eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 13 de agosto de 2013

Diario de una perra en Argentina (10ª Semana)


Día 64


(Santos y vírgenes)



A veces me sorprende el corazón humano. No la mente o lo que ellos llaman alma, que no es más que el resultado de superponer el uno sobre la otra o viceversa. En el tiempo que llevamos viviendo en este pueblo me he fijado en muchas ocasiones y he olido vagamente su significado en una peculiaridad desconocida hasta ahora para mí. En las puertas o jardines de muchas casas, la nuestra incluida, los humanos exhiben unas figuras extrañas a las que les ponen a los pies velas, flores, inciensos y lo más loco, comida. Sus rostros casi siempre parecen tristes, como si estuvieran padeciendo un enorme dolor mientras extienden hacia delante una de sus manos.

Hoy, cuando Javi ha venido de trabajar y hemos salido a dar un paseo, de pronto he sido consciente de todo esto, y se me ha revelado al pasar por delante de una casa que tenía una de estas figuras, pero con la diferencia que esta desprendía un olor que no era totalmente nuevo y que tal vez por ello ha conseguido desconcertarme. La figura era de un humano desgarbado, con el rostro duro y un pañuelo rojo atado en el cuello, con unos pantalones raídos y un sombrero negro sobre la cabeza, del cual manaba sangre que manchaba su cara. Cuando me he detenido a valorar este olor, he viajado en el tiempo y en el espacio y me he visto trasportado a otro lugar, lleno de montañas y ríos bordeados por desiertos y selvas impenetrables, en tanto una graz paz me envolvía. Javi ha silbado y me ha regresado a la realidad pero dicho olor no se iba de mi interior y se intensificaba al pasar por delante de cualquiera de las mencionadas imágenes. El olor no se ha desvanecido hasta que no hemos vuelto a casa y aún así continuaba en mi cerebro como queriendo afirmar algo.

Ya en el patio, por la noche, Javi ha salido a fumarse un cigarro y a llenar nuestros cuencos de pienso revuelto con arroz. Le encanta vernos comer y cuando lo hacemos, siempre sonríe. La luna extraña emitía una luz muy clara y los árboles trataban de agarrarla con sus ramas. Después de terminar mi cuenco, me he acercado a Javi para que me rascara la tripa y me susurrara al oído mimos y sueños como suele hacer y es entonces es cuando he percibido el mismo olor de antes en una de sus manos. No lo recordaba, era ahí donde otras veces había percibido este olor. Brotaba del tatuaje de su mano, del sol, la luna y la estrella, y me he dado cuenta de lo que expresaba: eran las verdaderas creencias humanas; creencias que los trascienden y los ayudan a continuar luchando por sí mismos y por los suyos.





Día 65

(La fabulosa aventura de hoy)

Esta mañana ha sido de sol, de nubes compactas y rosadas que un viento fuerte llevaba muy rápido por la inmensidad del cielo; de olores y recuerdos de olores que me han llevado también muy rápido por mi memoria. Es así que tumbada sobre las baldosas del patio he recordado nuestra anterior vida: el pueblo, Naquel y los otros mastines, las cabras, las vacas y los caballos, el humano pastor que olía a bondad y la humana anciana que tenía sobre la cara mil arrugas que narraban toda su existencia y más, los robles, las piedras, los arroyos, las flores, los pájaros, y el resto de cosas y seres; y antes aún, en la ciudad, en nuestra casa roja con lagartijas y espirales de hierro, cerca del parque y el río por el que solía encontrarme siempre con compañeros perros, la mayoría afligidos por ir atados con correas, y mi colchón al lado del de Javi y el maravilloso patio en el que nacían tomates, girasoles y molinillos, en el que me solía tumbar sobre las malas yerbas para después revolcarme a gusto.

Dichos recuerdos me han puesto un poco triste y se me han llenado los ojos de unas legañas gordas de color amarillo. Noa ha debido notar mi tristeza porque se ha acercado para lamerlas, y después ha ladrado mirando a la puerta para decirme le apetecía mucho escaparse.

Sin pensarlo hemos saltado la valla del patio de atrás y a continuación nos hemos colado entre los barrotes del de delante. No hemos parado de correr hasta que no hemos salido del pueblo. Noa quería conducirme a un sitio especial porque de cuando en cuando intentaba jugar conmigo y mordisquearme las patas, para alegrarme y dirigir mis pensamiento hacia el presente. Hemos atravesado las vías del tren y hemos llegado a un pequeño bosque de eucaliptus y unos árboles que desconozco y que tenían las raíces más gruesas que las ramas. En mitad del bosque había una pequeña laguna en la que nos hemos bañado de inmediato para después perseguirnos hasta caer rendidas sobre la hierba. De pronto me he dado cuenta que en una de las orillas correteaban unos extraños animales verdes, con pinta de lagartijas pero mucho más grandes, con unas fuertes colas y espinas en el lomo, y que corrían muy muy rápido. Una mezcla de miedo y curiosidad me ha llevado a acercarme, aunque cada vez que estos seres extraordinarios se movían o abrían sus monumentales fauces corría lo más lejos posible, asustada.

Varias horas después regresábamos al pueblo, cansadas, sobreestimuladas y felices, meneando con intensidad el rabo y la lengua fuera. Hemos parado a beber agua en la fuente de la plaza y más tarde hemos tenido suerte porque en la puerta del supermercado, entre la basura, nos esperaban varios huesos formidables que nos hemos llevado en la boca un par de calles más allá. En tanto comíamos ha aparecido un perro que no me gusta nada, que siempre gruñe y nos ladra y se aprovecha de su gran tamaño y ferocidad. Primero ha intentado quitarme el hueso a mí y más tarde a Noa pero ninguna de las dos hemos cedido. A mí me ha hecho una herida en el pecho aunque Noa ha podido morderle el rabo. Cuando Noa se defendía de él yo he hecho lo propio con una de sus orejas. Al final, unidas, Noa y yo le hemos enseñado los dientes y le he hemos hecho retroceder hasta que finalmente se ha alejado por la calle. Las dos nos hemos sentido muy bien y le hemos dado una buena lección a ese perro.

Cuando hemos regresado a casa el humano que vive con nosotros nos ha abierto de nuevo la puerta del patio. Javi ha llegado un rato después. Hemos salido a pasear con él aunque en verdad estábamos cansadas. Javi lo ha notado, y como él también parecía cansado hemos vuelto todos muy felices para casa. Si supiera el día que he tenido sin duda se asombraría. Me ha venido bien para librarme de los recuerdos que hoy especialmente me han asaltado la mente. Espero poder regresar con Javi a nuestro antiguo pueblo y nuevamente oler todas aquellas cosas que por un tiempo nos colmaron. Sin embargo ahora debemos disfrutar de lo que tenemos aquí y de todo aquello que nos queda por descubrir.





Día 66

(Javi huele a rabia)

No soporto ver a Javi así. Ha llegado a casa del trabajo muy contento pero después de hablar por su pantalla con su familia parecía colmado de rabia. Es como si se hubiera enterado de cosas por las que desde aquí no puede hacer nada. Tenía ganas de golpear y destruir, de quemar todas las naves, de acabar con la luz del día, se lo notaba en los ojos, porque tenían un brillo siniestro y ha tratado de no acercarse a nosotras del mismo modo que ni Noa ni yo nos hemos acercado a él en todo el paseo.

Al llegar a la esquina de nuestra calle, me ha señalado la casa y me ha dicho: vamos… dale… mientras él ha debido acercarse al supermercado. Yo he obedecido sumisa y unos minutos más tarde regresaba con varias bolsas y nos dejaba a Noa y a mí en el patio en tanto él se encerraba en casa.

No obstante cada diez minutos salía a fumar un pitillo, y lo ha hecho hasta que le ha dado tos. Creo que trataba de autodestruirse por todos los medios y no paraba de pensar sin tregua en lo mismo, tanto que se podía oler y hasta mascar.

Ahora, con el rostro demacrado pero fuerte, se fuma un último cigarro mirando al cielo, con la mente en otro lugar. Parece algo más tranquilo, como si hubiera transformado su rabia en voluntad en una especie de proceso espiritual. Y sólo ahora sé, en este preciso instante, que puedo acercarme él, para lamerle esas lágrimas que pronto comenzarán a brotar de sus ojos humedecidos.





Día 67

(Regresa el frío)



El frío ha regresado y con fuerza. De madrugada la niebla que no nos dejaba ver. En la mañana la lluvia y el viento ; y aunque por la tarde ha salido el sol, éste no calentaba como debiera y ha conseguido que las calles permanecieran prácticamente vacías y que de los tejados de las casas saliera el humo de las chimeneas y los radiadores.

Javi hoy no ha ido a trabajar y ha dormido hasta muy tarde. Descansa de la semana y del enorme esfuerzo espiritual en el que se vio envuelto ayer. Con todo hemos salido a dar varios paseos, él muy abrigado y silente, nosotras felices por correr más libres que otros días dada la ausencia de coches y humanos. El humano que vive con nosotros nos ha permitido entrar a casa y nos ha dado una gran sorpresa. Él y Javi han estado viendo después una par de películas en la tele. Ya por la noche se han ido juntos y han vuelto a horas intempestivas, contentos y ebrios. El humano que vive con nosotros se ha ido inmediatamente a dormir y Javi se ha quedado en el salón tecleando y fumando hasta que el sueño le ha vencido.

No sé si no se ha dado cuenta de sacarnos al patio o lo ha hecho adrede, el caso es que Noa y yo estamos ahora mismo en el salón, Noa medio dormida en uno de los sofás, yo acurrucada junto al radiador sin desear hacer ningún ruido no vaya a ser que de pronto el humano que vive con nosotros se despierte y nos eche fuera. Sin embargo ninguna de las dos no podemos dormirnos como en verdad quisiéramos, y con un ojo abierto, ambas miramos la bolsa de basura que rebosa restos y un pedazo de pan que yace inerme encima de la mesa mientras el frío y el viento zumban afuera y una fuerza perruna irresistible empieza a hacernos salivar.






Día 68

(Tres palos)



Esta mañana el humano que vive al lado de nosotros ha entrado de repente en casa y ha comenzado a revolver por las estanterías de la cocina. Parecía cabreado y Noa y yo le mirábamos con desconcierto. El humano que vive con nosotros ha salido de su habitación enfadado y se han puesto a discutir. Esto ha hecho que nos libráramos de las consecuencias por haber hurgado en la basura y aunque nos han acabado sacando después al patio su discusión ha evitado seguro que tanto mal humor cayera sobre nosotras, jiji.

Javi se ha levantado tarde y después del desayuno nos hemos ido a pasear. Hoy hemos ido por un sitio por el que no solemos ir. Hemos cruzado por encima una carretera grande en la que cientos de coches pasaban rapidísimo y me ha dado un poco de miedo. Podía sentir su velocidad sobre la piel y el aire olía a neumáticos, gasolina y muerte. En el otro lado Javi ha entrado en varias casas y ha estado charlando con sus dueños. Sus ojos brillaban con fuerza aunque no han debido satisfacerle demasiado porque éstos han perdido parte de su brillo. De vuelta a nuestra calle se ha encontrado con un humano con el que nos cruzamos alguna vez y que lleva nudos en el pelo. Se han saludado y se han estrechado la mano. No entiendo muy bien estas costumbres humanas. Nosotros los perros nos saludamos oliéndonos para saber cómo andan las cosas, sin posibilidades de mentir. Los humanos, muchas veces, cuando hablan se mienten, en cambio si se olieran sabrían de inmediato qué es lo que el otro o sí mismos pretenden o ansían, incluso sin saberlo de antemano.

Después de comer el mismo humano ha venido a buscar a Javi a casa y nos hemos ido los tres (Noa se ha quedado en el patio) hacia las afueras del pueblo. De camino me he cruzado con varios perros callejeros amigos, pero Javi no quería que me retrasara y me ha silbado cada vez que me acercaba a olerlos.

Hemos llegado así a un campo de hierba con tres palos, dos iguales y uno más largo encima, en los lados y dónde decenas de humanos jugaban a la pelota o mejor dicho la intentaban meter por los tres palos ya mencionados. Cuando lo hacían se ponían unos muy contentos y otros se enfadaban frustrados, como si fuera una especie de ley instaurada que ignoro. Corrían y se pasaban la pelota, la cual golpeaban únicamente con los pies, cosa que me asustaba porque no conseguía adivinar hacia dónde iba a ir aparte de que varias veces ha estado a punto de darme.

Javi se ha puesto a jugar con ellos y creo que se lo ha pasado muy bien. Tenía una habilidad sorprendente para meter la pelota por los tres palos. Entonces todos se acercaban a él para palmearle la espalda y felicitarle. Yo he estado tumbada todo el tiempo esperando que terminaran. Esta es sin duda cosa de humanos e incomprensible para un perro, por eso ahora, hecha una bola de pelo en el interior del horno, acabado el día y repasando sus pormenores, creo que me debería haber quedado non Noa en el patio, o lo que es mejor, quedarme para después poderme escapar y así relatar las mismas sensaciones de libertad y compañerismo que suceden otros días con mis amigos perros callejeros buscando rastros, restos de comida y simplemente revolcándonos en el suelo o persiguiéndonos por las calles, las plazas o los parques.

A Javi le ha venido muy bien jugar con los humanos a la pelota. Ahora que lo pienso es exactamente lo mismo que siento yo cuando, por instantes, me escapo y me voy a corretear libremente por el pueblo con mis amigos.





Día 69

(Elecciones en Maschwitz)

Hoy no ha sido un día como cualquiera otro en el pueblo. Los humanos desde ya la mañana han tomado las calles. Mis amigos perros han tenido que huir del centro y muchos coches con sirenas azules pasaban vigilando todo lo que ocurría. Cuando hemos salido a pasear me he percatado que había muchas pancartas colgadas de los árboles con enormes retratos de humanos sonrientes que sin embargo escondían en sus miradas destellos de ambición y malicia. Por el suelo había panfletos de papel con los mismos rostros y en la puerta de las escuelas se veían formidables colas de humanos que aguardaban su turno para entrar.

Nos hemos encontrado al humano que vive con nosotros y el que vive al lado en una de estas colas. Los dos sonreían pero era ésta una sonrisa forzada, como si en verdad no creyeran del todo en lo que estaban haciendo. Dicho gesto era el que la mayoría de los humanos lucían en sus rostros, y aun así, todos trataban de ocultarlo, del mismo modo que lo hacían los de los retratos colgados de los árboles.

Javi, Noa y yo hemos continuado nuestro camino y nos hemos tumbado a esperarles en la plaza. De cuando en cuando pasaban cerca de nosotros coches con unos aparatos por los que salían voces fuertes y profundas y una música pegadiza y repetitiva. Javi escribía en su libreta en tanto observaba a su alrededor y nosotras tratábamos de dormirnos, aunque con todo aquel revuelo humano resultaba muy difícil.

Por la tarde todo ha cambiado. Las calles se han vaciado de humanos y los perros han llenado de nuevo las calles. Javi se ha marchado a media tarde un rato y ha venido con olor a sudor y a hierba, por eso estoy segura que ha estado jugando a la pelota como ayer. Luego ha estado durante horas y horas tecleando hasta que ya de noche se ha vuelto. El humano que vive con nosotros viendo la tele. Hace varios días que hace frío otra vez y ahora llueve muy fuerte. Tal vez por eso nos ha dejado entrar en casa. Pero el caso es que cuando Javi ha regresado se ha levantado de pronto del sillón gritando malhumorado y nos ha echado otra vez al patio. No quien le entienda. Es como si tuviera dos corazones y dos cerebros.

Ahora Javi sale para repartir en nuestros cuencos unos cuantos puñados de pienso mientras nos acaricia, sonríe. Me está guiñando un ojo para hacerme cómplice de lo intangible y de lo absurdo del mundo humano.





Día 80

(Reflexiones de una perra enamorada)



Que día más raro, y qué bonito. La niebla ha llegado de nuevo, y en el patio ha entrado un lagarto de color rojo que nos ha tenido prácticamente toda la mañana dentro del horno. Aunque bueno, creo que ahí hemos sido un poco cagás, porque tampoco era tan grande ni tan fiero. Ha estado parado casi todo el tiempo cerca de la pared, pero la cuestión es que cuando y sobre todo cómo se movía resultaba por lo menos que intimidatorio. Luego el humano que vive al lado de nosotros ha venido a casa con otra humana que no era la de siempre y le ha comido la boca metiendole la lengua muy adentro, pero sin darle ningún lametazo por la cara. No lo entiendo, porque encima después por la tarde ha llegado la humana que viene con él siempre y tambien le ha comido la boca. Debe ser que en esto los humanos y los perros no somos tan distintos, y si lo somos es porque los humanos sin querer o queriendo se engañan, como en tantas otras cosas que ahora no vale la pena mencionar.

Javi hoy traía a su regreso una cara muy alegre. Su día en el trabajo ha debido ir bastante bien. Sin embargo, a media tarde ha hablado con su familia y los amigos por la pantalla y cuando ha terminado su gesto era otro. Parecía algo triste y cansado. Ha salido con nosotras al patio y Noa y yo le hemos estado lamiendo las lágrimas. Estos días atrás Javi ha tenido muchos altibajos de ánimo. Con lo de aquí, brega, lucha y hasta se divierte, pero las cuestiones que le llegan del otro lado, de los suyos, le preocupan, le consumen y por momentos le vencen. A veces es incapaz de desconectar y pienso que no es nada bueno. Cuando le llegan mensajes positivos se pone muy contento y le dan mucha fuerza y vida, aunque cuando lo que le llegan son estragos, él mismo se achica y se destroza, y no se lo puede permitir.

No obstante le veo fuerte. Su sombra ha crecido y también el brillo de sus ojos. La adversidad y esta especie de soledad prematura le están ayudando a madurar. Lo mismo que a mí. Sus necesidades se han reducido a casi nada y en parte sus miedos también. Tal vez por eso de igual modo que ya es dificil que a mí me atropelle un coche, creo que es dificil que a él le desespere ninguna situación, por complicada que sea. Con todo, aún hay momentos que su corazón sufre y es humano que así sea. En esto tampoco hay diferencias entre los humanos y los perros. Soy una perra enamorada de su dueño. Y Javi ama la vida, aunque a veces le duela.

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