sobrevivir en la calle. Pero no todos los recuerdos son lindos ¿no?

Sus heridas me decían que no siempre las cosas son fáciles. Y entonces me acordé de Javi. Seguro que me estaría buscando; y me regañaría. Cargada de temores busqué a Noa en las inmediaciones y ladré. Noa apareció entre unos matorrales y juntas regresamos a casa. Sentía el miedo de haber hecho mal y asimismo la libertad de haber roto con las reglas.

Cuando llegamos, volvimos a saltar las rejas e increíblemente no nos estaban buscando. Javi seguía trabajando con el otro humano en el patio. Los pájaros verdes se habían marchado y el sol iba detrás.

Ahora que ya estoy tumbada en el viejo colchón y con el estómago lleno, pienso en el rostro poderoso del perro callejero y en el brillo apagado de sus ojos. Tengo suerte de contar con Javi. No deseo la libertad si no es para compartirla. Ojala Javi pueda encontrar la suya, y que como hoy a mí le llegue.



Día 10

(Me castigan)

Ayer no me pillaron cuando me escapé con Noa y nuestro nuevo amigo perruno. Pero hoy no me he librado. De nuevo he seguido a Noa aunque esta vez Javi se dio cuenta y he escuchado sus silbidos al poco rato mientras olisqueaba por la calle. Es por eso que me he pasado el día encerrada en el patio interior viendo cómo Javi y el otro humano trabajaban sin descanso. Únicamente cuando ha llegado el atardecer hemos salido a dar un paseo. Mañana si Noa intenta convencerme no sé qué voy a hacer. Tengo dudas.





Día 11

(Viajamos a Escobar y a Tigre)


No me esperaba vivir un día tan intenso. Por la mañana nos montamos en el coche del humano que vive a nuestro lado y hemos ido a un sitio al que llaman Escobar. Es más grande que nuestro pueblo y no se ven perros por las calles. Hemos parado en el centro para dar una vuelta y después en un sitio de las afueras que olía a caballos y humanos especiales. Javi ha estado un buen rato hablando con un humano que sonreía todo el tiempo y que le estuvo enseñando el sitio. Ha sido un poco aburrido, pero más tarde tendría mi recompensa. Hemos continuado por una carretera que cada vez tenía más baches. Árboles enormes han ido sustituyendo a las casas. Un olor intenso a naturaleza virgen ganaba mi nariz y hasta me han dejado sacar la cabeza por la ventanilla para sentir la velocidad. De pronto comenzó a oler también a río y luego a mar, todo entremezclado; y a muchas otras cosas que no había olido nunca. Fue entonces que llegamos a un sitio increíble. Todo era de un color verde intenso. No puedo decir si era un río o océano porque el agua no era dulce ni salada. Y me bañé. Había miles de pájaros y otros animales que ignoro que son y que rehuían de mí cuando me acercaba. Se veían barcas cruzar de una orilla a la otra y algunos humanos haciendo fotografías. También se distinguían algunas islas rodeadas de palmeras y cocoteros. Javi y el humano que vive a nuestro lado se hicieron un pitillo y se sentaron al sol. Yo me perdí en un bosque espeso en el que los sonidos provenían de cualquier dirección. No sabía a cual atender. Casi se embotaron mis sentidos y temerosa de extraviarme entre tanta maravilla busqué a Javi. Estuvimos un par de horas por allí y luego volvimos a casa.

Aún no entiendo por qué Noa no se vino con nosotros. Seguro que le hubiera gustado. Al llegar de casa no estaba. Se había escapado de nuevo. Yo estaba cansada de tanta novedad y enseguida me he quedado dormida. En sueños me veía otra vez allí, correteando feliz entre los bichos y las flores, incansable.

Ahora, mientras Javi cena con los dos humanos con los que vivimos, acabo de oler y escuchar decirles que este lugar mágico en el que hoy hemos estado se llama Tigre.







Día 12

(Javi me quita el collar)



Qué sorpresa más grata me llevé hoy. Todo el día bien, menos un par de horas que Javi me ha dejado en el patio interior de casa en tanto él se a ido a no sé dónde. El caso es que cuando regresó yo me había vuelto a escapar con Noa, pero al encontrarnos, en vez de regañarme y castigarme, me ha quitado el collar, me ha mirado fijamente a los ojos, diciéndome que a partir de ahora ya no podía velar siempre por mi estado, que juntos debíamos superar nuestros respectivos miedos y me ha dejado en la calle con mis amigos.

He de reconocer que al principio no sabía cómo tomarme la nueva situación, y casi al mismo tiempo he regresado con él a casa. Mi mente no entendía nada, y en mi confusión, sentía miedo a que me abandonara.

Ahora, más tranquila, pienso que sencillamente pretende que sea un perro más del pueblo, para que me respeten como a cualquiera de mis compañeros y de igual modo me traten. El caso es que hoy no me he vuelto a escapar; tal vez porque ahora puedo irme cuando quiera. He de ser responsable, y demostrar a Javi que puede confiar en mí. Aunque mañana…







Día 13

(Las cachorras humanas)

Hoy la casa se ha llenado de gente humana. Estaba Javi, el humano que vive con nosotros, el que vive al lado, dos humanas que no conocía y dos cachorras humanas que han aparecido como un torbellino colosal.

Desde temprano se notaba que algo iba a ocurrir. Han hecho fuego y ascuas, y después han asado carne rica; aunque como siempre Noa y yo hemos tenido que conformarnos con las sobras. Nunca he entendido por qué esto tiene que ser así. Pero bueno, es la historia de los perros y los humanos; pura desigualdad.

Los dos humanos que viven con nosotros estaban nerviosos. Sus caras reflejaban alegría y una ambigüedad emocional que sólo he podido comprender al oler a las cachorras. Y es que éstas eran suyas y por lo que se ve llevaban además un tiempo sin estar con ellas. Debe ser que los humanos también separan a los cachorros de los padres, al menos algunos.

Así, el día lo hemos pasado en casa. Después de comer Javi me ha sacado a dar un paseo y poco más. Por la tarde hemos estado jugando todos en el patio de delante al cogido y nos hemos reído mucho. Noa y yo perseguíamos a las cachorras y Javi hacía fotos todo el tiempo. Cuando han tenido que irse me ha dado mucha pena, aunque aún más a los humanos. Sus ojos se han humedecido y Noa y yo nos hemos acercado a ellos a lamer sus lágrimas.

Por eso esta noche me he venido a dormir a la puerta de la habitación del humano que vive con nosotros. Javi me ha visto y no me ha dicho nada. Creo que intuye por qué lo he hecho. Y es que es muy duro, yo lo sé, que te separen de tus cachorros.





Día 14

(Noa está en celo)

Hay por lo menos veinte perros en la puerta de casa. Y no se van. Han estado media noche aullando y peleándose unos con otros. Los vecinos les tiran piedras pero les da lo mismo. El olor es tan fuerte que dobla el aire y lo desdibuja. Noa está en celo y el humano que vive con nosotros y Javi no pueden controlarlos.

Los perros tratan de colarse por todos los sitios. Han escarbado por debajo de la puerta. Algunos se cuelan entre los barrotes de la reja. Sus gemidos asustan a los cachorros humanos y exasperan los nervios de todos. El humano que vive con nosotros ha encerrado a Noa en el cuarto de la lavadora y no la deja salir. Noa está triste; sin embargo si saliera, creo que se la comerían.

A mí en cambio no me han encerrado. Esta tarde cuando Javi ha salido y me ha dejado en el patio, he decidido escaparme. He estado durante horas rulando yo sola por ahí. Como los perros no quieren nada de mí, he podido dedicarme a olisquear y a buscar entre la basura. Con todo, cuando he vuelto a casa Javi parecía sombrío. Creo que aún le asusta que me vaya a la calle. Tal vez han sido demasiadas horas fuera. No obstante él se fue primero y yo no le echado en cara que se vaya, aunque antes sí que lo hacía. A lo mejor tengo que ser más comprensiva; y como ya dije el otro día, también más responsable. Al fin y al cabo esto es nuevo para los dos y tenemos que cuidarnos el uno al otro.

Fuera de estas incidencias, nada importante ha sucedido hoy. Javi ha estado tecleando hasta tarde y ahora fuma un cigarro tras otro viendo la tele. El humano que vive con nosotros aún no ha regresado a casa desde el mediodía. El que vive al lado tampoco. Noa continúa encerrada en el cuarto de la lavadora, triste, y afuera, como guardianes incansables de la multiplicación, tumbados o alerta, gimiendo o gruñendo, todos ellos husmeando la dulzura, de tantos tamaños y colores como estrellas hay en el cielo, aguardan todos los perros de Maschwitz a tener su oportunidad.

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