eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 25 de febrero de 2014

Diario de una perra en Argentina (Semanas 37 y 38)

SEMANA 37

Día 253

(Sensaciones)

Qué ocurre al despertar, al abrir los ojos. Mi nariz se llena de alegría. Brilla el sol, la pradera se seca y el barro retrocede. Llegan hasta mí los olores de las flores nuevas que regresan de su muerte turbia de hace un mes. Che corre como loca que es. Javi se prepara para ir a trabajar y el viento arrastra las nubes haciendo bailar las ramas de los árboles imponentes.

Javi ha regresado e inmediatamente se ha ido sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. A su vuelta traía los ojos brillantes. El aroma de su pensamiento me colma de buenos presagios y en él destellan las estrellas distantes. Ha vuelto a montar a Pepe después de muchos días pero ha tenido que dejarlo pronto porque los mosquitos le comían las piernas y los brazos. Tal vez por ello, después de darnos de comer y de cerrar a los gansos, se ha puesto a teclear hasta la noche. Che y yo hemos aprovechado para dar un paseo por los campos contiguos y hemos ido a hacer una visita a Pedro por detrás de la valla del centro donde viven los humanos especiales.

De pronto hemos oído silbidos. El atardecer apagaba los colores y desnudaba la noche, la luna creciente y el concilio de las estrellas. No ha habido tiempo para más y hemos tenido que apurarnos. Cientos, miles de mosquitos, engordados y multiplicados por la humedad de las últimas semanas, invadían literalmente la casa-chabola mientras Javi los rociaba con spray, encendía espirales de humo, el ventilador, y los mataba a pares con las manos. Hemos estado así hasta la madrugada. Las sensaciones se nublan. Tengo varios picotazos en la nariz.



Día 254

(La pradera brilla)

Javi abrió la puerta de la casa chabola para permitirnos salir anoche. Quería librarnos así de los mosquitos, mutantes, inteligentes e implacables. Nos refugiamos en un corralón y antes del amanecer ya estábamos cazando ratas y cotorras.

Cuando el sol ha aparecido por encima de los árboles hemos asistido al espectáculo de los colores y a la fuerza de la luz sobre las superficies. Primero el azul del cielo y la blancura de las nubes. Luego el intenso e interminable verde de la hierba, de las plantas ocupando cualquier pequeño espacio, las hojas incalculables, mordiendo nuestras pupilas para teñirlas; y el marrón ocre de la tierra, oscuro por el barro, entre la plata de los charcos y las lagunas. El azul, el amarillo, el naranja y el rosa de las flores. El rojo de las capuchas de los picapinos, de las crestas de las gallinas, el color de la vida entremezclándose y dirigiendo nuestros ojos.

Nos dejamos llevar por este humano modo de ver la realidad, pero nuestra nariz inventa otros colores, al corregir estos. El olfato es el sentido más poderoso para los perros. Antiguamente para los humanos era mucho más importante, pero al erguirse se separaron de la trayectoria de los rastros, y ocurrió como casi siempre ocurre, que mientras unas cosas se pierden otras se ganan.



Día 255

(Lucha Laboral)

Hoy Javi se ha marchado a trabajar con los humanos especiales y nosotros nos hemos quedado tumbadas bajo el camión. Las nubes amenazaban lluvia y sin embargo el sol salía un rato después. Estando dormida he sentido que el corazón de Javi reventaba, que latía con una intensidad frenética y he cerrado los ojos para acercarme a él. Le he visto entonces discutir con algunas de sus compañeras humanas y cuestionarlas por haber pegado a uno de los humanos especiales. Se estaba enfrentando a ellas cara a cara, porque por lo visto no es la primera vez que ocurre aunque Javi nunca hasta hoy lo presenciara. Ahora acalla sus gritos diciéndoles malcogidas, palabra que ignoro pero que enciende de vergüenza sus mejillas, explicándoles después que este no es lugar para volcar frustraciones y rabias. No intenta hostigarlas sino que reconozcan lo ocurrido, que sean conscientes, clamando a su empatía el maltrato. Una de ellas comienza a llorar y se muestra arrepentida. La otra en cambio amenaza a Javi y altiva le dice que ella lleva muchos años trabajando allí y que él no es nadie para reprocharle. Entonces Javi va a la oficina para hablar con su jefe y al rato éste llama la compañera aludida. De nuevo discuten y como la humana se siente acorralada la toma con Javi y su forma de trabajar. El jefe la corta y le comunica muy serio que está despedida.

Más tarde convocan una reunión urgente con todos los trabajadores del centro para establecer una regla de oro en cuanto a los residentes; es decir, a los humanos especiales. Cualquier tipo de violencia o maltrato será motivo suficiente de despido. Al parecer la dirección ya estaban informados de lo que ocurría pues hay cámaras en algunas estancias y grabaron dichos sucesos. Todos han felicitado a Javi por enfrentarse de este modo a la situación, pero Javi, reflexiona sin entender que si ya estaban enterados de lo que sucedía por qué han esperado a que él interviniera..

Día 256

(Visa Humana)

Javi se ha ido muy temprano hoy y yo me he ido desde el principio dentro de él. Hemos bajado en el vehículo colectivo por la gran carretera hasta la gran ciudad. Después hemos viajado un rato en otro vehículo colectivo que marchaba por unos raíles bajo tierra, hasta llegar a un lugar donde se levantaba un enorme obelisco rodeado de edificios y carteles publicitarios. Desde allí hemos ido caminando hasta migraciones, pasando y cruzando avenidas, plazas y parques importantes, 9 de Julio, Córdoba, Santa Fe, Retiro, General San Martín, o Antártida Argentina. Por suerte no ha llovido, como sucediera la semana pasada y llegamos sin que se den más percances.

La espera es ardua. Primero una fila para sacar turno, luego otras para ser atendidos. De allí te envían a otro edificio y desde este de vuelta a esperar de nuevo otra fila. Cuando hemos dado estos pasos el funcionario nos ha enviado a pagar la tasa, el diezmo a esa soberana que se autoproclama la libertad. Otra vez en una fila y a pagar la plata. De regreso nos dicen que el funcionario que nos había atendido se ha tomado un descanso por lo que tenemos que esperar una media hora. En este proceso hay gente que se desespera, que desiste o se resignan. Asistimos a la pelea de un hombre chino con los policías mientras la gente silbaba y abucheaba a los agentes. Le han sacado esposado de pies y manos y los rostros se han emborronado de preocupación. Todos los que estamos aquí tenemos una historia compleja detrás: la falta de trabajo, la violencia o la situación política o económica de nuestra tierra nos han conducido allí, a ser emigrantes, todos de algún modo hermanados en la necesidad y el sueño de mejorar nuestras vidas. Hemos dejado la familia, los amigos, las ilusiones dispuestos a labrarnos un mejor futuro y tal vez regresar algún día entre los nuestros.

Cuando el funcionario ha sellado la visa a Javi sus ojos han comenzado a brillar. Tres meses más para extender las expectativas y construir un nuevo universo, para reinventar la vida y su sentido. Agotados, regresamos ahora a la pradera en otro vehículo colectivo. En el trayecto Javi se ha quedado dormido. Es extraño estar dentro de él cuando duerme. Puedo sentir su silencio interior, que es como un susurro de colores, y después toparme con ruido de palmas, de viento y olas rompiendo un acantilado. Desde aquí es fácil contemplar sus sueños, observar cómo nacen y la dirección que toman. Olfateo de entre muchos algunos pensamientos concisos: amo las estrellas distante… tengo que aprender a pensar como un caballo… como un perro… el anarquismo no es una doctrina política ni ideológica sino pura biología y psicología humana… o esta noche habrá que celebrar la fugaz legalidad con una buena joda.



Día 257

(Nueva resaca)

Javi ha llegado al mediodía. Nos hemos ido a pasear a Pedro y Javi se ha echado a dormir. Sólo se ha levantado para cenar y para fumarse un par de pitillos tumbado sobre la tela que está colgada entre los árboles. Al atardecer se ha puesto a teclear un rato y luego se ha echado a dormir. Nosotras nos hemos quedado dormidos en el colchón de gomaespuma. Sus sueños huelen a ilusión y se ve galopando sobre Pepe en una playa larguísima, de nuestra tierra, avanzando hacia los suyos, que le aguardan al final de la misma, sonriendo, con los pelos revueltos por el viento de levante mientras las olas incesantes se meten por sus patas y le salpican arena y plata sobre la cara.

Día 258

(Paseos)

Nos hemos pasado el día paseando por ahí. Desde que Javi se ha ido a trabajar hemos estado dando vueltas por los caminos, por los campos de flores, por la laguna del fondo, visitando a amigos y compañeros, rebuscando entre la basura, olisqueando rastros, cazando ratas y pájaros. De cuando en cuando volvíamos a la pradera para comprobar que todo estaba bien. El pony tiene de nuevo la herida abierta y las moscas le acechan. Los gansos han elegido nuevo líder y le siguen a todos lados. Las gallinas no dejan de escarbar con sus patas buscando insectos para comer. Si se comen mil pondrán mañana un huevo. No hay maíz ni tampoco avena, pero con las últimas lluvias la vida bulle y los bichos tienen suficiente con el pasto.

Cuando Javi ha regresado del trabajo se ha puesto a teclear hasta la noche. Hoy ha habido una nueva batalla descomunal con los mosquitos. En cuanto se ha puesto el sol han comenzado a entrar por todos los agujeros de las paredes y el techo de chapa de la casa-chabola.

Ahora Javi duerme y yo desde el colchón de gomaespuma huelo sus sueños. Y sueña que estamos juntos, los tres, en una casa distinta; pero todo es borroso. Las imágenes se diluyen, hasta que repentinamente nos veo en nuestra tierra, bañándonos en un río, con algunos humanos desconocidos que nos dan de comer chuletas y salchichas.



Día 259

(Lo improbable)

Otra semana más trascurre con un silencio desvanecido. Javi trabaja con los humanos especiales, teclea, cuida de todos nosotros, procesa el viento cada tarde, es decir, calcula el destino y los sentimientos, calibra el color de las cosas, a veces con nostalgia creciente, y otras, con deseos extremos y cercanos.

Los árboles imponentes muestran como cada día su silueta borrosa en el atardecer y Javi nos mira rascarnos las pulgas. Pelo que cae y que mañana crecerá. La pradera respira doliente, como aguardando algo, como si entendiera aquello que sigue, ante un futuro cargado de improbables y de poesía.

Los sueños de Javi se presentan a mi nariz turbios. Sus intuiciones le hacen estar más alerta de lo normal. El aire parece viciado por una incertidumbre racional, que Javi medita mientras fuma sentado en la puerta de la casa-chabola o tumbado sobre la tele verde entre los árboles.

Che está tocada por las mismas sensaciones y se viene a dormir a mi colchón. Javi hoy no sueña, cualquier pequeño sonido le despierta o acaso soñamos los tres distintas vías de escape mientras afuera los gansos y los pájaros de colores nos avisan de intrusos que no lo son.



SEMANA 38

Día 260

(Aprendizajes)

Javi ha regresado de la gasolinera con los ojos muy brillantes y después ha estado montando a Pepe. Lo ha hecho galopar tan rápido que ha estado a punto de caerse. Parecía que lo forzaba al máximo, como si tratara de alcanzar un nuevo nivel. Se ha tenido que agarrar muy fuerte con las piernas a su lomo y con los pies descalzos y hasta con las uñas. Pepe resoplaba de gusto y ambos han perdido peligrosamente el control. Che y yo hemos ido corriendo hasta donde se han parado y todos, incluso el mismo Pepe teníamos cara de susto.

Por la noche hemos cenado juntos y Javi se ha tumbado sobre la tela verde entre los árboles a fumar un rato pitillos de yerba.

Ahora que sueña huelo la brisa del mar de sus pensamientos y la profundidad inmensa de sus encargos. Y es que vinimos dispuestos a aprender cosas necesarias para la vida, por las buenas, por las malas, a las claras, a las ocultas, con libreta y papel y esperanza, y mirada nítida; con nariz despierta y corazón loco.



Día 261

(Reverso)

Javi ha leído varios de sus escritos en un programa de radio. Lo sé porque sus pensamientos se lo han revelado a mi nariz, revelándome también la raíz de su esencia, que es esa humana que trabaja con él y que huele a bondad infinita. Cuando huelo sus pensamientos voy comprendiendo el universo humano, aunque a veces su sentido es inútil. Por ejemplo:

¿Por qué piensa en este instante Javi en un desierto de colores?... ¿Por qué sus pensamientos huelen a cactus y piedras rojas, a cielos infinitos, a trenes que van por encima de las nubes, a montañas secas que ocultan oasis salvajes y selváticos, paraísos perdidos y nunca artificiales, paisajes de otro mundo, rozando otra realidad?...

Es como si su imaginación se desquiciara para bien y trajera de la nada un espacio libre, inmenso y optimista. Por lo que parece acá en la Argentina, el norte es el sur y el sur es el norte. Todo es al revés o el reverso de todo. Vivimos en las antípodas del porvenir, extraviados y no, reinventándonos cada día, bregando contra el egoísmo propio y el ajeno, en busca de esa humanidad abandonada o arrebatada en las entretelas de la historia la avaricia y el poder.

Demasiado para una perra callejera. Suficiente para una perra enamorada.



Día 262

(No)

Javi escribe uno de sus poemas. Dice así

Democracia

como no sé esperarte te denuncio/ porque tienes sed de sangre y adversidad para repartir

no derechos ni libertades/ no armonía/ sólo armas

apretando a los oprimidos de siempre/ violando las bases que te alzaron de la oscuridad

la puta no se vende/ amargamente se alquila

pero tú/ remendada de sangre y muertes

te has vendido al poder calmado

que aterroriza a los niños y a los viejos

cerrando escuelas y hospitales.

Javi continúa, y de cuando en cuando prende un cigarro en sus labios. El humo le da descanso al corazón aunque no lo atropella. Sin querer explica la verdad y saca afuera de él esa preocupación creciente que nos llega desde el otro lado del océano, desde nuestra tierra, en forma de conversaciones, noticias e intuiciones. El mundo humano se desmorona y no para renacer. Se promete así mismo regresar si la revolución tocara su tambor emocional. Antes no. Y es un no que a la vez le estraga el alma y le hace caminar de frente hacia la esperanza.





Día 263

(El cumple del humano que vivía con nosotros)

De nuevo voy dentro de Javi. Hace un rato volvió de trabajar, se afeitó y se preparó para salir. Mi nariz ha cantado una rumba humana y me he dicho que lo mejor era cerrar los ojos. La camioneta del dueño ha pasado silenciosa por los caminos que rodean la pradera y Javi ha fruncido el ceño. Sin embargo la alegría efímera se ha trabado en sus pies y los ha dirigido hacia el vehículo colectivo para descender por la gran carretera, primero hasta una casa desconocida en Escobar, donde ha estado limpiando y haciendo pequeños montoncitos de mugre, y después hasta el sitio de los perros.

Qué tendrán aquellas calles de asfalto y tierra, colmadas de árboles prodigiosos y flores, que tanto atraen a mis compañeros con esa libertad descompensada, casi imposible. Se acercaban a Javi para olerle y olerme a mí, y en verdad es una delicia acariciar con manos humanas el pelo, las orejas, notar las babas y apartar las patas de mis amigos. Noa está preciosa. Cuando hemos llegado a aquella casa en donde vivimos un tiempo nos estaba esperando en la puerta del patio delantero moviendo el rabo. Ha empezado a gemir contenta y ha echado el lomo al suelo poniendo sus patas hacia arriba. Ese gesto lo aprendió de mí, al igual que ella me enseñó a enfrentarme a los perros grandes y a defenderme del miedo. Y ha debido notar que yo me hallaba en el interior de Javi, pues sus ladridos decían hermana, cómo está, todo bien, donde andás… cuanto te he echado de menos.

En la casa hay muchos humanos celebrando una fiesta. Es el cumpleaños del humano que vivía con nosotros porque Javi le ha abrazado el primero y le ha tirado cuarenta veces de las orejas. Javi ha saludado a todos más tarde y sonreía feliz de estar allí, compartiendo este buen momento entre amigos, recordando a los suyos, con una mezcla de dolor y gozo. Se ha puesto a beber y enseguida se le ha pasado. Noa no se separa de nosotros y algunas humanas tampoco. Sin embargo Javi mira a la luna y a las estrellas distantes abrazando su brillo pueril. Bailamos, reímos, contamos cosas de nuestra tierra, hablamos de otras muchas otras cosas de aquí. Nos drogamos, emitimos señales al universo, doblegamos el desencanto, corregimos la paz, sacamos punta a la ironía y encendemos pequeñas velas en nuestro faro de optimismo eterno. Javi habla con uno y con otro y a todos trata de ayudar. Está suelto, duende, moreno por las circunstancias y por el sol, con los ojos algo caídos por la borrachera, lindo de sangre y palabras.

Poco a poco la gente se marcha y quedamos en la fiesta un grupo reducido. Los mosquitos acuden a la luz. Las ascuas sirven para asar pedazos de carne y sueño. El alba despunta el cielo y diluye la oscuridad de azul celeste. Silban los pájaros. Los amantes se juntan. Mientras Javi escribe en el patio, con la cabeza hecha trizas, viéndome asomar la nariz por la entrada del horno. El humano que vivía con nosotros se acerca a Javi y le abraza. Parece al fin entender sus convicciones. Javi se queda en el patio llorando y yo le dejo ahí, respetando su sino, y me duermo en el viejo horno para despertar mañana debajo del camión con los ruidos existenciales de la pradera.









Día 264

(Roban en la casa-chabola)

Y mientras estoy dentro de Javi percibo a los intrusos conocidos y me escondo…

Anoche vinieron por detrás de los corralones, sin dejar ningún coche en el portón de la entrada ni en el cercado de alambre. Eran cuatro humanos, tres de ellos jóvenes y otro más mayor. Primero se cercioraron de que no había nadie en el interior de la casa-chabola golpeando la chapa de las paredes. Che empezó a ladrar desde debajo del camión y yo también pero comenzaron a tirarnos piedras hasta atinarnos y creo que en verdad pretendían hacernos daño, quizá matarnos o secuestrarnos, pues después nos llamaban con silbidos, cambiando el todo de voz, aunque sin conseguir engañarnos. Sin poder hacer nada más nos fuimos al medio de la pradera y desde allí continuamos ladrando. Ellos se colocaron detrás de la casa-chabola y empezaron a levantar la chapa de metal de una de las paredes en tanto el mayor vigilaba. Se valieron de un travesaño de madera para sostenerla y por allí entraron, revolviendo todo, entre risas, haciendo agujeros, para encontrar la plata. Como llevaban linternas no encendieron la luz y fue a su salida cuando reconocí al hijo del dueño. Era uno de los tres jóvenes. Antes de que se marcharan, el mayor sacó una pistola y apuntando a la puerta disparó varios tiros. Parecían decepcionados por no haber encontrado dinero y llevaban en sus manos algo de ropa, el disco externo de la pantalla tecleadora y algo de comida. Discutían y por unos segundos nos buscaron. Es como si quisieran hacer daño a Javi. Abrieron los corralones para dejar salir a los animales y desaparecieron por el mismo lugar por el que vinieron. Che y yo suspiramos. Los santos humanos de Javi estaban con nosotras y fue una suerte que él no estuviera aquí.

Ahora le veo venir por el portón. Está feliz y nosotras también. Vamos como locas a darle la bienvenida, saltamos con las patas, moviendo hasta el extremo el rabo, gimiendo de alegría. Él nos rasca las orejas y la tripa mientras se acerca a la puerta de la casa-chabola. Nada le resulta sospechoso, pues el candado sigue ahí. No obstante al abrirlo y encender la luz se encuentra con el desastre. Todas nuestras cosas revueltas en el suelo, sucias de polvo, la mesa rota, la cama volcada, el frigorífico saqueado y todo revoleado, arrebuñado, enmarañado y sucio. Javi ha buscado antes que nada su título y los papeles importantes. Están ahí. Comprueba que no le han quitado ni la ropa ni las artesanías ni el lector de libros ni los cables de la pantalla tecladora, el móvil y la cámara de fotos, ni la marihuana y aunque han levantado algunos de los ladrillos del suelo y escarbado agujeros no han alzado el preciso, con lo que la plata continúa allí. Suspira y se arma un pitillo de yerba. Le tiemblan las manos y sonríe. Sus pensamientos huelen a impotencia y comprensión. Ahora lo entiendo. Javi sabía que esto podía ocurrir y por ello había dejado el miércoles la cámara de fotos a la humana que le entrevistó en el programa de radio y se había llevado la pantalla tecleadora en la mochila y nos ha dejado sueltas, sin la cadena, toda la noche. Era un temor fundado en su intuición sobre los dueños de la pradera. Por ello sonríe, y también tiembla. Han pretendido joderle; se me escapan los motivos. Pero el caso es que Javi lo esperaba. Estaba preparado, o al menos el creía estarlo. Su corazón demanda fuego. Quemar la casa-chabola. Devorar y consumir la belleza de la pradera y de sus seres. Liberarla con la destrucción el yugo esclavo que los amos implacables mantienen sobre este espacio.

Lentamente Javi se calma y sus pensamientos se transforman. Habrá venganza, dicen, justicia. Por ello sin perder tiempo pone a recoger nuestras cosas. Llena la maleta y el resto en bolsas de plástico de plástico. Saca afuera la cocina, el calefón, cubertería, vasos, platos, mantas, estantes, utensilios, herramientas que son propiedad de los dueños. Mi transportín, el ventilador, la bombona de gas. Hace algunas llamadas de teléfono. Las traslada al centro donde viven los humanos especiales, sin descanso, arrastrando nuestra vida en esta tierra, sudando y colmando con esfuerzo sus venas de sangre.

Ha transcurrido un rato y una furgoneta llega a la entrada. Sube las todas las cosas en ella. Nosotras nos quedamos atadas con Pedro, compartiendo cadena y desconcierto. Vemos cómo Javi se marcha en la furgoneta sin despedirse de nosotras. Por un momento siento que nos va a dejar allí, que se marcha y nos abandona, por un instante regresan a mí antiguos miedos y aprensiones. Sin embargo Javi lo siente, pues nuestra unión va más allá del estrago, y la furgoneta se detiene, se baja de ella, entra de nuevo por la puerta del centro para acercarse corriendo a nosotras y darnos este abrazo de impuro cariño mientras nos dice tranquilas, todo está bien, tendréis que pasar aquí la noche, mañana comienza para nosotros una nueva vida, si algún humano especial se os acerca permitirle que os acaricie y lamerle como sabéis la tristeza y las manos.



Día 265

(Adiós a la pradera)

Qué difícil decir adiós a aquellos que han sido durante estos meses buenos y fieles compañeros, mirarles a la cara, a los ojos y despedirlos para siempre, para no volverlos a ver nunca más.

Javi ha venido temprano al centro de los humanos especiales. Hemos dado un pequeño paseo con Pedro y después hemos ido a la pradera maravillosa. Che Lokita y yo hemos corrido y olisqueado por última vez mientras Javi lloraba abrazado a Pepe, a los burros, al pony y echaba de comer al clan de los gansos, a las gallinas y al pato. Los pájaros de colores, las ratas, e incluso los esquivos animales que viven bajo la montaña de pales han acudido hacia nuestros sentimientos. Se sentía la presencia del compañero Negro y de los gansos ausentes. Los pájaros que cazan, los mosquitos, las hormigas y el resto de insectos también asistían al último concilio del ecosistema. Che y yo percibíamos la hora de las despedidas por el olor del aire. Javi ha ido a dejar unas flores en la tumba de Negro, en el centro de la espiral de piedras y luego se ha subido a las ramas de los árboles imponentes para fumarse un par de pitillos de yerba. Desde allí la pradera se mostraba, como siempre, maravillosa, utópica, y no obstante quebrada. Todos los animales parecían afectados y todos se acercaban a Javi con la mirada humedecida, afectados sin duda por lo que de algún modo entendían.

La lucha se ha marchitado y ahora probablemente los amos los venderán a otros amos o traerán a otro humano para que los cuide. Los sucesos del robo en la casa-chabola y la venganza sutil de Javi, anticipándose al mismo, y robando con justicia a su vez, provocarán cambios, trocarán conciencias y establecerán unas nuevas reglas del juego. Sin embargo nosotros ya no estaremos aquí. La vida nos empuja hacia otro lugar. Llorando salimos por el alambre y contemplamos la pradera una última vez. Los corralones, la casa-chabola, el pasto verde, las lagunas y la silueta de los árboles imponentes. Nuestros amigos y hermanos nos siguen, vendrían con nosotros de no ser por el alambrado. Los gansos cantan su canción alegre, Pepe y los burros relinchan, y los ladridos de Negro se pierden en el viento.

Caminamos ahora, primero junto a la gran carretera y después por humildes villas humanas en las que cientos de perros desconocidos nos saludan o nos tratan de morder. Uno de ellos me clava los colmillos y me hace una herida fea en la tripa. Sangro pero no me quejo. Javi avanza y nosotras le seguimos. Atravesamos calles y campos, cruzamos veredas, arboledas, esquivando a los coches y a otros vehículos humanos. Observamos altos edificios y casas bajas con patio; árboles y plantas extrañas. Vamos en dirección al río enorme pues podemos distinguir su aroma, con los ojos bajos y las emociones enredadas. De pronto llegamos a una calle de tierra y a una casa. Javi abre la puerta y entramos dentro. Olemos cada rincón durante unos minutos y después nos ata con la cadena en una habitación del fondo. Nos prepara una cama improvisada con unas mantas. Allí me cura la herida con gasas y yodo y me pone un vendaje. Yo, asombrosamente apenas me quejo y poco después Che y yo nos quedamos dormidas entre las mantas, una al lado de otra, enroscadas, hechas una bola común. Javi se pasa el día limpiando la casa y colocando nuestras cosas. Por la noche salimos a dar un pequeño paseo pero como me duele la herida y me supura volvemos rápido a casi. Javi parece agotado pero sus ojos brillan con fuerza y determinación. Ya de noche, tira un colchón en el suelo junto a nuestras mantas y se enciende un pitillo de yerba. Nos acaricia con cariño y nosotras nos acurrucamos entre sus piernas, lamiendo su corazón. Así nos dormimos los tres, en nuestra nueva casa, en tanto se escuchan sonidos humanos y la naturaleza que ciñe su silencio a su alrededor.

Ahora soñamos y nuestro sueño es aquella pradera maravillosa en la que vivimos por un tiempo y que jamás podremos olvidar ni dejar de soñar. Javi vuela por el cielo con Pepe y todos los animales se muestran felices. Hay tantas flores que el verde perpetuo se ve asaltado por islas multicolores. Los pájaros cantan entre las ramas de los árboles imponentes y nosotras jugamos con Negro a correr y a perseguirnos. En una de las paredes de la casa-chabola se lee Mafia-Amor-Libertad, cerrando estas palabras el símbolo de la anarquía. Nubes oscuras la acechan pero en ella brilla el sol. El mundo humano quiere devorarla, romper su equilibrio, pero la convicción de todos sus seres la sostiene.

Es un sueño extraviado… terrible y extraordinario.



Día 266

(Comienza una nueva etapa)

Despertamos con Javi y enseguida salimos afuera a pasear. La casa está en un humilde barrio humano. Otras casas nos rodean y hacia el fondo se ve la selva que bordea el río enorme o cualquiera de sus brazos de agua. Otros perros nos ladran detrás de las vallas de las casas o salen a saludarnos con mayor o menor violencia. Los humanos observan a Javi y se trata de lo mismo. Regresamos a casa y Javi nos saca a un patio trasero. Ahí nos presenta a dos compañeros machos, aunque como son pequeñitos no nos ladran y en cambio se muestran impresionados con nosotras. Hay patos y unas extrañas gallinas flacas. Todos tienen pollitos y crías. Vemos un par de gatos. Lagartijas y algún sapo. Parece que con todos estos compañeros vamos a vivir. Varios humanos viven en otras casas de ese patio. Un humano, dos humanas y un niño. Javi nos deja atadas con la cadena y se marcha sobre la bici a trabajar. Por ello pasamos el día dormitando. Yo curándome de la herida, las dos descansando de los sucesos de los últimos días. Las horas se han marchado rápido y Javi volvía al caer la tarde. Hemos dado un paseo por el barrio y enseguida hemos vuelto casa. Javi se ha puesto a teclear unas horas mientras nosotras nos tumbábamos sobre las mantas. Cuando ha terminado le brillaban mucho los ojos. Más tarde hemos cenado juntos y hemos salido un rato al patio a contemplar las estrellas distantes. Hemos estado jugando con nuestros nuevos amigos y olisqueando a los pollitos de los patos y las gallinas. Los gallos nos han intentado picar. Mi herida está un poco mejor aunque todavía me duele. Javi ha estado conversando un poco con los humanos mientras se fumaba un pitillo de yerba. Poco después nos hemos ido dentro a dormir y a soñar cosas bonitas.

Hoy hemos comenzado una nueva etapa y quien sabe las alegrías y las tristezas que nos depararán a partir de ahora. Con todo, la suerte nos sonríe. Esta tierra nos acoge y os rechaza; nos da lo mismo que nos quita. Es un estímulo de vida y un reflejo involuntario de la muerte. Por ello hay que separar sus capas y aprender absolutamente todo de cada una. Javi ha colocado en la pared a sus santos además de llevarlos con él en su brazo. La casa es pequeña, humilde y linda, pero lo más importante es que estamos juntos, que no pudieron separarnos las circunstancias ni los estragos, que podemos continuar esta aventura y luchar por nuestras ilusiones y sueños. El mundo no sólo es humano aunque así lo pareciera. La unión se mantiene entre especies y conciencias, porque se puede compartir y amar saludablemente, con libertad y comprensión. Javi nos llama ahora a la cama para hacernos cosquillas y nosotras saltamos a la vez para enredarnos de alegría y confianza entre estas sábanas momentáneas.


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