eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 30 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (8ª Semana)

Día 50

(El reencuentro)

Hoy de repente Romeo estaba otra vez tumbado junto a la puerta, aunque algo en él lucía diferente. Noa al principio no le ha hecho mucho caso, pero una vez que el otro se ha levantado con intención de irse, Noa ha ladrado y ha llamado su atención para que se quedara.

Javi se ha ido otra vez temprano y ha regresado casi cuando ya no había sol. El paseo ha sido corto porque hacía mucho frío y apenas había gente por la calle. Nos hemos cruzado con un grupo de perros callejeros que no conocía y me han asaltado gruñendo a la fuerza. Menos mal que Romeo venía con nosotros porque ahora está más grande y él sólo ha logrado intimidar a todo el grupo después de enseñarles los dientes.

Hace un rato, en un descuido del humano que vive con nosotros me he colado en casa y me he quedado dormida debajo de la mesa del salón. Javi se ha dado cuenta al poco rato y con mucha pena me ha pedido que saliera de nuevo al patio. Él ha estado tecleando y fumando sin enterarse y el humano que vive con nosotros se hallaba en su habitación viendo la tele.

Ahora metida en el horno, me sonrío por haber conseguido al menos unas horas salirme con la mía. En el cielo, la luna extraña que veo está a punto de llenarse. El viento sopla del sur. Todo tiene un toque irreal. Sólo los gimoteos continuos de Noa y Romeo haciendo las paces me parecen usuales. Y se me cierran los ojos mientras mi mente retiene estos sonidos de puro amor y la claridad del satélite que les mira.





Día 51

(Me duele la tripa)

Me he pasado medio día tirada en el patio de fuera. Por la mañana me escapé y he estado comiendo en la basura del supermercado. Yo creo que me duele la tripa por tragarme trozos de plástico de las bolsas y pedazos de carne cruda. Cuando Javi ha llegado a casa por la tarde enseguida se ha dado cuenta porque no estaba contenta como otros días y no tenía ganas de pasear. Aún así Javi me ha obligado y sólo cuando lo he echado todo fuera me ha dejado de doler la tripa y me he puesto a correr como si nada.

Sin embargo aún me pesa un poco. Juzgo que me he pasado comiendo. Pero ya se sabe lo que dice nuestro refrán, me refiero al refrán de los perros: no dejes para mañana lo que te puedas jalar hoy.





Día 52

(El humano que vive al lado de nosotros llora)

Esta manaña, al poco rato de que se marchara Javi a trabajar, el humano que vive al lado de nosotros ha salido de su casa. Llevaba puestas las gafas de sol aunque apenas había empezado el amanecer y olía a tristeza y a soledad. Lo sé porque la tristeza huele a jazmines y rosas marchitas y la soledad a cera de vela derretida y fotografías. Nos ha acariciado a Noa y a mí, y después, en la puerta de casa, a Romeo. Ha regresado una hora más tarde y el olor había aumentado, tanto que iba dejando una gran estela tras de sí.

Antes de entrar en su casa se ha sentado con nosotras en el patio y se ha quitado las gafas. Entonces se ha puesto a llorar desconsolado, y lloraba y reía y negaba con la cabeza e incluso ha estado a punto de gritar. Noa y yo hemos lamido sus lágrimas pero nos desbordaban, y no hemos podido confortarle. Cuando por fin ha entrado, nosotras nos hemos sentado juntas en su puerta y hemos permanecido allí, haciendo una especie de guardia afectiva, hasta que Javi ha llegado por la tarde.

Al vernos apostadas en la puerta, Javi ha llamado al humano, y éste le ha abierto con desgana. Se han puesto a hablar y se han sentado sobre las baldosas del patio. Javi fumaba y escuchaba y el humano que vive a nuestro lado hablaba y se sonaba de vez en cuando la nariz. Alguna lágrima también se le escapaba, aunque se notaba que se resistía a llorar delante de Javi. Luego ha habido un momento que se han abrazado fuerte y es ahí cuando el humano ha empezado a sonreír y a oler a naranjas optimistas y a té.

No entiendo a los humanos. A veces parecen seres muy frágiles. Son capaces de magias y prodigios maravillosos pero cada tanto se derrumban y necesitan a otro humano en quien apoyarse. Los perros no somos así a este respecto, aunque en otras cosas sí que nos semejamos. Con todo creo que le ha venido bien hablar con Javi. No obstante, Noa y yo hemos decidido hacer guardia junto a su puerta, al menos por esta noche. Hay luna llena, pero por respeto al humano no aullaremos esta noche. Más le valdría aullarla a él, pero me temo que lo que él en verdad quisiera es atraparla.





Día 53

(Soy una esquiva coches)

El día de hoy se ha salido de lo habitual. Javi no se ha marchado temprano a trabajar con los humanos especiales. Noa y yo no nos hemos escapamos después y hemos permanecido dormitando en el patio. Al mediodía ha aparecido el humano que vive con nosotros con unos filetes asados y nos los ha dado sonriente. El que vive al lado apenas se ha dejado ver en toda la mañana. Además ya no ha hecho tanto frío, y Romeo que otra vez sigue sin moverse la puerta, sólo ha hecho que bostezar y rascarse. La tarde también ha sido poco frecuente. Hoy todo llevaba un ritmo distinto.

Después de comer Javi me ha montado en el coche del humano que vive al lado de nosotros y nos hemos ido los tres a un pueblo que está cerca del nuestro, aunque éste es sin duda más grande. Han debido venir a comprar porque han entrado a muchas tiendas. Javi al principio no sabía si llevarme con la correa porque había muchos coches circulando por la calle pero finalmente me ha dejado suelta. Asimismo han pasado a un par de casas. Una muy bonita, de color verde, que tenía un jardín y muchas macetas con flores de colores que olían como una primavera chiquitita. Como en todos los sitios me tenía que quedar afuera Javi me lanzaba una mirada antes para decirme que no me meneara de allí, pero yo no le he hecho mucho caso, y me he ido a explorar las calles y parques cercanos colmados de rastros nuevos y de perros callejeros que no conocía. En una de esas me he alejado demasiado y cuando me he querido dar cuenta me había perdido. Menos mal que después he encontrado mi propio rastro y he podido regresar justo cuando el humano que vive a nuestro lado y Javi salían de la casa.

Me he sorprendido a mí misma al comprobar mi habilidad para esquivar y evitar los coches y otros peligros y he reparado que Javi me observaba orgulloso y sonriente. Pienso que por fin he aprendido a hacerlo, y creo que Javi también lo piensa. Eso nos da más seguridad a los dos para que pueda caminar suelta y que Javi no vaya tan pendiente de mí. Cuestión que me enseña que el miedo no vale para obrar ningún aprendizaje necesario. Lo mejor es actuar, y a veces errar, como cuando aquella rueda me dio un toque y un aviso del peligro hace unas semanas.

Ahora que ya estamos en casa, yo en el interior del horno, junto con Noa, Javi seguro que tecleando y fumando, aunque en verdad lo que se oye es ruido de otros humanos que acaban de llegar y botellas y carcajadas, me viene de nuevo el olor a primavera chiquitita que surgía de aquella casa verde que hemos visitado esta tarde. Y a Javi ha debido gustarle mucho, porque se ha traído con él algo de su olor. Aunque el olor va difuminándose con tanto humo.



Día 54

(Por fin un poco de sol)

Ha subido la temperatura. El sol hoy ha calentado espíritus, objetos y seres. Las calles ya no tenían barro, ni las paredes humedades. La ropa de las cuerdas se ha secado enseguida y han regresado quien sabe de dónde las lagartijas que huelen a sal y los pájaros verdes. El pueblo se ha llenado de gente. Todo el mundo quería salir y aprovechar el día. Los cachorros humanos tiraban de las mangas de las chaquetas de sus padres para que los llevaran aquí y allá.

Nosotros no hemos sido menos, y la cachorra del humano que vive con nosotros ha venido a casa a media mañana, más trasto y bicho que de costumbre, con unas coletas y un vestidito color crema, oliendo a galletitas y a acuarelas, y ha revolucionado tanto a humanos como a perros. Poco después, Noa, Romeo y yo, Javi y el humano que vive con nosotros, el que vive al lado y dos humanas que ya habían pasado por la casa alguna vez, nos hemos dirigido al parque del pueblo con ella. Nosotros a pie. Ella montada en una bicicleta con ruedines, parando a cada momento, caprichosa, dulce, con pensamientos mágicos. En el parque Noa y yo hemos estado jugando a perseguirnos, pero como había muchos cachorros Javi nos ha silbado y nos hemos quedado cerca del grupo. El humano que vive con nosotros había espantado poco antes a Romeo porque no debe gustarle que venga siempre con nosotros. No le entiendo. ¿Qué más le da?

Ellos han estado tomando cerveza y riéndose mucho. Javi también ha escrito en su libreta y ha echado unas cuantas fotografías, sobre todo de la cachorra, aunque también del grupo, del parque, de unos árboles inmensos que se ven a lo lejos desde allí, al viejo tren que marchaba por las vías, y a una anciana que bordaba hilos de colores con la que se ha puesto a charlar. Hemos regresado a casa al mediodía y han encendido la barbacoa para asar carne. Noa y yo sólo estábamos pendientes ya de lo que hacían y no nos hemos movido en todo el tiempo del calor y el olor de las ascuas para ver si nos caía algo. Los humanos han encendido un aparato de música y Javi y el humano que vive a nuestro lado se ha puesto a tocar unos tambores mientras la cachorra reía y las dos chicas humanas se reían y daban palmas. Luego hemos comido todos hasta reventar, porque había mucha comida. Noa y yo lo hemos aprovechado bien y aparte de las sobras y huesos correspondientes nos hemos podido agenciar un par de filetes cada una. Con la tripa llena, todos hemos dormido la siesta.

Todavía a media tarde el sol calentaba, a pesar de que ya estaba declinando, y hemos salido a pasear de nuevo. Pero esta vez Noa Romeo y yo sólo con Javi. La cachorra se había marchado hacía un rato, al igual que las dos humanas. El humano que vive con nosotros no se ha querido menear del sillón y el que vive al lado no ha dado señales de vida desde la siesta. Las calles seguían henchidas de gente y de bullicio. Había vendedores de comida en cada esquina y un ambiente festivo que no había visto desde que estamos viviendo en el pueblo. Javi se ha parado en la plaza y nos ha dejado correr y perseguirnos a gusto. Ha estado hablando con unos chavales y fumando pitillos. Hasta que no se ha marchado el sol no hemos vuelto a casa.

Hoy el sol ha gobernado el cielo y es para agradecérselo, porque llevábamos un par de semanas de mucho frío y estábamos todos un poco entumecidos por la humedad. Hoy el humano que vive con nosotros no duerme en casa y Javi nos ha dejado pasar a Noa y a mí para que le acompañemos, y por ello teclea feliz mientras nosotras dormimos sobre sus pies.



Día 55

(Tarde de Circo)

El sol continúa, y la tierra huele a sueños de primavera verde. De nuevos las calles y la plaza y el parque se ven llenos de humanos y perros y cachorros de ambas especies. No obstante hoy no ha venido la cachorra del humano que vive con nosotros, y él tampoco ha aparecido en todo el día. Javi se ha levantado tarde y nos ha dejado pasar a casa. A media mañana nos hemos dado un gran paseo por un lugar en el que ya habíamos estado alguna vez, cerca de un gran río. Hemos andado tanto que Javi sudaba y Noa, Romeo y yo íbamos con la lengua fuera. Hemos parado en una vereda de árboles enormes que tenían muchos pájaros en las ramas. Javi ha sacado muchas fotografías y ha escrito en su libreta y ha fumado también. Estaba contento. El día ha estado bonito y no hemos regresado a casa a comer. A la vuelta Javi se ha comprado un bocadillo y a nosotras una bolsa de pienso y hemos parado en el parque. Había de nuevo muchos humanos con sus cachorros y también muchos perros. Cuando estábamos comiendo se ha acercado una perra blanca, muy grande, con un pelo muy bonito y Javi ha repartido nuestro pienso con ella. A Noa y a mí no nos ha importado, aunque Romeo le ha gruñido al principio. Javi le ha puesto de nombre Dama, porque tenía aires de señorita distinguida aunque estaba un poco sucia y descuidada. Luego nos hemos echado todos juntos una pequeña siesta en la que cada cual ha soñado con sus más profundos deseos. Javi con su familia y sus amigos. Yo con Javi y el pueblo en las montañas donde vivíamos antes. Noa ha soñado con caricias y cariños del humano que vive con nosotros, y Romeo con Noa. He podido oler cada sueño, sin embargo como a Dama aún no la conozco bien no he olido con claridad lo que soñaba. Creo que ha estado soñando con una niña y un árbol de color amarillo.

Por la tarde hemos ido todos a donde aquella vez un tipo me echó a patadas, uno de esos humanos que tienen nudos en el pelo y aros en las orejas y la nariz, como Javi. Es una casa enorme sin tejado y con muchos dibujos en las paredes. Hoy estaba además decorada con tiras de papel y había muchos humanos en el interior, sentados o de pie, todos hablando, riendo y esperando algo. Javi ha saludado entonces a algunos humanos y humanas y entre ellos estaba el que me intentó pegar. Se han mirado por un momento con cierta tensión pero enseguida se han relajado y cada cual ha seguido a lo suyo. Nosotros, los perros, nos hemos tumbado en la parte de atrás y Javi se ha colocado con su cámara de pie, junto a unos cuantos cachorros humanos que daban palmas y chillaban de entusiasmo. Después ha sonado música y han salido a un escenario varios humanos disfrazados que llevaban en sus manos y atados con cuerdas a otros humanos que luego en verdad eran de cartón y gomaespuma y que hacían gestos muy divertidos que hacían reír a todos y que han conseguido que todos los perros torciéramos la cabeza a la vez. Más tarde ha habido otros humanos extraños que me han recordado a algunos de los antiguos amigos humanos de Javi. Unos arrojaban muchos objetos en el aire y los recogían con mucha habilidad. Otros se colgaban de una tela que colgaba del techo y bailaban allí, otros hacían equilibrio sobre una cuerda o se colocaban palos en la barbilla y se sentaban, otros no decían nada pero se movían con mucha habilidad y ponían caras que levantaban carcajadas. Javi se lo ha pasado muy bien y no ha parado de echar fotos y de hablar con otros humanos.

Cuando ha terminado el espectáculo hemos vuelto para casa y nos hemos despedido de Dama. La verdad que es un encanto y es una pena que viva en la calle. Pero bueno, hay tantos compañeros sin hogar. El sol se marchaba y con todo dejaba su calor en todo el pueblo. Hemos pasado muy buen día pero al llegar el encanto se ha roto. El humano que vive con nosotros se encontraba de mal humor. Nos ha mandado a Noa y a mí para atrás y ha dado un portazo. Javi ha discutido con él y poco después se ha calmado. Luego han cenado juntos y se les ha debido pasar el enfado porque han salido al patio a fumar y se estaban riendo.

En el interior del horno percibo el olor de Javi. Lleva prendido todo lo positivo y lo negativo en la piel. Huele a estrellas y a pasto, a silenciosa sabiduría y a calma, también a carne pasada y a ají. Me gustaría estar allí dentro con él, para lamerle lo malo y que sólo le quedara así con lo bueno. Aunque creo que la lengua iba a escocerme un poco.





Día 56

(Creamos una nueva rutina)

Me voy dando cuenta poco a poco que Javi unos días se va a trabajar y trae el olor de los humanos especiales y a cansancio. Otros días descansa y hacemos cosas juntos. Me recuerda a aquella época en la que nos encontramos y comenzamos a vivir en aquella casa de colores con una de sus amigas y el parque del río y los sillones del salón y el cubo de la basura en un armario y el patio con los tomates, las calabazas, los girasoles y las pizarras. Supongo que la vida se comprende de ciclos. De pronto te acostumbras a algo para luego tenerlo que romper. Los humanos alzan imperios pequeñitos en su cotidianidad, imperios que después de un tiempo tienen y deben destruir.

Aún así, en esta nueva situación que nos toca, falta un refugio nuestro, sentido, un espacio para nuestra tranquilidad y desarrollo. Lo que vivimos actualmente es de por sí un enorme aprendizaje, pero siento y huelo que andamos en un embudo de tránsito, que todo aquello que nos ha bamboleado hasta aquí todavía sigue girando, que el azar nos lleva a pesar de contar con lo que tenemos, que aún no hemos bajado del todo del pájaro de hierro que nos trajo aquí y no nos hemos desprendido de nuestras antiguas angustias. El miedo es menor, sí. Vamos superando la distancia y las ausencias. Vamos reuniendo también a nuestro alrededor cositas wenas, humanos que en parte nos cuidan pero que también nos sujetan, a Noa, Romeo y todos los perros callejeros del pueblo, los sueños que nos conducen jornada tras jornada tornándose en una especie de camino sinuoso e iluminado. No es fácil construir sueños de la nada. Pero a Javi y a mí se nos da bien. Somos un buen equipo.

Por eso espero a Javi en el patio y ya no gimo cuando no está. Él tampoco viene con el alma desesperada por saber cómo estoy. En cuanto llega salimos a pasear y hay una ración inmensa de caricias por su parte y de lametazos por la mía tanto si me escapo como si no, o como si él aparece a su hora o la sobrepasa. Por la noche, cuando el humano que vive con nosotros ya se ha dormido, Javi sale al patio a fumarse un pitillo conmigo y siempre me habla. En esos momentos huele mucho a cariño y extrañamente también a menta y jaras. Me dice cosas bonitas, todo lo que me quiere, que soy su corazón y que estoy cada día más bonita. Yo le miro embelesada moviendo el rabo a una velocidad supersónica, y después cuando se pone a mirar las estrellas y la luna pensando en el presente el pasado o el futuro, yo me meto con Noa en el interior de nuestro horno y comienzo dibujar con aromas todo lo que Javi me trasmite.

Pero un momento… Creo que ahí llega.

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