eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 18)

Día 120

(Los celos y Che Lokita)

El aprendizaje no es fácil. Y más cuando el tiempo muerde su manzana y recuerda y dispone a la vez para revolverlo todo y alimentar de forma absusrda la realidad. Yo enseño a Lokita; Javi me enseña a mí; todos instruimos a Javi, y como en un círculo interminable, la luz viaja de unos a otros sin extinguirse y con una velocidad aterradora.

Hoy he sentido celos de Che Lokita y la he mordido. No entiendo bien el por qué, pero ha ocurrido así. Ella revolea jugando a los patos o a los gansos y ladra sin parar a los burros y a los caballos. No es por justificarme ni por crear una grieta entre nosotras. Entonces Javi se desespera y Laurita frunce el ceño. Cuando los árboles imponentes son ya un universo de hojas y sombras y la pradera entera rebosa de vida y conocimiento, de verde que late con el aire y las horas. No puede existir una razón sólo. Es algo que sale tanto del corazón como del cerebro.

El día ha sido tranquilo. Laurita faenando en la casa-chabola, Javi donde los humanos especiales, y a su regreso, se han ido caminando juntos por la gran carretera hacia arriba seguramente para hablar con los suyos y compensar así su melancolía y sus dudas. Che Lokita y yo hemos compartido cadena y espera. Y al atardecer el amor humano manifestándose bajo las sábanas, con besos y palabras llenas de cariño y ciencia, y el paseo posterior con Negro mientras las primeras estrellas iniciaban su intensidad en un cielo azul oscuro y los animales extraños que viven bajo la montaña de palés comenzaban a salir para sostener su comunidad misteriosa.

Ahora todos duermen en tanto yo repaso lo vivido. Las cosas van a ser más difíciles para Javi con una boca más que mantener a su cuidado. Tiene que educar rápido a la cachorra pues si no cualquier día va a matar a uno de los bichitos de la pradera u otros la van a malherir a ella. El tiempo se desliza y a veces corre. Debo ayudarle y portarme bien con Lokita. Yo, que siempre fui incluida y aceptada en muchas anteriores, tengo que controlar mis celos y velar por el equilibrio de esta nueva manada.



Día 121

(La villa)

Este día ha pasado con una celeridad extrema, como si algo o alguien lo empujaran por detrás. Mis celos van aplacándose aunque a veces resurgen. Laurita no se hace con Che Lokita y ha tenido que atarla con la cadena en la puerta de la casa-chabola. Javi ha vuelto del trabajo cansado y con todo se han marchado después con un humano y una humana que trabajan con Javi, que huelen muchísimo a bondad y que han venido a la pradera a buscarlos. Che Lokita y yo nos hemos quedado atadas con la misma cadena junto con Negro contemplando la paz del resto de animales que viven con nosotros, su armonía y su equilibrio. Hay ocasiones en las que siento envidia de ellos, de su libertad innata; no tratan de escaparse aunque sin duda podrían, unos volando, otros saltando por encima de las vallas o colándose por entre los alambres. Hasta los árboles imponentes parece que en cualquier momento podrían irse de aquí, pero que finalmente deciden quedarse por una ley afectiva que los aferra a la tierra que los ha sustentado durante siglos.

Cuando Javi y Laurita han regresado con nosotras olían a casa humilde, a barriada peligrosa, a gente humana pura y amable que dan más de lo pueden sin aguardar nada a cambio y viven sin demasiadas complicaciones abstractas aunque con muchos apuros materiales. Ahora que duermen abrazados, sonriendo, huelo sus sueños y veo la villa en la que han estado. Las casas arracimadas junto a las vías del tren, los cachorros humanos sucios y descalzos corriendo por las calles de tierra, la ropa tendida en cualquier cable, los autos quemados, la basura acumulada, las miradas desconfiadas de algunos humanos y las limpias de otros, los chavales humanos perdidos pasando sobre motos robadas y sus madres inconsolables detrás de una ventana de violencia y sombras que colocan en el puchero verdades y mentiras y algún pedazo de carne. Nosotros pertenecemos ahora a este mundo más que a ningún otro. Nuestra casa-chabola es incluso más modesta que cualquiera de aquellas y la vida que llevamos así lo indica. Creo que Javi pretende aportar algo de luz dentro de estas realidades presentes que nos rodean. Es uno de sus deseos más profundos y una de las cuestiones por las que aquí ha venido. Y es que piensa que pertenecer a todos los universos dados es como vivir varias vidas a la vez.





Día 122

(Gallo sobrevive de milagro)

Hoy ha venido el dueño de la pradera. Cuando Javi ha llegado de trabajar ha visto su furgoneta roja aparcada en el borde del camino y paseaba con unos cuantos perros de los que corren como el viento por la pradera. Laurita ha tenido un día parecido a otros, afanada en las tareas de la casa-chabola, limpiando las cuadras y ayudando en la cotidianidad a Javi con su cariño inagotable y su ternura. Javi siempre frunce el ceño cuando ve al dueño porque este humano no le gusta. Yo lo noto y Che Lokita también, tal vez porque huele a codicia y agresividad, a engaños e inconsciencias de todo tipo, a dominación reinventada y sucia, a maldad provechosa. Los caballos, el pony y los burros se acercan a él con las orejas hacia detrás, como esperando del mismo modo un latigazo o un poco de pan. Los patos los gansos y las gallinas le rehúyen y aunque siempre sonríe, su sonrisa es conveniente, al igual que todos sus gestos. Javi ha estado hablando con él un rato mientras Laurita se fumaba un cigarro en la puerta de casa y al volver traía cara de preocupación e incertidumbre. En una de esas Javi ha mirado hacia la pradera y ha visto cómo uno de los perros del dueño perseguía al gallo y terminaba mordiéndolo y zarandeándolo en tanto sus compañeros llegaban para hacer lo mismo. El dueño los llamaba y silbaba pero no le hacían caso y cuando ha llegado para sujetarlos el pobre gallo se encontraba malherido, rodeado de sus propias plumas manchadas que hacían un gran círculo sobre la hierba. El dueño lo ha agarrado por las patas y parecía que estaba muerto, pues su cabeza colgaba sin vida, aunque no era así. Lo ha traído hacia la casa-chabola sonriendo mientras Javi y Laurita negaban con la cabeza y los ojos humedecidos. El caso es que cuando lo ha dejado otra vez en el suelo el gallo ha salido de este estado y se ha ido corriendo hacia el corral temblando de miedo y allí se ha quedado sin moverse. La suerte ha querido que el perro, que es todavía un cachorro, lo agarrara del lomo en vez del cuello, aunque no podíamos saber si sobreviviría.

Ha sido un alivio para todos cuando el dueño junto con los perros que corren como el viento se han marchado de la pradera. Javi y Laurita lo han hecho también, poco después, no sin antes dejar al gallo unos granos de maíz, para regresar horas más tarde, ya entrada la noche y no por lugar de siempre, sino por otro lado del cercado de alambre. Che Lokita y yo las hemos pasados aburridas bajo al camión, contemplando los quehaceres de todos, el pastar tranquilo unos, el chapoteo alegre de otros, la tarea incansable de las ratas, el misterio de los animales extraños, o la locura de los pájaros de colores, chillando por cualquier cosa mientras sobrevolaban la altura de los árboles imponentes.

Ahora, ya preparados nosotras para dormir, casi deseando entrar en la casa-chabola y colmar así nuestros colchones de gomaespuma con el peso de nuestro cuerpo, con la seguridad de permanecer allí dentro con los humanos a quienes amamos, vemos la delicadeza de Javi y Laurita interesándose por el estado del gallo, al que como advierten subido en su palo de siempre, rodeado por las cuatro gallinas, con la cresta enhiesta aunque con menos plumas, se abrazan felices y entramos sin otras trabas a nuestro humilde refugio sabiendo que todos los seres se encuentran ya a salvo y que ha llegado el instante de descansar y de olfatear sueños hasta el canto del hermano gallo mañana nos despierte.





Día 123

(Olores de la gran ciudad)

Hoy ha sido uno de esos días extraños en los que la alegría humana se contrapone a la de nosotros, los perros. Ocurre a veces. Observamos a los humanos de nuestro alrededor abandonarnos mientras ellos se van tan contentos a donde sea sin pensar -tal vez sí- en nuestras circunstancias.

Hoy Javi y Laurita, temprano, después de sacar a los animales y componer las labores cotidianas, se han marchado juntos en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo y no han vuelto hasta que ya era completamente de noche, cansados pero con cara de satisfacción y encima regañándonos porque de la alegría que nos da trepamos por sus piernas, revoleamos los cacharros y los baldes y levantamos el polvo del suelo al mover tantísimo el rabo. Y no nos hace falta acompañarlos -aunque nos gustaría y seamos de alguna manera conscientes que van a lugares que no nos son permitidos a nuestra especie, muy a su pesar-, porque nos traen su olor, que para nosotros es como si nos mostraran una especie de álbum de fotografías. Por ello tanto Che Lokita, o Negro, como yo misma sabemos, casi como si hubiéramos estado a su lado, que han pasado todo el día en la gran ciudad porque huelen a asfalto y velocidad, a acero y cristal, a enormes aglomeraciones humanas, a parque y a subterráneo, a carne asada, a dinero, a espíritus atrapados. Y entre estos aromas encontramos calles larguísimas y amplías, donde los humanos corretean como hormigas, e igualmente otras más pequeñas, con casas pintadas de colores y forradas de chapas de metal, o edificios impresionantes donde la miseria entró para no salir o arboladas y hierba que oxigenan el aire viciado e impuro, y todo esto a la orilla de un río turbio y poderoso que de tan ingente parece mar. Como digo no nos sorprende, aunque encantara acompañarlos para poder así vivirlo junto con ellos.

Pero hoy encima todo se ha alargado un poco más. Luego de venir y de descansar un rato, han llamado con su teléfono y unos minutos más tarde han vuelto a marcharse, dejándonos de nuevo atadas con la cadena debajo el camión. Che Lokita y yo nos mirábamos sorprendidas y con una resignación tranquila que casi les ha sorprendido a ellos también.

Ahora tornan a la pradera y nos hallan como siempre esperándolos, con idénticos ladridos y movimientos nerviosos de rabos y patas. Una única advertencia olfativa nos basta para comprender que han estado de bares, escuchando música y pasándola bien. Hoy las horas y los contextos han separado a humanos y perros por cuestiones que a unos y otros se les escapan. Cuando Laurita anoche soñó que vivíamos todos juntos (también con la familia y amigos de Javi) en una especie de cueva maravillosa, en la que la felicidad era una constante y el esfuerzo una forma de belleza y hermandad indestructibles, allá todo esto . No obstante todo pasó, y juntos nos metemos a la inmensa paz de un refugio que es república entre especies y que llamamos razonablemente -aunque no lo sea en verdad, pues no nos pertenece- nuestra casa-chabola.





Día 124

(El castigo y la recompensa)

Muy a pesar nuestro se ha repetido el día de ayer, con la diferencia de que tal vez todo haya sido provocado por mi mala conducta y por no pensar adecuadamente en las consecuencias. Y es que me ha podido el instinto de comer por encima de cualquier prudencia intuitiva o aprendida desde que conozco a Javi.

Javi y Laurita se han levantado algo más tarde que otros días. Javi se ha afeitado y Laurita ha preparado el desayuno. Todo parecía tranquilo y Lokita y yo correteábamos fuera de la casa-chabola olisqueando rastros o mordisqueando algún hueso. No sé porque me ha dado, pero he observado que uno de los nidos de los gansos situado en medio de la pradera estaba sin su protección habitual y me he dirigido hacia allí. Nunca lo había hecho antes, no obstante se me ha despertado un apetito absurdo y me he puesto a comer uno de los huevos. Lokita, que desde que se vino con nosotros encuentra aprendiendo muchas cosas conmigo, se ha acercado también y las dos hemos continuando devorando otros huevos hasta que Javi, que nos ha debido ver desde la puerta, no ha llamado muy enfadado y nos ha golpeado con su mano en la nariz (que yo recuerde sólo lo ha hecho en otras tres ocasiones y en todas había ocurrido algo muy parecido), para luego atarnos con la cadena bajo el camión sin hacernos ya el menor caso, ni siquiera para mirarnos una sola vez.

No puedo saber si el hecho de que después se hayan vuelto marchar todo el día esté relacionado con el episodio relatado o ya lo tenían pensado con anterioridad (lo más probable es que sí, aunque el sentimiento de responsabilidad me lleva a dudar y está bien que así sea). Nuevamente han debido estar en la gran ciudad, porque a su vuelta, olían prácticamente a las mismas cosas, aunque por suerte hoy se han quedado en la casa-chabola, pienso yo, por lo cansados que se estaban.

En mi espíritu de restaurar un poco el mal hecho, y dado que he tenido muchas horas para reflexionar sobre lo ocurrido, he intervenido cuando después de soltarnos, Lokita se ha puesto a ladrar y a perseguir a los patos, enseñándoles los dientes. Javi y Laurita me han recompensado con muchas caricias y mimos al ver que también enseño a la cachorra cuestiones necesarias y transcendentes que ha de desarrollar pronto y que se van a dar cada día en nuestro futuro próximo. No puedo explicar completa ni razonadamente la diferencia entre aprender por las buenas o por las malas; aunque Javi y Laurita me han mostrado que se quizá hay que ser al mismo tiempo contundentes y cálidos.





Día 125

(Simplemente amor)

El sol ha llenado el cielo y la pradera desde la mañana. Javi hoy se ha ido a trabajar aunque ha venido durante sus descansos, la primera vez acompañado con una de sus compañeras humanas, que he reconocido de inmediato al oler en ella nítidamente aquellas telas que Javi colocó en el interior del horno que fue mi cama y la de Noa durante las frías noches de invierno en el sitio de los perros, la segunda por una sonrisa indescifrable que acomodaba sobre su amiga como el mejor de los continuos, y la tercera con ganas de acabar, para estar ya todos juntos, para reír y charlar y dormitar y amar y contemplar. Las horas parecían fugarse así como nubes aisladas llevadas por la brisa. Che lokita, Laurita y yo nos hemos levantado más tarde y aunque Laurita se ha marchado un rato por la gran carretera hacia arriba, las perras hemos tocado en lo posible esta fórmula conveniente, y salvo algún disturbio de Lokita revoleando a los patos o saliéndose del cercado de alambre, no ha habido otra cosa en el ambiente de la pradera que una paz ganada a pulso.

Laurita tambien ha estado cosiendo, y cuando Javi ha regresado juntos han atado una bandera de colores en la rana de uno de los árboles que dan sombra a nuestra casa-chabola. Luego, como si de una magia de la vida lo dispusiera para ellos han podido observar lo que nosotras ya habíamos hecho desde por la mañana. Y es que varios huevos se han abierto esta noche tal vez con el delgado jirón que componía a la luna extraña, y han nacido unos pollitos gruesos, de plumón muy amarillo, que en ese instante corrían detrás de su madre y abrigados por todos los gansos del clan, creando un círculo protector. Los humanos enlazan muy pocas veces las buenas señales a ellos mismos, sin embargo no es el caso de Laurita y Javi. Poco despúes se amaban bajo las sábanas y salían de nuevo a verlos, para salvar a uno que se había caído en el bebedero asido por el barro, a susurrar a los caballos y a los burros, a jugar con nosotras, a contar los patos y las gallinas, a conjurar venganza junto con el gallo. Las ratas han desaparecido. Pienso que el viento y el calor que se han levantado esta tarde las auyenta. Los últimos rayos de sol han embellecido con matices dorados a todos los seres y al entorno. No obstante había cierta tristeza en todo esto, una tristeza que todos notábamos y que nos hacía preguntarnnos, por qué a nuestros dos queridos humanos se les humedecían los ojos ciertas veces, por qué Laurita componía su mochila miestras Javi le hablaba y le sonreía solícito, porque han estado bebiendo y riendo hasta tan tarde mirándose tanto fijamente a los ojos como ansiando la tremenda habilidad de no olvidar nunca esos momentos irrepetibles, por qué si el amor era como dicen simple todo parecía zozobrar y removerse en ondas tan inquietas como tranquilas que una y otra vez surgían y se desvanecían en la profundidad de sus respectivas miradas humanas?



Día 126

(La estrellita vuelve al cielo lejano)

Ha sucedido y esta vez no ha habido ningún olor que me lo advirtiera. Tal vez el profundo cariño que emana a veces entre dos humanos nos impida entender a los perros de un modo cabal las situaciones y las circunstancias y, que como si fuéramos seres más simples de lo que somos en realidad, simplemente nos acostumbramos a lo bueno sin meditar si lo bueno durará o si se va transformando en algo aún mejor… o peor… o qué sé yo.

Javi y Laurita se han amado bajo las sábanas al despertar. Después se han vestido, aseado, amarrado las cosas de Laurita y han desayunado muy rápido. Un humano y una humana que trabajan con Javi y con los que hace unos días se marcharon para conocer su casa, han pasado por la nuestra, aunque otras veces también lo hicieron. Después de que èstos se fueran, se han abrazado y han cargado entre los dos con ellas y nos han atado con la cadena bajo el camión. Yo miraba a Javi y Che Lokita no entendía nada. Laurita ha empezado a llorara y a darnos muchos besos a las dos diciéndonos que nos portáramos bien, que nos iba a echar a las dos mucho de menos, que había estado muy agusto con nosotras, que nos deseaba la mayor felicidad y que cuidáramos mucho de Javi y que nos llevaramos como hermanas entre nosotras y con el resto de los animales. No ha habido más. La estrella se marchaba, y aunque alguna vez ha mirado hacia atrás conmovida, no ha querido avivar ni un instante nuestro tremendo desasosiego (ni tampoco el suyo).

Así, se han ido de la mano caminando juntos, como otras tantas veces por la gran carretera hacia abajo, felices como siempre, cargando no obstante sobre sus hombros y brazos, dentro aquellas bolsas y mochilas, una pena inmensa por la nueva separación, por dejar atrás días tan increíbles, tan inolvidables, tan llenos de ilusión y optimismo.

Javi ha regresado al mediodía, oliendo todavía a ella, y enseguida se ha puesto a teclear. Ha arreglado un poco la casa, ha comido algo y ha estado contemplando la belleza de la pradera y de todos sus seres. La bandera ha ondeado con fuerza porque se ha levantado viento del sur. Los pollitos seguían a su madre custosiados por un círculo de alas y picos. Laurita ha dejado tras de sí un poso de paz y color que nada ni nadie va a poder borrar. Quizá por ello todos estamos algo tristes y sentimos mucho su ausencia; tal vez así la luz de la tarde no ha estado golpeando el corazón y la mente adormeciéndonos, provocandonos un profundo sueño que nos intentaba atrapar sin conseguirlo.

Javi sabe que Laurita va a volver, y nosotras lo mismo. Sólo esperamos que ella nos vea desde la distancia que nos separa también como estrellitas que ahoran forman parte de una constelación abierta donde simpre tendrá su refugio y un amor incondicional. Que sea feliz y que ilumine a todos aquellos con quienes se encuentre, y que algunas noches nos contemple como todos nosotros lo hacemos sobre los árboles incomensurables de la pradera,

Y es que inexorablemente llega el momento en que las estrellas que fueron calor y guía, deben regresar al cielo lejano de donde vinieron un buen día. No se descomponen en átomos de hidrogenó ni estallan ni dejan de brillar, no se desesperan ni un pequeño ápice ni les asalta la terrible incertidumbre con escenas ni promesas improbables; son fuertes y buenas, y sobre todo están hechas de un núcleo de respeto y humanidad que las hacer brillar en el universo durante millones de años haciendo brotar de sí todos los elementos que hacen posible la vida.

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