eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 4 de noviembre de 2014

Diario de una perra en Argentina (Semanas 71, 72, 73)

SEMANA 71
Día 498
(La nueva cicatriz)
            Esta mañana estaba tumbada en un hueco del galpón del fondo, viendo cómo Gos y Oso se peleaban y las gallinas removían el suelo con sus patas, cuando mi nariz me ha dicho que me preparara. He cerrado los ojos y al volverlos a abrir, me encontraba mirando a través de los ojos de un compañero callejero, que seguía a Javi por la vereda de una calle del centro del pueblo, hasta que ha entrado por la puerta de un hospital. Entraba con la tablilla en su dedo pero apenas un rato después salía sin ella. He regresado entonces a mí misma y he aguardado impaciente su retorno, comprendiendo que las horas me ayudarían. Nuestro patio ha sido una fiesta de luchas e inconformismos. La humana con gafas pasaba hombres a escondidas a su casa, la humana vieja regañaba al cachorro grande por comerse las sobras de la cena de ayer y su madre les escuchaba perpleja e impotente.
            Nada más llegar a casa, Javi se ha sacado la cura y se ha estado lavando la herida. Tiene muy buen aspecto: una costra terrible, una uña creciendo sobre la otra, la punta del dedo torcida y una huella dactilar entretejida en otra huella. Sin duda estuvo cerca de quedarse sin dedo, pero en su aguante la vieja cicatriz se ha convertido en una capa de piel muerta bajo la cual renace la piel nueva; es decir, la nueva cicatriz.
            Los pensamientos de Javi me revelan que esta nueva cicatriz deberá sostener los alcances de la nostalgia y todos los desamores del futuro, describir una suerte ambigua, trazar las trayectorias de la vida y señalar los estragos de la ilusión para que el optimismo nunca muera.
            Javi se echa alcohol por encima y se la tapa. Luego se arma un pitillo y me llama para ir a pasear. Sus ojos brillan y reflejan la luz del atardecer. Yo corro hasta doblar la esquina de nuestra calle y la sombra de un vehículo colectivo me pasa rozando la cola. Por un instante me vuelvo para contemplarle, y como su cara me anima misteriosamente, continúo corriendo entre ladridos.
           
Día 499
(La humana linda del kiosco nuevo de nuestra calle)
            Hace unos días inauguraron un kiosco en nuestra calle. Por ello Javi, cuando regresa de trabajo, pasa por allí para comprar el pan y los puchos. Al ser nuevo las cosas están más baratas, y a la tarde unos altavoces en sus ventanas regalan al aire ritmos de cumbia y milonga.
            Muchos perros callejeros se reúnen en su puerta para disputarse los pequeños tesoros que a veces les arrojan los humanos, y tiene pintado en la pared  de la entrada un precioso árbol imponente, parecido a aquel que se alzaba en medio de la pradera maravillosa donde vivimos.
            Javi va a comprar al kiosco porque le queda más cerca de casa, pero también porque lo atiende una humana linda con unos ojos verdes, profundos y tristes, morena de simpatía y e inquietud.
            Ahora Javi está tomando con ella una infusión con el palito metálico, sentados los dos en la puerta, y se cuentan sus respectivas historias. La humana me acaricia la cabeza con suavidad y luego de pasar un momento adentro regresa con un trozo de pan. Los vecinos mecánicos silban desde su pedazo de cuadra y algunos perros corren por la calle para alcanzar sus silbidos libidinosos.
            Los pájaros les siguen y aguardan impacientes sobre las ramas de los árboles a que los otros dejen algún resto. Un coche pasa con rapidez levantando una nube de polvo fino. Hace calor y Javi tiene ganas de besarla. Sin embargo se traba en sus palabras y algo en ellas se lo impide. El mundo humano está lleno de laberintos absurdos, de tabúes invisibles. Le regala unos aros de caracolas y espirales y la humana sonríe agradecida. Pero cómo llega un grupo de clientes le da a Javi un beso en la mejilla y se los guarda en un bolsillo de incertidumbre y duda.




Día 500
(Pesca en el río enorme)
            Quién iba a imaginar que esta tarde, cuando Javi llegara del trabajo, cansado de la semana y dispuesto a renunciar al deleite, nos aguardaría aún una pequeña aventura. Todo ha venido sin más, por una de esas cuestiones incompresibles que los humanos declaman sin aviso. Javi fumaba un pitillo en la puerta de casa después de nuestro paseo, cuando uno de nuestros vecinos mecánicos le ha llamado un instante haciéndole mudar de rostro y estructura.
            Ignoro lo que ha podido decirle, el caso es que Javi me ha silbado, se ha cambiado de ropa, ha preparado su mochila y su cámara de fotos, y antes de poder entender nada de lo que sucedía, nos hemos visto subidos en la parte de atrás de una camioneta -yo pensé por momentos que Javi me dejaría en el patio- y hemos tomado la carretera que conduce directa hacia el río enorme, donde otros humanos nos aguardaban tomando cerveza y aparejando una barcaza.
            Los pensamientos de Javi filtraban algunos pensamientos de los otros humanos y por ello he comprendido que tendría que subirme en ella. Algunas nubes se arremolinaban en el cielo y la escasa luz del cielo transformaba el verde habitual en un residuo oscuro y tenebroso. La corriente parecía fuerte, pues la barcaza se movía en el atraque, y al cabo de la orilla otras barcas se aprestaban antes que el sol se marchara por completo.
            Unos minutos después surcábamos el río enorme, a contracorriente. El motor murmuraba su esfuerzo, y aunque al principio le ha costado un arrancar, lentamente ha ganado ritmo y avanzaba dirigido por el timón y el brazo.  He debido sorprender a Javi cuando he saltado adentro sin vacilar y mientras los humanos disponían los útiles y se pasaban las botellas y los pitillos yo me acomodado carca de la proa y me he hecho un ovillo aunque manteniéndome en todo momento alerta. Javi sacaba fotos y se reía de las ocurrencias de los humanos. La luz tenue favorecía su objetivo, y los árboles, los pájaros, las casas elevadas sobre el barro, y sus embarcaderos originales atravesaban su mirada sin dañarse. De cuando en cuando anotaba algo en su libreta y levantaba los ojos y los oídos para no perder detalle. Nos hemos cruzado con algunos barcos colosales que parecían monstruos insólitos, con sus panzas henchidas de contenedores, tocando sus bocinas y levantando grandes olas.
            Tras un viaje de una hora más o menos, nos hemos desviado del cauce principal por algunos brazos menores, y hemos alcanzado una zona de aguas remansadas, donde uno de los humanos ha dado su conformidad con un grito y luego de parar el motor y de echar el ancla, han preparado unos palos largos con unos hilos y los han tirado al agua con una punta de hierro y un cebo. No es la primera vez que veo a los humanos hacer estas cosas, pero sí subida en una embarcación. Javi preguntaba sin cesar a los humanos sobre este arte de caza, en tanto la luz de la luna destellaba su plata sobre el agua y el sonido de los animales nocturnos creaba una melodía maravillosa.
            Al parecer es mejor pescar de noche en el río enorme, pues el flujo de los barcos baja y asusta menos a los peces, y hacerlo entre amigos favorece la suerte. Javi estaba muy agradecido y no hacía otra cosa que escribir, platicar, observar y liar pitillos. Cuando han sacado el primer bagre yo me he puesto a ladrar. El segundo me lo han dado para que lo oliera y me lo comiera. Después me he vuelto loca de la alegría y en tanto Javi pescaba el tercero me he tirado al agua sin saber qué me ocurría, envuelta por un olor inabarcable.          
Día 501
(Boliche en la calle Rivadavia)
            Hoy he cerrado los ojos al mediodía, apenas un rato después de que Javi saliera de casa. No tenía que ir a trabajar. Por ello me ha sorprendido verme dentro de él, acercándome al hogar de humanos especiales por aquella calle de tierra que tantas veces recorrí, abrir el candado de la puerta, saludar amistosamente a algunos compañeros y compañeras, soltar a Pedro para que volara literalmente sobre la hierba del parque moviendo la cola de felicidad y descubrir la calma reinante en esas horas.
            Mi atención ha regresado entonces a nuestro patio, pues la humana con gafas llenaba nuestros cuencos de arroz con verduras y pedacitos de pan tostado. Luego de comer y de tumbarme me he quedado dormida a la sombra de los yuyos y de nuevo podía ver a través de Javi. Estaba con algunas compañeras de trabajo y un grupo de humanos especiales bailando en un boliche conocido del pueblo que se encuentra en la calle Rivadavia, cerca de la terminal de autobuses. Lo he reconocido porque en alguna ocasión hemos pasado por la puerta y los pensamientos de Javi guardan secretos allí vividos algunas noches de madrugada. Los humanos especiales bailaban y disfrutaban con otros humanos especiales de distintos centros y asociaciones de la zona, y sus caras felices, sus interacciones y peculiaridades enfrentaban el desafío de la integración.
            Hace casi un año Javi acudió a uno de estos encuentros, pero hoy sin duda su mirada es más amplia y comprometida. Llevaba así de la mano a sus chicos y se los presentaba a otros humanos. Ha bailado con ellos, les ha animado a pintarse la cara, a comunicarse con los demás, transmitiéndoles energía positiva imprescindible, acompañándoles a la barra a pedir bebidas, a ir al baño, a colocarse la ropa, a hacerles sentir guapos y guapas, confiados, y a seguir la música y el ritmo.
            Javi la ha pasado con ellos muy bien, y la vuelta en vehículo colectivo al hogar ha sido de lo más tranquila. Los humanos especiales tienen la capacidad de hacer asomar en el resto de humanos gestos solidarios, unas veces producto del miedo o la ignorancia y otras veces por sentimientos de protección, solidaridad y cariño. Lo que resulta claro es que los humanos especiales no pasan nunca desapercibidos. Arañan los límites de lo social, del mundo prescrito con el que los humanos se limitan a sí mismos. Son en cierto sentido de la libertad más libres que quienes los cuidan, y por ello son y serán siempre humanos especiales.

Día 502
(Amor y maracuyá)
            Javi se fue anoche de joda. Primeramente cenó con los vecinos del patio unas empanadas de carne que preparó en el horno de la humana vieja. Después se cambió de ropa y se fue con la vecina humana que nos alquila la casa y el humano del fondo para el pueblo. Los seguí por las calles a través de los ojos de algunos compañeros callejeros hasta que llegaron al mismo boliche en el que había estado apenas unas horas antes con los humanos especiales.
            Una antigua compañera de trabajo celebraba su cumpleaños y los humanos bebían, platicaban y bailaban para divertirse. Cada minuto rozaba un misterio diferente, cuando la luna que asomaba por el patio arrastraba con su luz las rutinas y los cansancios, la costra de todas las cicatrices y la esencia misma del porvenir.
            De madrugada Javi ha regresado a casa acompañado por una humana desconocida. Después de sacarme un rato a pasear han estado amándose bajo las sábanas. La mañana se ha esfumado con el sol y los sonidos de la calle chocaban contra una burbuja de piel vencida. La humana ha salido a comprar al mediodía mientras Javi cocinaba unos fideos con tuco y ha vuelto con algunas verduras y una fruta extraña que olía a selva dulce, a néctar ácido y refrescante.
            Amor y maracuyá… decía la humana en tanto preparaba el zumo, y en nuestra calle las nubes proyectaban sombras fértiles sobre la tierra y los tejados.    


Día 503
(Tiempo espectacular)
            Javi se ha marchado a trabajar temprano. Es el primer día que calza sus chanclas y por ello caminaba contento. Como dicen acá: se vienen los días lindos, con temperaturas suaves y un sol poderoso. No hay mucha humedad y los mosquitos descansan y se reproducen los esteros cercanos al río enorme mientras planean su nueva invasión. Los árboles, las plantas y la hierba reviven con intensidad y los seres respiramos este cambio oxigenante antes que el calor nos guarde por unos meses bajo las sombras afables del verano.
            Los humanos a la tarde salen a tomar infusiones con el palito metálico y jugos a las veredas y preparan la cena en los patios. Las radios se colocan en las ventanas para las distintas músicas se reencuentren afuera, y los niños copan las calles con sus juegos, junto con los perros callejeros, las bicicletas y las motos. La flor muestra sus pétalos, el fruto madura, las tiendas abren hasta más tarde, las puertas se llenan de huesos, por las cortinas se escuchas risas traviesas y el aire se carga de colores.
            Javi regresa caminando por la calle con sus chanchas. Como he saltado el portón le veo venir sonriente, con la camisa desabrochada y la mochila al hombro. Sus pensamientos tocan mi nariz y me revelan que hoy el paseo se va a alargar, pues la pantalla tecleadora continúa en el taller de pantallas, y aunque algunos poemas bullen tratando de salir de su cabeza, habrán de esperar un rato; al menos hasta que el sol caiga sobre las copas de los árboles y nuestro barrio cierre sus puertas a tan colosal espectáculo.

Día 504
(Poema apócrifo)
Desde anoche Javi ha estado escribiendo un poema que durante años fraguaron sus sentimientos y esperanzas. Una nueva espiral de su árbol, algo marchita y con esquejes.
SERGIO
Bother
Siempre fuiste de los que tira la piedra
                                                                           y esconde la mano
 sé que no eres perfecto
                                                         y quién lo es

mi primer recuerdo contigo
ciñe las calles de nuestro barrio
yo era un niño gordo y carismático
y tú un guardaespaldas ambivalente
fue aquel día que unos chicos mayores
se burlaban de mi aspecto
tú les espesaste la espera a puñetazos
quién sabe si angustiado de que otros
te sacaran de las manos el caramelo
pues en casa eras tú quien se reía

el segundo recuerdo
-aunque entre ambos asomen otros tantos-
roza esa luz tenue
que penetraba a la mañana
                                               en la terraza de la cocina
fue una pelea de golpes
y sobre todo de palabras
 y mientras mamá gritaba a los espejos del pasillo
aprendiste que el débil también lucha
aunque no le sirvió más tarde a tu filosofía
                                                            ni a tu dialéctica existencial

los años se llenaron de cenizas y nostalgias
y entre tanto tú engordabas de vicio  
yo enflaquecía de silencio
me fui convirtiendo así en el hermano mayor
                                                                      y tú en el pequeño
nadie lo quiso así
pero tus mentiras nos hicieron a ambos mentirosos
tus cagadas ensuciaban igualmente mis calzoncillos
y tu ingratitud me llevaba a un rasero preventivo

por suerte la vida fue limpiando mi rostro y mis manos
y papa y a mamá fueron comprendiendo
que no éramos iguales
 ni siquiera semejantes

sentí tu envidia por primera vez en la universidad
y nunca dejé de sentirla desde entonces
y aunque te ayudé todo lo posible
más incluso de lo racional
cuando te armabas una vida doble o triple
o tus novias descubrían los pasadizos detrás del armario
o te deprimías deseoso de cambiar
y tirabas los trabajos a la basura
o te quedabas sin dinero
                                                sin amigos
                                                                          sin estímulos
y pedías y pedías

en cuanto levantabas cabeza y asomabas del pozo
nuevamente te trababas

tus llamadas encubrían favores
tu preocupación un presupuesto
tus regalos eran un filo armónico
insidioso y sencillo de observar

con todo aún te quiero
quizá porque nuestro amor
                                                        hermano
no se elige
se entrega perpetuo incondicional y prematuro
y a pesar que desde hace un tiempo no te hable
te sigo hablando
pues hay gestos que son una terapia positiva

no me cansé de insistir en algo a lo que tú renunciaste
de lejos
soy una persona diferente
ni mejor ni peor
                               pero diferente

como ya dije en el comienzo
tú eres de los que tira la piedra
                                                y esconde la mano
si me conocieras sabrías
que yo soy de los que grita
                                                 antes de lanzarla al aire
convencido que su simple trayectoria
sea un poso suficiente.

Y ahora que lo termina no sabe si es alivio lo que siente o una especie de angustia optimista.

SEMANA 72
Día 505
(Equilibrio en el patio)
            Despierto y el patio brilla. Los patos limpian sus plumas y las gallinas extrañas escarban con sus patas en la tierra. Gos duerme y Oso marca con su orín los palos del portón. Algunas lagartijas bajan jugando por la pared desde el tejado. Es mediodía y los mosquitos descansan cerca del agua. Los sustituyen unas vejas enormes y unas avispas rojas que llaman vinchucas. Algunos colibríes acechan el néctar de las flores. ¿De dónde saldrá ese ruido febril de ranas y sapos vehementes? Los gatos se pasean por las cornisas esperando que algún pájaro se despiste en su vuelo y caiga entre sus garras.
Afuera, en la calle, la vida humana fluye como un río y se despliega con cientos de sonidos estridentes. Sin embargo nuestro patio es un remanso de paz, una rueda en equilibrio y evolución, un ecosistema minúsculo en medio de otro hábitat social.
Javi se fue a trabajar hace unas horas, y cuando quiero estar con él sólo tengo que cerrar los ojos y adentrarme en los suyos o en los de Pedro. Desde el día que aprendí que yo soy también el resto de los seres, que formo parte de su esencia, ya no tengo miedo de quedarme sola.
Ahora busco el balde de agua y sacio la sed del sueño. Me desperezo estirando las patas y la cabeza hacia delante, y me sumerjo en el dulce estado del ecosistema en equilibrio dejando que mi nariz me guíe en el azar.

Día 506
(Pan con chicharrones)
            Javi ha regresado del trabajo y hemos ido a pasear por la villa. Hoy ha hecho mucho calor y por ello los niños corrían descalzos tirándose agua con barreños ajados para refrescarse. Los perros callejeros se la aguantaban en las mejores sombras, y los humanos poblaban las veredas tomando infusiones de jugo helado con el palito metálico.
            A la vuelta, justo cuando doblábamos la esquina de nuestra calle, hemos escuchado el grito de un vendedor ambulante. No es la primera vez lo oíamos, pero sí la primera que dábamos forma a su origen. Un humano viejo montado sobre una bicicleta igual de vieja palmeaba con las manos cerca de las puertas de las casas para convocar a los vecinos. En el porta de la bici una cesta enorme guardaba sus artesanías: pan casero, alfajores de maicena y dulce de leche, y pan con chicharrones; es decir con trocitos de carne y grasa.
            Javi le ha llamado y después de entrar en casa a por plata ha salido y le ha comprado algunas cosas. Luego le ha ofrecido jugo fresco y un cigarrillo y se han puesto a hablar unos minutos. En esta tierra, a la gente mayor, a muchos ancianos y ancianas, no les alcanza la pensión para vivir y tienen que ingeniárselas para sacar unos pesos más al mes vendiendo mercaderías baratas.
            Sentado en la puerta, Javi saborea ahora un trozo de pan con chicharrones. El humano viejo continua voceando por nuestra calle antes de doblar por el bulevar de 9 de Julio. Me parte un pedazo y yo me tumbo a saborearlo sobre la hierba. Aquellos gritos del vendedor se mezclan en nuestra mente con la música de las radios. Huelo los pensamientos de Javi y percibo su amargura. ¿Qué triste es que las sociedades humanas no velen como debieran por aquellos que tanto trabajaron para constituirlas? Y su tristeza se me extiende, pues en la de los perros, desgraciadamente, no es distinto.

Día 507
(Primer apagón de luz)
            Cuando Javi ha regresado hoy del trabajo se ha puesto a escribir en su libreta. La pantalla tecleadora continúa en el taller y hay algunas tardes y noches que Javi padece vivamente su ausencia. La dependencia, de cualquier tipo, puede ser una lacra, aunque al corazón tanto le guste acostarse sobre ese pasto. No obstante, como las palabras se amontonaban en la punta de sus dedos y el calor las fundía confundiéndolas, poco después ha prendido el ventilador, y luego de armarse un pitillo prodigioso se ha echado sobre la cama.
            Yo he hecho lo mismo sobre el suelo de baldosas frescas, y justo cuando respectivamente tocábamos el cielo de las imágenes oníricas, el ventilador se ha parado y nuestro pequeño paraíso artificial se rompía. Javi se ha levantado para comprobar lo que ocurría y enseguida hemos entendido que se había ido la luz.
            Al salir por la puerta de casa muchos vecinos hacían lo mismo, y se miraban unos a otros para corroborar las certezas individuales y preparar las sillas y las infusiones. Y es que por lo que parece ha habido un apagón general en nuestro barrio, quién sabe si en todo el pueblo, probablemente porque como Javi también hiciera, todos los humanos prendieron a la vez sus ventiladores, dejando sin energía el suministro.
            Han pasado las horas y el apagón se ha convertido en una fiesta en nuestra calle. Los alimentos congelados se cocinan sobre las ascuas de las fogatas y se comparten. Las bebidas todavía frías se toman antes de que terminen por calentarse, y como se han unido dos guitarras con una bandoneón, la calle suena y sueña bajo el brillo de las estrellas distantes, tal vez esta noche más brillantes que nunca.
            Contemplando el torbellino humano e idealista, Javi piensa que hoy de poco le hubiera servido la pantalla tecleadora, y sonriendo se acerca a dar palmas sobre la chacarera oscura.  


Día 508
(Cena en casa)
            Ya desde por la mañana podía olerse en el aire que hoy era un día especial. Javi ha estado limpiando a fondo la casa. Ha vaciado la mesa de papeles, ha frotado el baño a conciencia y después de perfumar las estancias ha salido sobre la bicicleta para hacer la compra. Yo me he quedado con Gos y Oso en el patio mordisqueando un hueso de vaca que nos ha dado la humana vieja, y le hemos visto regresar un rato después cargado de bolsas.
Enseguida ha comenzado a cocinar, a pelar y cortar las verduras, a preparar las sartenes y una olla que le ha dejado la vecina con gafas. Hasta el mediodía no ha parado, cuando los olores llenaban el aire de promesas maravillosas.
Un poco más tarde, buscando la sombra del sauce del patio, ha estado escribiendo en su libreta. No ha tardado mucho en quedarse dormido y en soñar que saltaba de rama en rama. En silencio, me he acomodado cerca de sus pies y pronto me he unido a sus sueños. Cuando nos hemos despertado el sol empezaba a declinar sobre los árboles y el viento del sur refrescaba la atmósfera caliente. Javi ha continuado con los preparativos, mientras que yo me entretenía sacando del escondite de Oso algunos huesos sabrosos para mordisquear.
La noche ha llegado con rapidez y Javi se apuraba para tener todo dispuesto. La vecina vieja le ha prestado algunas sillas y un mantel de colores. De este modo, cuando los compañeros y compañeras de su trabajo han aparecido, los estábamos esperando sentados en la puerta.
El menú se componía de tortillas de papa y batata y ensaladas como entrante. De segundo fideos con berenjena, morrones rojos y verdes, cebolla, chorizo, huevo y queso cremoso, y acompañándolos unas salchichas rellenas de mozarella y panceta, regado con vino, jugo y gaseosas. El postre era ya para la infusión con el palito metálico y los postres que ellos han traído. La conversación que se iniciaba con las cosas del trabajo pronto ha derivado en otros temas. La vida y el sueño se mezclan como en un guiso. Javi quería agradecer con esta cena todo el apoyo que le brindaron durante este año, y ahora que todos se marchan con una sonrisa en la cara, hace acopio de su gratitud.
  

Día 509
(El olor del fin)
            Como hoy Javi tampoco ha ido a trabajar, hemos podido disfrutar  un montón de horas juntos. Después de levantarse ha recogido la casa, echa un desastre por la cena de ayer-, y hemos salido a pasear por el centro del pueblo. Las calles rebosaban de humanos y la primavera lucía en los árboles de la plaza, malva y roja. Hecomos comido en el parque que se encuentra cerca de la terminal de vehículos colectivos, y mientras Javi escribía versos en su libreta yo he estado jugando con algunos compañeros callejeros.
            Por la tarde hemos paseado un rato más, dirigiéndonos por el borde de la gran carretera hacia los barrios más próximos al sitio de los perros. El calor nos obligaba a marchar por la vereda que daba la sombra y en tanto la piel de Javi cada vez estaba más morena mi pelo se iba aclarando. Hemos llegado así a una casa donde una humana muy linda nos recibía invitándonos después a pasar. Allí he conocido a sus tres perros, completamente diferentes de aspecto pero de carácter similar: nerviosos. La humana se ha arreglado y luego de ofrecernos algo de comer y de beber Javi la ha besado en los labios. En ese instante me he dado cuenta que se trataba de la misma humana que vino con él la otra noche de madrugada. Su olor es contradictorio, henchido de confusos. Javi parece también notarlo, pues sus ojos de cuando en cuando se entristecían. A veces me pregunto si los demás perros olerán del mismo modo que huelo yo o dependerá de las experiencias y vivencias de cada uno. La subjetividad es un colorario, aunque la verdad ha de contar con una aroma esencial.
            Entendiendo el porqué, Javi me ha dejado en aquella casa, con los tres perros nerviosos y sus respectivas subjetividades y se ha marchado con la humana de fiesta. Desde el principio de la noche hasta casi la salida del sol he estado oliendo el final. No se ha quedado a dormir con ella. Sigiloso y risueño, la ha acompañado a la cama y, atravesando el hemisferio calidoscópico de su ventana, ha silbado una tonada de despedida etérea antes de abrir la puerta del jardín y guiñarme un ojo para no volver probablemente jamás.  

Día 510
(Domingo de resurrección)
            Javi se levanta a mediamañana y yo con él. Prepara un café en tanto yo pego unos cuantos lametazos ansiosos en el balde. Si él ahora fuma, yo me rasco, y si come cualquier cosa, me estiro prematura. Pone un puñado de alimento en el piso y se da una ducha. Cuando sale a secarse desnudo al sol, yo me echo en una esquina. Cuando escribe yo mordisqueo un hueso, y si le da por armarse un pitillo yo persigo lagartijas y nubes.
            Tal vez por ello, sentimos ambos que a la tarde que va a formarse una gran tormenta, y conformes y conscientes en este domingo de resurrección, salimos antes de lo habitual a pasear por el barrio prodigioso.

Día 511
(Cómo resbalar y aferrarse a lo pequeño)
            La pantalla tecleadora está muy grave; quién sabe si por la edad y el tremendo uso o por mala praxis. El caso es que Javi andaba bajoneado al volver del trabajo, con cierto aire de desconfianza, rezumando rabia e impotencia. Ha debido discutir con el humano del taller de pantallas y los ecos de la discusión llenaban de sombras sus ojos. La tecnología es un misterio, y las más de las veces lo que nos resulta desconocido nos torna seres desesperados y escépticos.
            Pero ¿cómo resbalar y aferrarse a lo más pequeño?, piensa Javi. Se ha sentado en la vereda con la vecina vieja, después de su sesión de terapia, y en tanto el viento alza remolinos de polvo sobre la tierra, haciéndonos masticar granos y presuntos, se han intercambiado los roles, y por ello es ella quien escucha y Javi quien vomita amargamente sus frustraciones. Por suerte el intercambio funciona y se cancela con un beso y un abrazo. Algunos mensajes de la familia y los amigos, cargados de comprensión y certeza añaden solidez a la estrategia. Pero es sin duda el alfajor de chocolate, su sabor rotundo y dulce, que acaba de regalarle el cachorro grande el que ultima este pensamiento, cerrando el sentimiento turbio y la incertidumbre. Es sólo plata, se repite Javi ahora, y en vez de meditar sobre cómo resolverá el nuevo entuerto, se le ocurre un cuento que logra que su mirada ilumine la realidad.


SEMANA 73
Día 512
(Los compromisos)
            Abro un ojo y veo a Javi trabajando en el centro de humanos especiales, feliz y comprometido. Pedro es su herramienta y su estrategia, y es tan fácil conciliar lo pedagógico con lo patológico que resulta sencillamente emocionante. Cuando él pretendía aprenderlo todo de los caballos la vida le condujo nuevamente hacia nosotros los perros. Y aunque es verdad que no ha abandonado su sueño de volar sobre el lomo de una yegua transparente ni de aprender aquel idioma de susurros y miradas que empezó a entrever en nuestra tierra, hay algo inasible que trae de vuelta a nuestro mundo.
            En la puerta del hogar contemplo los dibujos que los humanos especiales le han dedicado a Pedro y escucho el silbido que le llama. Corriendo en su interior acudo para dejarme acariciar forzando el vínculo y el afecto. Los miedos retroceden si en su fuente hay un corazón que late y una lengua que lame con ternura.
            La rueda sigue girando cargada de compromisos. El título y la visa permanecen en suspenso, pero el trabajo y la terapia con los vecinos son la mejor estructura. Los días se suceden con quietud y a la vez vienen cargados de perspectivas. Con este pensamiento cierro el mismo ojo y regreso al patio de casa. La vecina con gafas recibe su primer encargo humano, el vecino del fondo repara su moto en la vereda. La vecina vieja y el cachorro grande discuten en tanto las lagartijas buscan los rayos de sol, arriesgándose a que Gos y Oso las atrapen.
            Me acerco al galpón de madera y me hago una rosca para iniciar la espera. Muy pronto Javi llegará para abrir la puerta sonriente y entonces podremos voltear el día a nuestro antojo.

Día 513
(Caminando por la Av San Martín)
            Javi ha regresado hoy con el cadáver de la pantalla tecleadora entre las manos. La ha colocado sobre la mesa de la cocina, boca abajo, como si no quisiera mirar su rostro dormido. Se la llevó enferma, nadie sabía que agonizante, y los años, los esfuerzos y los golpes, han acabado con su ímpetu y su tremenda compañía. Sólo queda esperar que un milagro la resucite, pero como Javi no cree en dicha eficacia.
Se ha armado un pitillo y ha hecho lo que siempre hace cuando la muerte asoma tras las cortinas: sonreír, recordar los buenos momentos vividos y administrar la frustración y el vacío. Se ha armado un pitillo y hemos salido a pasear por el pueblo, con la intención de reducir las sombras que nos envolvían.
            Hemos marchado por calles nuevas, en dirección al centro, aunque después de pasar por la plaza, hemos tirado por la calle principal, que un punto se transforma en avenida, atravesando y dividiendo sus barrios. Siempre me gusta marchar unos pasos por delante de Javi y buscar restos de comida en las puertas de las tiendas. Cuando me alcanza, echo de nuevo a correr, y así se reinicia el juego. Hoy Javi parecía entretenerse más de lo habitual, registrando en su memoria cada detalle. La boletería y sus números afortunados, tantas humanas lindas pasando tras las ventanas de los vehículos colectivos, cruzando la carretera, alzando la mirada o bajándola, poblando el aire de inocencia desgastada. Y la remisería solitaria, sin autos ni clientes, los kioskos coloridos y las verdulerías multicolores, las carnicerías apetitosas, las fábricas de pasta, panaderías, fiambrerías, supermercados, panaderías, zapaterías, ferreterías, oficinas, despensas, en torbellino existencial, ganando terreno al futuro, alimentando nuestros pasos firmes.
            Javi ha llegado tan saturado de estímulos a casa que no ha tenido más remedio que ponerse a escribir todo en su libreta. Ha ideado un relato que es una fotografía en movimiento de la Av San Martín, en el que los objetos hablan como personas y las personas hacen de objetos.


Día 514
(Noticias funestas)
            Aunque Javi haya querido ocultármelo no ha servido de nada. Su mirada es ahora para mí un calidoscopio de rabia y dulzura, y su pensamiento roza mi nariz con tanta fuerza que en el mismo instante que ha dejado el teléfono móvil sobre la mesa de la cocina, después de mensajearse con su primo y trasportar su corazón allá, todo resultaba nítido.
            Mi mejor amigo, Naquel, el oso blanco, el guardián de nuestro pueblo, de nuestra tierra y nuestra sierra, quien me enseñó a ladrar, a seguir los rastros del monte, a devorar las entrañas de una vaca y a acostarme en las puertas de casa, el mastín poderoso, va a ser sacrificado.
            Evoco su enorme cabeza, sus ojos vidriosos, su caminar pacífico y pausado y su jadear afable, y la vida de pronto me asusta. Una humana loca ha dicho que Naquel trató de morder a su hijo, y aunque nadie la cree, las leyes humanas sostienen su delirio y en sólo unos días, caerán sobre él.
            Qué difícil habrá sido para él sentir la ausencia de los suyos, la muerte de la matriarca humana, aquella soledad afectiva, nunca el hambre ni la sed ni el suelo irracional. Ahora Javi llora cerrando los ojos y yo hago lo mismo. Los abrimos a la vez para encontrarnos con nuestro amigo y abrazar su cuerpo peludo y esponjoso. Está encerrado y atado a la espera de que lo maten. Mierda de mundo humano, aúlla Javi, y el mastín replica el aullido sin dolor.


Día 515
(Mutaciones)
            A Javi se le agranda el hocico, su olfato se amplifica y rastrea el paso de la luna por el cielo, cumple sus ciclos estacionales, se nubla por el sexo, tiene su guarida, su afán y las fuentes de alimento y agua; caza con optimismo y mesura, permitiendo que se sostenga el quicio. Le encantaría destrozar algún cuello a bocados y escarbar un agujero enorme para enterrar los huesos de sus enemigos. Siento cómo sus patas se afianzan y ganan agilidad y certeza. Puede oler la injusticia a miles de kilómetros, adentrándose en su compromiso con todos los ecosistemas.
            Javi está mutando en perro y yo en humano. Nuestra simbiosis es un puente, un río y una realidad.

Día 516
(El primer cronocopio)
            Javi se ha levantado temprano y se ha puesto a escribir. Su intención era completar los anexos de su sueño pero como últimamente le asaltan las realidades por encima de las ficciones, ha tenido que soltar la cuerda del pasado para agarrar la del presente.
            Completa así algunas frases y fuma. Prepara una infusión para sorber con el palito metálico. En la pared, junto a sus santos, ha pegado varias fotografías de escritores porteños. El ambiente se turbia, pero el sabe que en esta confusión nacen mejor las palabras. El picadillo de marihuana, el vino de Mendoza, el sonido frenético de las radios, del tango instrumental y las chacareras de las provincias del norte, los cachorros humanos cantando un gol en los potreros de tierra, crean de pronto un personaje abatido, con ojeras de no dormir y arrugas en los ojos de sonreír. Es un cronocopio eterno al que el amor salva del patrón, las frustraciones, las esperanzas y las famas.

Día 517
(Economía para la domesticación)
            Los pensamientos de Javi me dirigen mientras se fuma un pitillo sentado en la puerta de casa, aprovechando una tregua en la lluvia continua que lleva desde anoche doblegando el cielo y el día. Atrás han quedado las horas de trabajo y para mí la espera en el patio, mi vida. Su mente lubrica las ideas que se extienden como un paisaje contaminado.
            La inflación se está apoderando de la realidad de esta tierra. En la nuestra las cosas siguen igual, no mejoran, y el paro es una lacra inconmensurable. Acá todo se encarece, y cuando uno comprueba los recursos del pueblo resulta algo irreal. Materialmente argentina podría ser un imperio. Probablemente no lo sería, porque culturalmente sería una contradicción inmensa. Pero sin duda sus habitantes son ricos en recursos y también en ideas. Si no lo son de verdad es porque la oligarquía, restregándose sobre la política, favorece su plebiscito único, es decir, que después de dictaduras, guerras y otros lances, la democracia permitió que el mismo puñado de tipos permanecieran controlando sus vidas, cambiando las formas de terror, haciéndolas más sutiles, controlando lo que consumen, dirigiendo la conciencia externa, el yo social de los humanos; unos humanos domesticando otros. Que de eso los perros sabemos, y viene a ser que el mundo humano, de acá y también de allá, predica una economía de clases domesticables. Es verdad que ya no hay reinos sino mercados. El dólar y el euro está por las nubes, y por más medidas que el gobierno anuncia, los precios no dejan de subir. Cómo se la roban. Los sueldos no alcanzan para nada y la plata puede ser una polilla en la despensa o un yate en la costaneda. Los humanos transgreden sus propias emociones y el dinero lo ensucia todo. Las relaciones se acomodan a la economía. Si no tienes auto no eres nadie, y si lo tienes te conviertes en un esclavo, no solamente de la nafta y los recambios, sino de la comida, el vino y el hotel. Por más petróleo que descubran el costo ira incressendo a no ser que el pueblo le muerda la mano a su amo. No se puede esperar que quienes detentan el poder sean los que cambien las cosas. Ellos viven mejor porque los otros viven peor. Mientras, hay madres humanas rascan sus cajones para dar de comer a sus cachorros y las escuelas cierran por falta de medios. La leyes sostienen la desigualdad. Pero el día que todos esos humanos engañados aúllen, más allá de la domesticación surgirá el lobo, y no será un terrible asesino dispuesto a todo para sobrevivir, sino un ser social, cargado de solidaridad con sus hermanos, una manada humana devuelta a la vida en este planeta.      

Día 518
(Pedazo de pan)
            La vecina vieja abre la puerta del patio y sonríe. Tira al medio un pedazo de pan y cierra de seguido. Los perros estamos adormilados y la escena resulta borrosa; por ello los patos se adelantan, incluso antes que las gallinas. Los primeros picotazos llegan, y el pan rebota como una pelota. Ahí los perros despertamos, y nuestras orejas se alzan, quedando los ojos fijos en el pan. Las gallinas y el gallo ya están peleando con los patos por el premio y los espolones vencen a los picos. Los polluelos pelean alocadamente sin entender la disputa . Oso es el primero en reaccionar y ahora gruñe espantando a los patos. El gallo le hace cara, pero es cuando el gato gordo interfiere. Oso se achanta y le permite. El gato juega con el pedazo de pan aunque no parece gustarle demasiado. Como Oso no hizo frente al gato, es Gos quien lo agarra de vuelta. Se lleva el pan hacia el galpón y se dispone a comer. Sin embargo Oso se lanza hacia él y mordiéndole, se lo quita. Oso ufano de su hazaña no ve al gallo que le sigue y le manda un picotazo de improviso. El pan sale volando, y emprende una trayectoria circular antes de caer al suelo y partirse en dos. Los patos se aprovechan rápidamente y se llevan uno. Su lujuria resulta irrefrenable y el pan en un suspiro se esfuma. Entonces, en tanto las gallinas cargan al gallo, el gato lame sus patas, y Gos y Oso reinician su reyerta, nadie me ve, salvo la vecina que tras las cortinas sigue sonriendo. Atrapo el otro pedazo de pan del suelo y voy a comérmelo discretamente, con el rabo entre las piernas. 

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