eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 12 de noviembre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 23)


Día 155

(Conductas extrañas)

Invariablemente sucede a veces que los animales expresan formas de locura desconocidas que esconden o de pronto se avivan en su interior. Hoy ha sido uno de esos días; a pesar de las rutinas y las constantes, pese a esa especie de fórmula cotidiana con la que Javi comparece cada día.

Así ha pasado con una de las gallinas, que anda empollando los huevos de los patos y los gansos, y es casi cómico verla subida en ellos pues son demasiado grandes y se le salen por los lados, o el pavo, que se ha subido a la rama de uno de los árboles imponentes creyéndose tal vez uno de los pájaros que cazan. El burro macho quería follar todo el tiempo con nosotras y nos ha estado persiguiendo incluso cuando estábamos atadas con la cadena debajo del camión. Los caballos no han querido salir de las cuadras y parecían asustados por algo inexistente, y las ratas andaban todas juntas andando por los alambres del cercado como maestras del equilibrio y el asombro.

Yo lo achaco a la cantidad de moras que se extienden por el suelo y que todos ingerimos sin parar. A lo mejor, a base de comer tantas, se ha activado en todos nosotros una vía psicotrópica ignota. Pero el caso es que toda la pradera está llena de excrementos oscuros que destacan sobre el verde del pasto creciente.

Cuando Javi ha venido de su trabajo se ha marchado sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba, y ha debido estar hablando con los suyos, porque al volver le brillaban mucho los ojos. La tarde no ha dado para más. Nosotras, junto con Negro, hemos correteado por la pradera. Al atardecer Javi ha encerrado a los bichos y ha preparado la cena. Después ha estado tecleando un par de horas. Como el cielo estaba nublado no había estrellas para contemplar en el cielo y nos hemos tenido que conformar con las que lo hacen aquí abajo.

Ahora Javi se está tomando un vaso de whisky con coca-cola sentado en el banco de la entrada de nuestra casa-chabola. Me encantaría saber el motivo, o si lo hace por algo en especial. No obstante hoy es el día de las conductas extrañas (aunque en él antes no resultaría tan extraño), y aunque no ha estado comiendo mora alguna, su mirada resplandeciente y limpia, y su alegría, me dice que ya está un poco morao.

Día 156

(Javi se pone malo)

Hoy Javi se ha levantado con dolor de garganta. Esta noche, aparte de acostarse medio borracho, comenzó con calor, pero después la temperatura varió tanto, que desarropado ha debido agarrar frío. No ha compuesto la casa-chabola ni ha limpiado las cuadras. Apenas tenía fuerzas y le asaltaba la fiebre. Cuando se ha ido a trabajar casi se olvida de dejarnos atadas debajo del camión y de cerrar la puerta con el candado. Con todo se ha ido.

La mañana ha estado cargada de nubes y del croar de las ranas en la distancia pidiendo agua de lluvia. Hemos podido ver un par de iguanas pasando el cercado por el portón de la entrada y cómo un camión enorme se salía de la gran carretera y volcaba en la cuneta para después comenzar a arder. Muchos humanos han llegado para rodearle y salía una gran columna de humo hacia el cielo.

Al volver Javi, sólo le han quedado fuerzas para darnos un pequeño paseo por la pradera, para teclear un poco, para guardar a los animales, y después se ha echado sobre la cama, para ver primero una peli en su pantalla tecleadora y después para dormir. Che y yo nos acercábamos de vez en cuando hasta él para lamerle las manos y los pies tratando así de quitarle la fiebre. Estaba tan caliente que muy pronto le han rodeado un montón de mosquitos.

Ahora duerme tranquilo sudando sus males. Y al oler sus sueños puedo comprobar que se ve a sí mismo metido bajo unas cuantas mantas allá donde vivíamos en el pueblo de las montañas mientras una de sus amigas le alcanza un zumito de naranja recién exprimido y le da besitos en la frente.

Día 157

(Más lluvia)

Y es que las ranas lo anunciaban ayer. Aunque con calor, el día ha amanecido gris. Nubes compactas rozaban la tierra como jirones de húmeda suavidad. Nada más irse Javi a trabajar con los humanos especiales ha sonado un tremendo trueno en el cielo y ha comenzado a llover intensamente. Che y yo nos hemos hecho una bolita debajo del camión y hemos estado observando cómo la pradera se llenaba de nuevo de charcos y cómo los animales, cada cual de un modo, vivían dicha descarga.

Como otras veces los alrededores de la casa-chabola se han inundado y el barro hacía acto de presencia, creando su imperio. Javi ha regresado por la tarde, por el portón de la entrada, casi cuando el sol se ocultaba en el horizonte, y se ensuciado toda la ropa. Ya llovía menos, pero con todo y nuestra alegría de verle ha terminado embadurnado hasta las cejas de barro. Hoy parece que está un poco mejor de su resfriado, porque tiene la cara más despejada, y he debido marchar después del trabajo a comprar porque ha traído entre otras cosas un tipo de pienso que nunca habíamos probado antes que sabe a churrasco y a verduras.

Un poco más tarde ha comenzado otra vez a llover con fuerza, justo cuando Javi acababa de cerrar a los bichos y las primeras sombras invadían la pradera. Al contar a los gansos había dos menos. Ahora se fuma un pitillo en la puerta de la casa-chabola mirando la silueta de los árboles inconmensurables y los reflejos de los relámpagos en el cielo. Che y yo estamos tumbadas a sus pies y nos acaricia la cabeza distraído. Como puedo oler sus pensamientos sé que está pensando en los suyos. Se pregunta cómo estarán todos y si se les estará yendo bien. Por lo visto le han llegado noticias de que las cosas allá continúan tan difíciles o más que como cuando tuvimos que venirnos para acá. Los humanos humildes no tienen trabajo y se indignan pacíficamente (quizá ese es otro problema añadido) mientras los que los dominan siguen en su cadalso de mentiras justificando sus robos y los muchos sacrificios que les piden a aquellos día tras día.



Día 158

(Los esfuerzos)

Anoche aullaba el viento metiéndose por los cientos de agujeros que hay en las paredes de chapa de nuestra casa-chabola. Lo mejor del viento es que neutraliza a los mosquitos y aleja el calor y las nubes de tormenta. Javi continúa medio malo porque esta mañana tosía fuerte y se llevaba la mano al pecho. Como la pradera está muy embarrada hoy no ha podido limpiar las cuadras después de soltar a los animales, pero le ha tocado amontonar con la pala y el cepillo el barro en uno de los lados.

Es curioso, pero es como si hoy hubiera amanecido más tarde, y algunos relámpagos iluminaban el fondo que se extendía detrás de la gran carretera y el oscuro cielo que lo cubría. Che Lokita se ha escapado y no ha regresado a tiempo para que Javi pudiera atarla a la cadena debajo del camión antes de irse a trabajar con los humanos especiales. Por ello ha tenido que marcharse con un gesto de preocupación que parecía una sombra que creara el sol desde sus pies. Cuando Che ha vuelto al rato he tratado de convencerla para que se quedara conmigo pero se ha ido de nuevo y he estado sola todo el día. Encima Javi no ha podido venir a vernos en sus descansos. Hasta la noche no ha aparecido por el cercado que da a su trabajo. Y es que hoy ha trabajado de sol a sol, y de este modo llegaba con cara de cansancio e inquieto por comprobar si Che se encontraba conmigo o al menos por la pradera.

Una sonrisa se le ha dibujado nítida en el rostro cuando la ha visto dormitando cerca de la puerta de la casa-chabola. Algunas lágrimas han caído también. Luego nos ha soltado a Negro y a mí mientras Che le subía las patas sucias contenta. Como Javi ha comprobado muchas veces que los perros sí tenemos memoria -tal vez diferente a la humana; desigual- al contrario de lo que piensan la mayoría de los humanos, primero ha regañado a Che Lokita, pero era tan grande la alegría que ha logrado subyugar su enfado acumulado. De este modo, para evitar contravenir sus buenos sentimientos, ha preparado la cena para todos y hemos cenado así con mucho apetito y goce. El viento acallaba los sonidos de los coches que incesantes pasan arriba y abajo por la gran carretera y de los grillos, ranas y sapos que cantan en la pradera. Miles de luciérnagas iluminaban a ráfagas verdes el espacio y el aire, ya que el cielo continuaba tapado por las nubes.

Cuando Che Lokita y yo ya estábamos tumbadas sobre nuestro colchón de gomaespuma, Javi se ha puesto a teclear sentado en una silla en la puerta y fumaba pitillos que no le hacían bien, pues le daba tos. Ahora por fin se ha ido a dormir metiéndose bajo las ´sabanas de colores de su cama. En silencio me acerco hasta allí y le lamo las manos para velar y agradecer todo su esfuerzo. Hoy no puedo oler sus sueños porque no sueña, únicamente descansa y lentamente se reconstruye.





Día 159

(Alegrías y penas)

Los perros somos una especie en peligro. Por más que unos cuantos humanos nos quieran, la mayoría especulan con nosotros o directamente nos rechazan. Antiguamente les ayudábamos a cazar y a seguir los rastros, les protegíamos de las fieras en las noches oscuras de la historia y les hacíamos compañía en las tremendas soledades que a veces debían soportar en sus viajes. Hoy ya no les hacemos falta. Nos ven lindos cuando somos cachorros y después, al crecer nos abandonan. No separan demasiado pronto de nuestras madres. Nos quitan esa parte imprescindible de apego, y al sustituirlas, no nos educan bien, por lo que somos en demasía ansiosos, impulsivos, y nuestros nervios y desapegos nos llevan más tarde a destrozar sus cosas, y a morderles, porque es el único modo de ajustar nuestro temor ante la vida y asimismo de comunicarnos.

Sin embargo hay reductos. Sigue habiendo perros que cuidan de los rebaños o que guían de algún modo a sus aliados humanos. Capad que ya no pueden hacerlo como antes, pero sigue habiendo situaciones en que somos infalibles, como cuando necesitan de nosotros ya sea para encontrar sustancias prohibidas o a sus muertos bajo los escombros. No hay tecnología que nos supere. La lástima es que muchos no vean que aparte de nuestro olfato tenemos otras virtudes. Nuestra fidelidad, nuestro cariño incondicional y otros dones que obvian como que podamos lamer sus lágrimas, saber sus emociones verdaderas y oler sus sueños cuando duermen. No quiero que los perros cuiden de las propiedades inertes, no me gusta que nos aten a una cadena y que se vayan a vivir mientras nosotros esperamos su regreso; pero me gusta menos ver a compañeros y compañeras deambulando por las inmediaciones de la gran carretera, sin humano que los cuide, abandonados a su suerte, arriesgando la vida cada vez que se acercan a agarrar un bocado que no les llena las tripas.

Sé que esta situación que vivimos en la pradera es temporal, y Javi es un humano que ama y protege nuestra especie. Pero pasamos muchas horas solas. Negro es el peor parado, pues sólo tiene unos minutos al día de libertad. Nuestra especie reclama su libertad gimiendo como si fuéramos de nuevo cachorros o aullando lejanas a lunas inexistentes. Hoy Javi ha estado todo el día con nosotras y hemos estado sueltas todo el tiempo. No ha ido a trabajar y nuestra libertad se condiciona a ello. Está enfermo, tosiendo, moqueando. Han atropellado otro perro en la gran carretera, y Che Lokita y yo nos acercamos para oler la muerte y la virtud.



Día 160

(Cumpleaños en el Paraná)

Hoy ha sido un día especial. Se notaba ya al despertarnos, aunque ha amanecido nublado. Javi ha preparado una de sus tortillas y ha estado fabricando una pulsera con nudos de hilo negro y conchas. Después, mientras Che y yo corríamos felices y jugábamos, se ha afeitado y se ha puesto a limpiar las cuadras y a componer la casa. Más tarde ha aparecido un coche en el portón de la pradera. Venía un humano junto a una de las humanas que trabajan con Javi y que huele a bondad. Javi le ha dado la pulsera y la humana se la ha atado en la muñeca. Impensablemente, en vez de dejarnos atadas con la cadena bajo el camión, nos han subido en el maletero del coche y nos hemos marchado todos juntos por la gran carretera hacia abajo. Y así, cuando el maletero se ha abierto luego de un rato de viaje, estábamos en un lugar maravilloso, a la orilla del río enorme, en el que ya hemos estado más de una vez. Ha salido el sol y Che y yo nos hemos metido en el agua. Entonces han llegado más humanos y humanas y casi desde el primer momento se han puesto a comer y a escuchar música. Había también algunos cachorros que, como nosotras, se bañaban contentos y se perseguían por la arena. Varios humanos pescaban desde un pequeño embarcadero y sacaban peces de color amarillo con la cabeza naranja que asaban después en las parrillas junto con pedazos de carne. Javi parecía muy contento y hablaba y se reía con todos.

Por la tarde hemos ido a dar un paseo por la orilla del río y hemos llegado a un lugar misterioso que olía a oxido, a fantasmas humanos y abandono. Decenas de barcos ingentes eran desmantelados y se presentaban como cadáveres en un extraño estado de descomposición. Todas las casas de los alrededores estaban construidas con partes de estos barcos y así las paredes, el tejado e incluso los suelos eran de placas de un metal color ocre que ensuciaba nuestras patas. Más allá se extendía un vasto imperio de árboles y vida salvaje. Cientos de pájaros diferentes poblaban las copas, e igualmente había insectos y ranas. Lo más curioso es que hemos podido ver una especie de humano cubierto de pelo saltando de una rama a otra rama y que hacía un sonido parecido a un ladrido de perro. Che y yo hemos comenzado asimismo a ladrarle y Javi estaba tan sorprendido como nosotras, que de haber sido perro hubiera ladrado también. Con todo ha comenzado a imitarle y a seguirle desde el suelo.

De regreso del paseo, muchos de los humanos se habían ido, y algunos de los que quedaban han jugado a la pelota. Javi se les ha unido, aunque pronto se ha cansado, porque le ha dado la tos y le ha empezado a subir fiebre. El cielo se ha llenado de repente de nubes y varios truenos han anunciado lo que pronto iba a ser una gran tormenta. Sin perder un segundo todos han empezado a recoger sus cosas y cada uno en sus coches o montándose en el vehículo colectivo se han ido. Nosotros en cambio nos hemos quedado para ver el espectáculo, y cuando la lluvia ha iniciado su caída un silencio súbito ha envuelto a la selva y a todos sus seres, que como podían se refugiaban, y los mil tonos de verde se extremaban como si de algún modo estuvieran vivos. Pasada una media hora las nubes han dado una tregua a su concilio y hemos regresado en el coche a la pradera.

Ahora estamos de nuevo en el interior de nuestra casa-chabola, nosotras tumbadas en nuestro respectivo colchón de gomaespuma, agotadas por tantas aventuras, Javi tecleando y mirando la intensa lluvia desde la puerta, también agotado y feliz por este día tan intenso, casi esperando que la noche se nos eche encima para meterse en la cama e idear algún sueño en el que aparecerán seguro aquellos barcos, el gran río y sus seres, humanos y perros jugando entre las ramas de los árboles, y todo bajo el dominio del color verde y el destello poderoso de los relámpagos.



Día 161

(Otra semana más)

El tiempo transcurre inexorable. Las circunstancias marcan las horas y nos dirigen intentando nosotros marcarlas a tiempo también. Y es que estos meses han pasado a veces con rapidez prodigiosa y otras con una lentitud que recordaba a una infancia perdida. Tal vez sean pensamientos demasiado profundos para una perra y, sin embargo, mi mente ocasionalmente está unida a la de Javi, siendo él quien me los transmite sin saber, dibujando un escenario humano sin escalas ni fronteras con el nuestro.

El caso es que todo ha de continuar. Javi lleva unos días enfermo de la garganta y el brillo de sus ojos se debe ahora a la fiebre. Che Lokita es de la familia y juntas bregamos este contexto mutante e diferente. Hay varios gansitos que van a salir adelante, cuando los patos y dos gallinas se disponen tal vez por dicho triunfo perpetuarse también y empollan sus huevos. Los pájaros de colores se han ido, aunque de cuando en cuando regresan. Ya no son tan quisquillosos como antes, y de sus polluelos ni rastro. Pepe busca la mano y la voz de Javi y parece igual de deseoso que él para galopar por la pradera verde y embarrada. Los árboles imponentes parecen más imponentes que nunca y muestran con orgullo un universo creciente de hojas y nidos. Las moras siguen cayendo de las ramas alimentándonos a todos, y gracias a ellas el pavo puede tornarse morado, olvidando a esa hembra ausente que espera eternamente. Las ratas y animales extraños que viven bajo la montaña de pales han creado un hibrido monstruoso que acechan a las crías y escarban por la noches túneles infinitos que llegan hasta al centro de la tierra. Las burocracias mantienen su curso inalcanzable y vampirizan los pensamientos de Javi por las noches. Sin embargo su trabajo y esfuerzo nos permiten conservar esta vida. Los pájaros que cazan han duplicado su número y los burros comienzan a sentirnos como hermanas y viceversa. Esta tierra, con todo, nos trata bien. Javi va conociendo otros humanos que le aportan aprendizajes y cariños. Y es una lección que como casi siempre le dan los menos esperados, los más humildes, los que carecen de ambiciones e intereses, los buenos. Nuestra casa-chabola nos gusta sin nostalgia ni casi recordar ciertas comodidades que tuvimos. Estamos unidos a la naturaleza y formamos parte de sus ciclos. Javi teclea imperturbable y sueña cada noche cosas que yo huelo e interpreto. Todos estamos madurando por es la época del crecimiento y la libertad. Sé que el fondo esto es precisamente lo que Javi pretendía en esta aventura. Y sin duda, más allá de los buenos o malos momentos, algo enriquecedor nos rodea y nos llena, y el convencimiento de que estamos aquí por más de un motivo, que hay un destino que nosotros mismos fabricamos, ayudándonos y respetándonos por encima de nuestras apetencias individuales.

Veo ahora a Javi regresar de su trabajo con los humanos especiales. Se suena la nariz antes de soltarnos de la cadena. Me encantaría poder decirle que ya huelo yo por él, que no se preocupe por nada; sin embargo me mira como si así lo creyera, y sonríe. Como se ha despejado, esta noche podremos ver y pensar las estrellas distantes. Che Lokita salta sobre mí. La pradera resplandece acariciada por el viento de oeste y Javi aprovecha para sus sentimientos vuelen sobre el océano, enviando los mejores.

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