eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 20 de agosto de 2013

Diario de una perra en Argentina (11ª Semana)


Día 71


(Madera mojada)

El silencio cuando llueve es como vacío. Se quedan los ojos colgados en cualquier punto del espacio y el recuerdo te asalta enredando imágenes con las sensaciones momentáneas. La espiral se invierte y de pronto se compone de nuevo la realidad, vuelves y ves las gotas formando círculos sobre los charcos, un círculo tras otro, y otra vez te vas y otra vez regresas y así mientras todo sucede sin suceder, pero sin romperse ni aletear, te dejas llevar y te agarra la suerte y un sinsentido bueno, es decir, prácticamente inverosímil. Entonces, antes o después, te das cuenta que tu identidad eres tú pero también cientos de generaciones ausentes, de perros que vivieron y murieron, que establecieron una relación incorruptible con los humanos, asistiendo en ti una especie de deseo, un deseo de hacer con tranquilidad las cosas que siempre quisiste hacer, aunque con un toque de indolencia, cuando el instinto nuestro es un principio de conciencia que resbala y se ríe de todo, porque los perros por supuesto que se ríen, aunque no de la misma manera que los humanos.

Pero estábamos con el silencio, la lluvia y el vacío. Javi ha llegado de trabajar confundido, distante, irracionalmente distante, como necesitado de cariño y promiscuidad. Sé que mis lametazos no son suficientes para él en este momento y me da en la nariz que su cabeza se halla estos días a miles de kilómetros de aquí.

No se me ocurre nada que resaltar salvo esto. En su interior la transformación hierve, dislocándole las neuronas, que brillan. Hecha una bolita en el interior del horno me pregunto si el sol saldrá mañana como todos los días. ¿Por qué no?... Me respondo, y veo cómo una estrella fugaz se pasea iluminando la inmensidad del cielo.




Día 72

(Tengo hambre)

Hoy he estado todo el día sin comer. Javi se ha olvidado esta mañana antes de irse de dejarme pienso o arroz en el cuenco y las tripas me rugen. No he podido escaparme y por tanto encontrar algún bocado por ahí, lo mismo que Noa. Es como si hoy los humanos careciesen de memoria y no han pensado ni un sólo momento en nosotras. Con todo disculpo a Javi. Soy consciente de que en este instante tiene muchísimas cosas en la cabeza. Aunque más le valdría espabilar. Ya no lo digo por mí ni por mi estómago. Lo que sucede es que su estado de ánimo comienza a preocuparme.

Fíjate que ahora está abriendo la puerta del patio y asoma sonriendo con un toque de preocupación y culpabilidad con un puñado de huesos y unos pedazos de pan. Le miro moviendo el rabo tratando de alimentarle yo también él de alguna manera. Pero no funciona y, después de fumarse un cigarrillo distraído y grave, se mete para adentro sin decirnos ni hasta mañana.




Día 73

(Ya entiendo lo le pasa a Javi)

Esta noche he soñado que llegábamos caminando a nuestro anterior pueblo, en las montañas. La niebla mordía las cimas de la sierra aunque lucía el sol. El aire estaba limpio y las hojas de los árboles se movían a su compas, compitiendo en verdor con el azul del cielo. A lo lejos podía ver el rebaño de cabras y los mastines custodiándolas, la carretera serpenteante y el puñado de casas de piedra. Sin embargo creo que este sueño le pertenecía a Javi, y que su inconsciente se lo ha enviado al mío. Lo sé porque mi visión no se ajustaba a la de un ser humano. Mis ojos se hallaban a mayor distancia del suelo, además al llegar a las primeras calles me he cruzado padre de Javi y con su madre. Sus ojos brillaban humedecidos y me han abrazado. Más adelante había mucha gente reunida, toda su familia, sus amigos, los primos y primas de no sangre y han hecho a mi alrededor un corro de abrazos y besos interminables. Es entonces que un tambor se ha puesto a sonar, y se me han puesto los pelos de punta; cosa curiosa, porque en realidad no eran mis pelos, como digo, sino los de Javi. Canciones como clavos de optimismo se clavaban en mi corazón al salir de las gargantas y cualquiera me hacía tomar botellines de vino y tragos de anís. Todos iban con un pañuelo morado en el cuello y unos pantalones blancos y celebraban una gran fiesta. Las calles estaban atestadas de humanos y había banderines colgados de farola a farola.

Su mente me ha mandado esas imágenes para explicarme todo lo que los echa de menos y lo que los quiere. Y su corazón es quien las dibujó para mí.

El día ha pasado como siempre, aunque hoy aguardaba la llegada de Javi de otra manera. Me he vuelto a escapar con Noa y Romeo por la mañana y al mediodía el humano que vive al lado de nosotros nos ha abierto la puerta para que entráramos en el patio. Ha tardado más que otros días en regresar y su cara parecía congestionada y de nuevo distante. Sin pensármelo dos veces cuando he abierto la puerta del patio para saludarnos me he lanzado encima de él con mucha fuerza, con tanta que casi le tiro al suelo. Por un momento he temido que pudiera enfadarse conmigo pero después ha sacado la mejor de sus sonrisas y me ha hecho cosquillas y caricias antes de empezar a jugar intentando cogerme y haciendo justo los sonidos y silbidos que me gustan. Hemos estado así un buen rato y Noa se nos ha unido aunque al principio se sentía fuera de lugar y gruñía celosa. Luego hemos salido a pasear y nos hemos divertido mucho. Nos hemos encontrado con Romeo, también con Dama y los hermanos petizos, además de otros perros callejeros de nuestra calle. El rostro de Javi lucía diferente. Tal vez levemente distante aún, pero al menos he conseguido hacerle reaccionar.

Hoy he logrado por fin entender lo que le pasaba a Javi. Menos mal que existen vínculos profundos entre nosotros capaces de comunicar y revelar los más íntimos secretos o emociones que nos habitan. A lo mejor tengo que intentar aceptar más sus sentimientos y velar por él. Al fin y al cabo es lo que él anda haciendo por mí a cada minuto. Hoy me desperté con una mirada humana en mis ojos y me duermo, tranquila, al pensar que ahora le toca a Javi arrimar su nariz al suelo para hallar en cada rastro los entresijos del presente.


Día 74

(Casas)

Javi no ha trabajado hoy, pero se ha marchado muy pronto. Lo sé porque otros días se va con una mochila y hoy no la llevaba, además se ha ido más tarde, aparte de que al regreso no olía a humanos especiales como siempre, sino que olía a ladrillo y asfalto, a jardín y perspectivas visuales mezclado con un olor tibio a incertidumbre. Traía el aroma de un sinfín de siluetas de casas diferentes. Más grandes y más chicas, de colores, con y sin ventanas, con puertas surrealistas y tejados de chapa. Sus ojos reflejaban además el proceso, las enormes caminatas para ir de una a otra, de un sitio para otro, sin saber muy bien nunca a dónde pero sí con un porqué. Venía así rendido y administrando frustraciones. Por ello hoy no ha habido un paseo largo ni tampoco una visita nocturna al patio. Sé que Javi está tecleando porque lo necesita. Y estoy convencido que anda sacando de su interior un cuento que cambiaría el mundo en el que los dos vivimos, imaginando y describiendo una casita sencilla y decorada con escenas maravillosas.


Día 75

(Los humanos son de verdad incorregibles)

Aunque el sonido implacable y desconocido condiciona, no hay sólo minuto en no entreguemos la libertad o cualquier concepto abstracto inservible en la vida real. Me río yo de las perspectivas, cuando huelo mi destino como quien huele el pasto recién cortado o el océano al llegar a él después de miles de kilómetros soñando con su olor. No caben otras cosas, y me río del frente frío, de la soledad, del insomnio, de la indolencia o del desarraigo. Los perros buscamos rastros, vivimos el día a día, y tenemos nuestras peculiaridades, claro, porque nos despertamos siempre hambrientos y por mucho que nos saciemos este mismo hambre nos aprieta hacia un futuro incierto que nos empuja a sentir inconmensurablemente, a meditar inseguros y sí, a encontrar soluciones numerosas, el arte ambiguo e íntegro de sobrevivir como lema o ley de lo cotidiano y de lo eterno.

Noa me mira porque estoy tan unida a Javi que a veces pareciera que me convierto en humana. Sé que Javi a veces me sueña como una niña perdida que llegó hasta su regazo moribunda. Lo cierto es que poco a poco me recuperé, gracias al cariño y la confianza que me brindaron, y comencé a trasfigurar mis bases para ayudar a mi modo a quien me salvó del abismo y a los humanos que había a su alrededor. Javi se presentó, estableció, deseó, esperó y además pretendió, pero no sabía en verdad cómo ayudarme. Se esforzaba, aplicaba su conocimiento teórico e intuitivo, ponía todo su empeño, aunque de tanto en tanto flaqueaba; ahí supe que había encontrado un corazón paralelo, hermano, y me dediqué a amarlo, sin embargo el también sabe que sané únicamente al lado de los míos, del paisaje y los cambios que acontecían en el azar, con los mastines, el campo y las distintas batallas que nos tocaban.

Como anoche los humanos hicieron eso que ellos llaman emborracharse y se acostaron rotos, el día de hoy ha sido parsimonioso, soleado y terriblemente aburrido. Apenas hemos salido del patio mientras Javi y el humano que vive con nosotros iban del sillón a beber agua y al revés dejando que las horas se les escaparan. Apenas cuando ha llegado la noche han reaccionado un poco, pero en vez de hacer algo constructivo han vuelto a emborracharse otra vez. La casa se ha llenado de gente, aunque creo que Javi se ha acostado temprano, porque ha estado fumándose un cigarro en la ventana de su habitación, que da al patio, con los ojos puestos en el cielo en tanto agarraba con una mano una de los barrotes externos como si estuviera deseando escaparse de allí.



Día 76

(El Día del Niño)

Javi ha trabajado hoy y no me lo esperaba. Cuando he oído la puerta esta mañana me he quedado preocupada, como si regresaran a mí de nuevo los tiempos de la ansiedad y el miedo. He comenzado a gemir bajito y a ladrar después aunque dudando en realidad de lo que hacía. Sin embargo no he tenido tiempo de rectificar. El humano que vive con nosotros ha abierto la puerta del patio enfadado, me ha gritado y me ha sacado a la calle. De este modo me he visto desde muy temprano sola, pero enseguida me he rehecho y me ido a buscar algún bocado y a juntarme con los perros callejeros.

Y hoy debía ser un día especial en el mundo humano, y más en concreto para sus cachorros, porque se les veía desde muy pronto llevar a rastras de las mangas a sus padres a comprar dulces o juguetes o a montar en bicicleta al parque, o otros mil caprichos seguidos de risas o llantos. Había también gente tocando enormes tambores desde unas carrozas decoradas y en general el bullicio y la celebración estaban presentes en cada esquina y cada rincón del pueblo.

El humano que vive con nosotros y el de al lado han recibido asimismo a sus cachorras. Lo sé porque he pasado varias veces por la casa, y aunque me han visto merodear por la puerta no me han dejado pasar. Cuando ha llegado Javi por la tarde y no me ha visto ha debido enfadarse con ellos, ya que al encontrarnos en la calle olía a rabia y desencanto, pero no era contra mí, rápidamente lo he notado porque tenía los ojos humedecidos y apenas ha cruzado una palabra con los humanos al regresar. Se ha puesto a jugar las cachorras y a ellos no les ha dirigido la palabra. Y es que por una cuestión incomprensible apenas juegan con ellas o se cansan muy pronto, únicamente les compran muchas cosas, y manifiestan su afecto con gestos impulsivos, poco sostenibles, como la mayoría de los humanos. En verdad no velan o no sienten demasiado, y esto es algo que por dentro les pudre y les amarga, que les nubla la mirada de egoísmo y les lastra el corazón.

Javi lo entiende. Pero no está dispuesto a aceptarlo.





Día 77

(¿Qué ocurrirá con nosotros?)

Nuestro tiempo en esta casa se acaba. Es algo que se percibe en el ambiente, que se puede oler. Javi no para de buscar nuestro sitio, unos y otro lo saben, aunque éste lo haya sido por un tiempo y por ello los humanos con los que vivimos comienzan a manifestar un rechazo absurdo, irreal, dado que no encuentran verdaderos motivos ni en su corazón ni en su cerebro pese a buscarlos en cualquier falla tanto de Javi como mía, por nimia que sea. Su valoración se basa en una gran mentira interior que se acopla al hecho de que a Javi le vayan rodando las circunstancias y que luche independiente, contento, trasparente y agradecido del mil modos, conquistando las almas de su entorno, aportando fuerza y apoyo a su grupo y a ellos mismos. Entienden su forma de ser y eso les lastima, admirándolo y desdeñándolo a la vez, en ocasiones casi de manera inconsciente, otras de forma explícita.

Como Javi es responsable e inteligente anda nervioso por salir cuanto antes. Nos jugamos mucho. Pretende conservar a su familia de aquí, aunque dicha familia ahora lo confunda; no desea soltar su ira sino convertirla en luz. Necesita espacio, tranquilidad, equilibrio. Ahora comprendo que él también duerme en el interior de un horno. Lo sé porque desde la puerta del patio en tanto enciende un pitillo y me llama para que vaya hasta él y sus caricias que últimamente me las da como si se las diera en verdad a él, me lo expresan sus ojos. Ama a los humanos que nos acogieron y ayudaron, tanto al que vive con nosotros como al que vive a nuestro lado; ama a sus amigos y amigas, sobre todo a aquellos que lo trataron como un igual, y por su puestos a sus cachorras, ama a Noa y a Romeo y a todos los perros callejeros de nuestra calle y salvo a alguna excepción también al resto, ama la gente y el lugar, cada árbol y cada calle; los colectivos, las tiendas, los estratos sociales multicolores, el trabajo, y la luz del atardecer en Maschwitz, pero lleva, o mejor dicho fluye en nosotros dos una especie de sabiduría instintiva y razonada que nos dice que de lo que uno ama también hay que separarse, que para valorar más lo que uno ama hay que marcharse, que el amor debe ser lo más libre e inespecífico, y todo se encuentra demasiado reciente para que se nos haya olvidado tan importante lección.

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