martes, 24 de junio de 2014
Diario de una perra en Argentina (Semanas 50, 51, 52, 53 y 54) Disculpar por estas demoras, pero cuando leáis comprenderéis los porqués
SEMANA 50
Día 343
(Proyecto cucha)
Javi la tiene clara. El mejor modo
de luchar consiste en constituir una estrategia flexible, en la que ceder
significa sostener las formas y no atravesar la línea indica buena intención.
Resistir con ahínco la hipocresía y no perder nunca el respeto por la contra, siempre
acomodada y protegida.
Estos día ha estado reflexionando a
fondo la cuestión, -lo sé porque su
pensamiento se desprendía de él como un fluido aromático- y ha decidido elevar
un poco más el umbral de su motivación en el trabajo y permanecer atento a las
señales para que ninguna le pille desprevenido. Hoy durante el paseo he podido
oler en sus pensamientos cómo se ha planteado el primer paso. Quiere construir
una cucha (caseta) nueva a Pedro, en verdad lograr que sean los humanos
especiales quienes lo hagan y de este modo implicarles en su construcción. A
sus jefes les ha debido gustar la idea, pues le han mostrado todo su apoyo. Sus
ojos brillan porque dicho desafío consensa la realidad próxima y las
expectativas surgen como gotas. E imagina lo necesario y el alcance posible.
Ladrillos, tierra cemento, una chapa para cubrir el tejado, o mejor, hacer éste
de tejas de plástico reciclado en los talleres. Si cada día trabaja mejor y
permite que los humanos especiales tengan una perspectiva adecuada, la contra,
esas compañeras suyas que fueron perdiendo la fe en lo que hacen, que vuelcan
sus frustraciones sobre los demás, incluidos los seres más inocentes y
vulnerables, que no distinguen u olvidaron distinguir la enfermedad del
propósito, que trabajan únicamente por el dinero, encontrarán en ello la
defensa más firme, el espejo donde su capacidad se embellece o regresa. Ya no
va a entrar al trapo ni a caer en conflictos absurdos. Le basta con arremeter
adrede contra su desidia e indolencia. Él ama verdaderamente su trabajo, y con
amor pretende diluir los prejuicios y los rencores gratuitos. Se trata de
educar el extravío, de revolucionar el entorno próximo, para que todo funcione
de nuevo, para que las conciencias se refuercen y se amplíen.
La madurez humana no se alcanza en
una etapa concreta, sino que es la adversidad, las situaciones complejas, la
cotidianidad, sin importar los años, los títulos, las obras o el pasado todo,
quienes definen este aprendizaje continuo. Los perros no somos diferentes en esto
y por ello nos adaptamos a cualquier contingencia humana. Si no lo hiciéramos
así hace mucho que hubiésemos dejado de estar a su lado; sin embargo aquí
seguimos, y seguiremos sin duda por mucho tiempo.
Día 344
(Nobleza)
Persigo una lagartija porque el
juego es sublime. No sé si a esas alturas podría matarla, aunque probablemente
sí, pues mi naturaleza permanece intacta. Es la libertad alcanzada lo que me
indica que no debo hacerlo. No tengo hambre y nunca fui demasiado caprichosa.
La lagartija me mira con sus ojitos
vivos. Le encanta jugar a la muerte, dejarse perseguir, alimentar mi esperanza
para ser quizá alimento momentáneo. El patio se llena de inquietud y tiemblan
las ramas de los árboles. La humana con gafas viene a cambiar el agua del balde
y la humana vieja se acerca a acariciarme. Gos y Oso se han pasado la mañana
ladrando pues la calle estaba repleta de humanos locos que hacían derrapar sus
coches y motos. Cuando el cachorro grande ha regresado de la escuela me ha
traído un hueso. Todos me cuidan y me quieren, y sienten tristeza al verme
atada con la cadena.
La lagartija se aproxima de nuevo.
Me lanzo sobre ella pero sabe bien medir las distancias. Enseguida se escabulle
bajo las piedras donde la cadena no alcanza. El sol brilla en el cielo. Javi ya
no puede tardar mucho en volver del trabajo y yo decido terminar el juego. Me
sitúo así un poco más atrás de la línea de inicio para comprobar si la
lagartija cae en el engaño. Sale de este modo entre las piedras mostrando su
pequeña lengua partida. Se arrima despacio, moviendo su cabeza hacia los lados,
parpadeante, y entonces me lanzo sobre ella, agarrándola con la boca. Sólo
tendría que apretar levemente los dientes y todo acabaría. No obstante escucho
el sonido de la puerta de casa, y con un instinto de nobleza la dejo sobre el
piso para que mañana continúe nuestro juego en esta eterna espera.
Día 345
(El color)
Últimamente Javi me permite salir a
la calle un rato antes de irse a trabajar. Sé que le preocupa que pase tantas
horas sola y quiere que al menos estire las piernas antes de dejarme atada en
el patio. El sol empieza a sonreír porque se anuncia un amanecer prematuro.
Apenas hay humanos en la calle y las casas están pintadas de abandono y
silencio. ¿De dónde saldrán tantos perros callejeros, dónde dormirán en las
noches oscuras y frías? A veces pareciera que los perros emergemos de entre los
escombros y la basura de la sociedad humana. Los perros de la calle son obra
del egoísmo humano, de su indiferencia y mezquindad como especie dominante. Los
seres humanos son nuestros dioses y nos castigan con la vida, el amor y el
odio. No obstante, no todos son iguales. Se puede medir de forma clara la
bondad y la empatía humana a través del trato que nos brindan a nosotros.
Olisqueo cerca de la farola y marco
con orín para asentar mi firma y por tanto mi nombre. Lo hago como un macho,
levantando una pata. A Javi siempre le hace mucha gracia este comportamiento
mío, ambiguo, paradójico, en verdad esclarecedor, y por ello ahora sonríe en la
puerta de casa mientras se fuma un pitillo y toma su café. En este instante el
sol asoma entre los árboles y su luz colma de vida la realidad. El sol se
enciende y desborda los objetos. En las ventanas brotan rostros somnolientos y
expectativas. Las puertas se abren, arrojando cuerpos abrigados a la calle. El
pueblo se despereza y comienza su actividad frenética cotidiana.
Javi saca afuera su bicicleta y me
llama. El color imprime en sus ojos la fuerza necesaria. El aire trae aroma de
flores y esfuerzos. Corriendo voy hacia él, pues el tiempo tiene una impronta
de maravillas.
Día 346
(Inclinación)
Javi lee su libro rojo y negro.
Cuando lo hace sus ojos brillan con intensidad. Luego otro que huele a luz y en
el que subraya frases con un lápiz. Su mente va hilando la verdad y los
misterios que guardan. Su pensamiento salta del pasado al futuro. El presente
queda así suspendido en la delicia de construir un puente.
Esta tarde se ha levantado viento
frío y apenas hemos paseado por la villa. Ahora teclea en la pantalla y pule su
sueño con mimo. En la sartén cantan los pimientos y las papas llenando de olor
toda la casa. Algunos perros ladran en la calle llamando a la luna y el viento
se lleva su llamado moviendo las ramas de los árboles.
Javi se ha dado cuenta que existe
una pequeña inclinación en el puente, y subraya de nuevo: “Cuando nace un hombre –por su puesto también una mujer- se le fija un
escenario. Debe comer, beber y por ende trabajar. Ello significa que le será
preciso trabajar en aquellas condiciones especiales y en aquellas determinadas
formas que le impone el tipo de sociedad en la cual ha nacido. Ambos factores,
su necesidad de vivir y el sistema social, no pueden ser alterados por él en
tanto individuo, siendo ellos los que determinan los rasgos que muestran una
plasticidad mayor. Así el modo de vida, tal y como se halla predeterminado para
el individuo por obra de las características peculiares de un sistema
económico, llega a ser el factor primordial en la determinación de su carácter,
por cuando la imperiosa necesidad de autoconservación lo obliga a aceptar las
condiciones en las cuales debe vivir. Ello no significa que pueda intentar,
juntamente con otros individuos, la realización de ciertos cambios políticos y
económicos; no obstante su personalidad
es moldeada esencialmente por obra del tipo de existencia especial que
le ha tocado en suerte, puesto que ya desde niño ha tenido que enfrentarlo a
través del medio familiar, medio que expresa todas las características de una
sociedad o clase determinada.”
Piensa en su familia, y tal vez porque desde hace un
tiempo se mueve en bicicleta y guarda su dinero en los agujeros de las paredes,
se pone a corregir la inclinación para que a los corazones que crucen el puente
no les pese el diezmo del compromiso y la libertad implícita.
Día 347
(Escucho ladrar a Che)
Qué delicia descansar y tener a Javi
conmigo todo el día. Salir a pasear por el barrio, comer y dormir juntos la
siesta en la cama. Nuestros corazones reviven el encuentro y se curan de la
cotidianidad y los esfuerzos compartidos. Javi teclea, lee, escribe; yo
dormito, me lamo las patas y huelo sus pensamientos. Nuestros sueños fluyen en
la misma dirección, por eso la balanza se equilibra y no hace falta. Las horas
se sostienen como una pared de ladrillos.
Ahora, cuando la noche nos envuelve
y nos promete devolvernos pronto otro nuevo día, nos sentamos en la puerta de
casa para contemplar las estrellas distantes y su brillo maravilloso. Javi
fumando, yo mordisqueando un hueso. Nuestros oídos se aguzan al escuchar unos
ladridos conocidos. Suenan apenas unos segundos y después remiten en el
silencio. Ambos nos miramos con asombro y pensamos de inmediato en Che. Salimos
corriendo por la calle a su encuentro, dirigiéndonos hacia donde los
escuchamos; sin embargo no vuelven a oírse ni vemos nada revelador. ¿Será la
nostalgia una falsa ilusión?
¿Pero entonces por qué nunca hemos
dejado de tener la sensación que se encuentra a salvo, muy cerca de nosotros,
en el patio trasero de alguna casa, de que nunca se fue de este barrio, de que
algún humano inconsciente la agarró por linda y buena del mismo modo que
nosotros la agarramos en su día?
Mi hermana vive, y no sólo dentro de
mí.
Día 348
(Javi se enfada con el cachorro
grande)
El día se ha desplegado tranquilo.
Javi tampoco ha ido a trabajar y al descanso de ayer hemos unido el de hoy. Nos
hemos levantado tarde y hemos dado un gran paseo por la villa hacia el río
enorme y la selva. Javi ha estado tecleando después, puliendo su sueño, corrigiendo
sus fallas, buscando el metal y sus vetas, recortando lo innecesario. Su
pensamiento me anunciaba la red enorme de información que recorre con paciencia
para localizar un dato concreto, una fecha exacta, y descubrir una incógnita
velada que le permite unir el continuo histórico que describe y las emociones
humanas que lo sustentan.
No obstante la red, su señal, se
cortaba de cuando en cuando y Javi tenía que comenzar de nuevo. Encender la
pantalla, buscar el sitio, penetrar en la fuente y ahondar en sus galerías,
respirar para aplacar su enfado creciente En una de esas se ha levantado de la
silla y se ha marchado a la casa de al lado, donde vive el cachorro grande. Le
responsabiliza a él de los cortes mencionados, pues no es la primera vez que lo
hace.
De camino ha debido transformar su
enfado en poesía, ya que ha sacado al cachorro al patio y ha empezado a
hablarle con crudeza, yendo directamente a su corazón. Yo mordisqueaba un hueso
que Oso ha dejado cerca del galpón del fondo. El cachorro se excusaba al
principio pero ha terminando reconociendo que había sido él. Ha prometido que
no lo va a volver a hacer y Javi le ha invitado a comer con nosotros. Al oler
el interior del cachorro me doy cuenta
que se siente muy solo, que su vida resulta difícil y compleja. Su padre murió
cuando era pequeño y le echa mucho de menos. Su madre le quiere pero no hace
todo lo que debiera por él, anteponiendo sus parejas a sus necesidades. Javi
también lo huele. No es que lo huela exactamente, pero lo intuye. Sabe asimismo
que el mejor modo de solucionar sus problemas es acelerar su madurez y
entregarle las herramientas suficientes para enfrentarse a ellos. De nuevo
define su trabajo y su vida, y la senda le conduce al desafío.
Javi teclea mientras el cachorro
prepara la comida. Sólo precisa atención y cariño. Su corazón sonríe al remover
los fideos en la cacerola. Qué bonito olor desprende. Me refiero a su corazón
lleno de porvenir y vida.
Día 349
(Made in Argentina)
Esta tierra es maravillosa y
sorprendente. Cuando llegamos aquí, por puro instinto, teníamos que subrayar
las semejanzas con la nuestra, pues resultaba útil sentir de este modo para no
crear una grieta demasiado grande y compleja. Ahora que los meses han
transcurrido y se ciñen a nuestros sueños y también a nuestras pequeñas
frustraciones compartidas, las diferencias resultan obvias. El clima, la
cultura, las cuestiones sociales, territoriales e históricas las establecen.
En este tiempo he aprendido, junto
con Javi, a mirar la vida con nuevos ojos, y dicho aprendizaje sitúa nuestras
perspectivas presentes. Argentina es más salvaje y también más pura. Aquí uno
puede reinventarse todas las veces que hagan falta y las oportunidades brotan
del suelo como los yuyos, la hierba y las papas. Los humanos se desviven por la
plata, quizá porque no hace mucho sufrieron una terrible crisis como la que hoy
asola nuestra tierra al otro lado del océano. Con todo se sienten inferiores a
Europa o Norteamérica, cuando no debería ser así. No conciben la pobreza
creciente del norte, su hipocresía, en parte auspiciada por su propio
desarrollo. Aquí resiste un antiguo compromiso con la tierra y sus dones. Los
humanos conservan su esencia y aman y
protegen el fruto de su esfuerzo. Hay más perros, sobre todo callejeros, porque
la gente los empareja y los vende. Del sobrante nacen las razas abandonadas. El
mundo de los humanos es semejante. Si toman estos la misma senda que algunos
tomaron tropezarán con las mismas piedras, ya que nadie las sacó del camino ni
se planteó cambiar de rumbo. El desastre acá está siempre en la vereda más
próxima, al igual que los sueños y las ilusiones. Las cimas de la gran
cordillera, las pampas y las selvas son testigos mutantes se esta suerte
desigual. Tal vez por esto todo se recicla, todo sirve y se trasforma; se le
otorga un valor a cada cosa según su utilidad, por vieja, desusada o diferente.
Un sentimiento místico y fraterno recorre las calles. Y es que tenemos que amar
sus diferencias como sus semejanzas. Al fin y al cabo se trata de eso. De vivir
a nuestra manera en cualquier lugar.
SEMANA 51
Día 350
(Fuerza)
Soy capad de abrir las puertas más
pesadas. Me pongo sobre las patas de atrás y me alzo a la altura suficiente.
Apoyo las delanteras sobre el picaporte y dejo caer el peso de mi cuerpo para
sustentar lo imposible. No lo aprendí por modelado, copiando el gesto o la
estela procesual humana. Fue la sencilla necesidad de escapar de mi encierro lo
que me llevó a esta solución, aunque el encierro supusiera en aquel tiempo un
refugio inestimable.
La fuerza de la necesidad mueve el
mundo. Por ella ocurren las más terribles desigualdades y las revoluciones que
lo transforman todo. Los necesitados migran como nosotros; algunos ni siquiera
lo consiguen. Los países cambian de gobierno y modifican sus leyes. Las
fronteras se modifican y los imperios se disfrazan con afán globalizador. ¿Cuántos
millones de corazones suplican una oportunidad a la vida, destruyendo lo
alcanzado por sus padres? Los miserables son la fortuna de los amos. Sin
miserables no habría amos. Sin amos los miserables serían tan sólo los
infelices.
Huelo a Javi al otro lado de la
puerta. Huelo su optimismo y siento cómo sus palabras me alcanzan. Después de
observar con atención diferentes formas de empuje, Javi sabe que se puede
derribar un muro enorme aplicando una pequeña fuerza en su punto más débil.
Sólo hay que contar con la calma suficiente para hallar dicho punto. Levantarse
sobre las traseras, apoyar las delanteras sobre el picaporte. El resto lo
traerá la gravedad; es decir la necesidad verdadera.
Día 351
(La bombilla)
Cuando Javi ha regresado del
trabajo, algo le pesaba en el corazón mientras me acariciaba y se distraía
tratando de componer de nuevo su teléfono móvil. No ha habido forma de lograrlo
y entonces la soledad ha caído sobre él como el sol a través de las cortinas,
despacito.
Después del paseo por la villa, del
teclear incesante y predecible, se ha puesto a calentar agua en un cazo. Yo me
he tumbado sobre la manta. El agua burbujeante anunciaba la infusión con el
palito metálico.
¿Quién entiende en qué consiste el
proceso de traducción por el que de pronto alcanzo una palabra del lenguaje
humano? El tiempo siempre trae las condiciones oportunas, y al levantar el
telón preciso aparece sin más el nombre, ya no el significado pues la vida y el
contexto están simplemente marcados en su interacción, sino el propio nombre,
en este caso bombilla. ¿Por qué será que ahora me ha llegado este cambio? ¿Cómo
me llegó en su día el avión para nombrar al pájaro de hierro, la veterinaria
por el hospital de perros, Maswchitz, Escobar, Vero, Omar y Clarita, la
Panamericana como la carretera grande, el Paraná como el río enorme y tantas
metamorfosis gramaticales.
Cuando un perro vive junto a un
humano se fijan en él sus términos, sus expresiones, traduce sus pensamientos
como puede, como si fueran materia aromática y clasificable. Sin embargo el
instinto nos hace atesorar aquella materia prima del lenguaje que nos permitió
comprender la realidad. Y de un modo semejante ellos adquieren con esfuerzo
otras destrezas que nos pertenecen. Es un intercambio con feedback oloroso y
sonoro.
Día 352
(Consecuencias)
Nuevamente estoy en el patio. De mi
rutina aúllo canciones. Suena la llave y mis orejas se alzan. Los ojos de Javi
emergen cargados de brillos aireando la realidad que se inquieta. Si tuviera
que elegir un color elegiría el negro, porque en él están inmersos todos los
colores existentes. Si tuviera que hacerlo con un olor, me quedaría con el que
mana de Javi cuando la vida le sorprende y se siente de pronto como un cachorro
que descubre una nueva verdad entre los pliegues y accesos de la mentira.
Un solo pensamiento chilla en su
cabeza. Yo percibo su alcance, en efectos, consecuencias, revolución, evolución
y justicia. Han despedido a una de sus compañeras, una de las que oprimían a
los humanos especiales obviando su condición vulnerable y maravillosa. El
trabajo será más arduo y complicado ahora, pero habrá sin duda más dignidad.
Día 353
(35 años)
Fue desde anoche que comenzó un
nuevo día, mucho antes de empezar sin duda, con la extrañeza de las cinco horas
que nos separan de nuestros seres queridos, humanos y perros. En la pantalla
los padres de Javi y algunos amigos le felicitaban por su cumpleaños. Su madre
con lágrimas inconsolables y su padre con gesto grave tras una leve sonrisa,
haciéndole el mejor de los regalos: el cariño incondicional. Las estrellas
distantes manifestaban su influjo con mensajes de aliento y por momentos
renegaban del cielo y su inmensidad para invadir nuestra casa con su amor y su
brillo.
Javi soñaría después con todos, tan
nítidamente que cuando ha sonado el despertador las imágenes se han prendido
por las paredes y Javi estiraba sus brazos para tocarlos con los dedos, casi
para olerles y sentir su presencia. Y es que hoy Javi se ha marchado a la gran
ciudad. Otra vez imbuido en los procesos humanos interminables, esas filas
eternas que se desparraman hacia la calle rodeando edificios y veredas. La
legalidad es un anhelo que Javi rechaza con todo su corazón. Sin embargo
resulta irremediable, al menos por ahora. Han ido llegando hasta mis ojos las
altas torres del centro de la ciudad, los maravillosos parques colmados de
árboles imponentes y la marabunta humana desfilando presurosa, conciliándose sin
chocar.
Por la tarde ha quedado con su amiga
Agus para tomar un café, aunque la tristeza que ambos desprendían ha devorado
el tiempo y pronto se han despedido. La única celebración del día ha
sobrevenido a su regreso, cuando me ha soltado de la cadena del patio y nos
hemos ido juntos a pasear por la villa. Javi me ha regalado las horas
indispensables y yo le he regalado a él lametazos de alegría, ternura
condensada y silencio tras las orejas alzadas. Hemos pasado por el kiosco y
Javi se ha comprado una botella de whisky. Así la locura de beber y teclear, de
compensar tanta ausencia amada, añorada, de escribir versos de amor, muerte y
vida, ha constituido el acceso a la noche.
Javi se ha metido a la cama borracho
y yo me he tumbado con él para orientar sus sueños próximos. Ahora las paredes
y el techo de la casa se llenan nuevamente de rostros y paisajes que se enredan
para conformar un universo propio. Javi respira fuerte para nutrirlo y una
pequeña lágrima rueda por su mejilla mojando las sábanas.
Día 354
(Accidente)
Abro los ojos y veo a Javi
pedaleando sobre la bicicleta. Esta vez no es su mirada la que me muestra el
devenir del día. Estoy fuera de él y eso me angustia, como si esta nimia
distancia fuera un mal augurio. Vamos por una vía paralela a la gran carretera,
muy cerca de su trabajo y la pradera maravillosa que durante un tiempo fuera
nuestro hogar. Javi saca la mano para girar en la entrada y se escucha un
claxon a su espalda. Intento ladrar, advertirle desesperada, aullando, gimiendo
con todas mis fuerzas. Declinan y coinciden sobre él una línea de oscuridad y
otra de luz que se desafían, una silueta conocida y una sombra, los astros
concentrados en un único punto, las perspectivas superpuestas, enfrentadas. Un
vehículo colectivo lo atropella lanzando su cuerpo contra el asfalto. Es
instantáneo. El tiempo se suspende y sobrepasa su intención. Ahora una
camioneta que llega a contramano está a punto de pasarle por encima, al igual
que las ruedas del vehículo colectivo. Todo regresa a su sino. Javi queda
tirado en el suelo, con la cabeza sangrando, completamente inmóvil. Varios
humanos se acercan a él para comprobar cómo se encuentra e intentan que no se
mueva aunque consiguen exactamente lo contrario. Javi quiere ponerse en pie. Se
palpa nervioso con las manos, pidiéndoles ayuda para levantarse, es decir, para
que lo levanten. Sus ojos brillan con una intensidad enigmática. Por sus gestos
parece que se ha lastimado un brazo y la sangre empapa su camiseta. Su voz es
frágil. Se quita la mochila y la arroja con enfado a la vereda de hierba antes
de sentarse y de encogerse sobre sus rodillas temblando. El conductor del vehículo
colectivo, pálido, le ofrece un cigarro y se sienta junto él. Juntos platican y
fuman, se odian y se quieren, tratando de comprender lo sucedido en tanto los
pasajeros comienzan a bajar del vehículo y a caminar por la carretera con rostros
asustados y curiosos. Son estos los extremos de un continuo. Muy pronto aparece
la policía. Alguien ha debido llamar. Los agentes se acercan a Javi y le hacen
preguntas inverosímiles. Suben su bicicleta a la patrullera y toman sus datos y
los del conductor. Restablecen el tránsito rodado. Agilizan la tragedia y en
cierta forma la camuflan. Logran enmendar los testimonios alejando los testigos.
El sonido de la sirena de la ambulancia amaga su intención. El asunto es si
Javi denunciará o no el atropello, o si le denunciarán a él, pues su visa lleva
tres días vencida y sus derechos se hallan suspendidos en parte. Javi se
explica, escupe sangre a sus pies con los ojos humedecidos. No tiene ganas de
denunciar a nadie, en todo caso de tomarse una cerveza con el conductor para
custodiar la fórmula del entendimiento, para olvidar los errores mutuos. Todo
se desvelará mañana. La ambulancia interrumpe a la autoridad y los sanitarios
obligan a Javi a tumbarse boca arriba. Le colocan un collarín y le sitúan con
cuidado sobre la camilla. Inquieren su nombre, su edad, le dicen si sabe dónde
se encuentra. Ya en la ambulancia se lo llevan al hospital más próximo porque
parece probable que se haya fracturado algún hueso, aparte de haberse golpeado
muy fuerte la cabeza. Yo viajo tras ellos por el aire, sobre la gran carretera,
como un pájaro. Sigo así la ambulancia, su sonido, y el devenir de las luces
giratorias, como si el amor y el miedo me impulsaran. Por ello no puedo
asimilar este cielo cargado de nubes blancas y los brazos infinitos del río
enorme, nuestro pueblo abrazado a sus orillas, a los bosques y las selvas que
lo ciñen. En unos minutos estamos en una sala de las urgencias del hospital, un
edificio sucio ante cuyas puertas hemos pasado en alguna ocasión al marchar
desde casa hacia el centro. Inconcebiblemente conozco cada término humano, cada
concepto, nombre o impresión. Nunca hubiera imaginado tanta humanidad en mí. Le sacan radiografías, le conducen de un
pasillo a otro, médicos diferentes auscultan cada rincón de su cuerpo y ponen
cara de sorpresa al conocer los detalles del accidente. No se ha roto nada. Ha
sido una suerte, sin duda milagroso, moderadamente extraordinario. Ahora le
cierran las heridas con un hilo negro, sin anestesia, mientras las caras
permutan desde la preocupación al alivio. Javi aprieta los dientes, conteniendo
el dolor y esa sensación huidiza que mantiene su mente afanada. Pero estar vivo
es la mejor de las anestesias. De esta forma bromea con la enfermera que cose,
tratando de animarse a sí mismo y de corregir el día, embriagado de lucidez y
un entusiasmo precoz. La enfermera es bonita, casi una alegoría del auxilio.
Una compañera del trabajo que debió reconocerle en la carretera ha venido.
Acaba de asomar su cabeza asustada por la puerta y sonríe. Lo accidental puede
vencer a lo circunstancial, ya se sabe, pues es una de las compañeras con las
que Javi siempre tuvo problemas, pues su criterio humano y profesional difiere
como la noche al día. Desde aquí, desde esta especie de posición inconcebible,
soy capaz de alcanzar todos los pensamientos y sentimientos que surgen. La
muerte se encuentra en la ventana, aunque nadie la mira. Es una ráfaga de
viento verde que se cuela moviendo las cortinas. En una camilla próxima un
humano joven se retuerce de dolor y Javi se acerca a él para preguntarle qué le
pasa. El humano joven cuenta que hace un par de horas alguien le disparó dos
tiros en una pierna y que le están haciendo una transfusión de sangre antes de
sacarle las balas. Está embriagado de vida ajena, como cuando Javi bebe whisky
o fuma armados de yerba. El silencio no existe aunque sea un hecho
comprometido. Y como Javi no puede esperar, como necesita moverse, como no se
da el más mínimo respiro, prorroga la conversación con el humano joven,
instándole a que le cuente toda la historia. Esta escucha contrae los minutos,
aguardando que alguien venga a darle un calmante, cualquier pastilla que
detenga los pinchazos, el malestar punzante que hace imposible la inacción, que
convierte su cuerpo en un pozo. Apenas puede mover los brazos. Las costillas se
resienten. Las piernas son las únicas que resisten y responden. El tronco y las
raíces han soportado bien el impacto y en este momento piden arranque.
Cuando Javi marcha por el pasillo,
deambulando sin sentido, un médico le llama a su espada. Le explica que tiene
una luxación de hombro, codo y muñeca, pero que no han visto nada más en las radiografías.
Le escribe una receta con varios medicamentos, el tratamiento a seguir, que
consiste básicamente en guardar reposo, y le manda para casa. Ya está, piensa
Javi. Me libré. Ahora vuelve para despedirse del humano joven y le abraza
deseándole suerte. Justo ahora un celador viene para trasladarle al quirófano.
El humano joven no quiere soltar la mano de Javi y tiene que acompañarle hasta
la puerta. Después se cruza con la enfermera linda y le da dos besos manchando
su mejilla con el yodo que ella misma le puso. Su compañera del trabajo le
espera en la entrada de urgencias con su mochila y se ofrece para llevarle a
casa en su coche. Todo termina y poco importa lo demás. Hay que establecer una
línea provisoria y descubrir lo transcendente.
En un rato el Atlético de Madrid
perderá la final de la Champions con el Madrid y Javi se rendirá por fin al
cansancio y a la inmensidad. Se tomará dos pastillas, se fumara un pitillo que
el cachorro grande colocará en sus labios y los analgésicos harán el resto. Yo
estaré tumbado con él en la cama, lamiendo sus manos y feliz por tenerle allí
conmigo. La humana vieja le narrará con lágrimas en los ojos que a eso de las
once, en el mismo instante que el vehículo colectivo le atropellara, yo comencé
a ladrar y a gemir con fuerza en el patio, y que no he dejado de hacerlo
durante horas, que no he comido ni me he movido de la puerta, hasta que el sonido
de la llave me ha devuelto el sosiego y he distinguido la mirada brillante de
Javi atravesando el quicio desnudo con un brazo en cabestrillo y ese olor a
sangre vertida.
Día 355
(Dolor intenso)
Javi apenas se ha movido de la cama
hoy. Su pensamiento cifra que el sueño es una cura y el movimiento es la escusa
para incidir en él. Algunos humanos han venido a casa para verle y transmitirle
cariño, aunque estas visitas son frágiles. Como el teléfono sigue estropeado
nuestra vecina humana aparecía de cuando en cuando con el suyo para que Javi
pudiera hablar y sacar el susto ajeno en la conversación. Tenía que sujetárselo
contra la oreja, ya que no podía levantar los brazos.
La química y la yerba le han ayudado
a soportar el intenso dolor que punzaba sus articulaciones y sus ligamentos.
Cualquier mano le alcanza la comida a la boca, o un sorbo de agua, o un pucho
clandestino. Yo le miraba desde la manta verde, sin perderme ni uno de sus
gestos, y él me mirada a mí como si supiera de algún modo mi intención. Sus
ojos expresaban agradecimiento, consuelo y cierta zozobra existencial. Todos le
decían lo afortunado que había sido y Javi reflexionaba este embudo
contradictorio, lo paradójico de la fortuna y la suerte, cuando no puede ni
agarrarse el pito para mear, cuestión que ha entusiasmado a la humana con
gafas, que se ha ofrecido inmediatamente para dicho socorro.
Hoy no ha habido paseo por la villa
ni condimentos fragantes en la sartén, pero no me importa. Lo único importante
es que Javi se encuentra bien, que yo puedo subirme a la cama y allegar mi
hocico a sus emociones, que está a salvo, que se libró de una buena, y que
podemos seguir juntos nuestra aventura. No me dejo llevar por los malos
pensamientos. Sé que acariciarme le supone un débito inconmensurable. Sin
embargo no escatima ni me priva de su complicidad. Caricias que son como
alimento en este desaliento circunstancial.
Día 356
(Recuperación)
Resulta inestimable el valor que la
noche guarda, el poder curativo del sueño, la terapia del descanso y el alivio.
Javi se ha levantado nuevamente dolorido pero ha recuperado un poco la
movilidad del brazo izquierdo. El derecho, que se llevó todo el golpe en el
accidente, no responde aún como debiera. Son los ligamentos que se resienten y
el eco del impacto. Las costillas, las piernas muestran moratones crecientes. La
intensidad del choque atestigua su retraso silencioso. Con todo Javi se ha
levantado, hemos salido a caminar, se ha metido bajo la ducha del calefón y
hemos comido juntos en casa de nuestros vecinos. La cama ha sido después el
premio al inicial esfuerzo de recuperación. Javi concibe ir a trabajar mañana y
no hay quien le saque de esta. Podría permitirse descansar una semana más,
quizá dos. Sin embargo parece ansioso por recuperar la normalidad, para dejar a
tras lo sucedido. No es buen enfermo; nunca lo fue ni lo será. Niega racionalmente
la realidad y la energía de su pensamiento troca el dolor en estímulo.
De este modo no se siente tan grave
ni tan inválido, aunque hay algo que fluye por debajo que le preocupa y le
angustia. No entiende el sentido. Hay algo que no es capaz de adivinar pero que
intuye vagamente. Fuerzas enfrentadas, abismos extraños, ignotos. Tal vez lo
físico para él no tiene la misma importancia que lo emocional. En otras
ocasiones percibió mayor flaqueza y la soportó con calma. No siente que sea su
peor momento desde que vinimos a esta tierra. Hemos pasado cosas peores. Ahora
le descubro armándose un pitillo de yerba y a pesar de las dificultades lo
consigue. Al oler su mente leo su intención comprometida. Se sienta despacito
en una silla, y acciona el botón de encendido de la pantalla tecleadora. Quiere
hablar con las estrellas distantes, contarles todo lo sucedido, volcar su alma
en sus palabras. Necesita celebrar con ellas la esperanza y el tiempo. Ver sus
caras amigas, amantes, y vaciar su corazón para llenarlo de brillos.
SEMANA 52
Día 357
(El abuelo Víctor)
Esa preocupación mencionada no ha
tardado en revelar su impronta. Javi se ha ido esta mañana a trabajar con el
brazo en cabestrillo, custodiado por pastillas e infusiones, con ganas de
enfrentarse al mundo y sus ramajes. Ha esperado el vehículo colectivo en la
esquina de nuestra calle en vez de marchar caminando hasta centro; ni aludir la
imposibilidad de hacerlo en bicicleta, que guarda la policía en no sé dónde. En
nuestra unión mental positiva he podido verle resistir el dolor, soportar las
horas de trabajo con paciencia, tratando en todo momento de mostrarse a los
humanos especiales y a sus compañeros fuerte y decidido, explicando a su modo
la ausencia de estos últimos días, respondiendo a sus preguntas llenas de
intención e inquietud, tranquilizando sus dudas, restando importancia a lo
ocurrido. El patio me ha parecido más triste que nunca, sin entender porqué. No
tardaría mucho en hacerlo.
Después de regresar, durante el
paseo, iba pensando en que hoy tendría que hablar con sus padres por la
pantalla tecleadora y su olfato se resistía. Los dos nos olíamos la dificultad
de mentir. No le gusta engañar si no es cariñosamente imprescindible. Y así no
le ha quedado otra, pues si se llegan a enterar del accidente se angustiarían
seguro y sin remedio. Ha tenido por tanto que taparse los puntos de la ceja con
el pelo y aguantar toda la conversación con el brazo en vilo para que no se
dieran cuenta de nada. En verdad ha sido con su padre, pues su madre no estaba
allí con él. Javi no se esperaba esta ausencia. Pero las noticias que del otro
lado no eran para nada buenas, y ha tenido que escuchar las palabras de su
padre, palabras que le decían algo que en el fondo él ya había presentido y que
el dolor le ocultaba tras un velo de sombra. Y es que el sábado, mientras a él
le llevaban herido al hospital en aquella ambulancia por la gran carretera, al
otro lado del océano, otra semejante llevaba a su abuelo Víctor, con un fuerte
infarto que volvía a romper de nuevo su frágil corazón. Lo más sorprendente es
que el infarto sucedió a la misma hora. Una casualidad inexistente, un instante
de conexión invisible entre ambos, como si se dieran la mano en la adversidad y
de alguna forma irracional se alentaran mutuamente. Su padre le ha dicho que
está mejorando, que los médicos al principio no les dieron muchas esperanzas pero
que justo hoy había ganado un poco, que no le habían contado nada para que no
se preocupara. Es una locura. Javi se ha puesto a llorar porque comparte una
estrategia idéntica, porque comprende que su abuelo se va a morir.
Siempre ha sido el mayor miedo de
Javi en este viaje. Perder a alguien querido. No poder estar con los suyos
cuando más lo necesitan. Todo estaba escrito y sentido desde hace tiempo. Ahora
recuerda aquella sombra enfrentada a la luz que yo puede distinguir en el
atropello. Yo puedo olerlo con nitidez. Los ojos humedecidos del abuelo Víctor
el día de la despedida antes de que viniéramos para acá diciéndole que volviera
pronto, su templanza medida, fruto de los años de miseria y esfuerzo, de una
historia personal maravillosa, llena bondad indiscreta y fértil, de crecimiento
y desengaños. Por ello no dice nada. ¿Qué puede decir? Se despide como puede de
su padre quedando en hablar mañana a la misma hora. Mentiras y verdades que se
entremezclan en un balde de amor y compromiso. El aprendizaje es duro, hiriente
y sobrecogedor. Esta parte del mundo humano es un misterio extraordinario. Sus
ojos siguen brillando ahora que el dolor se mimetiza y transciende. La vida
duele tanto por dentro como por fuera. El abuelo Víctor lucha por vivir, o más
bien por aceptar su muerte mientras el mundo gira alejándole de él. Javi sabe
perfectamente que el tiempo se le escurre. Se tumba en la cama y me llama a su
lado. Piensa en El Ordial, en su familia, en sus amigos y los concilia sobre el
techo. El torbellino le hace cuestionar nuestra aventura y las metas que nos
trajeron hasta aquí. Por un segundo duda de todo, sobre todo de sí mismo y cae
en un abismo de desarraigos y fantasía. Yo le lamo las manos y él me mira desde
su infierno momentáneo. La manta verde se enfría. No sé cómo ayudarle. ¿Cómo
podría hacerlo?
Día 358
(Bregando contra la adversidad)
La ecuación se empacha de
incógnitas. El tiempo prosigue; nada lo detiene ni lo curva. El patio amanece
henchido de neblinas. La mañana es fría. Gos y Oso han venido conmigo a la
caseta y nos hemos acurrucado los tres para soportar la temperatura. Los
árboles sudan rocío y las hojas chorrean destellos luminosos. Tal vez han
entendido que es un momento difícil para mí y quieren acompañarme en este
estado. Las horas se consumen. Mi mente se halla con Javi. Se ha ido a trabajar
temprano, con su brazo en cabestrillo y la mirada triste, con una sonrisa
forzada que habrá convertido en máscara disfuncional. Esta noche ha soñado con
su abuelo y han estado hablando de las mismas cosas que ellos siempre hablaban.
De ganados y campos, de aquella vida perdida y comunal de la sierra, de los
nombres de los huertos y las dehesas, de los vientos y las tormentas de nieve.
Como su teléfono móvil aún se encuentra en la tienda de reparaciones, el
cachorro grande le dejó ayer un reloj de pulsera con alarma. Javi ya estaba
despierto cuando ha sonado. El dolor de costillas le avisaba del día un rato
antes.
Cuando ha tornado del trabajo hemos
salido a pasear por el barrio. Las calles estaban henchidas de humanos que
llegaban a sus casas, de cachorros que volvían de la escuela y de adultos que
regresaban de sus quehaceres cotidianos, de pronto insustanciales o turbios. Los
perros callejeros me saludaban y he conseguido hacer que Javi sonriera cuando
me he enfrentado a un compañero oscuro y enorme que siempre me gruñe cuando
paso por delante de su valla. Todo permanece en suspenso. Javi brega contra la
adversidad, pero se siente débil, extraviado en la distancia. De nuevo en casa
ha encendido la pantalla para hablar con su padre y de nuevo no sabía qué
decir. Eran dos rostros humanos enfrentándose a la realidad, mintiéndose por
cariño.
Ahora Javi prepara mi balde con comida
y se arma un pitillo prematuro. El humo se expande y dobla sus ojos hacia
dentro. Se tumba sobre la cama y aguarda a que el cansancio desconecte su
cuerpo. La habitación empieza a oler a jaras y a espliego. El sueño le arrulla
canciones, jotas serranas y romances. El sueño le lleva con su abuelo, que le
espera sentado a los pies de un roble prodigioso.
Día 359
(La Nada)
Los santos de Javi se apuran y
confluyen. No hay duda. Javi no puede sacarse de la cabeza lo ocurrido desde el
accidente. Si yo pudiera contarle de aquella línea de luz y de oscuridad que le
sostenía momentos antes de que el vehículo colectivo le atropellara quizá se
sentiría algo mejor. No obstante ahora todo es demasiado confuso. Hay ángeles
que le protegen y diablos que le empujan. Unos y otros son humanos
extraordinarios, que jamás dejaron de luchar por ser ellos mismos, por alcanzar
y aprender de la vida, hasta que la muerte segó sus preguntas. La santa muerte
va corrigiendo sus impresiones, mostrándole que la vida es ese impulso hacia la
nada, pero asimismo mucho más.
Día 360
(La frase anunciada)
Y la frase anunciada llegó a través
de la pantalla tecleadora. No fue tan fría como podría parecer. Otra vez a la
misma hora Javi y su padre hablaron cuando la verdad ya vencía a la esperanza,
esa intentona dorada, ese silencio abierto al aire. Ya está sedado hijo… puede aguantar unas horas, tal vez hasta mañana… el
abuelo Víctor ya está dormido…
La respuesta de Javi no es obra
de la reflexión sino un sentimiento flexible… Papá, entonces regresa ya al hospital… Tienes que estar con Mamá y con
la abuela… Despídete del abuelo; dale un beso de mi parte y dile que le quiero…
Todo sucede por algo. O tal vez no. En el barrio de
la Chechela, nuestro barrio, los templos son kioscos y las iglesias verdulerías.
Las creencias se sitúan bajo el sustento. Por ello no hay campanas de muerte ni
otras conjeturas idealizadas. Tan sólo los perros de la calle que aúllan cuando
notan que un humano se extingue, dueños que no lo son ni de sí mismos: futuros
fantasmas del tiempo.
Javi escribe ahora en su libreta,
con la mano izquierda, necesitado de expresar sus sentimientos. Es un zurdo
impulsivo, obviando el dolor que nubla:
Con naturalidad/ pretendes evitar el
peaje del oprobio/ muerte mierda/muerte tangible
agarras todo lo que amo como si
fuera tuyo/que lo es/aunque ya no me creo que tú misma no ames aquello que te
llevas
te llevarás así su aliento y su rostro
amable/con unos ojos cargados de brillos, de sueños humildes y cadenciosos/la
materia y su estructura armónica/su calva asamblearia en coalición/sus arrugas
valientes, sus cejas alzadas por el asombro/su postura nítida/de terrateniente
sin tierra, de hombre capaz, comprometido/hasta su prominente barriga/aquella
almohada sin duendes ni fantasmas
te llevarás igualmente sus manos
/esponjosas herramientas humanas, ajadas por los años de trabajo/últimamente
suavizadas de un modo insoportable
no podrás en cambio tocar su
corazón/aunque ahora se agote y tu quisieras conservarlo
no podrás tocar su risa
sencilla/ni su reproche oscuro/tampoco su forma de beber del porrón de vino/de
demudar la conversación a un inventario/de pensamientos indispensables y
lúcidos/de experiencias que obraron con precisión de bisturí/sus buenos gestos
y otras caricias camufladas
no podrás tocar su caminar
vivo/porque son mi andar y mi herencia/ni sus nervios infinitos/con los que te
reto a una partida de cartas/ ni su movimiento perpetuo/ con siestas
indispensables, bostezos y esperanzas
no podrás tocar el tono de su
voz/elevado y terco/capad de contagiar a tres generaciones de cabezones
razonables/camino de cuatro
ni sus motivos para ser como fue/
inteligentemente cariñoso/portavoz de un sendero creciente y fértil
podrás acometer tu
fuerza/forzando en llanto su valía/su generosidad jamás derrochada ni parcial
pero no podrás alcanzar su
alegría/cuando me contaba en aquel margen de la dehesa/cómo se agachaba de niño
para cortar la mies morosa.
todo esto quedará en nosotros,
porque lo recordaremos por siempre/ muerte grotesca/ muerte linda
Los aullidos suenan en nuestra
calle. Javi fuma en la puerta contemplando las estrellas distantes. Hay una que
hoy brilla más que el resto. Porque está a punto de estallar y morir, llenando
de átomos de carbono y humanidad el universo vacío.
Día 361
(Entierro en la distancia)
Nada le hubiera gustado más a Javi
que estar hoy en El Ordial, en el entierro de su abuelo. Llevar su cuerpo al
reposo absurdo y racional. Observar las montañas y dirigirles un guiño
comprometido y comprometedor. Proteger con su acción las viejas identidades.
Saludar a todos los ancestros que aguardan en aquel pequeño cementerio custodiado
por dos higueras, una tapia y ese cielo limpio y perennemente en primaveral.
Clavar el azadón en la tierra negra y cubrir después el ataúd con ese sonido
trágico y dulce de la pala que aplicada al olvido. Abrazar a su abuela, a su
madre, a sus tíos y primos, y hacerse el fuerte, como siempre hace, cubriendo
de buenas palabras y gestos el acontecimiento, recogiendo con un dedo sus lágrimas
y logrando que los recuerdos felices fluyan para iniciar un duelo positivo,
familiar.
El abuelo Víctor era un humano muy
querido y de este modo imagina el pueblo repleto de gente, sus veredas
henchidas, hormigueando desde la plaza a las cuatro calles que la cruzan.
Imagina que las vacas y las cabras también acuden a la despedida, con mastines
vestidos de negro, todos con cencerros brillantes de bronce pulido. El viento
mueve las ramas de los robles. Está bien que el abuelo descanse en la sierra,
piensa Javi, pues en ella nació y se hizo como ser humano. No hay mejor tumba
que un paisaje maravilloso y reconocible. No hay forma más bella que un círculo
cerrado, excepto la espiral.
Día 362
(Llanto de vida)
Javi acaba de hablar con su madre, y
ahora que ella no le ve, que la pantalla guarda silencio, Javi se permite el
llanto, que es llanto de vida, llanto necesario. Qué complicado ha sido decirle
lo siento Mamá, tener que animarla sin el tacto de la proximidad, decirle que
no se preocupe, que estamos bien, y mentirle a la cara tras un abismo nunca tan
grande como el de hoy de miles de kilómetros insalvables. Ella pidiéndole
perdón por las mentiras, arrugando un pañuelo entre sus manos, descubierta y
sensata; en tanto Javi soportaba las suyas, escondiendo la cicatriz con una
gorra, las punzadas del brazo con analgésicos y el vacío a conciencia, igual de
sensato. Jamás dejarán de asombrarme estas costumbres humanas. Por amor son
capaces de negar la luz del sol y de doblar los abismos con sus manos.
Yo me acerco a Javi y gimo para
cortejar su pena. Entonces él me sonríe, pero sus lágrimas rebasan su actitud.
Día 363
(Recuerdos transcendentes)
Fumándose un pitillo eterno en la
puerta de nuestra casa, aprovechando el sol que declina sobre los árboles
dormidos, después de regresar nuevamente del trabajo, la piedra de toque de
toda su reflexión, Javi hace balance de estas últimas semanas, mientras yo
huelo acurrucada sobre sus pies este inventario personal, hoy corregido por el
poder de los sentimientos que le tutelan.
Vinimos aquí para aprender, para
construir, para realizar nuestros sueños, para crecer y desvanecer los miedos,
para evolucionar y conocer todo lo posible, para permitirnos un respiro y alzar
nuestra mirada sin custodias ni condicionantes. Nuestra tierra violentaba
nuestras esperanzas. Los humanos allá viven un nuevo tipo de dictadura, oculta
tras una máscara de libertades volubles. No es distinto de lo que sucede acá,
pero las diferencias resultan obvias. El capital es un dios del que Javi
siempre renegó, a pesar de vivir bajo sus leyes estrictas. La experiencia y la
sabiduría adquirida es lo único que puede librarnos de su influjo. No hay nada
mejor que renacer una y otra vez para escapar de sus reglas. Los humanos
primitivos fueron los primeros libertarios, porque el mundo entonces era
suficiente para todos. Los pobres fueron los segundos en serlo porque al
morirse no se permitían creer en una autoridad que les oprimía y esclavizaba,
aunque admiraran irracionalmente su esplendor. Nosotros no somos pobres, porque
sabemos esto. Hemos aprendido, hemos construido con paciencia, hemos conformado
nuestros sueños, hemos crecido y marchado en contra nuestros miedos; estamos
evolucionando, conociendo la vida por las buenas, por las malas, como viene,
como sea, respirando sin ataduras, sin bajar nuestra mirada al suelo ni
arrodillarnos ante nadie. Hemos logrado algunas cosas y también hemos perdido
otras. No obstante el balance es positivo. Aún tenemos por hacer, y seguimos
juntos como al principio, más aún si cabe. Hay promesas que cumplir. La muerte
de su abuelo le ha puesto nuevamente en sobre aviso, reajustando la trayectoria.
Todo ha sido una señal para que nada ni nadie nos desvíe, en todo caso nos
impulse.
Ahora huelo el niño que fue Javi. Es
verano en El Ordial y su abuelo Víctor le llama desde la puerta de casa. Javi
apura un vaso de agua con vino y corre tras él sosteniendo en su mano una vara
de cerezo. Le da un trozo de pan a Gringo, un enorme mastín blanco que no se
separa nunca del abuelo y que es capaz entender con una sola mirada lo que
piensa. Caminan los tres hacia la sierra, primero por senderos limpios y
después a través de un mar de estepas y brezos. Gringo se sumerge en la
espesura de la maleza y desaparece por un momento. El abuelo y Javi le siguen,
pero su avance es más torpe. Su abuelo silba de cuando en cuando y Gringo
responde con ladridos potentes. Son su brújula y su estrella. Llegan así a un
pequeño claro alrededor de una vieja carrasca abrazada a un roble. A sus pies
distinguen la vaca moribunda, con las patas de un ternero asomando de sus
entrañas. Tienen que ayudarla rápido o ambos podrían morir. El abuelo Víctor
intenta atar una cuerda a las patas embadurnadas de sangre pero la cuerda
resbala. Se ensucia las manos, también Javi, aunque finalmente consiguen
afianzarla con un nudo. Es la vaca preferida de Javi, de nombre rubia. Cuando
tiran de la cuerda mueve su cabeza de un lado para otro, con ojos saltones,
espantando con un mugido profundo a un millar de moscas azules. Gringo les
ayuda tironeando asimismo de la cuerda con sus fauces. Ya asoma el cuerpo del
ternero y por un segundo parece que va a reventar a su madre. Rubia muge de
nuevo y es puro dolor. Gringo gruñe en un último esfuerzo y el abuelo Víctor
arruga su frente. Juntos tiran con todas sus fuerzas. Javi nunca podrá olvidar sus
caras. La cuerda cede y el ternero manchado de sangre y heces se desliza por el
suelo con los ojos cerrados. No respira. El viento cae por las laderas
susurrando muerte. Sin embargo el abuelo ya se embarca. Agarra el pequeño
ternero en sus brazos. Le sopla aire por la nariz y le palmea con fuerza en el
lomo. El ternero despierta y chilla logrando que su madre se levante. Poco
después regresan todos hacia el pueblo. Gringo jadea de un modo extraño y el
abuelo se acerca a él para comprobar qué le ocurre. Abre el pelo de Gringo y
cuando llega al cuello, con ojos humedecidos, le dice a Javi que le ha debido morderle
una víbora. Javi distingue los dos agujeros oscuros y se abraza a Gringo.
Durante un mes le verá agonizar, atado con una cuerda en la cochera,
enloquecido por los remedios, por los pinchazos inútiles, por el sufrimiento y
la aflicción, hasta que una mañana lo encontrará quieto, dormido para siempre
sobre su propio manto. Entonces lo cargará en una carretilla y se lo llevará a
un prado alejado del pueblo. Allí abrirá una fosa con una azada y pondrá en
ella el cuerpo de su amigo. No habrá rezos por él ni lágrimas pesimistas. El
abuelo le habrá seguido y emocionado le dejará hacer.
Ya he olido este recuerdo antes. Otros
recuerdos le alcanzan, le arrullan aprendizajes, afectos y matices. Los perros
aprendimos a tener memoria al lado de los humanos y los humanos salvan su
instinto junto a nosotros. Este es el intercambio esencial entre nuestras
especies. La vida se despliega y esgrimimos nuestra identidad. La vida golpea y
hiere, pero nunca malgastará sus maravillas, si buscamos coherencia en sus
designios.
SEMANA 53
Día 364
(Mirada limpia)
Javi se ha despertado con la mirada
limpia. Puede que el dolor le agarre con intensidad las articulaciones y el
frío de la madrugada oprima sus costillas, pero no es suficiente para frenar su
actitud. Ha preparado su mochila y me ha llamado para atarme con la cadena en
el patio. Antes de irse me ha dado un beso en la nariz y me ha sonreído. Cuando
la puerta se ha cerrado he comprendido que la lucha se reanuda hoy, que estos
últimos días han sido una cura de intenciones, una encrucijada necesaria, un
filtro funcional. Las pugnas laborales, los problemas con la pantalla y el
móvil, las vicisitudes legales, de títulos y visas, el accidente y la muerte
del abuelo, han obrado para clarificar la esperanza, para resolver el estrago
del conformismo, de la conformidad.
Sin pensar salgo de la caseta, me
desperezo y huelo el aire de la mañana. El sol comienza a brillar entre la rama
de los árboles y el barrio inicia sus sonidos con él. Oso mordisquea un hueso
mientras los patos y las gallinas extrañas escarban pacientes en busca de
cualquier premio escondido. La humana con gafas despacha a un cliente arrojando
su gorra por encima del vallado. Los gatos de la vecina la muerden con rabia,
ronroneando de placer perspectiva. Varios pájaros bajan a beber de los baldes
desparramados y regresan al cielo para volar hacia el rio enorme. Avanzo unos
pasos, consciente de que la cadena los detendrá apenas a unos metros, y es
cuando noto la paradoja afectiva, el gesto sustancial, el guiño de Javi ante la
adversidad. La cadena cae a mi lado como un símbolo de la vieja etapa. No
volverá jamás a mi cuello, aunque el miedo se torne en abrazo.
Día 365
(Un año en Argentina)
Con todo, más allá de tantos giros,
tantos cambios sin sentido o con él, permutas inesperadas, desafíos diarios o
en suspenso, canjes del porvenir y otras escalas caóticas, se puede decir y convenir
que hemos tenido mucha suerte; si en esa suerte reconocemos también el esfuerzo
y la lucha, la locura de romper un buen día con el pasado y el presente, de
marchar, no a lo desconocido, sino a la distancia, de alejarnos de la seguridad
o la inseguridad, según se mire, para comenzar una aventura humilde, donde los
sueños pesan más que las metas y el optimismo se convierte en una especie de
filosofía experimental.
El mundo humano es una controversia
fácil para una perra enamorada. Yo no sabía que Javi me arrastraba a comprender,
porque él mismo se arrastraba; así es su naturaleza. Sabía simplemente que
teníamos que estar juntos. Lo suyo es curiosidad infantil. Lo mío experiencia
callejera. Por ello cuando me llamó la primera vez tuve miedo. Su mano me
ofrecía un pedazo de pan, pero no me imaginaba que ese gesto se transformaría
con el tiempo y su contenido en un vínculo indestructible. Él tampoco lo sabía
entonces. Soy su primera perra, y aunque sé que su corazón puede albergar
otras, aunque entiendo que existe en su vida una constelación de estrellas
humanas y animales, no me importa. Juntos estamos bregando contra el miedo que pudre
el hueso y consume la carne. Y lo hacemos bien, dando forma a un universo
inventado. Lo que logramos nos transciende. Es por cariño por lo que aprendí a
oler sus pensamientos y sus sueños. Javi no tiene miedo. Piensa de verdad que
los deseos pueden materializarse si a la actitud se le suma la vida, la luna,
la corriente y la piedra, que se pueden construir puentes sobre los abismos y
el vacío, que el ser humano no es ese virus terrible que algunos proclaman, que
sólo ha liberarse de sus trabas, de las trabas que algunos humanos mantienen
por interés sobre el resto. Siente miedo cuando los suyos padecen, cuando no es
capaz de mirar a través del muro ni de desvelar el acertijo, cuando se
encuentra con un acto de violencia que escapa a su entendimiento, cuando no
puede juzgar más alternativa que la huida hacia delante. Yo soy un espejo
existencial. Si Javi está nervioso es probable que un auto me atropelle, que un
perro me muerda o que aúlle sin consuelo si me quedo sola. Si está enfadado
sencillamente me escondo o lo evito. Si está feliz mi rabo acomete velocidades
extraordinarias. Somos de la misma sangre porque él anhela esta simbiosis,
porque me da de comer todos los días, pero igualmente porque me permite cazar,
porque puedo buscar delicias entre la basura, porque tengo la habilidad de ganarme
un cuenco de comida en cualquier puerta, y porque nunca me negó ni su mirada ni
su sonrisa ni su mano ni su abrigo. Él es menos independiente, aunque quiere
serlo y lo consigue.
Pudimos haber viajado a otros
lugares. Hoy lo concibo así. Méjico, Brasil, Guatemala, Nicaragua; pero hubo
señales que Javi dedujo o asimiló. Tenía que ser Argentina por una cuestión
espacial y cultural. Trece horas en un pájaro de hierro y un destino. Una
tierra enorme y diversa donde el más mínimo movimiento implica una transformación.
Javi llevaba años ideando dicha fantasía y la situación en nuestra fue el desencadenante
motor, el impulso que fraguó el vuelo.
Quién sabe lo que nos aguarda.
Seguro que el aprendizaje continuo, en esta escuela de la vida nueva y
diferente, tan llena de semejanzas y complicidades. Javi no ha dejado de pensar
estos meses en su retorno, en su compromiso social y humano; no ha olvidado que
hay sueños que esperan al otro lado. No nos hemos rendido a la adversidad ni
hemos negado la nostalgia incuestionable. En este equilibrio loco, lindo y
maravilloso, vamos sintiendo el día a día, casi el instante y su poso, y vamos
adquiriendo la paz suficiente para seguir hacia donde el viento de la realidad
nos encamine.
Día 366
(El cumple de la estrella)
Hoy el aire ha estado oliendo a luz
y a sentimientos. Junto al sol, entre las ramas de los árboles, asomando en
cualquier esquina, en los ojos de Gos, de Oso, podía distinguir una estrella
bailando en una órbita, rodeada de cometas verdes y molinillos de viento, una
estrella sonriente que allegaba su energía eterna.
Javi ha regresado del trabajo y
hemos salido a pasear. La villa estaba tranquila, como si fuera hoy el fin de
semana, y los niños jugaban a la pelota en los potreritos desarmando sus desilusiones
a gritos. Yo he estado correteando con varios perros por la plazuela mientras
Javi se fumaba un par de pitillos sentado en un banco y contemplaba la vida a
su alrededor. De regreso ha intentado teclear pero el dolor no le permitía. Se
ha tomado un par de pastillas y, contrariado, se ha tumbado en la cama para
leer del libro rojo y negro y también de otros.
Sus pensamientos le llevaban muy
lejos, tanto, que por momentos parecía que su cuerpo iba a echar a volar a
través de la ventana. Cuando la noche ha apagado el cielo él ha encendido la
pantalla y ha llamado a la estrella.
Laurita y Javi han estado hablando
un buen rato. Hoy el cumpleaños de Laurita y Javi ha aprovechado las cinco
horas de distancia para ser el primero en felicitarla. Laurita se reía feliz,
contando a Javi todos sus planes. Javi la quiere con todo su corazón, y yo
también. Y este amor transparente y lúcido, tan limpio de egoísmos y mentiras,
ha logrado que el sol y la luna tocaran a la vez los tejados de Móstoles y los
de la Chechela, creando un puente de luz sobre el océano que varias bandadas de
pájaros migratorios han aprovechado para orientarse.
Día 367
(Las ideas se acumulan)
Javi sigue sin poder teclear ni
escribir. Le duelen los brazos y su humor se enturbia como un manantial al que
un cachorro humano mete un palo para remover el fondo. Su cabeza acumula ideas
que rebotan por su cerebro, unas en circuito cerrado y obsesivo, otras girando
rápidamente hasta que chocan, desintegrándose, y algunas más que se pierden en
un desierto infinito, en un basural cósmico lleno color y ruido. Su sueño ha de
pulirse y los versos se pudren en su alhacena emocional. Cuando Javi no puede
escribir la realidad se marchita y sus ojos se doblan hacia dentro. Hoy le ha
quitado los puntos una de sus compañeras. La cicatriz de su ceja quedará ahí
para recordarle ese instante único.
Javi es un mal enfermo. Me lo repito
para asumirlo. No tiene paciencia; aunque la impaciencia es lo que termina
curándole. Empieza a parecer que su cuerpo se infla y que pronto va a estallar.
Yo por si acaso mantengo las distancias, y me hago una bola silenciosa en la
manta verde, no vaya a ser que me agarre la onda expansiva y me ponga un lápiz
entre las patas.
Día 368
(El rosto de la abuela Antonia)
Toda la semana ha estado Javi
queriendo hablar con su abuela Antonia. Le pesa por esto la distancia, tantos
abrazos contenidos, imposibles, que tiene que imaginar para postergar. Hoy su
rostro ha aparecido en la pantalla y la tristeza ha descorrido una cortina de
lágrimas inermes. La abuela Antonia es una humana fuerte, de ojos llorosos, que
hace tan sólo unos años podía partir leña con el hacha e inventar en un puchero
el maná para veinte personas. Yo la conocí tiempo después, cuando la vejez ya
se le había venido encima. Conozco su historia porque Javi la tiene siempre presente.
Cómo me mimaba con huesos y sobras cada vez que íbamos a visitarles a su casa.
El olor a acelgas cocidas y a pescado a la plancha salía de la cocina y se
extendía por las habitaciones; el abuelo Víctor gruñón y desgastado, orondo de
reproches en sus bolsillos, ella quejosa pero positiva.
Recuerdo una vez, en el pueblo, que
Javi se marchó en el coche y no volvió en toda la tarde. Estuve deambulando un
rato por las calles hasta que la abuela Antonia me llamó a su lado. Estaba
sentada al sol en un banco de la plaza con otras humanas viejas mientras
algunos niños hacían carreras alrededor de la farola. Me acerqué para lamer sus
manos y ella me palmeó con cariño la cabeza. Entre sus olores también encontré
el de Javi. Pero ella olía a chivo y tomates, a cereal y cerezas, a ascua y
ventisca, a hongo y jabalí, a potro y montaña, a jara y caramelos de menta.
Esos olores me hipnotizaron y me quedé con ella hasta que regresó Javi. Los
humanos viejos tienen un olor profundo, cargado de matices y experiencias, y es
bonito saber por su boca lo que la vida nos propone.
Ahora Javi se ha despedido diciendo
a la abuela Antonia, que cuando suba a ver al abuelo, le dé un beso de su
parte, y que no lo sienta bajo la fría lápida, sino en el calor de esa tierra
que ambos le enseñaron a amar y a proteger.
Día 369
(De empalmada)
He estado sola toda la noche en la
caseta del patio. Ayer, después de que Javi se comunicara con los suyos,
preparó su mochila y se marchó a practicar una ruta alegre que he podido
vislumbrar a intervalos irregulares.
Primero vi cómo llegaba al sitio de
los perros y entraba en un edificio pintado de colores, después jugar con otros
humanos a convertir la música y el ritmo en una herramienta de trabajo,
compartiendo conocimiento, todo en relación, no sé porqué, con los humanos
especiales. Al terminar se ha dirigido hacia la casa donde vivimos aquellos
meses, aunque antes de llamar a la puerta ha estado unos minutos hablando con
su amigo el kiosquero y acariciando a Noa, que en cuanto le ha visto aparecer
por a calle se ha escapado entre los barrotes. El humano que vivía con nosotros
le ha recibido con cariño, al igual que el humano que vivía al lado. Estos
hermanos son nuestra familia inicial, nuestra raíz argentina, aunque la familia
se extienda de a poco y eche ramas. Unas horas más tarde, se han montado en un
coche y han recorrido la gran carretera hasta la gran ciudad. No han dejado de
beber y de divertirse en toda la noche. Se han hecho amigos de los humanos más
peligrosos, han bailado y saciado su fuerza en el Konex, una microciudad
cultural, hasta el mismo cierre. Javi volado de pura necesidad de joda, besando
labios, haciendo acopio de teléfonos y miradas, trocado de pastillas, de polvo
y mirra, con el brazo en cabestrillo o en el aire. Esta parte humana no es
menos importante. Aunque cuando el sol le daba a Javi en la cara volviendo por
la gran carretera hacia el pueblo, ya sabía lo que iba a ocurrir.
Javi se ha ido de empalmada al
trabajo y encima ha llegado tarde. No pensemos que eso ha podido incidir en sus
reservas. Ha tenido uno de sus días más felices y tranquilos. Los humanos
especiales sentían su energía y se contagiaban de su buen humor. Como el sol y
el calor del mediodía les han permitido estar afuera, han comenzado a construir
la cucha y han dado un baño a Pedro a pesar de que Javi le dolían de nuevo los
brazos.
Ahora está ahí, roto sobre la
cama. Ha llegado hace sólo unos minutos. Se entrega a las sábanas como un
sacrificado a su verdugo. Se olvidó de comprar más pastillas y el dolor obrará
para que en sus sueños brillen las hojas de las navajas y suene un yunque y un
martillo.
Día 370
(Repaso nuevo)
El patio es mejor sin cadena y el
barrio mejor sin plata. Me gustan las gallinas extrañas y que la voz del gallo
me despierte para volver a quedarme dormida. Ahora confío más en Oso y también
en Gos, aunque sigue gruñéndome cuando algún humano aparece. A solas se muestra
abierto y sensible. Es un fingidor de toda la vida. Hoy ha venido hasta
nosotros el aroma de la carne sobre las ascuas y se ha incendiado la villa por
varios lugares al mismo tiempo. Por lo que parece ha sido la policía la responsable,
para tratar de atrapar a un delincuente escurridizo que mató ayer a dos
compañeros suyos.
Javi ha regresado muy cansado y el
paseo ha sido corto, apenas una vuelta de cuadra. Como no puede teclear, ahora
lee y fuma pitillos sin tregua hasta que la noche va espesándose a través de
las cortinas. Está haciendo frío por las noches y se oyen algunos disparos
seguidos de ladridos.
SEMANA 54
Día 371
(Los dos gatos)
Javi se ha marchado a trabajar y se
ha ido con él el cachorro grande. Su madre le pidió ayer si podía acompañarle
al colegio y ahí se han custodiado mutuamente. Javi con el brazo en cabestrillo
y el cachorro más dormido que otra cosa. La mañana en el patio ha estado
tranquila. Se estaba bien al sol, aunque no ha sido suficiente para las lagartijas,
que han permanecido tal vez ya hasta la primavera en sus escondrijos. La vecina
vieja tiene también dos gatos que van y vienen por los tejados a su antojo. Uno
es flaco y gris, con ojos amarillos, y otro gordo y atigrado, de ojos verdes
inasibles. El flaco es muy hábil y desciende por la ventana hasta el suelo. El
gordo resulta torpe y busca las ramas de
la mimosa para aterrizar con enorme barriga. Lo más curioso es que el flaco
come el doble que el gordo. Deben de tener metabolismos diferentes. El mío
varia como una conjetura. A mí me engordan los sentimientos y los restos
clandestinos.
Javi ha vuelto más tarde de lo
habitual. Se ha cortado el pelo y lucía una sonrisa cómplice. Traía también un
teléfono móvil nuevo, con lo que la alegría era pareja. Enseguida se ha puesto
a manipular el teléfono, aunque como no es demasiado competente para estas
cosas, lo ha dejado para preparar la
cena. Ha sido lo mejor. La casa se ha llenado de olores tangibles y, mientras
las milanesas se hacían en la sartén, los gatos maullaban hambrientos en el
tejado. La humana vieja no ha debido ponerles de comer. El flaco tosía espinas
y pelos en ovillo y el gordo ronroneaba tangos a una hermosa luna porteña que crecía.
Día 372
(Registro Civil)
Javi se ha levantado muy temprano,
cuando el sol aún no se anunciaba en el Este, y se ha ido caminando hacia el
centro. Por lo que su pensamiento descifraba a lograr un certificado que aseverará
algo tan sencillo como que vivimos aquí, en esta casa; es decir en este número
y en esta calle. Ha tenido que guardar una primera cola durante un par de horas
y después de marchar a trabajar hasta el mediodía, pagar una tasa, guardar de
nuevo otra cola y por último volver al trabajo a tiempo para terminar la
jornada. No ha podido comer ni tener un solo descanso. Por ello ahora se debate
tumbado en la cama entre echarse a dormir o mirar una película en la pantalla.
Finalmente se decide a otra cosa.
Agarra el teléfono móvil y se pone a recuperar los contactos y a descargar los
programas estimables. Se le cierran los ojos pero el dolor del brazo le impide
desconectase del todo y descender. Los papeles poco a poco se reúnen. La
carpeta cada vez contiene más reseñas y ajustes, y engrosa su lista de esquemas.
Sería más bonito que al Registro Civil de las personas, se le uniera la
comisaría de la alegría, el departamento de la esperanza, o la notaría de la
ilusión. No obstante no se puede adjetivar aquello que parte de la injusticia y
la desigualdad.
Día 373
(El misterio de Oso)
Oso se mete por un agujero del fondo
del patio y desaparece durante horas. Ahora que ha salido con Gos a ladrar a
las motos tengo que aprovechar para ver dónde conduce. Es como la madriguera de
un conejo, y he de tender cuidado con ello, pues es sabido que las madrigueras
de conejos te pueden llevar al otro lado del mundo, incluso acabar en otros
mundos diferentes.
Aunque la galería se estrecha, quepo
de sobra y avanzo con decisión en la oscuridad. Creo que ya sé por qué Oso se
mete por aquí. El olor delata su causa. Llego de este modo a una especie de
cueva luminosa en la que mil huesos de asado refluyen como un tesoro
inconcebible. ¿Cómo habrá conseguido Oso reunir semejante hacienda ósea? Puede
parecer sorprendente que un perro oculte comida para después, pero alguno de
nosotros aún conserva ese viejo instinto que se desarrolló sin duda durante la
última glaciación, cuando medio mundo se congelaba y la comida escaseaba para
todos. Fue en este difícil periodo cuando los humanos y los perros empezamos a
colaborar para conseguir el alimento. Y lo que unió la adversidad la dicha no
quiso separarlo después. Sigue siendo un misterio el por qué Oso guarda tantos
huesos en esta cueva. Es como si esperara que fuera a pasar algo terrible y
estuviera reuniendo el alimento suficiente para soportar sus efectos.
Quizá pronto lo descubra, pero
mientras no lo haga al menos me podré consolar con un buen hueso cuando a Javi
se le olvide dejarme de comer o cuando simplemente tenga ganas de comprometer
mi saliva con tuétano y médula rocosa.
Día 374
(Ojos que se agrandan)
Javi está logrando cosas importantes
con los humanos especiales. Está enseñando a utilizar el lenguaje de signos a
uno de ellos, a bajar sus niveles de agresividad a otros, a desarrollar su
potencial a todos los demás, la violencia se reduce en un alto grado con su
presencia y es capaz de contener y resolver cualquier situación por compleja
que sea. Ha transformado sus talleres en un espacio de energía positiva, calma
y estructura. Igual trabaja el lúdico que el pedagógico, las tareas de cocina
que la motricidad fina. Hace cuentos y títeres para el finde semana y está
abierto a todas las actividades que constituya el bienestar de los residentes.
Con Pedro está avanzando mucho más rápido de lo que se esperaba y por ahora ha
conseguido no sólo que los humanos especiales acepten su presencia sino que son
ellos mismos quienes le cuidan y le proporcionan el cariño necesario.
Sin embargo hay algo que Javi está
consiguiendo también en relación a sus compañeros y que no puede valorarse por
ahora pues sus semillas empiezan a germinar apenas. Y es que sus ganas de
trabajar y sus ideas se extienden a los demás. Su constante esfuerzo para atenuar
las dificultades, para reforzar lo funcional, para trabajar en equipo, para
velar por los intereses de todos, aportando consejos, generando comportamientos
proactivos, igualdad entre los distintos gremios, convirtiendo las malas praxis
en dudas y las buenas en pautas a seguir, aprendiendo unos de otros, uniendo
perspectivas individuales e intereses comunes, están dando sus frutos. Todos en
el centro le respetan y la distancia cultural se reduce o simplemente se obvia.
Su pensamiento así me lo dice. Hoy
le ha regalado varios pendientes de artesanía a la compañera que le acompañó en
el hospital el día del accidente para agradecerle el buen gesto. Con ella es
con quien siempre ha tenido un mayor choque, pero las circunstancias vinieron
para provocar una metamorfosis. Cuando la ha visto sonreír ha sentido que tal
vez sea posible variar sus frustraciones hacia la motivación y eso repercutiría
en un mejor trato por su parte. El hecho de que ella le haya preguntado después
cómo actuar cuando uno de los chicos se pone agresivo es el primer paso hacia
la libertad docente y una muy buena señal. Javi se siente al fin integrado, y
es esto puede obrar para que la luz que a veces se achica en su interior emerja
con una intensidad prodigiosa.
Día 375
(De nuevo en la pantalla)
Cuando Javi ha regresado del trabajo hemos
salido a dar una vuelta por el barrio. Apenas tenemos tiempo antes de que el
sol caiga por completo sobre los árboles y la noche se convierta en inventario.
El otoño avanza y el frío empieza a hacerse presente, cargado de humedad por la
proximidad del río enorme. A estas horas muchos compañeros perros ya se han
hecho rosca en sus refugios provisorios y convergen en su calefacción de hocico
y respiraciones. Ha estado lloviendo casi todo el día, por eso hay barro en las
calles sin asfaltas y se me queda en las patas cuando corro. Javi se ha reído
de mí porque al salir ennegrecida de una zanja. Debía parecer otra perra. Pero
al sacudirme he vuelto a ser yo.
Es el primer día desde el accidente
que Javi no toma pastillas ni lleva el brazo en cabestrillo. Aún debe dolerle,
porque a veces tuerce el gesto al hacer algún movimiento brusco. No obstante se
encuentra mejor, y se apura en lo posible para hacer vida normal. Ha preparado
una cena riquísima, algo llamado ñoquis con, con zapallitos, pimientos cebolla
y mozzarella. Ha hecho tantos que ha dado para que comiéramos los dos e incluso
ha sobrado.
Ahora, como si en esa normalidad forzara
a subrayar su más intensa necesidad, se arma un pitillo, y mientras yo me
acurruco como siempre sobre la manta verde, con ojos brillantes, obviando las
molestias en el hombro y la muñeca, la pérdida de cadencia, de regularidad,
recuperando el tiempo y las ganas, Javi enciende la pantalla tecleadora y se
dispone a alumbrar de nuevo su universo de artificios y luchas.
Día 376
(Nervios)
Javi habla con su familia y afloran
los nervios, embrollándose la sensatez con el desasosiego. Por lo que huelo en
sus pensamientos hace unos días tendría que haber recibido una carta que le
enviaron desde nuestra tierra y que contiene un papel muy importante para Javi,
que necesita tener cuanto antes, del que depende en parte nuestro porvenir
próximo. No quiere dejar llevar por los malos sentimientos, a pesar de todo lo
que está sucediendo últimamente. El filtro afectivo se activa y la tranquilidad
emerge como consecuencia.
Javi sale a la puerta de casa a
fumar y a contemplar a las estrellas distantes. Un niño y una niña pasan por la
calle y Javi les guiña un ojo. Los niños se ríen. Yo me acerco para recibir sus
caricias y los niños me colman. Javi habla con sus santos y allega su corazón a
la fórmula. El cielo es una incógnita. Pero los nervios se atenúan y ya será
para mañana lo que tenga que ser.
Día 377
(Correo Argentino)
Hoy he salido dentro de Javi cuando
se fue a trabajar por la mañana. Sus ojos volvían a ser los míos, como tantas
veces, y en dicho ensayo vamos descubriendo juntos una senda real. Los nervios
atenuados se avivaban con el paso de las horas. El viaje en el vehículo
colectivo, el trabajo con los humanos especiales y la esperanza se reducían en
el intervalo temporal. Javi se ha pasado la mañana llamando a la oficina de
correos del pueblo con intención de hallar la carta nombrada. A mediodía ha
tenido que pedir a sus jefes que le dejaran marcharse para solucionar el
entuerto, pues desde la oficina le decían que la carta había sido entregada,
pero la cuestión es a quién.
Cuando se ha presentado en la
oficina le han dicho que esperara la llegada del cartero de la zona para
resolver tremendo enigma, porque según los registros de allí la carta se
entregó el jueves de la semana pasada, pero luego de esperar un buen rato y
como el cartero no aparecía, teníamos que marchar. Un humano le ha prometido
que le llamaría en cuanto supiera algo y así hemos regresado al trabajo, con un
malestar creciente e irritante, como si la realidad estuviera contraviniendo
nuestra causa, como si nos vacilara. A las tres de la tarde sonaba el teléfono
y el mismo humano le explicaba a Javi que el cartero acababa de entregar la
carta en nuestra casa. Javi ha respirado aliviado, aunque sólo unos segundos
después ha llamado a nuestra vecina humana para comprobar si era verdad o se
trataba de un nuevo espejismo. Era espejismo. La vecina humana respondía que
no, que no había llegado carta alguna ni había rastro del cartero. Javi ha
vuelto a llamar entonces a la oficina y se ha cagado todos sus muertos,
amenazando con agarrar del cuello al cartero y a la puta que lo parió, con
romperle los dientes, con poner una reclamación, una bomba, con denunciarle,
pensando en un tipo llamado Kafka y en las interacciones infernales por las que
los humanos tienen que atravesar a veces. El humano de la oficina no sabía qué
contestar y otra vez se rodeaba de promesas y evasivas.
De este modo al salir del trabajo se
ha dirigido directamente a la oficina de correos. Era una sombra oscura camino
de una batalla inconcebible. En la puerta le esperaba el cartero con cara
absurda y la carta en la mano. Llevaba con ella en el bolsillo desde el
miércoles pasado y había firmado el registro como si ya estuviera entregada. Ha
pedido perdón a Javi y se excusaba con mil desdichas. Javi ha agarrado la
carta, se ha dado media vuelta y se ha ido renegando sin decir ni una sola
palabra. La carta estaba en su mano y nada más importaba. Ha cruzado el océano
desde nuestra tierra, probablemente en las tripas de algún pájaro de hierro, ha
pasado de mano en mano evadiendo las fronteras y los convenios, y ha rebotado
por la provincia de Buenos Aires, por el distrito norte, por el partido de
Escobar, por nuestro pueblo, hasta que los astros han frenado su desliz.
Ahora escucho la llave girando en
la puerta del patio y sé que todos los nervios se han transformado en
alegría.
SEMANA 55
Día 378
(Visa de trabajo)
Llegamos al día transcendente. Un
día esperado pero no feliz; día de desafío, enfrentamiento y esperanza, de
flaquezas y zozobra; día absurdo y nítido; irracional. Amanece y marcho dentro
de la mente de Javi, en su corazón despierto, en su mirada comprometida, a la
gran ciudad, a sumergirme junto con él en esa especie de querella humana
inexorable, la estúpida rivalidad de los pueblos; no tanto de los pueblos, sino
de los gobiernos y sistemas que los representan, que van trabándose unos a
otros como si la tierra y el trabajo les perteneciera, hasta acometer y negar
los mismo derechos que defendieron y que rezan en sus cartas magnas, para que
sus leyes después las porfíen y disuelvan. Todo es un negocio preparado para
llenar las arcas y una forma de controlar las vidas. Javi lleva en una pequeña
carpeta todos los documentos necesarios para que le concedan por fin la visa de
trabajo y ya no tenga que preocuparse, al menos por un tiempo, de su situación
legal. Para que pueda sacar un libro de una biblioteca o realizar un curso del
estado, para contratar un servicio o poder salir del país sin impedimentos lícitos.
De nada sirve haber trabajado todos estos meses, pues no lo ha hecho
contratado, sino de palabra. En la carpeta se amontonan los certificados de
antecedentes penales, de acá y de allá, documentos que acreditan su identidad,
su profesión, sus intenciones, peticiones fotocopiadas, recibos de pagos, tasas
múltiples, cánones indispensables e impuestos adquisitivos, declaraciones,
legitimaciones, credenciales y demás escollos administrativos. Un año de
papeleos y cuestas, de aguardar colas y pasar por el aro de fuego y cristales.
No sirve trabajar sino que te acrediten que trabajas. No sirve respirar ni hablar
sino conservar el sello donde se avala que puedes hacerlo. El mundo humano es
en este sentido un abismo inconmensurable, una máquina que carece de
sentimientos e ideas, una tempestad donde los más débiles se hunden y se
disipan, donde el control se venera como un dios violento y despiadado.
Antes de la hora del turno ya
estamos en el interior del tremendo edificio, con un número en la mano y a la
espera de que cualquier funcionario diga de pronto nuestro nombre y apellidos.
Javi observa a su alrededor y ve lo mismo de siempre. Rostros dormidos o
insomnes, sometidos, sin remisión ni viveza; voluntades aplastadas por la
inmensa maquinaría instaurada para sostener la desigualdad. El rumor de la
expectativa sonando sobre las conversaciones. Los nimios gestos de solidaridad
colándose entre los pliegues.
Debe ser que la luna, sobre acuario,
el mes de Junio, la disposición conjunta de las señales, las corrientes
oceánicas, la ausencia de contraindicaciones, los vientos alisios y el resto de
favorables, la perpendicular del sol a través de la constelación de Orión y
Casiopea obran para que todo resulte. El funcionario llama a Javi e inicia el
trámite sin demora. Revisan cada papel y por suerte todo parece correcto. A
partir de hoy sólo queda firmar el pre-contrato, pero esto será para otro día.
El trámite tendrá que seguir su curso y si todo va bien dentro de un mes Javi
tendrá que regresar para finalizarlo.
Javi sale del edificio y yo regreso
desde sus ojos al patio. Gos me mira como si entendiera que acabo de volver de
una piel ajena. La luz parpadea sobre los baldes de agua y el aire forma un
torbellino de hojas alegres. Sé que ahora Javi buscará un rinconcito tranquilo
en un parque, y que tendrá ganas de quemar todos los papeles de la carpeta. Se
tumbará sobre la hierba para contemplar a los árboles y a los humanos
atribuibles, y antes de tornar en cualquier vehículo colectivo, se encenderá un
pitillo iconoclasta para olvidar este disparate que hay que celebrar como un
premio en un sorteo de la lotería.
Día 379
(Mundial de fútbol)
En esta tierra el fútbol es sin
ninguna duda una religión, algo así como una fiebre impositiva y heredada de
padres a hijos, casi una filosofía irracional. Más que en ningún otro país del
mundo los humanos de acá lo viven con un fanatismo loco, y se nota cada domingo
cuando ganan o pierden los equipos, porque los rostros permutan y se alienan. La
vida y la muerte rondan alrededor de los estadios y de aquellos lugares donde
se enciende un simple televisor. Los cachorros llevan los nombres de los
jugadores más queridos, la plata brota por cualquier caño para alcanzar una
boleta de entrada, se venden autos, recién nacidos y riñones para conseguir un abono,
y las barras de cada afición, controlan los accesos y en ellas prosperan los
sicarios que después utilizarán los intendentes y oligarcas para cubrir de
gloria sus matanzas. No hay mejor tentativa para el poder como el fútbol para
separar a los pueblos, a los humanos de cada país, ciudad y barrio. En él se
blanquean capitales, la bella se reduce a un gol por la escuadra y los poetas
elevan los resultados describiendo la sombra de la pelota cuando cae sobre el
arquero. Los pensamientos de Javi me advierten de dichas fantasmagorías. En el
mundo de los perros no existen tales rivalidades, aunque se dan semejanzas en
cuanto a nuestra base territorial. Es cuna de nacionalismos y patriotismos,
estructura de masas dormidas, espectáculo de títeres, pero con todo tiene algo
que proyecta en un segundo toda la naturaleza humana.
Estas semanas se está jugando el mundial en Brasil, el país vecino y
rival, y se nota en cada rincón de nuestro pueblo. En todos los comercios y
casas ondean bandeas albicelestes, se detiene la vida con cada partido
importante, los vehículos colectivos hacen paros y hasta policía, pues saben
que los delincuentes también lo hacen. Ha habido días que Javi ha salido antes
del trabajo. Las empresas permiten este estrago en la productividad. Los
horarios se adecúan al calendario futbolístico. Los ahorros de meses se esfuman
en cerveza, Fernet y asados conmemorativos. Los perros aprovechamos dicha
coyuntura, porque las veredas se llenan de huesos y sobras.
Hoy Javi ha llegado del trabajo
desesperado por ver el partido de España. Ya perdió el primer partido y en este
no le fue mejor. No está triste por la derrota. Hace mucho tiempo que Javi mira
el futbol con otra perspectiva, aunque va a tener que soportar la sorna que los
humanos de acá le brindan. En el paseo ya ha tenido que haberlo, y mañana en el
trabajo le espera lo mismo. La selección de nuestra tierra era la campeona del
mundo pero ya no podrá serlo. Tal vez la realidad que se vive allá se haya
colado también en sus futbolistas y el desánimo haya frenado su ímpetu. Lo
cierto es que implica cierta coherencia que Javi valora. Por ello yo me encargo
de encontrar huesos que los que dicen ya nuevos campeones. El argentino sueña
despierto mientras que el español se despierta insomne.
Día 380
(La coronación del último Rey)
Los pensamientos de Javi vuelan por
encima del gran océano hasta tocar las costas de nuestra tierra. Se detienen
unos instantes en el sur y emprenden el recorrido hacia el norte. Surcan
valles, llanuras y sierras hasta alcanzar Madrid, sus altas torres y sus
barrios. En tanto teclea, sigue la línea de su pensamiento y resopla con
amargura. Por lo visto el Rey abdicó hace unos días, durante la convalecencia
de Javi, y hoy coronan a su hijo. Javi se enteró por sus amigos humanos, y es
en verdad una buena noticia. En sus sueños ya había vaticinado dicha noticia.
Hace años que lleva diciendo que el Rey abdicaría y que su hijo, tras un breve
periodo de tiempo, hará lo mismo que él. Parece inconcebible que en el mundo
humano aún pervivan estas instituciones arcaicas, que encarnan la opresión y la
esclavitud del pueblo, más que se escondan tras los argumentos engañosos de la
fingida democracia que vivimos. Son estirpes que roban, que mantienen sus
antiguos privilegios, que acumulan propiedades, que sostienen oscuros negocios
y son pródigos por naturaleza. Siempre hay escándalos que los rodean y los
buscan. En cada revolución mutaron para sobrevivir, compartiendo con la
burguesía, con la Iglesia, y con los mercados su poder. Las viejas generaciones
se unen con las nuevas para clamar por la nueva república. Esperemos que las
intermedias no sigan jodiendo y que nadie aproveche para prohibir otra nueva
región de la libertad.
Javi vaticina la república
asimismo en sus sueños. Y es por ello que al acercarse a la coronación del
neófito Rey, imagina que éste renuncia al trono en el mismo acto, y frente a
las cámaras, los periodistas, y los representantes políticos, se desnuda
literalmente, confesando después su inocencia, su homosexualidad y su rebeldía,
es decir, su intención de ser feliz y que todo lo demás le importa un carajo,
para terminar cagándose sobre la dorada corona de su padre y de todos los
borbones.
No sucederá así; pero sucederá algún
día, y será un milagro político-social. Sé cómo piensa Javi. Y si en nuestra
tierra se instaurara un día la república, también habría un beneficio para mí,
pues supondría en la inmediatez del optimismo, nuestro inminente regreso
soñado.
Día 380
(Mi libertad, mi patio)
Despierto y el sol calienta mi
nariz. Los olores colman la realidad y la frenan. El patio está lindo porque la
mañana se despliega. Las plantas hablan con sus colores y en el cielo hay nubes
blancas que el viento arrastra. En galpón del fondo ronronean los gatos
acariciándose contra una madera áspera. Las gallinas extrañas y los patos
peinan la zona de insectos y arañas. Las lagartijas suben por la pared y se
quedan colgadas en paz. Gos mastica un pedazo de carne y Oso mueve la cola a su
lado. Me levanto y mis orejas se alzan. Un sonido viene desde el río enorme.
Creo que pasa ahora un gran barco que toca su bocina. Huelo las cocinas de las
distintas casas de nuestros vecinos. La humana con gafas prepara fideos y
milanesas, la humana vieja mete en el horno una bandeja de empanadas. La madre
del cachorro grande hace un guiso de verduras con carne. Más allá percibo otros
olores de otras cocinas. Los árboles se mueven levemente con el viento cargados
de pájaros y mariposas. Es sorprendente que con lo cerca que está el invierno
hayan tantos bichos. Debe ser que aunque en las noches el frío y la humedad son
una constante por el día el sol preserva la diversidad.
Desde de Javi no me deja atada con
la cadena puedo disfrutar más del espacio. A veces tengo ganas de saltar la
valla que da a la calle y darme una vuelta por el barrio, pero aún guardo respeto
a la decisión de Javi, cumpliendo con mi compromiso, aparte que me da algo de miedo
que alguien me lleve como sucedió con Che. Es mi decisión y mi elección y así
respondo, con coherencia. Mi libertad, mi patio. Por ello me vuelvo hacer una
bola junto a la pared del fondo, y al solecito de mi nariz le pongo chicha.
Día 381
(Todo el día en casa)
Hoy Javi no ha ido a trabajar y se
la ha pasado tecleando. Ha amanecido cubierto y las nubes descargaban lluvia
con intensidad. Sonaba en nuestro tejado, y no hay mejor canción para
amodorrarse sobre la manta verde. Al mediodía hemos comido un guiso de pasta
fresca y en tanto Javi reanudaba su labor yo me he salido al patio a jugar con
Gos y Oso. Javi por fin está recuperando el ritmo y el brillo de sus ojos
aumenta cada día. Por la tarde hemos salido a dar un largo paseo por la villa,
por el sendero que conduce al río enorme y sus infinitos brazos. Nos hemos
empapado hasta las orejas pero lo hemos pasado muy bien, y de regreso nos hemos
duchado juntos en el calefón para quitarnos el barro y el frío.
Me gustan mucho estos días, en los
que Javi no tiene que ir a trabajar y el tiempo no le permite demasiado. De
este modo se queda en casa conmigo y no se marcha a los quehaceres o los ocios
humanos. A veces me pregunto por qué unos días hace sol y otros en cambio
llueve. Pero estas son preguntas que carecen de sentido para una perra como yo.
Aunque sin duda me importan las consecuencias que tiene.
Día 382
(El hombro de Javi se resiente)
Javi se ha ido a trabajar y yo me he
quedado en el patio mordisqueando un hueso enorme que me ha dado la humana
vieja que vive a nuestro lado. Cuando he terminado con él el sol ya asomaba por
encima de los árboles y nuestra calle se recargaba de vida. Los dos gatos
peleaban junto a la jaula de la paloma blanca y el loro. Las nubes se han
marchado y por ello se siente el frío, que escarcha los baldes y arruga las
hojas. El día ha transcurrido tranquilo. El cachorro grande no ha debido ir a
la escuela, porque ha aparecido a media mañana descalzo para agarrar la ropa de
las cuerdas. Javi ha llegado más pronto de lo normal y por lo que huelo en sus
pensamientos ha sido porque una de sus compañeras le ha traído en coche hasta
casa.
El gesto de dolor en su cara y el
hecho de que llevara de nuevo el brazo en cabestrillo me decía que algo ha
debido suceder en el trabajo. La escena se repetía en su mente y se me ha
revelado como si yo misma la viviera. Uno de los humanos especiales se
tropezaba en un taller y Javi para evitar que se cayera al piso le ha agarrado
en plena trayectoria y se ha golpeado en el hombro convaleciente. En un
descanso, el humano que vive en el fondo del patio ha ido a buscarle con una
moto y se han dirigido por la gran carretera hacia arriba. Minutos después
regresaban con la bicicleta de Javi a cuestas. La escena en la comisaría ha
debido ser dantesca, casi cómica. Javi marchaba preocupado y regresaba
sorprendido. La bici parece un acordeón con ruedas y la policía no le ha preguntado
si es músico. Es más; no tenía interés ni por la música ni por nada. Por todo apenas
ha podido teclear esta tarde y se ha tenido que tomar varias pastillas obstinadas.
Luego se ha armado un pitillo de yerba y se ha tumbado en la cama para ver una
peli en la pantalla. El dolor se ha ido mitigando, diluyendo como azúcar en
agua. Seguro que mañana ya estará mejor. Sé lo que me digo.
Ahora duerme y yo velo sus sueños.
Un humano especial, por el que hoy se ha jugado el hombro, le da las gracias
mientras embadurna la cara de Felipe VI, de Mariano Rajoy Y de Rouco Varela con
mierda divina. Soñar es inconcebible. Los perros también soñamos.
Día 383
(De vuelta al camino)
Javi se ha levantado muy temprano y
se ha dado una ducha en el calefón. Le he visto regresar a la habitación
encogido y tembloroso para peinarse. Con un pie me chinchaba para desperezarme
pero sólo conseguía ponerme panza arriba con las patas dobladas. Después se ha
afeitado frente al espejo redondo, el mismo en el que lo hacía en la pradera.
Este espejo formó parte de nuestro botín mafioso, en el que también entraron el
calefón, la cocina, y prácticamente todas nuestras posesiones actuales. Javi no
es muy dado a los espejos. Únicamente me tiene a mí para verse reflejado de
verdad. Y como ve que el pelo me ha crecido mucho y que estoy más bonita sin
cadena se siente verdaderamente feliz.
Mientras se vestía ha
calentado agua en el cazo y luego ha preparado una infusión de mate. Aún me
resulta gracioso verle chupar de la pajita metálica, pero ya se está
convirtiendo en costumbre. Le gusta mezclar el mate con té y hojitas de laurel
y hierbabuena. Sale a la puerta de casa para tomarlo, sin prisas, en tanto yo
voy a mear a la vereda de nuestra calle y a saludar a los compañeros
callejeros. A estas horas hay pocos humanos. Sólo algunos que acompañan a los
cachorros a la parada del vehículo colectivo para que marchen a la escuela. El
sol naranja del amanecer viene desde el océano aunque aún es un presagio. Javi
me llama para dejarme en el patio. Se ha puesto una camisa que le favorece
mucho y se ha echado perfume. Antes de irse y cerrar la puerta se agacha hasta
mi altura y me da un beso en la nariz sonriendo. Ya se va a trabajar con los
humanos especiales, de vuelta al camino del día a día.
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