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sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

miércoles, 24 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (7ª Semana)


Día 43


(La incertidumbre)

Por qué siento hoy que no valdrían mis ladridos para aclarar el cielo ni el cuenco de pienso donde como y no. Por qué todo ha de ser tan fácil para unos y tan complicado para otros, es decir, porque existirá la desigualdad y quien es el que la aplica o vela por ella. Por qué en nuestro pueblo hay ratos que no hay nadie por las calles y otros que si te despistas te puede atropellar un coche o un caballo o una procesión de cachorros humanos. Por qué unos días todo adquiere un sentido claro y conmovedor y otros sobrevuela dibujando círculos una especie de incertidumbre como un pájaro carroñero sobre su próxima víctima. Por qué Javi brilla por instantes y otros se disfraza de sombra primitiva. Por qué ha de ser todo tan extraño; me refiero al mundo humano. Es como si su capacidad de reflexionar estropeara algo irrepetible que nosotros los perros conservamos y proyectamos sobre el mundo. Una simple caricia nos alivia, buscamos comida para saciarnos, y cuando no entendemos alguna cosa no desesperamos y mantenemos una calma irracional que favorece nuestro ecosistema y las líneas universales.

Veo a Javi pasear con la mente en otra parte, distante, alejado. Ahora, cuando lleguemos a casa, me encerrará seguro en el patio y saldrá de vez en cuando para verme y fumarse un cigarro, con los ojos humedecidos y oliendo a dulces experiencias y a expectativas exóticas. Luego me tocará dormir en el interior del horno mientras él trata de teclear entre el cansancio y las dudas para sacar todo aquello que imagina o le corroe.






Día 44

(Miércoles frío)

La temperatura ha bajado mucho. Y lo raro es que este frío llega del sur y no como siempre ocurre u ocurría del norte. No obstante, desde que llegamos aquí, muchas cuestiones funcionan al revés que de donde venimos, es como el mundo al revés, y cuesta encajar que el invierno avanza acá cuando allá acababa de marcharse.

Hoy apenas he salido del horno. Hecha una bolita guardo el calor y con el hocico en la tripa hago circular el aire como una calefacción inverosímil pero que lleva manteniendo con vida a mi especie desde los primeros tiempos.

Javi ha llegado por la tarde y hemos salido apenas unas cuadras a pasear. La humedad y el viento ha sido muy molesto y mientras Noa y yo corríamos, meábamos, olisqueábamos, y comíamos cualquier resto que nos encontrábamos Javi caminaba con las manos en los bolsillos, y tapándose la boca con la bufanda. Esta noche le ha costado más que ningún otro día dejarme fuera. Lo he notado en sus caricias, en su voz, en su manera de mirarme. Pero aquí en el horno el frío se soporta, y el olor a cientos de asados acumulado en las paredes me encanta. Todas las noches sueño que me zampo un buen filete. No sé lo que ahora soñará Javi, y aunque ahora no puedo oler sus sueños, imagino que seguirá soñando cosas lindas que sólo a él y a mí nos pertenecen.






Día 45

(Noa y yo nos peleamos)

Estoy muy disgustada con Noa. Hoy ha ocurrido nuestra primera pelea y ha sido a bocados, desmedida. De hecho me ha dejado sus marcas en una oreja, y yo le he dejado las mías en una pata. Ella ha empezado todo. De pronto hoy cuando ha llegado Javi y hemos salido a pasear se ha puesto celosa y cada vez que me acercaba a saludarle ella se interponía y me gruñía. Luego ha habido un momento que me perseguía enseñándome los dientes en tanto yo la evitaba corriendo más rápido e ignorándola. Cuando me ha mordido un fuego desconocido ha salido de mi interior y me he revuelto con los colmillos hacia ella. Nos hemos enredado y Javi nos gritaba y hasta nos ha dado un par de manotazos a cada una. Noa ha chillado cuando la he mordido la pata y me ha mirado sorprendida, paralizada, como dándose cuenta de lo que había hecho. Ha venido hacia mí moviendo el rabo pero yo aún estaba muy molesta y no la he perdonado. Javi ha seguido paseando para no darle mayor importancia aunque sé que él también se ha quedado un poco impresionado.

Ya en el patio de casa Noa se ha acercado de nuevo a mí y esta vez se lo he permitido. Me ha lamido la oreja y ha gimoteado pidiéndome perdón. Esta vez la he perdonado y he lamido su pata y nos hemos metido a dormir juntas en el interior del horno para darnos calor. He comprendido después de nuestra pelea que el humano que vive con nosotros apenas la acaricia ni la cuida mientras que Javi sí. De ahí han surgido sus celos. A mí no me importa compartir a Javi. El amor es para compartirlo ¿no?, aunque no sé cómo reaccionaría yo si Javi tratara a Noa mejor que a mí.

Por suerte Javi tiene dos manos y ahora después de sacarnos algo para cenar se ríe y le brillan los ojos al vernos juntas salir del horno.






Día 46

(Alegría humana: El día del amigo)

Hoy Javi no ha madrugado y se ha levantado con una sonrisa luminosa. El frío no ha logrado desvanecerla. El humano que vive con nosotros también se ha levantado tarde y con sonrisa, y en general todos los humanos que han pasado hoy por casa la llevaban. Ha sido extraño, porque unos expresaban una alegría real y otros un tanto simulada. Entre los humanos, a veces, es como si de dieran este tipo de situaciones ligadas a sus sentimientos, como si tuvieran que celebrar comunitariamente sentimientos importantes para no olvidar que su propia comunidad se alzó por ellos. La verdad que sería bonito entre los perros una celebración así. En esto me gustan los humanos, porque son capaces de extrapolar sus propias emociones y trascenderlas de muy diversas maneras en el tiempo y en el espacio.

Hemos paseado, hemos descansado, hemos comido bien, hemos entrado en casa, hemos dormido junto al radiador, y nos hemos hecho una bolita Noa y yo mientras los humanos bebían y reían y platicaban en un ir y venir giratorio y sin fin. De madrugada se han acostado, felices, igual de sonrientes, Javi y el humano que vive con nosotros de forma profunda y sencilla, y encima me han dejado dormir encima de la cama. ¿Pero y mañana?...







Día 47

(Me pierdo por Maschwitz)

Es difícil alimentar la sensatez, también para un perro. Somos como los humanos seres muy precavidos, en cuanto a nuestra estructura comportamemental o psicológica, pero pocas veces dudamos al final, aunque nos coman las más terribles inseguridades o los más impuros optimismos. Si mordemos o huimos lo hacemos al cien por cien, sin experimentar en nuestra mente el resto de alternativas posibles, aunque en verdad existan humanos que se acercan más a dicha directriz instintiva.

Hoy, a pesar de llevar aquí un tiempo y de contar con mi olfato infalible, me he perdido por el pueblo. No me preguntéis cómo ni por qué. El caso es que hoy durante el paseo de la tarde, por una zona a la que nunca habíamos ido, de pronto, después de alejarme detrás de un perro oscuro que no conocía y que ha caído muy simpático he vuelto la cabeza y no ya veía a Javi. Aunque el problema mayor ha venido cuando he olisqueado el aire y el suelo de la calle y no encontrado ni el más mínimo rastro suyo. Bien es verdad que estoy algo resfriada por dormir prácticamente a la intemperie, o que hay tantos orines de todos los perros callejeros que resulta a las claras complicado de encontrar el mío propio. Así todo se tornaba en pesadilla. Aquel miedo yo pensaba que desaparecido o superado ha regresado con toda su vieja intensidad y me ha hecho correr sin sentido de un lado para otro, doblando esquinas y minutos como quien busca una quimera inadmisible. La ansiedad iba en aumento; cuestión que ha embotado aún más mis sentidos. Y todo forma parte del mismo aprendizaje, sí, pero a veces las lecciones y quienes las aprenden son absurdas, innecesarias y hasta torpes.

El final del cuento es que a Javi le ha ocurrido algo parecido o muy diferente. Que cada cual juzgue. Su racionalidad, al extraviarme, ha iniciado un proceso de trasformación. Él no estaba perdido, y aparte ha decidido buscarme empleando varios esquemas en principio infalibles. Primero ha vuelto sobre nuestros pasos resuelto a que había quedado atrás, después ha establecido un patrón de rastreo minucioso de las calles más próximas a mi desaparición, calculando que podría haberme despistado y que ahora seguía su olor, y por último ha concluido que había vuelto a casa o al barrio donde vivimos, exactamente a la puerta del supermercado o la pizzería donde hallo manjares. Cuando ha comprobado que no estaba allí, los tres esquemas se han entremezclado sin equilibrio, y entonces volvía sobre sí mismo en tanto indagaba por las calles aledañas mientras regresaba al barrio y a la puerta del supermercado, con idéntica ansiedad, el mismo miedo viejo y la misma quimera inadmisible, cruzándonos seguro una y mil veces y sin vernos, en los entresijos de las calles arracimadas y el engranaje de lo atávico o lo lógico o lo fundamental.

Sólo sé que sentado en la puerta del super, fumando un cigarro, me estaba esperando. Yo he llegado caminando, sin más ganas de correr, sin saber cómo ha ocurrido, ni la pérdida ni el reencuentro, moviendo el rabo pero bajo, como quien aguarda lo inesperado. Pensaba sinceramente que Javi me iba a regañar; lo reconozco. Sin embargo no ocurrió así. Únicamente me ha acariciado la cabeza y me ha sonreído con cara de cansancio. Y ahora volvemos juntos y desconcertados hacia cuál casa.







Día 48

(Más y más frío)

Después de la aventura de ayer tengo pocas ganas de contar. Me he pasado el día dormitando en el interior del horno. Javi se ha ido muy temprano a trabajar. Ha hecho muchísimo frío. El humano que vive con nosotros nos ha dado de comer a Noa y a mí unos cuantos huesos pelados. Javi ha regresado cuando ya era de noche, y ahora teclea dentro de la casa sin pensar en la temperatura ni en mí.







Día 49

(Javi huele a ilusión)

El mundo de los olores es tan vasto como las lucecitas que pueblan el cielo. Para nosotros, los perros, es nuestra principal realidad, por delante de otros sentidos o capacidades. Cuando olemos dibujamos el universo y lo interpretamos, entendiendo cada error y anotando los aciertos para enseñar bien a nuestros cachorros.

Hoy es la primera vez que huelo tan nítidamente una ilusión en un ser humano. Es cierto que dicho concepto o entidad siempre se me ha escapado, o bien porque nunca caí en su importancia o tal vez porque en lo fundamental no me interesan las cosas que aún no han sucedido, ni las buenas ni las malas. No obstante Javi llevaba este olor al levantarse, y también cuando ha venido del trabajo. Era olor a cimientos y ventanas, a jardín y patio, a paredes pintadas y vecindad verde, a flores primaverales y barro oscuro, a tejado y balcón, a escaleras y puertas, a persianas de colores y farolillos, a nuestro espacio, a un espacio para nosotros dos.

Quizá por eso le brillaban tanto los ojos, y es que eso debe formar parte de la ilusión. Que todo se torna en una especie de brillo que huele a latidos de corazón y a pensamientos.

La ilusión de Javi huele sobre todo a mucha gente, tan diversa como las lucecitas de sus ojos, huele a caballos y a montañas, a mar, cielo, tierra y aire, a piel, a refugios, a historias reales y ficticias, a sentimientos limpios, a equivocaciones, a convicciones, y también a mí.

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