eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

jueves, 31 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 21)

Día 141

(Acción)

Cómo alcanzar el corazón humano; esa espiral compleja que bombea sangre y expectativas sumergiéndose como ninguna otra sustancia físico-metafórica en un océano infinito de conjeturas y profecías; cómo coincidir con los sueños que inventa y que la mente posteriormente conforma y realiza con actos elementales. A veces lo más complicado es lo más sencillo, late, para luego decir que la sencillez es la mayor complejidad en el siguiente latido. Nosotros, los bichos, aportamos el ejemplo opuesto: aquel juego del día a día y del equilibrio que los humanos se olvidaron en el largo camino de su evolución a jugar aunque luego lo practiquen sin querer.

Hoy Javi de nuevo se ha convertido en un perro. No es la primera vez ni será la última que lo hace. Olisqueaba el aire como si buscara el mejor rastro a seguir, y únicamente se ha movido si el asunto merecía de verdad la pena o si su vida o la nuestra pendían de este hilo. Por ello se ha levantado para trabajar con los humanos especiales, aunque antes ha conformado las faenas cotidianas de la pradera, espoleado por un viento intenso en su interior que compite con el que sopla acá afuera. Ama ya a Che Lokita, a Negro, a Pepe, a los gansitos y al resto de animales tanto como a mí; es decir, más que a sí mismo. Es el hacedor y defensor de nuestro ecosistema, que posee el logotipo del perfil de los árboles imponentes y la bandera humana y multicolor de los pueblos errantes. Si los perros podemos aprender cosas de los humanos, es del todo lógico que los humanos puedan aprender más aún de nosotros. Las arañas construyen estructuras fuertes y los mosquitos aguardan pacientes para lograr su cometido. Los animales extraños que viven bajo la montaña de palés son extraordinariamente prudentes; las ratas concienzudas y humildes; cada cual aporta su mensaje de sabiduría, y Javi sabe leer en cada uno la virtud más favorable.

Cuando ha llegado por la tarde se ha marchado sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Al volver nos ha soltado, ha comprobado que todo estaba en orden: el número de existencias a su cargo, el perímetro de seguridad de la casa-chabola, las fuentes de alimento y agua, y casi el grado de felicidad en las miradas. Enseguida ha montado a Pepe y ha conseguido hacerlo galopar. Los ojos de ambos brillaban como ascuas por la sensación de libertad que despertaba su unión en el filo rotundo del destino. Luego se ha puesto a teclear mientras el sol caía sobre las nubes dorándolas primero y más tarde tiñéndolas de color púrpura y naranja. Entonces ha encerrado a los gansos, también a los caballos, al pony y a los burros y se ha sentado un rato a contemplar cómo la luz mortecina del ocaso daba paso a las sombras poderosas de la noche. Negro, Che Lokita y yo disfrutábamos de nuestro mejor momento del día, cuando podemos correr por toda la pradera como si no existiera más mundo que éste, en tanto Javi medita e intuye sobre porvenir de todos nosotros.

Después de cenar abundantemente ha estado tumbado sobre la cama ojeando algo en su pantalla. Fumaba un pitillo detrás de otro y con el último, entredormido, casi se quema las sábanas. Esto ha conseguido desvelarle momentáneamente, y también reír; de esta suerte ha venido hasta nuestro respectivo colchón de gomaespuma para darnos un beso y acariciarnos la cabeza y las orejas contento.

Sus sueños ahora no son muy distintos a la realidad que ha vivido hoy y que garabatea con una actividad frenética y optimista. La única diferencia que huelo en ellos es que en esta lucha inmensa y transcendente le acompañan todos sus seres queridos, ayudándole y apoyándole en las mil y una batallas que todavía ha de vivir en esta tierra peculiar y pródiga que comenzamos a sentir como si fuera la nuestra propia. Aunque ahora que lo pienso, en su corazón humano, a cada latido y sin variación, le acompañan porque están dentro de él.



Día 142

(La manada inverosímil)

Hay días en los que los que por falta de acontecimientos o incidentes sólo nos queda observar a nuestro alrededor, expandir la mirada sobre lo que nos rodea, tratando de entender o descubrir reciprocidades y antagonismos, alcances y misterios.

Hoy Javi se ha ido a trabajar y al volver se ha marchado en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo. Por ello, al estar muchas horas atada con la cadena bajo el camión, con Che Lokita y Negro adormilados y exánimes a mi lado, he podido establecer un análisis pormenorizado de todo lo que ocurre en la pradera y las relaciones entre sus seres.

Comenzaré por los gansos, pues son los más numerosos. Ahora que sus crías van creciendo el clan de nuevo se disuelve y busca tanto alimento como agua, moviéndose armoniosamente de un lugar a otro, y a veces descansando unos minutos bajo cualquier sombra. Por el día, no temen nada, aunque por la noche muchos depredadores voraces les acechan (ratas, pájaros que cazan, hurones e iguanas). Los patos son especialmente particulares. A pesar de ser dos hembras y dos machos no se han apareado y se pasan todo el tiempo al fresco o cerca del agua esperando el instante en que Javi les echa maíz, instante en el que son muy duchos en comer como si no existiera el mañana, estirando y encogiendo su cuello como si fueran máquinas. Son extremadamente agresivos unos con otros, y los más fuertes picotean la cabeza del débil hasta hacerle sangrar. Uno de ellos se quedó tuerto en una de estas reyertas incomprensibles. El pavo puede resultar en apariencia semejante a los patos, pero si uno se fija bien emplea muchas horas en abrir su abanico e iniciar un baile complejo para una hembra inexistente, o que nunca llegará. Muda su color dependiendo de la situación o la emoción que se le presente, tornando el azul en rojo o en blanco con pintitas negras. Cuando come, y seguro que para su comodidad, el apéndice que le cuelga siempre del pico, se encoge sobre él hasta formar un cuerno pequeñito. Las gallinas, en cambio, son más activas, y asimismo el gallo. Son obreras de la naturaleza, ingenios de transformación y metamorfosis. Cada día, por lo que comen, viven y respiran, forjan unos huevos de color crema claro que luego los humanos, y en este caso Javi, se comen con gran satisfacción. Para lograrlo deambulan y registran cada rincón, mueven cada piedrecita, y escarban con sus fuertes patas desenterrando insectos y semillas. Al amanecer canta el gallo y al atardecer las gallinas se suben a su palo-dormitorio. En esto son seres exactos y constantes. El pony es con toda probabilidad el animal más perezoso que jamás he visto. No para ni un segundo de comer y se desplaza únicamente para agarrar más pasto. De este modo está gordo y es macizo como una roca, dando la sensación que podría reventar en cualquier momento. Los burros son diferentes, al igual que los caballos. Además de comer, juegan, se persiguen, se muerden, se revuelcan y se rascan contra los árboles o el camión. También defienden su territorio como generales en una guerra tenue y secreta, y si pudieran, estoy segura que echarían a volar por el ancho cielo, aunque como no pueden hacerlo, simplemente corren y relinchan.

Aparte de estos animales, por los que Javi vela cada día limpiando sus casas y refugios, alimentándolos en parte, proporcionándoles agua y también dosis incesantes de cariño y comprensión, guardándoles al llegar la noche, hay asimismo otros que conviven con ellos y que forman parte por tanto del ecosistema. Alguna vez he mencionado ya a los pájaros de colores y a los que cazan. Los primeros se llaman Teros y tienen un carácter sombrío en contraposición a su plumaje. Son tremendamente irascibles al mediodía y es casi imposible saber dónde se encuentran los nidos que hacen en el suelo, pues han aprendido a utilizar la orografía del terreno para camuflarlos. De las que cazan, distingo dos tipos, aunque creo que hay más. Hay unas que Javi llama gavilanes y otras que las dice milanos, diferenciándose en la cola, en el color de las plumas y en el tamaño. También nos visita de cuando en cuando una aún mayor que consigue que los gansos, las gallinas y los patos se refugien con nosotras debajo del camión. Observamos su sombra enorme atravesar la pradera mientras se escucha su canto aterrador. Por la noche también hay otros pájaros que cazan. Las hay de color blanco y pardo, igualmente silenciosas y cautas, y otras que parecen ratoncitos con alas y que vuelan haciendo zig-zag, que se cuelgan de las ramas de los árboles cabeza abajo, y que tienen orejas en los ojos. Las ratas, ahora que hace calor, se activan por la tarde, cuando se marcha el sol. Son muchas, tantas que han expulsado en gran parte a los animales extraños que viven bajo la montaña de palés y que Javi denomina Quizs. Casi cada día matan algún gansito indefenso. Hacen asambleas en sus galerías subterráneas para establecer la mejor estrategia, y son tremendamente inteligentes. Hay además un par de ellas tan grandes como conejos.

No obstante todavía existen más bichos. En varios huecos de los árboles imponentes y en sus ramas tienen su morada varios picapinos de sombrero rojo, también otros pájaros muy curiosos con antifaz y una larga cola; en verdad hay un ejército de especies aladas: cotorras, loros, jingueros, pinzones, garzas y garcillas, y algunas otras desconocidas. Igualmente a veces se ven asomarse una pareja de hurones y una colmena enorme de abejas que amenaza con invadir nuestro mundo. En el suelo hay lagartos verdes y rojos, bajo las piedras ranas sapos y salamandras. A veces vienen por acá las iguanas, que viven en las charcas del final del camino de tierra y en los canales que van bajo la gran carretera, aunque apenas se dejan ver. Hay asimismo libélulas, moscas, escarabajos de muchos tipos, hormigas que forjan travesías en el pasto y que se distinguen desde la distancia, los ya mencionados mosquitos, arañas de todos los tamaños y aspectos imaginables, al igual que alguna serpiente, aunque Javi lo ignore.

A menudo nos vienen a visitar algún perro de la vecindad o que está de paso buscando comida por las orillas de la gran carretera. De estos últimos mueren muchos, pues su estilo de vida es muy peligroso y arriesgado. Muchos son amigos de Negro que comparecen para lamerle moviendo el rabo y después de olisquearnos a nosotras, se van.

Cuando Javi ha regresado, nos ha soltado de la cadena y se ha puesto a teclear hasta que agotado, ha encerrado a los animales y se ha echado a dormir. Y es que en este ecosistema diverso y amplio, en esta manada inverosímil a la que pertenecemos, en esta pradera maravillosa en la cual vivimos y de la que somos testigos y guardas, me faltaba mencionar un último animal tan lleno de complejidades como de simplicidades, ni más ni menos importante que el resto: Javi… Que ahora levanta un ojo al escuchar el aleteo insidioso de un mosquito y se pone alerta para tratar de matarlo.



Día 143

(Mate con amigos)

Hoy ha comenzado el día con algarazos de lluvia y niebla que lentamente se han ido alzando con el paso de las horas. El sol ha tomado entonces el relevo y casi se podía ver crecer la hierba de la pradera y las hojas en las ramas de los árboles imponentes.

Cuando Javi se ha marchado a trabajar con los humanos especiales ha cambiado de pronto el viento y venía muy caliente, procedente del norte. Javi ha venido a vernos en sus descansos y ha estado hablando y fumando con unos humanos que están construyendo un edificio enorme contiguo al de su trabajo y de nuestra casa-chabola. Ya por la tarde, al regresar, ha preparado algunas cosas de comer y enseguida han llegado un humano y dos humanas, compañeros suyos, a los que Negro, Che Lokita y yo hemos ladrado sin motivo ya que todos ellos huelen intensamente a bondad y buenos sentimientos. Javi y el humano han estado reforzando y claveteando la ventana de la casa mientras ellas calentaban en la pava un cazo de agua que después, cuando han terminado con la ventana, han compartido tomándolo en una especie de pera de madera, llena de una yerba amarga y con una pajita de metal que va hasta el fondo, al que añaden azúcar y el agua caliente para hacer una infusión que van sorbiendo. Han colocado el banco de la entrada y unas sillas en mitad de la pradera y has estado así conversando y riendo hasta que el sol ha perdido fuerza y ya comenzaba a caer. Debe ser una costumbre de acá para que los humanos se reúnan y compartan a través de este rito humilde su tiempo, disfrutando de un rato tranquilo.

A Javi le brillaban mucho los ojos y parecía muy contento de esta visita (mencionar que una de las humanas es aquella que nos regaló las telas que Javi colocó en el horno que fue durante un tiempo refugio de Noa y mío allá en el sitio de los perros, y que los otros dos son quienes nos ayudaron a instalarnos acá en la pradera y gracias a los cuales pudimos continuar esta aventura).

Nosotras nos hemos pasado la tarde correteando y buscando rastros, aunque a veces nos acercábamos a ellos para lamerles las manos y permitir que nos acariciaran solícitas. A Javi le vienen muy bien estas visitas de humanos humildes y generosos, que sólo intentan ayudarle procurándole más de lo que tienen, sobre todo su cariño y afecto.

Ahora que Javi duerme, y puedo oler sus sueños, compruebo que ellos también están ahí, en sus luchas cotidianas y en sus alegrías, junto a los suyos de siempre, ampliando el círculo gente por la que daría todo en la vida.





Día 144

(Burocracia)

Qué día más gris, más seco, más insípido, descolorido e intransigente, con la cadena alrededor del cuello y una promesa de retorno que se dilataba como un miedo incontrolado. A ratos ha llovido y a ratos ha hecho mucho calor, pero las nubes no corrían en el cielo.

Javi se fue cuando comenzaba a amanecer caminando por la gran carretera hacia abajo y ahora, entre ladrillos de alegría y nervios, le vemos llegar por el portón de la entrada, comenzada la tarde, con cierto aire de aturdimiento, oliendo poderosamente a ciudad, a prisas, a laberintos humanos y círculos que se cierran sobre sí mismos atrapando en su mitad sentimientos y vidas. Huelo en Javi, casi antes de que extienda su mano y me libere, la desesperación y miles de historias humanas, que como la de él, se ven con las trabas impuestas por sus propios semejantes. Huelo así salas de espera con los relojes parados y espejos en los que se reflejan la necesidad y el olvido, rostros clandestinos y ensombrecidos por su clandestinidad, con rasgos marcados por circunstancias absurdas, por instrucciones y requisitos destructores de sueños, por formularios en los que siempre existen casillas informulables o ignotas, que impiden crecer las ilusiones, que rompen las expectativas, las familias, que llenan el mundo de toneladas de papel inservible, que son como fronteras invisibles o muros etéreos que separan y estallan concienzudamente entre las manos de quienes quieren simplemente trabajar y sobrevivir.

Como una metáfora desdibujada y mutante, uno de los gansitos aparece junto a la charca con el cuello quebrado por el mordisco infame de una rata. Javi lo coge delicadamente entre sus manos, le acaricia, le besa la cabecita amarilla y le masajea convencido, mirándole fijamente a los ojos. Esperanzadoramente mejora un poco, intenta moverse, pero su cuello no responde y la cabeza se cae una y otra vez. Luego se queda tranquilo sobre sus piernas, pestañeando, dócil ante la muerte que le va llegando. Javi entonces llora. Los caballos y los burros y los patos y el pony y las gallinas y el gallo y el clan de los gansos, Che Lokita y yo misma (Negro no puede pero ladra) todos nos acercamos sin saber el porqué, rodeándoles silentes, con una sobriedad natural conmovedora, instintiva. Por un momento nuestras especies son una, y cuando el corazón del gansito deja de latir, Javi lo lleva al corralón de los suyos y lo deja allí junto a sus hermanos, quienes cierran las alas a su alrededor como un puñado de ángeles ateos que se ponen a entonar la canción fúnebre que repiten cada cual a su modo todos los seres de la pradera, también las ratas.



Día 145

(Descanso merecido)

No hay nada mejor que descansar los cansancios haciendo precisamente todo aquello que nos gusta o nos divierte. Así nos hemos levantado muy tarde, con cierta pereza insólita, al menos en Javi, y asimismo entre nosotras. Después, mientras Javi componía la casa-chabola y hacía las tareas del día, y también las atrasadas, en los corralones y en la pradera, Che Lokita y yo nos hemos ido a saludar a los perros vecinos que viven en los inmensos campos de flores y a rebuscar algún bocado indiscreto. A nuestro regreso Javi se preparaba para irse sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Ha debido estar hablando con los suyos porque ha vuelto con los ojos muy brillantes y oliendo a esperanzas dulces. Luego todo ha sido felicidad, momentánea, a sorbos, a ráfagas intermitentes, justo como tiene que ser. Y ha leído mientras nosotras dormitábamos a la sombra, y ha montado a Pepe en tanto nosotras corríamos por la pradera junto con Negro persiguiéndoles. Y ha hablado por el teléfono con los suyos a la vez que nosotros estábamos sentados a sus pies con el oído y la nariz atenta a cada palabra y a cada gesto suyo, y ha lavado la ropa para tenderla después al viento, y ha disfrutado del sol y del verde extraordinarios de la pradera tanto como nosotras.

Más tarde ha fumado y se ha tumbado sobre la hamaca y nosotras nos hemos subido con él, balanceándonos los tres con alegría, hasta que la cuerda ha cedido y nos hemos caído al suelo.. De este modo han transcurrido las horas, y las emociones acumuladas han atravesado nuestro cuerpo como nubes en el cielo, sin detenerse.

Por la noche, temprano casi como en la mañana, hemos cenado juntos, mientras las estrellas distantes se encendían arriba y las luciérnagas cercanas lo hacían abajo.

Hoy Javi no ha tecleado como otros días y ha resultado toda una sorpresa. En cambio se ha puesto a pintar las paredes de colores. Ahora que duerme puedo oler que sus sueños se acompasan a los míos, y siguiendo el rastro nítido de su alimento imprescindible, lo busca, lo saca, imaginando así escenas y conversaciones trascendentes para el universo que cada día va construyendo en su pantalla tecleadora.



Día 146

(Conexiones)

Hay un campo contiguo a la pradera que está lleno de huesos de oveja, lo sé porqué son semejantes a los de las cabras, que más de una vez roí, aunque estos que digo aún conservan en el tuétano el olor de la lana. Esto explica que en el pasado debieron de vivir por aquí. Junto a los árboles imponentes hay un árbol más humilde que da moras negras y rojas como allá donde vivimos nosotros lo daban esas zarzas colmadas de espinas. La charca que Javi hace rebosar de agua por la mañana a la tarde siempre se seca, cada día un poco antes. Todo se mueve y a un tiempo se halla ligado por cientos de conexiones que nuestra mente no puede ni debe omitir.

Javi se ha marchado a trabajar con los humanos especiales, y uno de ellos ha venido poco después a la pradera, para perseguir a los gansos, para acariciarnos sonriente, para instar a los burros curiosos un tanto asustado y por ultimo para meterse en la caseta de Negro a jugar con un huevo de gallina hasta que se le ha roto entre las manos y acabar con Che Lokita y conmigo bajo el camión como si él llevara también de algún modo una cadena alrededor de su cuello. Javi ha llegado acompañado de otros dos humanos para llevárselo, aunque antes de hacerlo le ha limpiado las manos, le ha hecho reír con varias muecas y gestos, le ha dado una naranja partida para que se la ofreciera a Pepe y poder tocar así su nariz húmeda. El humano especial se ha puesto muy contento y poco después regresaba a esa especie de prisión tenue en donde vive sin dejar de mirar atrás pero sin resistirse tal vez porque sus pensamientos son libres, no así su cuerpo ni su educación.

Al volver Javi por la tarde la pradera se encontraba exultante de paz. Los animales pastaban o retozaban en el agua o revoloteaban o se perseguían aunque con un toque de reposo y calma manifiesto. Javi ha empezado a teclear mientras Lokita y yo nos perdíamos en un universo sencillo de rastros y sombras. Había de esta manera un rato después tres bichos felices que se balanceaban sobre una tela verde y sucia que estaba atada de árbol a árbol y que aguardaban sin más la partida tranquila del sol para que tanto en el cielo como en la tierra brillaran las estrellas y los luceros y así de pronto, entraran todas de golpe a nuestros ojos.

Día 147

(Repaso horizontal)

Ya se sabe. Porque no he hecho otra cosa que repetirlo y de confirmarlo. Ocasionalmente los humanos se complican al pensar en algo demasiado, aunque pesar para ellos sea humanamente necesario, o mejor dicho pensar cuando tienen que pensar, lo mismo que sentir cuando tienen que sentir, que a ver quién es el sabio que nos lo separa.

El caso es que lo mejor es no separar estas posturas ni dividir sus intrigas pues forman parte de un continuo. Los perros pensamos lo que sentimos y sentimos todo cuanto pensamos, sobre todo porque no lo pensamos del todo y sí lo sentimos por completo.

Javi se ha ido a trabajar y ha vuelto por la tarde con los ojos brillantes y muy vivos. Poco importa lo demás. Hay otro gansito menos, a pesar de todo su esfuerzo para reforzar el corralón con más piedras y plásticos, de colocar trampas, y de velar casi desde la madrugada por ellos. Che Lokita ya se ha adaptado por completo a la vida en la pradera y advierte en Javi una figura paternal llena de afecto y ternura. Las semanas pasan y todo lo que vamos viviendo se va difuminando entre las nuevas realidades que se nos presentan. Mi olfato no me engaña y sé que se avecinan tiempos difíciles. Pero nada no fue ni lo será mientras esta aventura dure. Tendremos buenos y malos momentos como cada ser que pisa la tierra, y lo que es seguro es que somos una familia unida de especies que tratan de sobrevivir y aprender en lo posible.

Ahora huelo los sueños de Javi, en la horizontal de mi colchón de gomaespuma, y le veo custodiado por cientos de palabras humanas. Todas giran a su alrededor y él las va hilando para formar sentimientos, espacios, colores, y un mundo particular que a veces se enreda asfixiándole el corazón y otras aparece claro y definido como el agua de un arroyo bajando de un monte.




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