eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

viernes, 2 de enero de 2015

Diario de una perra en Argentina (Semanas 79, 80 y 81)

SEMANA 79
Día 564
(Palabras que sirven)

    Javi habla en la cocina con una humana que ha venido a dormir a casa alguna vez. Toman infusión con el palito metálico mientras la música sale de la pantalla tecleadota dorando el aire cargado de humedad. Ella enturbia su corazón con esperanzas flacas, y Javi se siente libre para apreciar su amistad y su cariño.
    -¿Qué pasa con el padre de tu niña?
    -Resulta que ahora quiere volver con nosotras; después de que hace siete años nos abandonara.
    -¿Y vos qué es lo que querés?
    -No lo sé. Por un lado pienso en mi hija. Que su padre esté cerca de ella es positivo. Pero no quiero que sea como antes. Me dice que ha cambiado, pero no le creo.
    -Alguna vez te pegó.
    -Sí, me pegó. Aunque lo peor era el desprecio. Me hacía sentir la peor persona del mundo. A Marcela, en cambio, la trata rebién. Siempre me da plata para que le compre de todo, y la niña me cuenta que lo pasa lindo los días que están juntos.
    -¿Y sería igual si viviera con vosotras? Tal vez se esfuerza porque apenas os ve.
    -Eso pienso también yo.
    -Mi madre me dice que le de una oportunidad, que al fin y al cabo es mi marido y que dios hará que funcione.
    -¿Dios? Dios no sabe nada de relaciones humanas. Mirá lo que es la Biblia. Las personas sólo cambian cuando no tienen más remedio; es así de simple. ¿Te conté que no creo en dios, verdad? Menos aún en el matrimonio.
    -Pero entonces qué hago.
    -Es una decisión difícil.
    -¿Y no te importa?
    -¿El qué me habría de importar?
    -Sos una persona extraña. Es no te gusto ni un poco.
    -Me gustas, aunque no lo suficiente para anteponer mis deseos a vos ni a tu hija.
    -¿Qué querés decir?
    -Che, que una cosa es tu marido y otra yo.
    -Te estoy pidiendo tu opinión, no significa que la acepte tal cual.
    -¿En serio querés saber mi opinión
    -Pues claro boludo, sino no estaríamos hablando.
    -Está bien, compi. Tu marido empieza a sentirse viejo y la soledad amenaza su vida. Te dejó en su día porque se cansó, no porque no te quisiera. Ese tipo de amor es un fraude Tal vez si vos hubieras sido diferente, si hubiera podido controlar tu carácter. Vuestra historia es amargamente usual. Vos reaccionaste, y antes de que le mandaras al carajo, se te adelantó y se marchó por algunos años. Ahora, como ya no coge como antes, como encuentra a nadie mejor ni peor, quiere tenerte de nuevo bajo su sino; es decir, quiere recuperar un agujero y un techo. Su hija no le importó nunca, la plata no puede llenar las carencias afectivas, y si hoy pudiera parecerlo, es por puro remordimiento retroactivo. Vos me planteas esto porque aquel que pensaste una vez que sería el hombre de tu vida viene hoy para tratar de serlo nuevamente. Si lo pensaste entonces es porque él te lo dijo repetidas veces y tú te lo creíste. Yo nunca te diría que soy el hombre de tu vida, porque entiendo cómo funciona mi corazón y el tuyo. No cabrían engaños. Y respeto la alegría de ser libre, aunque a veces me pese o sencillamente no pueda. La diferencia es que yo viviría contigo para quererte bien, no para maniatarte ni hacerte exclusivamente mía; tampoco para maniatarme a mí, siendo exclusivamente para vos.- 

    Javi acaricia la mejilla de la humana y ella sonríe comprendiendo la respuesta. Desde las baldosas contemplo la alegoría humana, el juego de los sentimientos, en tanto el sonido de las calles compite con la música de la pantalla. Hay palabras que sirven y palabras que revelan. Javi nunca deja escapar la oportunidad para cultivar el todo, para provocar la nada.  


Día 565
(El chorro)
   
    Algo chilla  y aúlla en la soledad social del mundo humano. Hoy Javi se ha marchado a trabajar sobre la bicicleta, cuando las entretelas del día se han ido afianzado sobre el azul del cielo. El patio asumía una calma desigual, llevada al movimiento por las gallinas extrañas y los patos, y dada a la quietud por Gos y Oso, por las lagartijas, y también por mí, dormitantes sobre la tierra, el ladrillo y el cemento.
    Cuando Javi ha regresado por la tarde hemos ido a pasear por la villa. En apenas unos minutos estábamos saliendo a campo abierto dejando atrás las últimas casas de chapa. Instintivamente tomábamos la dirección del río enorme y sus brazos menores. Los countries de los ricos se extendían hasta donde la vista alcanzaba, y el contraste se hacía palpable, pues en nuestro humilde barrio hay tantas viviendas como en todos aquellos barrios fortificados juntos. La tarde se ampliaba con la luz del atardecer, que con el verano aproximándose ralentiza su ritmo aferrándose al cielo. Cientos de pájaros revoloteaban entre los árboles imponentes, buscando el mejor sitio para su cercano descanso. Durante un rato hemos podido disfrutar del sol más suave y plegar las rutinas gastadas.
    No obstante, de vuelta en nuestra calle, había un gran revuelo de perros y humanos. Las sirenas de algunos vehículos de la policía brillaban entre el polvo y los humanos peleaban en tanto los perros ladraban. Javi se ha acercado a preguntar lo que ocurría y yo me he quedado a cierta distancia, temerosa de meterme en medio del kilombo. Pronto todo se ha tornado más tranquilo, el polvo declinaba sobre la tierra, los perros hacia las puertas del supermercado chino y las distintas despensas y los humanos hacia sus casas.
    En el pensamiento de Javi se suceden ahora las imágenes y siento su rabia. Un chorro de la villa ha tratado de robar a una humana vieja en la esquina de nuestra calle. La vecina se ha resistido y el chorro la ha clavado su navaja. La humana vieja, por suerte, se encuentra bien. Al chorro han tenido que llevarle al hospital. Algunos vecinos humanos que han presenciado el atraco han reaccionado y le han desarmado. Después le han golpeado con palos y le han apuñalado con su propia navaja. De no intervenir la policía probablemente le hubieran matado.
    El mundo humano está lleno de controversias de este tipo. Esta tarde, cuando paseábamos, Javi distinguía la desigualdad que existe entre los humanos que viven a todo lujo y los que viven en la miseria. Tal vez lo más sencillo sea culpar al chorro se ser como es. Sin embargo la sociedad humana, tal y como se concibe a si misma, es igual de responsable. Si no, no debería llamarse sociedad sino jauría.       


Día 566
(Barrio vivo)
    Por fuerza, los acontecimientos se repiten agilizando su intención. Javi ha estado ensayando de nuevo con la murga del barrio. Esta vez no ha sido en el galpón de siempre, junto a plaza de la villa, sino en el bulevar que conduce al centro del pueblo. Los humanos lo han cortado al tráfico de vehículos por la tarde y varias comparsas con sus trajes de colores invadían de alegría sonora el atardecer.
    Yo no he estado allá con él. Es su pensamiento quien me dicta ahora lo acontecido. No me ha llevado por los petardos y el estruendo, y como los perros somos en esto igualitarios, ninguno ha podido prestarme sus ojos para que lo viera.
    La murga donde Javi toca algunas veces es la más pequeña, pero con todo ha elevado su música hasta las nubes. Las humanas bailaban moviendo las caderas y los cachorros las imitaban para aprender. Muchos humanos del barrio ha acudido a contemplar el ensayo, y algunos de ellos obsequiaban jugos y empanadas a los músicos y a las bailarinas. El barrio está vivo, porque en él se reúnen las diferencias. Javi ha llegado a casa con alguna ampolla en los dedos, aunque su cara y el brillo de sus ojos le decían a mi nariz que ha merecido la pena.
    Siguen avisando a Javi porque uno de los humanos que tocan el timbal grande a veces no va a los ensayos. Javi aprovecha para asimilar los ritmos de acá y enhebrarlos con los ya tiene. Y es que la música le enciende de nostalgia. Por ello ahora suenan rumbas y bulerías en la pantalla y Javi teclea ensimismado acompasando con sus pies esas palabras que se le resisten.



Día 567
(Compartir)
    Veo a Javi entregar un sobre con plata al vecino del fondo. Éste le da las gracias y repite, como avergonzado, que se la devolverá en cuanto pueda. Oso ladra a una de las gallinas extrañas porque le ha robado un trocito de carne. La vecina con gafas chusmea tras las cortinas. Javi le agarra del brazo y aprieta. Le dice sonriendo: No hay nada que devolver, compa. Ahora sois también mi familia.



Día 568
(El resfrío)
    Anoche el ventilador hizo estragos. Las aspas envolventes enfriaban los nuestros sueños, formando remolinos de polvo acumulado que entraban por nuestra nariz y nuestra garganta. Hoy Javi se marchaba a trabajar con la garganta en carne viva sin poder dejar de toser. El calor de estos últimos días apenas se ha esfumado en unas horas y el resfrío ha sido inevitable.
    Esta tarde, a su regreso, después del paseo y de algunas compras en el chino, se ha acostado en la cama con algo de fiebre. Yo también estoy algo resfriada, por el ventilador y por pura empatía. Las bolsas de la compra descansan sobre la mesa en la misma posición, igual que vinieron. Ahora me subo despacio en la cama, sobre sus pies, y aguardo las caricias mientras él se enciende un pitillo irracional que le calma la tos oxigenando levemente su alegría.





Día 569
 (La corriente del sur)
    Despierto en el patio y la sed me lastima. El calor absorbe la humedad o la provoca, y el verde de las últimas lluvias aguanta su empuje. La sombra bajo el sauce y sus ramas es más fresca que bajo la pared. Los humanos se preparan para los meses de verano y se despiden de la primavera armando las piletas de plástico y comprando frío artificial. Hoy sopla sin embargo viento del sur y las libélulas aprovechan esta corriente momentánea para migrar hacia el norte selvático. El sol aprieta pero el viento aplaca su poder. Los elementos se equilibran y los animales sentimos dicho respeto que pronto se romperá en su transformación.
    Los seres humanos no se paran a sentir estas cosas. Viven ajenos a ese mundo sencillo de los átomos y los colores, de las formas y los alientos, de la vida que surge y se marchita.
    Javi teclea dentro de casa y noto desde acá su pensamiento consumirse. ¿A veces me pregunto qué gana escribiendo e ideando historias ficticias? Si lo hago es porque él mismo se lo cuestiona. No obstante ahora que acaba, viene afuera a sentarse bajo la sombra del sauce, a contemplar cómo sacio esta sed prodigiosa, y a sentir la corriente del sur que atraviesa nuestra casa de una puerta a otra, un pequeño túnel en el cual se acelera, y en el que las libélulas somnolientas despegan para tomar la altura suficiente en el tremendo viaje de regreso al norte.  



Día 570
(Cadenas etéreas)
   
    Sueño lo mismo que Javi. No significa que siempre sea así ni que de tal secuencia se conforme una ley definitiva. ¿Será que el acercamiento de nuestra especies hay un nivel esencial que se sintoniza al compartir vivencias y destinos? Si él marcha por un camino rojo yo rastreo sus bordes, si sobrevuela la gran cordillera yo permanezco alerta sobre su espalda, si lo hace sobre un caballo nunca dejo que se aleje demasiado hacia la soledad absoluta sin mí, y si se reencuentra con los suyos, son igualmente los míos, pues nadie puede separarnos de querer a la vez.
    Hace ya un tiempo que Javi no tiene que regañarme, ni siquiera decirme qué debo o no debo hacer. Cuando me ensucio con mugre simplemente me baña, cuando como demasiadas sobras de las vecinas luego no me pone de cenar, si entro en otras casas o en otros patios o me peleo con Oso o con Gos sé que dormiré en el patio, si me escapo por el barrio y él llega antes que yo, a la tarde no habrá paseo ni caricias ni mimos. Si por contra mi energía se dirige al equilibrio, entonces los juegos y los premios lloverán sobre el polvo y mi cuerpo flaco, cayendo gota a gota desde sus ojos brillantes y satisfechos.
    Dicho intercambio es recíproco, y también imperfecto. Por ello yo también puedo premiar y castigar. La fusión de nuestras especies lucha para quebrantar la domesticación mutua, la eugenesia social que nos oprime. Nuestros respectivos yo sociales adquiridos por la experiencia acumulada y la cultura dominadora. Ambos somos libres si sabemos las consecuencias de esta impronta. Así, aunque la confianza, el cariño y el respeto son del mismo modo cadenas existenciales, etéreas, son las únicas que afianzan la libertad individual con la prójima, que sustituyen la correa por el amor.    



SEMANA 80

Día 571
(Mosquitas vs mosquitos)

    Cuando vivíamos en la casa-chabola, en la pradera maravillosa, uno de los mayores desafíos cotidianos era combatir a los mosquitos que venían a la tarde en manadas innumerables. De poco valían las pipetas y el spray, las espirales y el resto de estrategias. Los picotazos se sucedían, y la defensa durante la noche se volvía imposible.
    Ahora, en esta casa, sigue habiendo mosquitos. El río enorme está cerca, pero al haber tantos humanos y perros viviendo cerca de nosotros los mosquitos se reparten. Con todo, en los últimos días hemos padecido un nuevo tipo de invasión, a la que Javi hace frente con lucidez aunque sin resultado.
    La casa se llena de mosquitas. No son moscas grandes, sino unas mosquitas diminutas que salen del desagüe de la cocina y que se van posando en las paredes hasta convertir el blanco en un cielo y ellas mismas en un conjunto de estrellas ensombrecidas.
    Javi no puede dejar nada de comida sobre la mesa porque se lanzan sobre ella como un torbellino de alas y patas y son capaces de sobrevivir al spray y a las espirales, al trapo y la caza. Misteriosamente, la mayoría, desaparece a la noche. Las demás, arremolinadas junto a las fuentes de agua, aguardan el amanecer para reunirse en nuestra cocina.
    Hoy Javi ha tapado el desagüe y no hay tantas como podría esperarse. Sin embargo puedo notar su zumbido en las cañerías tras las paredes. Las mosquitas buscan salir y en algún momento lo conseguirán seguro. Cualquier pequeña grieta, una junta desgastada, o un agujero anónimo puede suponer su retorno. Mientras tanto descansamos. Yo de lanzar bocados al aire cada vez que una me roza la oreja y Javi de interrumpir constantemente su pensamiento y sus dedos por sentirse rodeado de ojos que le miran aguardando una migas de pan rayado, un vaso con gaseosa o unos granos de azúcar derramada.   


Día 572
(Geometría fractal)
   
    Una espiral no es más que cientos de espirales microscópicas unidas que su vez se integran por otros cientos de espirales. Una montaña de cinco mil metros de altura puede tener la misma forma de una piedra de varios centímetros. El brazo de un río al cual llegan sus arroyos, es idéntico al río principal al cual llegan sus brazos. La rama más pequeña de un árbol parece, mirada de cerca, un árbol propio, así como una simple nube resulta igual a un concilio inconmensurable de nubes. La naturaleza, tan caótica en apariencia, posee un orden interno insólito, de ahí su equilibrio y su eficacia. Los animales sentimos esta armonía y ubicamos la destreza de la gran madre.
    Nuestro cuerpo está poblado de células, que son cuerpos detalladamente individuales que se relacionan, como nosotros, entre sí. Un átomo no es otra cosa que un sistema solar ínfimo. Hay soles de energía y cuerdas que vibran en cada partícula íntima de materia.
    Javi bate un huevo en un plato y piensa en estas cosas. El tenedor, al mezclar la yema y la clara, ha fabricado burbujas dentro de las cuales se da la misma mezcla y respiran nuevas burbujas elementales. Los humanos también sienten dicha armonía. Sin embargo está separados de la gran madre por creerse dioses del conocimiento universal. 
    


Día 573
(Coordinación)

    Javi ha regresado del trabajo con rostro cansado. El día ha debido ser difícil y sus pensamientos, que yo huelo, reviven positivamente la acción.
    Se encuentra en el hogar de humanos especiales y ha de organizar los talleres con un cronograma plagado de errores. Hace dos días que ejerce de coordinador de profesores y aunque para él es un reto optimista, entiende un poco mejor la labor y las dificultades. La anterior coordinadora se ha enfermado y, en tanto se recupera, Javi habrá de hacer su papel. Lo más complicado son las decisiones que hay que tomar en el momento y mantener el ritmo de las actividades sin que los chicos se lastimen. El problema es que hay varios profes nuevos y ha de estar asimismo pendiente de que no tengan problemas y que se adapten al trabajo. Hoy ha debido ser un día enrevesado, pues la mirada de Javi se achica y apenas brilla como a la mañana. No tiene ganas de teclear y por ello se ha acostado en la cama a mirar alguna película en la pantalla tecleadora.
    No es la primera vez que coordina a un grupo de gente y sabe de las cargas adicionales. Su mente afronta el esfuerzo y aguarda que le sirva para algo. Sus ojos se cierran sobre la pantalla. Y en su último brillo dibujan una escena esperada. Su jefe estrechando su mano, y extendiéndole un contrato para que nuestra vida se afirme o se mueva.  


Día 574
(Operación rendija)

    Si salgo por un agujero junto al galpón del fondo del patio, entro en el patio de los vecinos mecánicos. Desde allá puedo salir a otra calle, y desde la calle entrar en otros patios. Una separación minúscula entre dos barrotes me valen, un alambre doblado por el viento, un poco de tierra arañada con mis patas, un palo sobre el que apoyar un salto, o trepar por las ramas caídas y emular a los gatos y a los pájaros. Este entrenamiento tiene sus riesgos, pero estoy ganando mucho en habilidad y valentía.
    Hace unos días Javi me encontró, al volver a casa, subida en el tejado. Mis ladridos lograron hacerle sonreír y antes de que abriera la puerta del patio para comprobar por dónde había subido, yo ya me había bajado para mantener el misterio. Hoy he de reconocer que no me ha salido demasiado bien y por ello me veo ahora con la cadena alrededor del cuello, más aburrida que angustiada, aguardando que a Javi se le pase.    
    Por la mañana se podía sentir el olor. A una media cuadra, en una casa anónima, algunos humanos preparaban un asado suculento. Algo debían celebrar, porque la música llegaba junto al olor, y era algo irresistible. Muchos perros vecinos han comenzado a ladrar desde sus patios respectivos y algunos callejeros se agolpaban a la puerta de la casa. Gos, Oso y yo no hemos sido menos y nos hemos unido al coro de ladridos desde el principio hasta que la vecina con gafas se a ha asomado por la ventana y nos ha hecho callar primero a puteadas y después lazándonos una zapatilla.
    En el susto y la desesperación absurda, me he colado por el agujero del galpón del fondo y en el patio de los vecinos mecánicos he hallado el modo de saltar de patio en patio. El aroma de la carne me hacía flotar por encima de las vallas y portones y posarme en las cuerdas de tender ropa. He conseguido alcanzar la casa señalada, pero como el patio donde hacían el asado estaba lleno de humanos he decidido meterme en la casa por la rendija de una ventana entreabierta. Para conseguirlo tenía que dar un salto de unos tres metros desde el suelo, sostenerme lo suficiente para introducir las patas y la cabeza, y luego levantar mi cuerpo a peso. Después de varios intentos, he visto que resultaba imposible, aunque pronto he tenido una idea. He arrastrado con los dientes una silla y la he situado debajo. Sobre ella no ha sido difícil saltar y llegar a la ventana. La rendija parecía en un principio demasiado pequeña, pero unas cuantas contorsiones mágicas han sido suficientes para desafiar la física.
    Menudo kilombo bárbaro. En un impulso íntimo he agarrado un costillar de una fuente que estaba sobre una mesa. Con él en la boca he salido afuera para escapar antes de que nadie pudiera verme. Pero ha sido inútil. Varias humanas han empezado a chillar y las piedras y los tenedores llovían sobre mí mientras corría sin soltar costillar y analizaba posibles salidas en el patio. La suerte es que los palos del portón estaban lo bastante separados para arremeter su separación sin demora. La cuestión es que una decena de compañeros hambrientos me esperaban al otro lado moviendo el rabo y salivando. Todo lo que recuerdo es saltar y en un instante una maraña de dientes y garras se abalanzaba sobre mi cuerpo. Ha sido muy rápido. Algunos arañones, un mordisco en una oreja y caminar con el rabo entre las piernas a casa, sin costillar.
    Javi ha llamado a dicha jugada: la operación rendija. Como en el barrio ya nos conocen, alguien ha debido venir para contarle la hazaña. Ha tenido que pagar a los vecinos el costillar y a mí me ha atado con la cadena. Sin embargo ha merecido la pena. Javi sabe también que la libertad está al otro lado de una rendija, pero nadie ha dicho todavía que el lado podría ser éste.    


Día 575
(Grito Llamamesero)

    Suena música en la radio de nuestros vecinos mecánicos y Javi escribe en su libreta sentado en la puerta de casa. Yo sigo los rastros en la calle. No es una tarea sencilla, pues he de comparar los antiguos con los nuevos, los conocidos de los desconocidos. A Javi le brillan los ojos pues hoy el trabajo ha sido tranquilo. El calor baja con el atardecer y la vereda de nuestra calle se llena de humanos y de cachorros.
    Un humano que vive unas casas más allá viene caminando con dos humanas lindas cuando en la radio clama el grito conocido del llámame. A Javi le encanta y por un momento para de escribir y registra su cadencia. El humano justo le saluda diciéndole: qué onda loco? Javi mira al humano y después a las muchachas lindas. Todo bien responde: por suerte… y ustedes?
    Yo me acerco a él pues siento en su interior forjarse un grito. Ni el humano ni las muchachas le responden y siguen caminando por la calle. Entonces Javi se levanta y les grita: ayayayayayayayayyyyyyyyyyyyyyyyyy. La vereda son cien ojos que le miran, cuando uno de los vecinos mecánicos, alzando su cabeza por encima del capó de un auto, sonríe y le da palmas. 



Día 576
(Dos ramas crecientes)

    Javi escribe en su libreta y dos cachorros acuden a su mente describir dos ramas del árbol de espirales. Sus sobrinos pertenecen a su corazón, pues son sangre y tiempo, y por cómo le brillan los ojos el amor y la nostalgia ciñen sus palabras.

ALDARA
Cariño
el día que naciste
que te sostuve por primera vez entre mis brazos
te prometí ser una vanguardia
y aborrecer los reinos que te prometían
Por tu condición de princesita generacional

fuiste moneda de cambio
                                                en el conflicto
pero el amor de algunos de los tuyos
te amparó del exilio y la corona

algún día entenderás
que la infancia no sólo es magia celeste
sino también un tamiz idealista y confuso

yo estaré allí para compensar los engaños
y desvanecer las angustias y fantasmas 
de tu corazón maravilloso

una vez puse en tu mano un lápiz
y te enseñé a dibujar una espiral
nunca olvidaré
cómo lo agarraste entre tus dedos
para trazar las curvas de la vida


ASSIER

Canijo
dicen que a los hermanos pequeños
nos miman con desesperación

y es verdad
porque nuestros años agrandan otros años

debo agradecerte tu inocencia
que me allegas con tus juegos sonoros
y esa habilidad para revelar lo positivo
demostrando que la perpetuidad intrascendente
no es mejor que el instante de calidad

sé que siempre me echabas de menos
al igual que yo a ti
porque en cuanto me veías
                                                 subir por la escalera
comprendías que ahora tocaba reír
y tu cara hacía malabarismos de sueños inconcebibles

el mañana nos aguarda a ambos
y en él tendremos nuestro espacio afectivo

por entonces es seguro
que a ti no te faltará ningún diente
                                                  pequeno
y lo más probable es que me falte a mí.

   


SEMANA 81
Día 577
(Tiempo increíble)

    Estamos dando un paseo por una calle cercana a nuestra casa. El sol se resiste a declinar sobre la copa de los árboles y resalta el gris de algunas nubes altas. Los ojos de Javi brillan y también las plantas y el verde. Las flores desprenden aromas maravillosos que mi nariz guarda y confunde. El aire se disfraza de seda y el viento remueve sus ecos. Puede que sea la luz, la temperatura, los colores estallando a cada paso, pero una paz emerge de la tierra y del cielo para sumergirnos en la simple contemplación.
    Javi se sienta en bordillo y se dispone a fumar. Yo lo hago a su lado y me quedo observando el vuelo de un pájaro hasta perderle. Los sonidos de la calle se aplacan y los humanos caminan como dormidos, con una armonía de la que no son conscientes. Los autos y los vehículos colectivos pasan, los cachorros corren descalzos tras los sueños que se les escapan, mientras los perros callejeros se rebozan sobre el pasto cortado y protegen la herrumbre de su destino. El barrio destila vida y optimismo. Hace un tiempo increíble, como si la primavera luchara contra el verano recién llegado, como si quisiera contravenir el calendario, su propia identidad y todas las predicciones meteorológicas.


Día 578
(Nochebuena emocional)

    Javi se ha ido a trabajar temprano como todos los días. Sin embargo, a su llegada, ha encendido rápidamente la pantalla y ha estado hablando un buen rato con su familia. Es nuestra segunda nochebuena acá, y aunque a Javi no le emociona demasiado esta fecha, ver reunidos a los suyos y poder hablar con ellos, supone una alegría inmensa. La distancia tiene una parte subjetiva contra la que se puede luchar. Chocar con su sobrino la mano, hacer cosquillas invisibles a su madre, hablar después de un año con su hermano, guiñar un ojo de complicidad a su padre o hacer reír a la abuela Antonia, se convierten en un actos psicomágicos; necesarios e imprescindibles.
    No será el cordero al horno ni el jamón del bueno lo que más añore en estos días. Será esos rostros cercanos y tan conocidos; esos rostros que comprenden y no nuestra ausencia, que preguntan con timidez cuándo regresaremos, que aguardan siempre buenas noticias y que están ahí todo el tiempo, sin importarles otra cosa que nosotros, por fin sin prejuicios, o quién sabe.
    Javi se ha permitido el llanto después de despedirse y pronto se ha ido a ayudar a los vecinos con la cena. Otras familias tenemos acá que también nos quieren. Por suerte el amor es inabarcable y no se acaba de pronto, ni por cambiar de hemisferio. Son cerca de la doce, y como presiento que en unos minutos la pólvora sembrará el cielo de luces y explosiones tremendas, me voy en silencio a casa mientras Javi se queda con ellos brindando con sidra de ananá, celebrando abiertamente el encuentro afectivo, proyectando sobre estos humanos a quienes ama, por convivencia y respeto, los mismos sentimientos que desea para su familia en nuestra tierra. 


Día 579
(Navidad violenta)

    Al parecer, Javi ha roto la nariz a un humano de un puñetazo. Ha sido al mediodía, en la casa de sus compañeros de trabajo, aquellos que viven en la villa y que Javi tanto quiere, aunque hoy lograran colocarle en un apuro. No sé muy bien lo que ha pasado porque su rabia me impide oler con nitidez sus pensamientos. Sé que ha ido a comer allá porque le invitaron, que se ha encontrado con que su compañero todavía no había ido a dormir y su compañera ha enmarañado su llegada para hacer arder la situación. Quién podía imaginar el desenlace.
    Ahora Javi teclea en la pantalla tratando de olvidar lo sucedido, aunque sin mostrar arrepentimiento ni duda. Percibo que sólo quería defenderse y proteger a la vez a su amigo. El otro humano, borracho, demasiado joven, necio por no saber medir las distancias emocionales, sin mediar palabra, se le ha echado encima para pegarle, y Javi simplemente le ha dado lo que él denomina una ostia educativa.
    La navidad siempre es surrealista. Acá se acrecienta esta pintura. Los adornos se desligan del calor y prometen chimeneas encendidas con hielo líquido y ventiladores. Una botella de whisky descansa sobre la mesa. Muy pronto se llenará de vacío. Javi bebe recordando su gente y comprueba si hay alguien conectado en la pantalla. Ahora la desenchufa y, sonriéndome, me dice sin pretender que nos vamos de vuelta a la calle.   
   

Día 580
(Descanso forzoso)
    Me he pasado el día durmiendo cerca del ventilador. La humedad crecía con las horas y las nubes se han ido formando desde la mañana. Javi no ha parado de teclear desde que se despertó. Como el cielo anticipaba sus pasos, salimos a comprar temprano, aguardando la lluvia y la tormenta que continuaran forzaran nuestro descanso. De cuando en cuando Javi interrumpía su trabajo y preparaba un pitillo conciliador.
    Ahora sale a la calle porque ha empezado a soplar el viento, y entre relámpagos y tinieblas sonríe. Yo levanto las orejas con molicie, y cómo las gotas comienzan a caer con mucha fuerza, cierro de nuevo los ojos.






Día 581
(El ceibo de la calle Lamadrid)

    Hoy, a la tarde, hemos salido a dar un paseo. Hacía una tarde espléndida y los humanos aprovechaban para colmar las veredas y las calles. Cuando Javi ha sacado la bicicleta por la puerta sabía que no iríamos por donde siempre. He tenido que apretar el paso para seguirle hasta un lugar verdaderamente prodigioso. Él, en el camino, me animaba, girando su cabeza hacia atrás y silbándome con dicha. Hemos marchado unos minutos hacia el centro del pueblo, y después hemos bordeado un campo en el que varios caballos pastaban espantando con sus colas cientos de insectos. Hemos entrado en una calle larga, parecida a otras, pero cuya vereda estaba llena de árboles. De pronto nos hemos parado en una pequeña plaza, ocupada por un pequeño potrero y unos columpios parea cachorros. Apenas había nadie allá y después de recorrer y rastrear todos los olores me he sentado junto a Javi a descansar y a rebozarme por la hierba.
    Javi se ha prendido un cigarro y se ha puesto a dibujar en su libreta un árbol que se encuentra en el medio de la plaza. El árbol no es imponente pero tiene una belleza excepcional. Su tronco se retuerce como si bailara y sus ramas forman una copa parecida a un hongo. La luz de del atardecer ilumina sus hojas, y en ellas unos frutos rojos destellan como si estuvieran pintados de sangre. 
    Los pensamientos de Javi me revelan ahora el misterio. Porque este árbol tiene una historia equívoca. Hace doscientos años se lo regaló un humano Japonés a la fundadora del pueblo, en su lecho de muerte, cuando el pueblo ni si quiera existía. Él se llamaba Hato y ella era de nombre Eugenia. Los japoneses llegaron a esta zona para cultivar flores exóticas y exportarlas al oriente. Dicen que tuvieron un romance impropio de esos tiempos y que los hijos de Eugenia quisieron matarlo. Finalmente Hato, que siempre lograba evitarlo, murió de cirrosis, pues le gustaba beber mucho. Al parecer ella, tras su muerte, quería que lo plantaran en la plaza del pueblo, pero un ingeniero erró con los planos y lo ubicaron unas cuadras más allá. El árbol, que se llama Ceibo, representa la unión de las culturas, y lo que más le gusta a Javi es no hay una placa que lo recuerde, simplemente sus frutos rojos, que ahora contempla como si viera en ellos la incierta verdad.   



Día 582
(El Dogo argentino)
    Javi se ha marchado a trabajar sobre la bicicleta, y en cuanto ha doblado la esquina yo he saltado el portón del patio para unirme a una gran manada de compañeros callejeros que se preparaban aullando y marcando con orín la plaza de la villa. No es el primer domingo que lo hago, aunque creo que Javi no lo sabe. Mi instinto animal me arrastra, y aunque existen bastantes posibilidades de volver lastimada, no puedo renegar de mi naturaleza.
    Juntos,  atravesamos el barrio y nos dirigimos al matadero, donde otras manadas acuden desde otros barrios para disputarse las sobras acumuladas durante la semana y que los humanos que trabajan allí arrojan al campo cercano. Los perros se pelean si el excedente no es abundante, pero si hay suficiente para todos no habrá nada de qué preocuparse, al menos no demasiado.
    Nuestra manada tiene un jefe temible. Un enorme perro blanco, con un carácter afable, pero que cuando empiezan los combates se convierte en un asesino tenaz. Vive unas cuantas calles más allá de la nuestra, y los domingos, como algunos de nosotros, se escapa de casa para vivir la aventura. Le he visto destrozar a perros mayores que él. Su determinación es prodigiosa. Es de una raza que llaman Dogo, que crearon con cruces y mutaciones unos humanos de esta tierra con la intención de crear un perro que pudiera hacer frente a animales salvajes durante la caza, como jabalíes e incluso pumas, y asimismo para que peleara con otros perros. Pienso que no es bueno aislar de este modo a la razas, que la mezcla es la mejor evolución. En esto soy igual a Javi, pues conozco su opinión sobre estas cosas.
    El dogo argentino se pone al frente cuando llegamos al campo cercano al matadero. Nuestra manada comprueba enseguida que otras se nos han adelantado y devoran los restos de carne. Ladra con violencia, y mostrando su inmensa boca de presa, se lanza a destrozar a sus iguales, porque ha falta de jabalíes o pumas, está echo para buscar la muerte y enfrentarla.  




Día 583
(Fuerzas invisibles)
   
    Siento energía bajo mis patas. De la tierra brotan fuerzas invisibles que recorren el mundo como una red positiva y lo protegen . Las ciencias humanas siempre trataron de entender su naturaleza, pero estas escapan su conocimiento. Parecieran producto de una antigua magia, que de hecho lo son. Estas fuerzas nos protegen de los rayos cósmicos, actúan sobre el clima, sobre los animales y sus ciclos relacionales y migratorios, representan un misterio coherente, pues allá donde asoman embellecen el entorno, envolviéndolo de vida. En las cavernas y simas se nota su empuje, en el nacimiento de los ríos y en sus cauces se puede percibe su presencia, en la cima de las montañas, en los cañones y quebradas, y en cuantos paisajes asoma la maravilla incandescente del tiempo inabarcable. El agua es y el fuego se confunden, y el viento y la tierra se abrazan. Los elementos se conocen. A veces se aman y otras veces se se enfrentan. Todo es igual a todo. 
    Acá, bajo el patio pasa una corriente subterránea. Toda esta zona está llena de manantiales y ríos, algunos van sobre la superficie y otros por debajo. Esta energía nace del movimiento, y se perpetúa en un viaje interminable. 
    Mi cuerpo y el de Javi son desde esta perspectiva semejantes. Somos agua y materia, sangre que transporta sedimentos, átomos que giran y que chocan, que se atraen y se repelen, y que desprenden la misma fuerza invisible que mis patas recogen ahora como una antena, y que devuelven al aire mis pensamientos.  

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