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sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (5ª Semana)



Día 29


(Esperando una oportunidad)


  A Javi se le están chinando los ojos a la vez que se le agrandan. A veces le veo mirando con lucidez, tanteando las situaciones, asumiendo el sumatorio de lo que siente y de lo que piensa, antes o después, del el alma a la piel insumisa, del corazón a la razón subyugada; de pronto se relaja, y sonríe, aunque su actividad mental expande la longitud de onda de sus neuronas, sin apenas utilizar el recuerdo o la identidad, sin comparar con la memoria lo pasado y el presente; recorre con los ojos el movimiento y la actitud de los otros, procesando emocionalmente cada mínimo detalle y registrando expresiones, tonos, matices, gestos, perspectivas, automatizando su esencia y su porqué; casi ya ha aprendido a oler y a oír como nosotros, pero con los ojos; su yo perruno y callejero crece al ritmo de los días extraños, de las mañanas imprecisas en las que me quedo sola con Noa hasta que él aparece de nuevo para traerme algún nuevo olor, o de las tardes repetidas por paseos, saludos y descubrimientos que compartimos y que me llevan la ansiedad acumulada. Por eso cuando llega la noche caemos los dos agotados, yo encima del viejo colchón, él sobre la pantalla, donde sólo puede teclear y teclear y fumar para convertirlo todo en una masa imperfecta que luego devora con ansia, porque tiene tanta hambre como yo, o quizá más.

  Hoy todo ha seguido el mismo esquema planteado; y ahora le observo mientras teclea. Su respiración se apura y sus ojos se chinan. Puedo oler cómo escribe cosas sobre su familia y su tierra, sobre la nuestra, mezclándose además en ese torbellino que es su mente todas las personas y circunstancias y espacios que desde hace unas semanas vivimos cada día. Javi sonríe mientras describe e inventa, mientras cambia con su imaginación el mundo, las certezas, lo esperable, esperando a su vez su oportunidad. A mí se me cierran los ojos. Yo también perfecciono mi propia mezcla y aunque Javi no se percate, entre robles y quebrachos, entre mastines y dogos, entre lo de acá y lo de allá, comienzo también a sonreír.







Día 30

(Un mes en Argentina)



  Esta mañana no brillaba el sol, la luna lo deslucía con su propia luz. Me he dado cuenta que estos días atrás tenía la misma forma que el día que llegamos aquí. Al recordarlo me ha entrado una especie de temblor y me he imaginado de nuevo en el trasportín, en las tripas de aquel pájaro monstruoso, donde me separaban de Javi, en el interior de aquel compartimento frío y desquiciante, las horas pasando y la ansiedad aumentando sin control; los ladridos desesperados, la sed y la incertidumbre en cada una de mis células locas. Aunque después todo se ha ido. He pensado que llevamos aquí, en Ingeniero Maschwitz, en el Sitio de los Perros, más o menos un mes, y ya parece de algún modo que somos de aquí, aunque mejor digamos a partir de ahora de acá, como dicen acá… ¿No?

  Me vienen a la cabeza todas las luchas y los cambios acaecidos, la adaptación cotidiana y el compromiso alcanzado con Javi. Sus primeros miedos, los míos, la inevitable trasformación y el acople, el entendimiento de nuestro estado, nuestra preocupación mutua, nuestros pactos tantas veces rotos, el decidir todo casi al día, como los dos bichos que somos, nuestros amigos, los perros callejeros, el humano que vive con nosotros, el de al lado, Noa, Romeo y la banda, el Jefe que no está, la cachorra humana, la gente que para por casa, los pájaros verdes, las lagartijas que huelen a sal, el parque de los árboles enormes, la plaza de los niños sucios, el río que parece un mar, la casita azul, la enorme ciudad que hace poco recorrí, todo en verdad reviste su importancia y su intensidad, es aquello que nos ocurrió y no lo que pudo ocurrir, cuando la valoración resulta positiva -y no debe ser de otro modo-, aunque ha habido sin duda momentos difíciles, emociones extrañas o dolorosas y sobre todo indiferencia, cuando no rechazo, pero siempre entre gestos hospitalarios, entre manos que ayudan y orientan y cobijan.

  Tengo la sensación de que Javi también reflexionaba estas cosas porque esta tarde ha regresado a casa con un par de botellas y ha reunido al hermano que vive con nosotros y al otro para bebérselas juntos. Han debido brindar por la felicidad porque al rato estaban muy felices. Noa y yo los mirábamos de esa manera que miran los perros cuando semejan que no entienden nada, aunque en realidad lo hacen perfectamente, pero sabiendo, pero lo esconden. Me quedo con la alegría de volver a ver Javi aquel día que nos separaron, con los perros callejeros de nuestra calle rodeándome y dándome la bienvenida, con el instante en que Javi me quitó el collar y sentí que nuestro miedo se diluía, con todos y cada uno de los olores que descubrí y que descubro cada minuto, con la cara de paz del Jefe después de morir atropellado, con las lágrimas inconsolables de la cachorra humana, con la energía que Javi siempre me trasmite y genera, con todo lo bueno, entre lo bueno y lo menos bueno, ya que de lo malo ya saqué mis conclusiones y diagramas y escarbé un agujero para después enterrarlo.

  Si no fuera una perra, si yo fuera humana brindaría con ellos. Pero Noa y yo les miramos aparentemente distraídas, a pesar de que cada vez que se sueltan una carcajada o chocan los vasos, sin poderlo evitar, movemos juntas el rabo.






Día 31

(¿Y ahora qué?)



  Ay Javi!... No sé qué te ocurre. Huelo dentro de ti el mismo dilema de otras veces. Tómalo con calma. Deja que se enfríe el té y te pones en camino. El trabajo llegará. No tengas miedo que aquí estamos seguros. Si quieres moverte que sea por el aprendizaje. Escucha mi voz, porque ahora mismo represento a tu conciencia. Huelo tu inconsciente y lo saco afuera con palabras, con gruñidos, con toques de atención de mi nariz sobre tu mano.

  Hoy has estado ausente. Te has levantado somnoliento porque ayer tecleaste hasta muy tarde. Ya conoces la zona, ya te recorriste las sendas adecuadas. Ahora espera. Ya sembraste; ahora tienes que pararte para ver crecer el pasto.

  Luego te has marchado pero has vuelto muy pronto. Casi no me ha dado tiempo a escaparme. Nada más llegar a la puerta del supermercado he escuchado tus silbidos. Hoy rompiste los ritmos de otros días. No tenías la cabeza ni acá ni allá. Sé que una parte de ti necesita marcharse y la otra teme el escalón, vela por mí, contrapone seguridad y libertad, se resguarda o vuela. Pero aguarda un poco. El humano que vive con nosotros ha venido de repente con el teléfono en la mano. Tú has puesto primero cara de incredulidad y después has hablado con la mayor sensatez. El tono era confiado pero humilde. ¿Con quién hablabas?... El caso es que después te has puesto muy contento. Tanto que has abrazado al humano que vive con nosotros con fuerza y a mí me has cogido de las patas para luego bailar y hacer círculos. Te has pasado el día tecleando y luego hemos ido a pasear con Noa y Romeo y todo ha sido como otros días aunque tu rostro lucía diferente, y desprendías un olor a felicidad que nunca olí en ti desde que nos conocimos.

  Al llegar la noche, después de cenar y de ver una peli, me has pedido que me suba a tu cama. Ahora tú me acaricias mientras te doy lametones en la mano. Creo que al final te has comido el dilema y el testimonio mudable de lo incierto confiando simplemente en el destino que tú mismo te estás proporcionando.






Día 32

(Javi se quita los aros)



  No me lo puedo creer, jiji. Javi se ha levantado muy temprano. Yo me he quedado enroscada en el colchón viejo como haciéndome la despistada. Se ha duchado, se ha afeitado, se ha vestido. Luego le oía hurgar en el baño mientras se me iba y me venía el sueño, hasta que de pronto se ha parado ante mí, sonriendo consciente de su propia jugada, sin el aro en la nariz, sin los de las orejas, sin pulseras ni collares, con el pelo recogido en una coleta, sólo con el anillo de cuarzo como último reducto de su identidad física, porque en verdad, aunque se haya quitado todos sus abalorios y el ser humano que vive con nosotros le haya prestado unos zapatos, Javi continuaba siendo el mismo, el mismo brillo en los ojos, el mismo olor sobre su piel y su ropa.

  Se ha marchado como si tuviera una cita importante. Ha desaparecido entre la niebla y la lluvia justo antes de decir que le deseara suerte. Hoy sí ha hecho verdadero frío y ha llovido mucho y por eso he decidido quedarme con Noa resguardada en el patio. Estaban todas las calles embarradas y no había ni perros ni humanos. Cuando ha regresado ha sido como si saliera el sol. De hecho así ha sido. Justo cuando Javi ha aparecido las nubes se han abierto mientras él se encerraba en el baño y aparecía con los aros, pulseras y collares y sin coleta ni zapatos. Después hemos ido a dar un paseo al parque. Los charcos nos llamaban y hasta ellos hemos cruzado. Javi se ha tenido que meter para sacarnos a nosotras. Ya en casa ha hablado con mucha gente por la pantalla, con su familia, con amigos y amigas, a todos les hablaba contento y profundo. Alguna vez se le han humedecido los ojos, aunque casi siempre se reía, con una risa limpia, sin andamiajes y sin tratar de maquillar la realidad para no preocupar a los suyos.

  Ahora teclea y yo descanso en el viejo colchón. Me he despertado cuando soñaba que corría con el Jefe, con Romeo y con Noa por un lugar extraño. Era una planicie terrosa en cuyo fondo se alzaba una montaña inmensa que mostraba siete colores, como inmenso arco iris.







Día 33

(Un virus: Solución: Fernet con Coca-cola)



  Javi no ha parado de toser en toda la mañana. El humano que vive con nosotros y sobre todo el de al lado le han contagiado un virus, y lo sé porque el virus huele a miasma, a prejuicio inconsciente y ocasional, a sentimiento quebrado y a deshumanización motora. Hubiera sido más sencillo guardar reposo, descansar en un sillón, o en la cama, pero en cambio nos ha llevado a dar un largo paseo, y para su sorpresa, acompañados por todos los perros callejeros de la calle, por Noa, por Romeo e incluso por algún que otro perro del pueblo, los cuales, ante semejante manada, sucumbían uniéndose irremediablemente. Íbamos en total unos veinte, creando confusión, asustando a los cachorros humanos, cortando el paso a las bicicletas y las motos, y en ocasiones igualmente a los coches. Javi se reía y luego tosía poniendo cara de dolor y a la vez de satisfacción. Cuando hemos llegado al parque nos perseguíamos unos a otros gruñendo y ladrando, hasta tal punto que un grupo de chavales que jugaban al fútbol han tenido que parar y agarrar unos cuantos palos para tirárnoslo. Menos mal que Javi ha silbado y como Noa, Romeo y yo hemos respondido y hemos corrido hasta él conseguimos arrastrar a todos los demás.

  Poco después éramos un círculo de perros dormitando al sol a su alrededor mientras Javi pintaba en un cuaderno y respiraba el aire que la lluvia de ayer había purificado. Tosía menos y parecía muy contento. A la vuelta hemos parado en la carnicería y luego en el supermercado. El ser humano que trocea la carne ha salido a espantarnos de la puerta porque no dejábamos ni entrar ni salir a nadie pero en el super las humanas que trabajan allí no han podido evitar que nos coláramos. Javi no se ha dado cuenta, pero de pronto me ha visto cómo agarraba un trozo de queso en tanto que Noa hocicaba entre las barras de pan. Han tenido que colaborar los seres humanos que venden y los seres humanos que compran para que terminara semejante revolución, y nos han llovido patadas y amenazas por todos los lados. La cara de vergüenza de Javi lo decía todo, sin embargo cuando ha salido afuera y me ha descubierto zampándome los restos del queso su mirada no ha sido de enfado, sino de complicidad. Casi todos los perros callejeros se habían desperdigado; solamente Noa, Romeo, los Hermanos Petizos, Javi y yo regresamos juntos a casa.

  Por la noche han venido muchos humanos a casa. Esto ha sido más tarde de que Javi desapareciera durante unas horas y acudiera después con un par de humanas muy simpáticas que me recordaban a otras amigas humanas suyas y mías. Olían a ciudad, pero también a tambores y optimismo. Unos se han ido pronto, otros han llegado tal vez muy tarde, pero todos han traído botellas y ganas de hablar, de reír y alguno hasta de cantar. Con tanto alboroto yo me he venido al viejo colchón, Noa también, y por cómo se acurruca contra mí, creo que es porque echa de menos a Romeo. Ya no estoy tan segura de que esté embarazada. No puedo oler dentro de ella, hay algo que me lo impide. Quizá yo también he agarrado un virus como Javi. Pero no sé si podré curármelo como hace él: confiando y reinventando nuestro futuro, sin dejar de beber vasos y más vasos de Fernet con Coca-cola.





Día 34

(Domingo de invierno en Maschwitz)


  Se ha pasado todo el día lloviendo y humanos y perros hemos estado amodorrados cerca de los radiadores, sin salir de casa. Apenas unos minutos por la tarde para estirar las piernas y orinar. A Javi no le funcionó del todo lo del Fernet para acabar con el virus. Tiene la cara contraida y la garganta le ciñe de dolor. El invierno parece que ha llegado a nuestro pueblo otra vez. Pero ¿cuántos inviernos más?...






Día 35

(¿Día de perros?)



  La lluvia nos ha dado un descanso esta mañana. Noa ladraba para que el humano que vive con nosotros le abriera la puerta del patio interior; aunque ya no estaba, se había ido a trabajar. Javi nos ha abierto a las dos y un par de minutos después ya nos habíamos escapado. Los pájaros verdes revoloteaban entre las ramas de los árboles y todos los perros callejeros parecían contentos después del día de perros de ayer. ¿Por qué llamarán los humanos día de perros cuando sale un día malo, un día de frío y lluvia, o de viento fuerte, o de ventisca o granizada? Más realista sería que lo denominaran día de humanos, ya que ellos son mucho más destructivos que nosotros. Alguna vez tendríamos que rebelarnos contra estas injusticias entre nuestras especies. Habría que replantear nuestra relación de 40.000 mil años de dominación humana y sumisión canina.

  La tarde ha sido muy tranquila. Javi parecía feliz después de hablar por teléfono con una persona desconocida. Su rostro se ha iluminado y después se ha puesto a llamar a todos los de la familia. Creo que han sido buenas noticias porque después ha empezado a bailar y dar palmas y se ha venido para mí, para hacerme cosquillas en la tripa y en las orejas. Como se ve que era una celebración insuficiente hemos salido a pasear aunque muy pronto nos hemos tenido que volver porque ha comenzado a llover de nuevo.

  No sé lo que pasa, pero hoy no ha sido un día más. Javi lleva horas tecleando y leyendo en su pantalla como si se preparara para algo. Permanece concentrado asociando conceptos e intuiciones de la misma manera que yo asocio olores. Yo estoy hecha una rosquita junto al radiador del salón y sigo dándole vueltas al porqué de la perversa designación día de perros.

  Y el caso es que el asunto me huele mal, y suspiro como aguardando una clave olvidada, una ecuación que nos salve, pero no logro resolver nada.



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