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sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Diario de una perra en Argentina (6ª Semana)



Día 36


(Llueve y llueve y llueve)


  No se qué le pasa al cielo pero no deja de llover. Además de una forma que nunca había visto. Por la mañana la niebla acompañó a la lluvia. Apenas hemos podido pasear alrededor de la manzana. Todas las calles son un cenagal de barro ramificado y me he llenado las patas y el pelo. Noa no ha querido venir. Creo que tanta lluvia le asusta y aparte parece triste porque Romeo se ha marchado.

  La tarde la hemos pasado en casa. Javi me ha bañado y el humano que vive con nosotros se ha enfadado con él. Han discutido pero después han hecho las paces porque se han puesto a ver una película juntos y se reían mucho. Han empezado a caer gotitas del techo de la casa y han colocado cazos y cubos para retenerlas. Aún así el suelo se ha mojado, en verdad entre la humedad y el agua todo se mojaba. Ha sido muy gracioso ver a Javi y al humano que vive con nosotros corriendo por toda la casa para colocar los baldes.

  Sin embargo faltaba lo peor. Por la noche la fuerza de la lluvia ha sido brutal. Después de cenar ya se notaba el sonido pero cuando nos hemos ido a dormir a la habitación y la casa se ha quedado en silencio nos hemos percatado de su verdadera intensidad. Ahora mismo el retumbo del agua contra el tejado es atronador. Da la sensación de que se va a caer sobre nosotros y por eso tiemblo y estoy alerta. No he podido dormirme ni relajarme un segundo. Javi sí, pero acaba de despertarse porque una gotera ha comenzado a calarle la cara. Se ha despertado descolocado y me ha mirado como quien no sabe lo que pasa. Yo me he reído de él como él otras veces se ríe de mí. Después ha salido a observar el prodigio y, ahí está, en la puerta del patio, emocionado y embelesado por la lluvia, con los ojos brillantes y el pulso acelerado, una lluvia que en vez de parar paulatinamente aumenta sin tregua.







Día 37

(¿Por qué duermo fuera?)



  No lo entiendo y estoy muy enfadada. Hoy ha sido un día normal. Javi nos ha sacado a pasear porque el tiempo ha mejorado; aunque ha llovido a ratos. Después Noa y yo hemos estado casi toda la mañana en el patio y después, por la tarde, Javi nos ha pasado a casa porque ha bajado mucho la temperatura y hacía mucho frío. El ha estado durante horas tecleando y nosotras dormitando junto al radiador, tan calentitas, hasta que ha venido el humano que vive con nosotros.

  De pronto, sin ninguna razón éste nos ha echado de casa y nos ha encerrado en el patio. Noa se ha puesto a ladrar y entonces ha salido y le ha tirado con fuerza una piedra que por poco le da. Javi nos ha sacado algo de comer al rato pero aunque me he intentado colar adentro no me ha dejado. Se ha sentado conmigo y me ha acariciado como queriendo decir que debía aceptar lo que ocurría. Me he quedado gimiendo de pena, por mí misma y porque notaba la rabia que sentía de Javi ante mi situación. Sin embargo después he pensado que tenía que ser fuerte y me he buscado un refugio debajo de unas chapas de metal. Las horas han pasado rápido y Javi ha salido a vernos varias veces. Parece que esta noche nos va a tocar dormir aquí, y ahora que huelo el interior de Javi, sé que no se va a olvidar de este mal gesto del humano que vive con nosotros. Hay algo que se ha roto para siempre entre los dos. Yo estoy de acuerdo… Y pienso en mi compañera Noa.






Día 38

(Javi aparece con un rostro nuevo)



  Javi se ha ido hoy de madrugada. Y lo ha hecho a escondidas, tratando de que no me diera cuenta, sin hacer ruido, pero no lo ha logrado. Le he olido enseguida y he corrido por el pasillo exterior que separa el patio de adentro con el de fuera. Salía a la calle muy abrigado y parecía una sombra flaca que mirara al más allá. Ha sido una mañana triste, solitaria, aunque Noa me acompañara. Ha llovido mucho y desde debajo de las chapas ni me apetecía gemir o ladrar. He ido viendo cómo se formaban algunos charcos en el suelo y cómo después el agua iba ganando altura. Cuando se ha empezado a mojar mi refugio he decidido trasladarme al horno de barro del patio, que se encuentra más alto, y creo que he acertado porque conservaba residuos de calor en su interior. No obstante ha sido muy aburrido. Sólo algunos pájaros se han acercado guarecerse bajo la barbacoa inservible, pero no he intentado y ni siquiera pensado atraparlos, porque verles corretear y secarse las plumas al menos me entretenía un poco, aparte de que no me apetecía por nada mojarme.

  El humano que vive con nosotros ha llegado al mediodía y nos ha dejado salir a la calle. Aunque este gesto ha sido bueno, no olvido que ya no nos deja dormir en casa. Tengo la impresión de que es un humano muy ambivalente, y cambia constantemente de humor. Huele a bipolaridad, a intestinos asados y dulce de leche. Hemos ido hasta el supermercado para conseguir comida y luego Noa se ha marchado. Yo me he quedado y he encontrado cosas muy ricas en la basura. No he parado hasta que he oído los silbidos de Javi. Al principio no sabía si eran reales porque venían de muy lejos de allí. Me he puesto alerta y de nuevo me han llegado los silbidos. Entonces he echado a correr en su dirección. Varias calles más allá he visto su silueta conocida y me ha llegado un olor de su interior que me ha desconcertado. Cuando he podido verle la cara he comprendido que algo muy bueno había pasado. Al silbarme otra vez he corrido más rápido y me ha dado mucha alegría que nos encontráramos así, en la calle, y que los dos estuviéramos bien. Me ha acariciado la cabeza y las orejas y hemos vuelto juntos a casa. Nada más llegar ha encendido su pantalla y ha hablado con su familia. Se le notaba muy contento y se reía todo el tiempo. El humano que vive con nosotros le ha dado un abrazo fuerte y le ha palmeado la espalda. Pero no he podido ver ni oler nada más porque de nuevo nos han encerrado en el patio.

  Javi acaba de salir con un cuenco de arroz con verduras para que comamos. Si supiera todo lo que he comido esta tarde me regañaría. Aunque pensándolo mejor él ya sabe que he comido muchas cosas por ahí y creo que nos ha hecho el arroz porque en el fondo sólo quiere cuidarnos y se siente un poco culpable de que durmamos aquí. En estos momentos me gustaría poder hablar y decirle que no se preocupe, que yo sé que él no es el responsable, que me voy a portar bien, que le quiero y juntos superaremos todo lo que venga. Y ladro moviendo el rabo. Entonces se sorprende porque no suelo ladrar casi nunca, y me abraza mientras se enciende un cigarro y las nubes van cerrando la luna anunciando de nuevo lluvia esta noche.






Día 39

(Los Hermanos Petizos y la ancianita)



  La singularidad de este día me da para trocar mis narraciones cotidianas. Hoy he sentido la solidaridad entre especies, el sol detrás de las nubes, he olido el peligro y la verdad y he caminado un trecho más hacia el corazón de Javi.

  Todo ha ocurrido sin querer, sin más, con la naturalidad de aquello que fluye o se desata inevitablemente, como un cierto destino cayera sobre las situaciones y dibujara el espacio y el tiempo y los seres.

  Hoy he tratado de escaparme una vez más; no es nada nuevo. Javi se ha vuelto a ir temprano, las mismas horas, la misma lluvia, el mismo patio del aburrimiento, el mismo olor a disgusto, a absolutismo, a complejidad. No obstante el cuerpo se me ha enganchado en la valla y me he quedado trabada sin poderme mover, hasta que una ancianita que olía a rosas y naftalina y que venía acompañada por lo Hermanos Petizos, me ha soltado al verme así desde la calle. Estos compañeros son unos de los primeros perros callejeros que conocí en el pueblo y me han acompañado en mucha de mis escapadas. Son uno marrón y uno negro, y aunque en verdad no son hermanos, al ser del mismo tamaño y tener ese aspecto vagabundo de heridas y círculos de sarna, lo parecen. Los tres hemos acompañado a la ancianita y hemos entrado en su casa. Ella nos ha puesto de comer y todo semejaba normalidad, aunque más tarde, cuando mis amigos han salido zumbando por la puerta, la ancianita me ha cerrado y no me dejaba salir. Yo he comenzado a aullar pero ella seguía como si no me escuchara. Varias horas he estado así, secuestrada en aquella casa que olía a fotos color sepia y recuerdos ajados, a colchas envejecidas y afectos marchitos, a pis de gato y remordimientos, puré de batatas y paracetamol. La ancianita me llamaba para que me arrimara a ella aunque a mí me daba un poco de miedo. Los Hermanos Petizos ladraban desde fuera y estaban montando un gran escándalo. No han parado de ladrar hasta que Javi ha aparecido llamando a la puerta, ha hablado con la ancianita y se me ha llevado a casa.

  Si no fuera por mis dos amigos creo que Javi no me hubiera encontrado. Pienso que la ancianita no tuvo la culpa, simplemente se sentía sola, y además me libró de la valla. Por la cara de Javi sé que se ha asustado. Tal vez ha llegado a pensar esta tarde que me había perdido y que ya nunca me encontraría. Manaba de él un olor a soledad parecido al que había en la casa de la ancianita. Era de nuevo el olor del miedo.






Día 40

(Los humanos desaparecen)

  Después de ayer pensaba tener un día lo más tranquilo. Portarme bien, descansar, disfrutar con Javi. Quería pájaros verdes y lagartijas de sal, quería sentir normalidad y seguridad. En apenas unos días todo ha cambiado tanto. ¿Cómo estará el viejo colchón? ¿Cómo estarán la familia de Javi, el lugar dónde vivíamos, la sierra, las cabras, los robles? ¿Javi continuará soñando todas aquellas cosas? Estas cuestiones me pregunto. Desde el horno, mi nuevo refugio, no puedo oler sus sueños. Y aunque sé que Javi no acepta la situación no le queda otra; de momento. Pero vamos, lo mismo que a mí.

  Hoy todos se han marchado desde por la mañana hasta bien entrada la noche. Al principio casi me da un ataque pero luego me he calmado. Como Noa solamente ladraba a alguna moto que se oía pasar por la calle, yo también lo hacía así, y cuando ha meado y cagado en un rincón del patio, yo también, y cuando bostezaba o se volvía loca para jugar y revolcarse, lo mismo. Por ello no se está tan mal. Me divierte dormir con Noa y ver su despreocupación del frío, de la lluvia, de la soledad y de todo. Tengo que aprender mucho de ella; en verdad todo lo posible.






Día 41

(Se van a enterar)



  No digo más. Donde las dan las toman. Noa y yo nos escapamos de madrugada y no hemos llegado hasta que se ha hecho de noche. Lo que hicimos queda para nosotras dos. Y si Javi me hubiera olido como yo lo huelo siempre a él, notaría que huelo a basura y flores, a compañeros y calles, a perra callejera.






Día 42

(No sé lo que ocurre)

  Hoy ha comenzado un nuevo ciclo. Me da en la nariz. No sé por qué pero de algún modo todo esto me suena y es como si regresáramos a un cierto periodo de la vida a la vez que la misma vida se desarrolla. Ya he vivido con Javi esta sensación contradictoria, en otro lugar, en distintas circunstancias, aunque suceda lo mismo y haya cosas como siempre que se me escapan.

  Esta mañana Javi se ha ido y no ha vuelto hasta por la tarde. Sin embargo el cansancio que traía no era el de otras veces. Estaba contento, como realizado y de pronto, al salir a pasear por el pueblo, parecía otro más de los humanos de aquí. Yo ya lo parecía, me refiero a uno más de los perros, aunque faltaban matices, pero él hasta hoy no. Una especie de confianza humana que trasmite luz y calor y logra que yo esquive intuitivamente los coches, que pueda entrar directamente en las tiendas y carnicerías, que la gente no me patee o me tire palos, y que los perros del pueblo no me traten como a una extraña, que me ladren, que me avasallen o me huelan por detrás cuando yo no lo quiero.

  No sé muy bien lo que ocurre, pero veo a Javi con otro color, y además huele a humano especial, a orines y babas, a pinturas y acuarelas, a mirada callada y aislamiento roto. Después de todo vivido, de los cambios y las nostalgias, de las alegrías y los miedos, del afán y el descontrol, de la utilidad y la capacidad, la vida comienza a rodar y lleva el ritmo de los colectivos y los amaneceres, de los locos y los ches, de la supervivientes antes que los liberados, y construir de casi la nada un camino, aunque la nada son conocimientos, experiencias y mucha creatividad.

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