martes, 7 de julio de 2015
Diario de una perra en Argentina (Semanas 106 y 107)
SEMANA 106
Día 743
(Preparando a los humanos especiales)
Huelo
el pensamiento de Javi mientras se fuma un pitillo en la puerta de casa. Sus
emociones fluyen por debajo y resultan dulcemente indescifrables. Hoy, en el
trabajo, ha iniciado un proceso necesario, que consiste en preparar a los
humanos especiales para su ausencia. La espera se extiende así sobre la
realidad de nuestra calle. Y hay un embudo provisorio por el que todo se cuela sin más.
Ha llevado
un mapa del mundo y les ha estado mostrando a algunos dónde se encuentra
nuestra tierra. Siguiendo su dedo lo observaban. Volando miles de kilómetros
sobre el océano. Una pequeña península al sur de Europa, una isla sostenida por
una gran cordillera al continente, llena de montañas, de valles y de gentes que
añoramos desde el día que decidimos venir. Los humanos especiales le han
preguntado algunas cosas, reaccionando a sus razones. Javi les prometía volver,
con los ojos humedecidos. Durante dos años ha sido su referente y quiere cerrar
el ciclo con ellos con transparencia y cuidado.
Javi se
pregunta ahora qué les quedará de su trabajo, aunque sabe que a través de Pedro
le recordarán. Cada humano especial proyecta en sí mismo un mundo único, y por
tanto han de tener despedidas particulares. Unas más conscientes, otras que
obrarán miradas, caricias y gestos. Y todas dependientes de un profundo cariño,
que se sumerge en las claves del aprendizaje.
Día 744
(Flores de invierno)
Paseamos
por la villa hacia el río enorme, dejando el muro de los countries humanos a la derecha, siguiendo el camino de los primeros
brazos. Los árboles imponentes forman una línea bajo el azul del cielo
oscurecido por la luz del atardecer. Sus ramas no tienen hojas y dibujan
entramados imposibles que nublan la vista. En el suelo, algunas flores del
invierno abren sus pétalos de colores, y además de perpetuar la vida,
embellecen la muerte prematura y temporal, conservando la primavera en su
postura. El frío y la niebla no las mata, sino que las yergue y las impulsa.
Javi se frota las manos y las guarda en un bolsillo. Yo muevo el rabo,
siguiendo el rastro de una tortuga, corriendo entre pasto y las flores, atenta
cuando Javi me silba.
Día 745
(El frío declina)
De
pronto, en este invierno anticipado, el frío declina con el sol de la mañana.
Las lagartijas se descuelgan de las paredes, los pájaros regresan de su viaje
migratorio y los mosquitos preparan una nueva ofensiva. Los humanos pueblan las
calles y veredas y se agrupan para tomar infusión con el palito metálico. Las
despensas, las verdulerías y kioscos están llenos y un rumor sostenido se alza
como si el ciclo volviera a su inicio.
Me
tumbo bajo el sauce y cierro los ojos. Mi respiración se funde con la brisa,
cuando Gos y Oso se persiguen por un hueso, y los patos mojan sus alas en el
balde para apartar a las pulgas sonoras.
La
humana vieja se ha ido de viaje y el cachorro grande campa a sus anchas por la
casa, vaciando la nevera y los armarios, mientras la humana con gafas le reta
sin lograrlo y por ello ahora tiende la ropa en las cuerdas enredadas, con cara
incongruente, oliendo a violencia reprimida.
Javi
regresará en unas horas, y daremos un paseo por la villa. La temperatura
concilia el movimiento, aunque el sueño, en este instante, me lleva un sendero
de montaña, donde los rastros se suceden y se mezclan, donde mi nariz es libre
de perseguir sombras imperfectas.
Día 746
(Mate y poemas)
Hoy
nos hemos ido a pasear al centro del pueblo, sorteando cuadras y calles, para
tumbarnos después sobre la hierba del parque d la estación. Javi ha sacado
entonces de su mochila un termo con agua caliente y preparaba infusión para
tomar con el palito metálico. Luego se ha armado un par de pitillos y se ha puesto
a escribir en su libreta. Su mente olía tierna y decidida, y de cuando en
cuando se posaba sobre mí y sobre los cachorros humanos que poblaban los
columpios oxidados, jugando a balancear el tiempo incierto.
Siento un cordón
desabrochado
[en mi pie
izquierdo
la sangre bajar desde
mi nuca
la soledad raspando mis
pupilas
y el temblor de mi
aliento sonriente
el abismo en el que me
caí
susurra canciones de
muerte a mi espalda
la luz del sol me daña
y me hace libre
y mi piel respira
como el pensamiento
me salvé
porque nunca me quise
perdido
porque nunca me rendí a
la certeza
ya no volveré a caerme
en este abismo
me cogeré sensatamente
a cualquier otro.
* *
* *
Llegó la hora de volver
de soltar la corriente
imprevisible
la inercia determina el
movimiento
y todo se encoge en su
amplitud
desde que el sueño dejó
de expandirse
con sus alas
anhelando el mismo
punto de partida
la nostalgia choca
con el presente dado
y el futuro es de nuevo
la incógnita del mural
los pájaros migratorios
siempre regresan
algunos lo hacen
con misticismo de
patria o de costumbre
y otros como yo
con los bolsillos
llenos
de sueños extraños
y sed de alegrías
viejas.
El
mate y los poemas forman un buen conjunto. Más tarde hemos ido a comer a una
rotisería. Javi milanesa a la napolitana. Yo un hueso que ha comprado en una
carnicería de Av del Libertador.
Día 747
(Calma ansiosa)
Javi
habla por la pantalla con los suyos. Una calma ansiosa llena su corazón y se
manifiesta de múltiples maneras. Se vuelve un imposible sentir con claridad,
pues todo resulta confuso y mudable. Nada funciona salvo el paso de las horas y
la certeza que el tiempo nos conduce a un desenlace. Los sonidos se distorsionan
y los colores neutralizan su intención. Este pequeño invierno se convierte así
en un desafío, en el que la soledad pugna absurdamente con las relaciones
fundamentales. Javi me llama a su lado y me abrazada. Se acurruca conmigo entre
los pliegues de la manta verde, deseando ser un perro sin memoria, obviando que
los perros somos una parte de la misma, ignorando las raíces de nuestro
aprendizaje común de la realidad.
Día 748
(Platos y baldes)
Una
hora después de que Javi se marchara al trabajo, he saltado el portón del patio
y he iniciado el recorrido habitual. Es domingo y el barrio está henchido de
silencio y quietud. Sólo los perros callejeros merodean por las esquinas y se
pelean. Como soy una oportunista, me aprovecho. Y para conseguirlo cuento con
mi propia estrategia.
La mujer de
uno de los vecino mecánicos pone un plato con restos de comida en su puerta
cuando el sol trepa por los tejados. Cuando llegue a los cables de la luz, lo
hará la vecina de al lado, y para el medio día el humano que vive unas puertas
más allá. Sobre el mediodía habré dado la vuelta a la cuadra y tendré la tripa
llena. Entonces dormiré un rato, antes
de empezar de nuevo.
Los
domingos, los humanos ponen en cada puerta, platos y baldes; para los perros
callejeros, es decir, para justificar sus sobras. Como los compañeros pelean,
yo aprovecho dicha coyuntura. Javi no me dará de comer esta noche, pues sabe
que ya he comido más que suficiente. Pondrá en cambio un plato y un balde en
nuestra puerta, para que mis compañeros callejeros sacien con demora su
conciencia del día.
Día 749
(Última semana en el hogar de humanos
especiales)
El pensamiento de Javi dibuja las
semanas, los sentimientos que proliferan al liberarse, que distinguen tras las
cortinas de los días. Esta semana viene marcada por las despedidas, y un tinte
amargo que Javi convierte en sal positiva.
Ahora
fuma un pitillo de yerba durante el paseo. Ha comenzado su última semana de
trabajo en el hogar de humanos especiales, y es por ello que va recordando y
clasificando cada instante vivido, como si tratara de conservar su esencia en
la profundidad de su ser. Sopla el viento en las calles, y las veredas de
hierba están henchidas de perros callejeros acurrucados, los lomos doblados en
círculo, y los hocicos metidos en la tripa como calefactor. Apenas hay humanos,
ni cachorros siquiera. Pero en la mente de Javi bullen los rostros nítidos de
los humanos especiales, y es así que en este paseo solitario por la villa, una
multitud de magos con sus maravillas caminan con nosotros.
SEMANA 107
Día 750
(Crema de zapallo)
Hay
una bolsa con varios zapallos sobre la mesa, porque el resfriado de Javi acecha
de nuevo, y la mejor cura puede ser una crema caliente. Zapallo es como acá
llaman a la calabaza. Javi los va pelando y después los trocea en una tabla.
Pone a calentar agua en un cazo mientras termina. Los zapallos se cuecen al
igual que yo dormito sobre la manta verde. Javi los escurre y los aplasta con
un cucharón en un balde. Sus manos trazan círculos y espirales, regresando a
veces sobre sí mismas para estructurar el caos, aumentando la velocidad o
frenándola, dependiendo de la perspectiva y el sentimiento. El resultado es una
pasta espesa que Javi condimenta a su gusto. Sal, un chorrito de aceite,
perejil, albahaca y pimienta que paralelamente la cuchara distribuye. Luego
añade un vaso de leche al cazo, queso cremoso y algunos besos, colocándolo otra
vez sobre el sagrado fuego de las pócimas alimenticias.
Ahora
el olor sube con el vapor para llenar la cocina y sin entender comienzan mis
tripas a crujir y mi boca a salivar. Javi sonríe en tanto cambia la música de
la pantalla. Va a bañarse al calefón y le escucho cantar para mitigar el frío.
Cuando retorna por el pasillo, secándose con la toalla lo primero que hace es remover
la crema. Justo después se viste, arma un pitillo y le da un último toque de
sal. Sitúa dos pequeños baldes por fuera de la ventana y se sienta a escribir
un poema en su libreta.
La crema de
zapallo humea en la ventana, y lleva en su interior dos soluciones: la del
resfriado de Javi, y la de hacerme levantar de la manta verde para relamerme
confusa.
Día 751
(Sueños en la incertidumbre)
Huelo
el pensamiento de Javi y siento su zozobra. La impaciencia rasgando el aire
optimista, la inseguridad creciendo absurdamente en un huerto de lechugas y
tomates. Hace dos semanas que envío su sueño para confrontarlo con la opinión y
la crítica de algunos humanos, y la ausencia de respuestas empieza a herir su
confianza. Se dice asimismo calma, todo
está bien. Aunque a veces resuena el sinsentido en sus entrañas y precisa
de grandes lametones para despertar del nudo.
Cuando
esto sucede, Javi hace lo mismo que hace precisamente ahora. Agarra su libreta
y escribe, impulsándose a dilatar sus miedos y a representarlos con palabras.
Una honda satisfacción emerge en esta lucha, por más que todos sus sueños estén
inmersos en la incertidumbre. Recuerda el esfuerzo, el tremendo aprendizaje y
la esperanza derrochada estos últimos años. La cual dilata sobre la zozobra
para afrontar su sino, dirigiendo su barca hacia la orilla, evitando las rocas
invisibles y el mar abierto y desconocido.
Día 752
(Despedida maravillosa)
Javi
ha llegado a casa con los ojos brillantes, humedecidos, azorados por las
emociones diversas, lúcidos en la tempestad y el silencio. Las imágenes ceñían
su espalda, con la ropa llena de restos de huevo y harina, a través de los
cuales he podido esclarecer lo sucedido.
Hoy
han preparado para él una despedida maravillosa en el hogar de humanos
especiales. Se han juntado todos después del almuerzo, colocando unas mesas y
unos bancos en el parque, y como hacía mucho sol y calentaba, los ánimos se han
esclarecido. Una compañera ha preparado una tarta con la bandera de nuestras
dos tierras. Javi ha sacado fotografías de los humanos y los compañeros, y también algunas de Pedro. Le
han regalado a Javi un poncho de gaucho muy bonito y un árbol dibujado en un
papel con todas las huellas dactilares de los humanos especiales. Javi sonreía
y no paraba de pensar en cuánto los va a echar de menos. Acá deja una familia
humana a la cual se ha ido adaptando y por la que ha luchado cada día durante
los dos últimos años. Pasaron cosas buenas y otras no tanto, pero sólo cuenta
ahora en su cabeza el trayecto positivo, el crecimiento personal, las relaciones
afianzadas y la experiencia útil. En este lugar ha podido conocer y comprender
el trasfondo social de esta tierra, que el resto de vivencias afianzaban con
múltiples perspectivas. Las clases sociales, desde las más bajas a las más
altas, conviven en este hogar y se retroalimentan, unas veces favorablemente si
es que persiguen la igualdad, y otras veces con un aliento deshumanizador que
profundiza el abismo. Las semejanzas y diferencias con anteriores aprendizajes
partieron asimismo desde el trabajo. Javi ha logrado vincularse estrechamente
con los humanos especiales y también con sus compañeros. Los respeta y los ama,
no incondicionalmente, o tal vez a algunos sí, agradeciendo al conjunto todo lo
que le enseñaron en este tiempo, sabiendo que acá puede volver siempre que
quiera.
Existe
acá, una especie de ritual de despedida con el compañero que se marcha, del
trabajo o de la tierra. Han atado a Javi con las manos la espalda y le han
vendado los ojos. Le estallaban después en la cabeza algunos huevos echándole
varios paquetes de harina por encima. Es un ritual de prosperidad y de alivio
cósmico, de risas intransigentes y miradas humedecidas.
Día 753
(Por demás)
En
esta tierra los negros se quieren pintar a toda costa de blanco y en la nuestra
son los blancos quienes se pintan frecuentemente de negro. El pensamiento de
Javi me dibuja el arsenal de razones que sin embargo resulta insuficiente para
afrontar tal desliz de la especie humana. Los pobres desean lo que poseen los
ricos y los ricos tienen miedo de perder lo que poseen. A partir de esta
premisa emocional que provoca la economía de mercado, que es como llaman ahora
al capitalismo, el mundo es lo que es, y por demás que no puede ser lo que la
mayoría, por ser pobres desea. Ojala nunca dejen de desear, aunque no por ello
deberían pintarse de nada.
Día 754
(El silencio de esta tierra)
La
selección de Argentina ha perdido la final de la Copa América de fútbol con
Chile. Lo sé ahora que Javi sale a la puerta de casa y su pensamiento es el único
sonido que se escucha. Hasta la brisa afloja su empuje. Ni alma humana ni
canina puebla en este instante las calles convirtiendo la Pampa en absoluta
Patagonia. Hay una especie de duelo en cada casa y la noche es el mejor luto
posible. Los cohetes, los petardos se guardan esta noche, aunque no las balas,
que de cuando en cuando resuenan y silban buscando el calibre de la sinrazón.
Día 755
(Último día de laburo)
Javi
se ha marchado esta mañana temprano, más temprano de lo habitual. Y cómo sabía
desde ayer que hoy es su último día de trabajo en el hogar de humanos
especiales no he podido hacer otra cosa que acompañarle.
He
cerrado los ojos acurrucada en el galpón del patio para volverlos a abrir en
los suyos en el instante preciso que doblaba la esquina de nuestra calle para
marchar caminando hacia el centro primero por el bulevar de 9 de Julio y luego
por Tapia de Cruz. Ha parado a comprar dos kilos de vacío para convidar a los
compañeros, y aun que salía de la carnicería con la bolsa de carne en la mano,
poco ha faltado para que todo terminara en pelea y desdicha, pues el carnicero
y una de sus ayudantes han confundido el acento de Javi, y pensando que era de Chile no se la querían
vender. La aceleración del día y la madrugada nos ha llevado en vehículo
colectivo al centro de humanos especiales, que riendo Javi que fuera como
cualquier otro día, salvando las más íntimas y pequeñas despedidas silenciosas,
bajo gestos, miradas y caricias, que esgrimía con cada uno y que le eren
devueltas o no. Las horas han pasado con rapidez y ha llegado el momento
abandonar todas y cada una de las conjeturas. Ha recorrido con su vista el
espacio y el porvenir indispensable. Se ha abrazado fuertemente a algunos,
también a alguna de sus compañeras, y antes de mandarse al portón y salir para
prenderse un pucho, ha ido a cosquillar a Pedro una última vez en la nariz para
pedirle que se porte bien y que siga haciendo lo mejor que sabe, ser un buen
perro, reconocerse parte de una manada, y cuidar de cada uno de sus miembros.
El hogar de humanos especiales se ha quedado
ahí, entre los árboles, al final de una calle de tierra en los campos y praderas
cercanas a Loma Verde, sobrevolado por los pájaros que cazan y los pájaros de
colores, envuelto en sus gritos, sus risas y sus luchas. Ha sido triste, como
era de esperar, y no cabe ahora más sentimiento que el mencionado.
Día 756
(Disturbios)
En
el mundo humano afloran disturbios que revelan la inquietud, el malestar, y el
desequilibrio de muchos. Las uniones económicas fallan, y las políticas están supeditadas
a ellas, con alianzas sublimes que provocan deuda o pugnas de poder y capital
que conducen al conflicto, cuando no a la guerra.
Imagínense cualquier ecosistema de la
naturaleza. ¿Qué sucedería si en él los depredadores se aliaran unos con otros
y salieran a cazar juntos? ¿O si los bichos tranquilos se armaran para
defenderse de los otros obviando su propia labor de conservación? De un modo u
otro el ecosistema se rompería, provocando una extinción al alzar. El sur de Europa
no puede soportar las medidas de ajuste del norte, y esto ocurre porque el sur
del mundo ya no se banca los ajustes interhemisféricos. ¿Hacia dónde gira la
peonza? Y, sobre todo, ¿qué fuerzas la impulsan. Evidentemente seguirá girando
alrededor del sol, aunque hay quien duda del grado de inclinación y certeza
científica. Hay un ejército de geógrafos que andan estableciendo una nueva ley
de cartografías universales, y doscientos mil economistas trabajando como
albañiles de la realidad. ¿Qué ocurre con los pueblos? ¿Acaso ellos carecen de
iniciativa?
Los
disturbios vienen cuando el pueblo se levanta para asumir su soberanía. El
pueblo llena las cárceles que construye y sostiene con esfuerzo el sistema que
lo coarta y lo castiga. Entre los pueblos no debe existir más el sur o el
norte, únicamente el centro o la periferia, la riqueza o la pobreza, el
bienestar o la renuncia.
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