martes, 7 de abril de 2015
Diario de una perra en Argentina (Semanas 93,94 y 95)
SEMANA 93
Día 645
(Rascando el aire)
Cómo
nos gusta rascar el aire. Filtramos sin querer las impurezas, enebrando el
pensamiento y las emociones para negar el paso de las horas. Muchas veces Javi,
como humano y como bicho, procede de tal modo. Cuando escribe, o se va de joda,
o se aplaca observando los ecosistemas, desconectando así de la realidad
cotidiana. No obstante, juntos, obramos la emergencia, y en nuestro concilio
entre especies dicha actividad adquiere un virtusismo prodigioso. Rascar el
aire significa pensar tranquilamente, valorar nuestra vida en la encruzijada,
todos los caminos que se presentan y todos los posibles dados. Mirar al pasado
para entrever el futuro; escuchar al corazón conversar con la mente.
Ambos
reflexionamos sobre nuestro regreso, y este posee una estructura cristalina que
atraviesa el amor, nuestra realización personal y los sueños que calibran
nuestra lucha.
Día 646
(El calor y las pulgas)
Este
verano, que empieza a desvanecerse por deseo y conciencia, no tan caluroso como
cabría esperar, no tan largo ni profundo ni trascendente, estacionalmente
vacío, en los últimos días viene dando bandazos desesperados, y es por ello que
las temperaturas suben hasta las nubes para dilatar los espejismos sobre el
asfalto y prolongar el carácter insomne de Javi. Sin ventilador, las noches se
alargan en su martirio. El sudor es algo más que un vagaje fisiológico, se
convierte una manifestación psíquica, en una somatización de la esperanza, que
chorrea y se deshinfla como un globo de agua pinchado.
En
el patio, sobre todo a las horas del mediodía, los bichos nos las arreglamos
bien con la sombra del sauce, la tierra removida y el balde henchido y
compartido. Miles de pulgas nos acompañan. Se las ve saltar con destreza de los
árboles al suelo y del suelo a nuestros lomos. Las picaduras anuncian alergias
y estereotipias. De nada sirven los collares y pipetas. El mundo tiene piel y
bajo su espesura corre la sangre impura.
Me acurruco así junto a la puerta, aguardando el regreso de Javi, para
decirle mientras me rasco que estamos desangrándonos en este verano frío, que
su muerte calienta nuetros ojos a la espera de esas decisiones que habrán de
venir como un otoño que allá será primavera.
Día 647
(La cita)
Javi
ha regresado del trabajo feliz. No ha sido como en otras ocasiones por una
cuestión meramente laboral, pues su pensamiento revelaba abiertamente otros
motivos. Hoy han comenzado para él unas pequeñas vacaciones, esperadas, oportunas,
además de necesarias; pero era otra cosa.
Después
del paseo, sentado en la puerta de casa, fumándose un pitillo de hierba, Javi
sonreía repasando la escena irrepetible. En ella, tras unos minutos de dudas e
inseguridad, cuestionándose si aquello estaría bien o no, conseguía reunir el
valor suficiente para proponerle a la estrella nueva una cita. Como ella le ha
dicho que sí, el sol se ha acercado unos centímetros a la tierra, calentando el
aire, y todos los colores de la realidad han ido creciendo en su mirada como
pájaros cayendo del cielo.
Javi
escribe ahora en su libreta una canción y termina de aplicarle el ritmo y las
palmas. La rumba sueña, cuando en nuestra calle el viento levanta el polvo sobre
la vereda y nos envuelve de melodías táctiles. Los cachorros de los vecinos
mecánicos asoman sus pestañas por encima de la vaya divisoria. Javi les hace
una señal para que se acerquen, y le da a uno de ellos cincuenta pesos para que
se acerque al kiosco a comprar una botella de vino y una Manaos-cola.
Día 648
(Soledad)
Hoy
nos hemos levantado más tarde de lo habitual. Javi se quedó anoche escribiendo
hasta muy tarde y la mañana se comía nuestra resaca somnolienta. Poco después,
mientras yo mordisqueaba un hueso que me ha dado la vecina vieja, Javi se ha
marchado sobre la bicicleta al centro del pueblo. Regresaba unas horas más
tarde, justo cuando comenzaba a dormitar hecha una bola junto al galpón del
fondo, alegre como un niño, porque traía en sus bolsillos dos entradas y una
bolsa enorme con unos zapatos nuevos.
La
tarde ha transcurrido lenta, cargada de sentimientos como canciones. Tras la
siesta y el paseo, Javi me hacía cosquillas en la vereda de casa y tomaba
infusión con el palito metálico observando la vida en nuestra calle: los
humanos afanados en su cotidianidad, los perros callejeros en su búsqueda
incansable, los árboles mecidos por la brisa, todos sujetando el calor y
aguaradando insconscientemente la llegada de los mosquitos.
No
obstante la cara de Javi mudaba poco después de color. Ha escrito un mensaje a
la estrella nueva para confirmar la cita y ésta le respondía que no podía ser.
He olido en sus ojos la frustración y elevarse la sombra sobre el destello. No
estaba enfadado, ni siquiera sentía en él amargura alguna, sólo la desilusión y
un matiz ácido de aquella esperanza que había construído de la nada.
Ahora
está tumbado en la cama tratando de entender, bregando con el nudo y la
inmensidad. Yo estoy acurrucada a su lado y le lamo las manos para impedir que
se aleje demasiado. Transpira su cuerpo sin ventilador, y como se ha olvidado
echarse el spray, quiza no, decenas de mosquitos se ceban con su sangre. Javi
se siente sólo. Pero esta soledad es diferente a la que impone la distancia y
la diferencia. Esta soledad es semejante al estrago.
Día 649
(Cuadro flamenco)
Javi
ha dormido casi hasta el mediodía. Su insomnio era anoche un castillo lleno de
fantasmas que con esfuerzo él iba transformando en todos sus seres queridos. De
madrugada, lograba dormir y soñar con la estrella. Mi rariz seguía su rastro
por las playas de su inconsciente y en el mismo paso de la eternidad a la vida
le he visto que se arrancaba los pelos.
Por
la tarde se ha marchado a la gran ciudad. Con sus zapatos nuevos, vestido con
su mejor camisa y las dos entradas en un bolsillo. Como mis ojos veían a través
de sus ojos me he dirigido con él en el vehículo colectivo, luego en el tren
subterraneo, antes de que sus piernas nos llevaran por una avenida de casas
enormes hasta pararnos frente a un edificio viejo, lleno de estátuas y
vidrieras de colores, un teatro maravilloso, un museo de nuestra tierra, de los
inmigrantes que que vinieron acá, en cuyas escaleras Javi se ha sentado a tomar
un café a la espera de que abrieran sus puertas, con la mera intención de
encontrar entre los humanos que llegaban a quien ofrecer la boleta de la
estrella.
Se
la ha regalado a una humana mayor que se disponía a comparla en la taquilla del
brazo de su marido, y que era gitana, nacida en Badajoz y emigrada acá a los
cuatro años. De este modo poético comenzaba la función, un giño de acordes y
zapateaos, de ramas habituales: de soleás, alegrías y bulerías, fandangos,
tarantos, tangos, seguidiyas y tonás, de baile, cante y toque, de lunares,
volantes y estrellas. Javi ha disfrutado de la música en vivo. Hace casi dos
años que no escuchaba en directo estos ritmos que ama sin condiciones y su
mirada se ha pintado de nostalgia. Durante dos horas su mente volaba a nuestra
tierra y regresaba para nuestro retorno, cuando el cuadro flamenco se convertía
en garabato y trazo.
Ahora
le escribe un email a la estrella y le cuenta todo lo que su corazón acumula,
confesándole sus sentimientos, el sueño que anunció el día, sus deseos
imposibles y la frustración de tenerlos frente a sí. También le pide que le
aclare las cosas, que le diga claramente si es cariño, confusión o sospecha lo
que se esconde trás sus acuerdos o sus pretextos.
Enciende un
cigarro y sale a la puerta de casa para contemplar las estrellas distantes. Sin
embargo, como el cielo está nublado y los relámpagos se deslizan por el
horizonte desde el oeste, Javi se prepara para un nuevo insomnio de palabras y
reúne velas por si se corta la luz.
Día 650
(El email)
La
estrella ha respondido el email de Javi por la mañana. En él le decía que se
había quedado helada y que no entendía sus acusaciones. Esta luz fría de la
estrella ha hecho temblar y sonreír a Javi a la vez, y después de contextarle
con otro, emprendía la distancia necesaria y razonable. Así, ha tenido que
pedirle disculpas por sentir lo que siente, por desear que le hubiera mentido
sobre su chico, tal vez algo absurdo pero humano. Le ha dicho que todo estaba
bien, que había sido un espejismo sin sentido en su mente, un flas emocional, que
no le acusaba de nada, simplemente que sentía algo muy fuerte por ella y quería
entender porqué. Luego se ha propuesto olvidarla y, encendiendo un pucho en su
boca, se ha puesto a corregir su sueño hasta el atardecer. El mundo humano se
encuentra del revés. Aquellos valores de la comunicación y la sinceridad se
están perdiendo en los pliegues de la cultura suicida.
Por
la noche, hemos salido a dar un paseo por la villa y también a comprar la cena.
Javi ha preparado una olla enorme de fideos con verdura, chorizo y queso, y en
su embriaguez optimista, como si quisiera contraatacar a sus sentimientos, ha
convidado a varios vecinos y a algunos perros callejeros a comer con nosotros,
y continuar así derrochando su tiempo y su cariño, ese que la estrella rechaza
misteriosamente.
Día 651
(Correcciones)
Hoy
ha sonado nuevamente el despertador. Y es que las vacaciones de Javi fueran un
fraude circunstancial. Yo ya me lo olía desde ayer. Le conozco demasiado. Ha
encendido la pantalla, ha calentado agua para tomar infusión con el palito metálico,
y se ha sumergido en su sueño, recorriendo sus capítulos, avanzando y
retrocediendo como una marea constante que quisiera pulir y redondear la
superficie de las rocas. Mi día se asomaba al patio, persiguiendo lagartijas o
dormitando sobre la tierra. El suyo ha transcurrido sobre la mesa de la cocina,
sin treguas ni concesiones. Su pensamiento ha viajado por nuestra tierra y por
muchas otras, migrando en su historia, siguiendo el rastro de la libertad y la
esperanza, muriendo y renaciendo una y otra vez.
Al
terminar el día, Javi ha apagado la pantalla. Por unos minutos se ha permitido
pensar en la estrella para recorrer el laberinto de su corazón. El cansancio le
llevaba después a tumbarse sobre la cama; sin comer, sin sentir nada, sólo el
vació de sentirse pleno, de haber avanzado unas cuantas páginas más.
Esta noche
sé que no habrá insomnio ni fantasmas. Ahora escucho su respiración tranquila y
huelo las imágenes que giran en torbellino en las puertas de su conciencia. Él
cierra los ojos para poderlas abrir, y yo me dispongo a oler su composición y a
velar por su descanso indispensable.
SEMANA 94
Día 652
(Vida bohemia)
A
la misma hora que ayer sonaba el despertador: 7:15 de la mañana. Javi se ha
levantado como un muelle y ha encendido la pantalla, la luz y la pava para
calentar agua. Es una delicia tenerle todo el tiempo conmigo, buscar su mano
bajo la mesa y oler sus ideas brotando como en un campo de cultivo. La mañana
se ha disfrazado así de verdura, en tanto la temperatura se suavizaba con el
viento del sur y los ceibos de la vereda se retorcían otro poco.
Al
mediodía hemos ido a comprar a una despensa y Javi ha preparado milanesas con
papas y batatas para comer. Luego hemos ido caminando hasta el centro del
pueblo y nos hemos pasado las horas siguientes recorriendo algunos bares y
cafeterías, Javi tecleando en la pantalla, y yo rebuscando entre las sillas
algún resto de comida o dormitando sobre sus pies. Los humanos poblaban las
calles, aunque Javi no los contemplaba como otros días. Estaba concentrado en
su sueño y sólo despertaba de él para prender un pucho o un pitillo o pedir
otro café con hielo.
Cuando
el sol caía sobre los árboles de la plaza el café se ha tornado en whisky. El
silencio se adueñaba de las calles, y Javi extendía su afán entre parejas que
derrochaban su plata y le miraban como a un extraño en un mundo ajeno. Las
horas se sucedían por capítulos, y las escenas se cerraban unas sobre otras, como
las piezas de un gran puzle. Javi se ha amistado con un humano que olía a
tabaco negro y harina, un camarero viejo con una enorme barriga que como él
viajó una vez muy lejos para escribir un libro, y que le observaba fijamente
porque Javi le traía recuerdos.
Ahora
viene con un plato de pasta y Javi paga la cuenta. Le pregunta si es posible
darme de comer bajo la mesa y el camarero asiente silencioso. Javi sonríe. Los
ojos caen sobre nosotros mientras devoramos la razón y el entendimiento. Somos
un hechizo momentáneo, una pintada sobre un muro, un grito en medio de la calle,
la diversión fría de unos humanos que se aburren de ser cómo son y buscan en
otros su propio entretenimiento. Javi escribe en una servilleta de papel la
propina que le dejará al camarero cuando quebremos la burbuja y nos alejemos
caminando por la plaza siguiendo la luz luna hasta nuestra casa. Muchos
compañeros callejeros nos seguirán hasta allí. Por ello, esta noche habrá
peleas y aullidos, siendo esta la única consecuencia de nuestra vida bohemia.
Día 653
(Adiestramiento)
Hoy
nos hemos vuelto a levantar muy temprano. Hemos salido a pasear por el barrio
cuando el sol era apenas una bola naranja que trataba de traspasar las capas de
nubes sobre el río enorme. El rocío cubría el pasto y las hojas de los árboles
y brillaba como el metal. Javi se ha marchado un rato después, sobre la
bicicleta, y en el patio he cerrado mis ojos para abrirlos dentro de los suyos.
Hemos
ido así en un vehículo colectivo hasta el sitio de los perros, hasta una
especie de local situado cerca de la plaza. Un humano le esperaba en la puerta
y Javi le saludaba con un abrazo. En el jardín el humano le ha presentado a dos
perros y con ellos han estado trabajando durante algunas horas. Uno era pequeño
y el otro grande. El humano le explicaba
a Javi varias estrategias para el adiestramiento, pero aunque Javi sonreía, en
verdad no estaba muy convencido del método, en el que la sumisión del animal
resultaba la clave. Se despedían de este modo al mediodía, después de que Javi
pagara y el humano le invitara a regresar pensando en sus bolsillos.
Ahora
se encuentra nuevamente en casa, tecleando incansable y navegando por las redes
invisibles. Sobre la mesa está el certificado, aunque es apenas otro papel sin
sentimientos ni aplicación real.
Día 654
(Locura de escritor)
Se
trata simplemente de rescatar del sueño millones de palabras, de recordar cada
frase y rescribir otras, de borrar lo repetido, de afianzar lo explicado o lo
inexplicable, de agrandar ese hueco misterioso que sostiene la atención y la
esperanza, de extender toda la historia sobre la mesa y saber dónde y cómo
buscar la puerta que conecta la libertad con la vida y la muerte.
Javi
fuma y bebe vino para espesar su trabajo. No existe nada a su alrededor. Sólo
escucha la voz de sus personajes, sólo siente lo que ellos están sintiendo
ahora. Todos sus pensamientos se dirigen a la pantalla, la cual sella para
siempre sus dudas y sus certezas. El tiempo es inecesario. No hay otra cosa que
hacer ni en la que creer hoy. Su locura de escritor le lleva a confundir las
realidades, a deformar el silencio con un grito. La soledad es inutil, la
angustia una corona. Mil páginas ruedan por su mente y de pronto todo encaja,
cobrando sentido. Javi sonríe antes de regresar. Y sus ojos brillan porque en
ellos se encuentran su infierno y su paraiso.
Día 655
(La ley del potro)
Javi
se ha marchado temprano esta mañana y no ha regresado hasta media tarde. No he
podido esta vez acompañarle, porque la humana con gafas ha estado limpiando el
patio, echando a todos los bichos: perros, gatos, gallinas y patos a la calle.
Ahora
está preparando algo de comer en la cocina y su pensamiento me revela lo vivido.
Ha estado en un pueblo que se encuentra unos kilómetros más arriba por la gran
carretera haciendo un curso de doma de caballos, trabajando con algunos potros
y montando una yegua que tenía por nombre Leila. Ha disfrutado muchísimo y ha
aprendido muchas cosas. Los humanos que lo impartían eran increíbles y le han
propuesto a Javi trabajar de voluntario algunos fines de semana en su
asociación.
La
ley del potro es sencillamente maravillosa. Saca tu cariño afuera, transforma
el miedo en energía, confía en ti tanto como en el animal que has de preparar.
Un caballo no es una herramienta, es un tratado de magia emocional. Todos somos
animales, y la conexión se produce por instinto. Javi se sienta en la mesa a
comer una tortilla de papas. Ahora me mira y sonríe, y de pronto se pone a
cuatro patas para ladrar perseguiéndome por toda la casa.
Día 656
(Otros cuatro capítulos)
Me
gusta mirar a Javi mientras corrige su sueño. Apoyar la cabeza sobre las
baldosas de la cocina y calibrar en su mirada la razón con mi instinto. Ha
estado todo el día así, sentado frente a la pantalla. Las horas se han ido
deslizando en un torrente, enrojeciendo sus ojos y agrietando sus manos. Hay
una espesa capa de humo que cubre el techo de la cocina. No se ha enterado que
ha Gos le ha atropellado una moto, ni que los vecinos del fondo han vuelto a
discutir de nuevo. Ni si quiera que ha llamado a nuestra puerta la humana linda
del kiosko de nuestra calle.
Ahora
se levanta de la silla y estira los brazos hacia arriba. Sus ojos brillan de
felicidad. Ha corregido otros cuatro capítulos. Ya sólo quedan seis, aunque a
partir de ahora el esfuerzo es un anticipo de la autorealización. Me lo dice mi
nariz, en tanto me acerco a él moviendo el rabo.
Día 657
(De cumple desconocido)
Hoy
hemos dormido hasta el mediodía. El esfuerzo pesa y Javi ha decidido darse un
descanso. Por la tarde nos hemos ido a pasear hasta los primeros brazos del río
enorme, atravesando la villa como tantas veces. Yo me he empapado persiguiendo
una iguana y Javi se ha puesto a escribir poemas apoyado contra el tronco de un
ombú. Hemos comido allí y, sólo cuando el sol iniciaba su declive, hemos
regresado hacia el barrio. Los cachorros jugaban en los potreros y en el parque,
y sus padres tomaban infusión con el palito o bebían botellas de cerveza. Como
ha hecho mucho calor, todos andaban descalzos, Javi también, como si los zapatos
resultaran completamente inútiles.
Por
la noche, Javi se ha marchado al sitio de los perros, a la casa donde vivimos
por un tiempo. No se ha quedado mucho allí, porque después salía con algunos
humanos a una joda que empezaba en un pueblo cercano; el cumpleaños de un
humano desconocido. En el cielo de la noche he distinguido a Javi ebrio y
feliz, bailando y riendo entre todos aquellos humanos ignotos. Alguien le ha
regalado un sombrero y con ese disfraz se sentía verdaderamente cómodo.
Dentro de
un compañero callejero que marca la esquina de esa casa puedo verle ahora. Hay
muchas humanas lindas, aunque el ronda la esperanza y sólo puede pensar en la
estrella. Con todo, termina besando a una mientras prepara en el amanecer unos
churrascos en la parrilla. Es incansable. Su alegría traza un arco hasta
nuestro patio sobre esas nubes moradas de fe.
Día 658
(Apurando el descanso)
Hoy
no ha habido tiempo para nada. Apenas para descansar, para dormir, para comer,
para cubrir las horas de oscuridad y dormitar junto a Javi en la cama. Su mano
recorre mi cuerpo y me acaricia las orejas. Huelo su pensamiento y éste incide
nuevamente sobre las correcciones. No hay fuerzas para encender la pantalla,
pero la mente sigue obrando el prodigio. Javi apura su descanso, y yo estoy
feliz echada en su costado sin otra cosa que hacer estar ahí.
Día 659
(La pantalla tecladora se distiende)
Abrimos
los ojos y la madrugada se filtra entre las cortinas. Javi se levanta y me hace
cosquillas. Cambia el balde de agua, me pone de comer y enciende la pantalla
tecleadora. Prepara un café y luego infusión. Se da una ducha en el calefón y
salimos a dar un paseo. No hay apenas humanos por las calles, únicamente los
perros callejeros parecen existir a estas horas. Las despensas y kioscos
permanecen cerrados y el color verde es un escándalo de vida.
De
vuelta en casa Javi corrige su sueño, mientras que yo me dedico a jugar con Gos
y Oso en el patio. En un momento, escucho un sonido conocido y entro en casa.
Javi está hablando con los suyos y veo sus rostros sonrientes en la pantalla.
Huelo en su pensamiento que al poco rato de despertar les envió un mensaje que
decía: necesito hablar con vosotros.
Las llamadas por ello se suceden y la pantalla tecleadora se distiende de
cariño y convicción. Javi se desahoga. Se obliga así a contarles todo lo vivido
en las últimas semanas, a dibujar con palabras la intensidad de sus
sentimientos. Busca su comprensión, su afecto incondicional. Precisa comprender
que los puentes aún existen, que al otro lado la esperanza continúa intacta.
Todas las respuestas contienen un único corazón que platica alegrías e
ilusiones. La cocina se llena de luz y optimismo, y la sonrisa de Javi se
prolonga hasta la media tarde, cuando consigue hablar con todos, cuando la
satisfacción y la lucidez consumen todos los estragos absurdos.
Día 660
(Vuelta al trabajo)
Pronto
he sabido a la mañana que las vacaciones de Javi habían terminado. Le he visto
de este modo levantarse, darse una ducha, apurarse con el café y salir
disparado sobre la bicicleta, situando el rumbo mi nariz sobre las calles del
itinerario preciso.
A
pesar de que se ha pasado los días sumido en un esfuerzo personal tenaz, ha
logrado desconectar de todas las cosas que estaban apretando su corazón estos
últimos meses. El verano fue difícil, henchido de responsabilidades, de compromisos
más allá de los establecidos. Sostener lo insostenible en el hogar de humanos
especiales logró desgastar sus fuerzas, impidiéndole trabajar en su sueño.
Durante esta semana Javi ha recuperado el ritmo y se encuentra cerca de
terminar aquello para lo que vinimos hasta acá.
La
rueda vuelve a girar, aunque Javi asume la incertidumbre del giro. A partir de
ahora sólo queda esperar que todo encaje y suceda. Ya no va a volver a pedirle
a sus jefes que arreglen sus papeles, ya no va a luchar por su legalidad, ni
por afianzar sus relaciones y cariños. Siente que ha hecho todo lo que debía y
aguarda con paciencia que lo sembrado brote. En unos meses estaremos lejos, en
la otra orilla, y allá habrá de decidir qué caminos afrontaremos. La lucha es
la misma en ambos lados. La libertad, su enseñanza y aprendizaje, constituye
una equivalencia firme. Javi es un árbol que camina, echando raíces por donde
pasa, y también semillas.
Día 661
(Rimando poesías)
Javi
regresaba del trabajo y su rostro no traía fatiga alguna. Mostraba un gesto
tranquilo y eficaz, que hacía que mi rabo se moviera, llamándome como un
silbido. Ha estado un rato tomando infusión con el palíto metálico con la
humana linda del kiosco, y le ha propuesto cenar juntos. Por ello ha comprado
arroz, especias y verduras, y de vuelta en casa se peleaba risueño con la olla.
Ahora, sentado
en la puerta de casa, cuando el sol está cayendo entre las ramas de los árboles,
escribe en su libreta, e inexplicablemente inventa rimas. Yo me acuesto cerca
de sus pies para escucharle. Javi sonríe, y nuestra calle sueña.
Uno ama donde nace
se enamora de los
sitios que le hicieron crecer
y aprende a querer
aquellos que jamás
llegará a conocer.
A la sombra de un ombú
un burro pasta
los niños le tiran
piedras
y al burro espantan
el ombú estira su
sombra y los niños cantan
el burro herido regresa
pues no perdió la
esperanza.
Esta villa tiene los
ojos verdes
cargados de llanto y vida
y un corazón que se
estremece
al doblar cada esquina
si el mundo fuera una
villa
nadie se estremecería
porque ni sus ojos
verdes
ni su corazón
de nada se asustarían.
Este niño descalzo no
es huérfano
aunque lo parece
y no camina hacia su
casa
sino hacia la muerte.
No quiero pan casero
ni esos pantalones
usados
no quiero que me cortes
el pasto
ni escuchar la palabra
de dios en tu boca
sólo quiero que te
sientes conmigo
a contar los agujeros
del cielo
a disfrazar el tiempo
en tu bolsillo
a sujetar las costuras
de tu memoria
Día 662
(Más correcciones)
La
semana corta le permite a Javi reanudar las correcciones. Por ello se ha pasado
el día sentado frente a la pantalla, apartándose de otros quehaceres. Se ha
estropeado la pileta de la cocina, de nuevo no hay luz en la habitación y se ha
roto una ventana. La ropa sucia se acumula y las pelusas invaden los pasillos
amenazando con cobrar vida.
Las
horas se esfuman y únicamente a la noche se permite un descanso. Pide una pizza
por teléfono y ahora mira una película en la pantalla mientras come. En la
calle los perros callejeros aúllan tras escuchar una sirena lejana. La luna
crece y un pequeño rayo de luz se cuela entre las cortinas. Javi piensa un
instante en la estrella y todo se enmaraña en su cerebro. Por ello se arma un
pitillo de hierba y comienza a corregir otro capítulo. Sus manos cuelga en la
silla, y yo me acerco a lamerlas antes de que el sueño se lo lleve.
Día 663
(El vecino del 977)
Hay
un vecino media cuadra más hacia fondo que desde que nos mudamos acá siempre
despertó la curiosidad de Javi. Vive en el número 977, cruzando la calle
Bolivia, con unos diez perros, y su rostro carece de expresión, como si desde
hace mucho tiempo permaneciera alejado de todo.
Nunca
había podido hablar con él, a pesar de saludarle innumerables veces, pero hoy
la oportunidad ha venido con un accidente. Un coche ha atropellado a uno de sus
perros y Javi lo ha recogido para llevarlo al hospital de perros. Estando allí,
el humano ha aparecido y le ha dado las gracias a Javi. Por suerte el perro se
va a recuperar aunque tiene las manos quebradas. El hombre ha invitado a Javi a
tomar mate y ha terminado contándole su historia.
Hace
unos años ese hombre tenía un negocio en la gran ciudad, también una mujer y
dos hijos varones. Se dedicaba a vender computadoras robadas del ente público,
que algún político le suministraba bajo sobre. Durante un tiempo ganó mucho
dinero y pudo comprar varias casas. Aunque cuando el político dejó su cargo, ya
no pudo sostener sus ganancias y tuvo que venderlas. Entonces probó con la
droga. Pero dicha decisión le llevaría a perderlo todo. Una vez algo salió mal
y tuvo de deshacerse del alijo. Sin poderlo pagar, pidió al narco que le diera
unos meses para reunir la plata. Se lo permitieron aunque después de matar al
mayor de sus hijos. Su mujer se fue con el otro para siempre. Abatido le dijo
al narco que nunca le pagaría y entonces atentaron también contra él,
baleándole por la espalda. Con todo sobrevivió. Hoy sólo le queda su casa, el
número 977, y una pequeña pensión de invalidez que le da para malvivir. Sin
embargo sabe que en cualquier momento vendrán a liquidarle y por ello vive con
tantos perros. Según él quiere estar preparado cuando vengan.
Javi
escucha al humano mientras acaricia el perro herido. Él pasa dentro de la casa
y regresa con una pistola entre las manos. Las lágrimas caen por sus mejillas y
parece desesperado. Javi no se lo dice, pero piensa que nadie vendrá a
buscarle. No le dice tampoco que debería perdonarse, que aún tiene tiempo de
enmendar su vida. Simplemente acaricia al perro y contempla fijamente esa
pistola, tan inútil como convencida.
Día 664
(Reggae en el río de la Plata)
Ya
es de noche y Javi todavía no ha vuelto a casa. Al salir del trabajo le recogía
con su auto el humano que vivió con nosotros en el sitio de los perros, su
cachorra y dos humanas desconocidas, marchando después por la gran carretera
hacia abajo para ir a un festival de Reggae en un bar extraordinario que se
encontraba en la orilla del inmenso río de la Plata. Allí se han encontrado con
otros amigos y amigas y han estado bailando y bebiendo toda la tarde. La luna
hacia de foco, y entre los árboles soñaban los pájaros con el ritmo
trascendental. El brillo del agua, la cerveza y los pitillos transportaban a
Javi a un mundo de colores, y en esos deslices de nuevo pensaba en la estrella.
Ebrio la ha escrito un mensaje para tantear su corazón, aunque su corazón
continúa rodeado por el mismo alambre de espino. La alegría ha curado las malas
vibraciones y la música levantaba el vuelo sobre las palmeras y el río.
Estoy
dentro de los ojos de Javi, y los destellos del agua anuncian lluvia.
Día 665
(Arita y Manué)
Las
semanas transitan sobre las ramas. De cuando en cuando, en la mente de Javi, se
conforma una nueva rama del árbol. Las espirales se estiran hacia arriba,
crecen en su memoria por la sabía que sube desde las raíces.
ARITA
Yo quise vivir contigo
en la calle de los lunares
pero te perseguían las sombras flamencas
[del maltrato
rescaté tus ojos del abismo
y tú los volviste a abrir para mirar el cielo
el círculo
la flor
y la nube
hallé tu traición como amante
pero como amigo te di mi perdón
nunca olvidaré
aquella tarde que corrimos detrás del atardecer
y logramos resucitar los peces muertos de la fuente
tu cuerpo es una sensación oceánica eterna
que algunas noches todavía inunda mis sueños.
MANUÉ
Kinki
nuestra amistad se fraguó
en medio de la amargura
tú me tendiste la mano
y yo la agarré silencioso
comenzamos por entonces
a inventar ritmos y canciones
que nos cambiarían para siempre
eres un tipo extraño
de corazón noble y mirada enigmática
y guardas la energía de tu arte
para cuando todo lo demás se quiebra
y se consume
nunca te dije que me salvaste
que gracias a ti pude superar
el peor desamor de mi vida
los años nos han distanciado
sí
aunque de cuando en cuando amigo
nos reencontramos en el eco
de aquel traspiés del duende.
SEMANA 95
Día 666
(Pequeña revolución)
Javi
se ha levantado temprano y se ha marchado a trabajar sobre la bicicleta. Su
rostro en el regreso traía el transfondo de una pequeña revolución intima, por
enfentarse positivamente a la estrella y recoger las riendas emocionales de su
corazón. Hoy ha obrado en su trabajo por la igualdad, en contra de esos tratos
de favor que enfrentan al grupo de compañeros. El universo se equilibraba de
ese modo, haciendo que sus esquinas se reconozcan y se toquen.
Ahora
corrige su sueño en la pantalla y espera ciertamente que ella se pronuncie. Su
silencio es como la antítesis de la libertad. Javi pretende hacerla brillar
detrás de todas las nubes que esconden. No le importa su rechazo pero le duele
su indiferencia. Javi sabe que es un momento dificil para ella, que todo se
está rompiendo a su alrededor. Quisiera resucitarla, abrazarla con suavidad y
encender nuevamente su brillo. Pero eso es algo que sólo le pertenece a ella,
por ser su pequeña revolución íntima.
Día 667
(Falta de comunicación)
Javi
ha vuelto del trabajo triste y confuso. La estrella, en vez de entender su posición,
ha mezclado las intenciones con intereses que no existen. Hay ideas que nos
desequilibran, convirtiendo la claridad en niebla. Javi ha llegado a dudar de
si hizo bien al confesarle sus sentimientos. Pero lo hizo por respeto, por no
disfrazar más sus deseos. No contaba con que ella podría malinterpretar sus
intenciones. Ha gritado a Javi, le ha acusado de tener celos, de ser un
egoista, y todo por no aplicar su entendimiento y dejar que lo ocurrido ayer se
sumara a lo de hoy. Ha querido hablar con ella luego de la discusión, y a pesar
de que le ha dicho que sí, finalmente se marchaba del trabajo sin poder
hacerlo. Javi recibía unos minutos después un mensaje donde la estrella le
explicaba que ya tendrían oportunidad de aclarar las cosas y le pedía perdón.
Javi ha tenido que asumir de este modo el vacío. Se está cansando de esperar,
de poner su corazón sobre el tapete, cansado de que ella prolongue la asfixia
de una flor que apenas resiste ya su impulso.
La
indiferencia es la peor de las violencias que existen. Las guerras matan a
miles; el hambre, la sed y la enfermedad a millones. Es triste, aunque Javi no
va a dejar de tender su mano a la verdad. Quiere verla brillar en el cielo, no
ya para él, sino para todos los prójimos del porvenir.
Día 668
(El miedo a la libertad)
Javi
se cura la tristeza leyendo su libro rojo y negro. Hoy ha tenido que ir a
trabajar, cuando las horas se acumulaban en sus pestañas como cristales,
desluciendo la mañana y el mediodía. Con un lapiz entre los dedos subraya: el miedo a la libertad es el más profundo
malestar al que han de enfrentarse los individuos en las sociedades
democráticas.
Levanta
la vista y sonríe. La vecina vieja viene caminando por la calle cargada con bolsas
de compra. Javi corre a ayudarla, y espanta con un grito inconcebible a los
perros callejeros que la siguen.
Día 669
(Primo Isra)
Algunas ramas se afianzan, crecen
como un nuevo tallo y echan a volar por ser libres . Hay poemas del árbol que
consumen el espíritu y otros que florecen para avivar las savias, fluyendo
desde la tierra que esconde su raíz.
PRIMO ISRA
Primito
cierro los ojos y te veo
trepando a la barra de mi bici
con la mirada resuelta
y en pañales
cubierto de sombras prodigiosas
como sé que no existe la forma ni el
engaño
de convercerte del peligro
bajamos juntos la calle abajo
convencido yo que a mayor velocidad
mejor viaje
pero la vida nos hace caer con su
graba
para ti se vuelve brecha
y para mí puro desconcierto
los años nos llevaron a la impronta
de amar las mismas cosas
de asumir las mismas mentiras y
verdades
que encadenaban nuestro corazón
[al estímulo
por ello
vuelvo a cerrar los ojos para verte
sentado en el asiento del copiloto
tocando el cajón del amanecer
agarrando la alegría entre tus manos
asumiendo la tremenda lucha
entre tus dos yoes
pero yo no pretendo esta vez
acelerar el instante
sino que voy despacito para
prorrogarlo
tu madre me pidió que te cuidara
y yo le respondí que era inútil
aquella vez que te caiste
aprendiste a afrontar lo inesperado
tu corazón sintió el buko
imprescindible
y tu personalidad emergió para ser
luz
nunca te dije
que me castigaron sin merienda
que mi abuelo me cruzó la cara
que fui corriendo
a subirme al roble de los trigales
para contemplar las ramas y los
pájaros
olvidarme de los gritos
y sonreír
nunca me arrepentí de tu caía
porque no fue mi responsabilidad
lo que uno ama
ha de quererlo libre
me debes
y espero que estés al tanto
un libro de poemas
un cachuflo
y un vaso de leche con magdalenas.
Día 670
(Últimas correcciones)
Despertar
es un invento inútil. Hoy soñar resulta semejante a vivir. Javi teclea
incansable en su pantalla y yo me guardo del calor tumbada sobre las baldosas
de la cocina. Se ha levantado algo de viento, y las horas se desdibujan. En las
radio suena una milonga pegajosa, de caramelo y sangre, en tanto los ojos de
Javi brillan, anclados en la historia, reviviendo su proceso para establecer el
mañana.
Día 671
(Fragancia empática)
Mis
orejas se alzan y la puerta de la humana con gafas se abre. La veo sujetar su
llanto y dudar si salir o continuar dentro. Su cara ajada muestra más años que
los reales. Ahora se mira en el cristal de la ventana y ensaya una sonrisa
tenue. Luego entra en el galpón del fondo y sale con un saquito de maiz. Los patos
y las gallinas se situan en medio del patio pues ya saben del ritual
alimenticio. Ella esparce con su mano los granos dorados por el piso. Sus gafas
caen hasta el borde su nariz para mirar la vida por arriba. Un pedazo de cinta
sujeta una de las patillas. Sus zapatos no tienen suela y su camisa es apenas
un remiendo sobre otro. Se acerca a jaula del loro y llena su tacho. La paloma
blanca agita sus alas, que colman los barrotes. La fragancia empática me revela
su soledad profunda. Su único hijo sólo viene para pedirle dinero. Su marido la
abandonó hace muchos años. No se habla con su madre y el día que su padre murió
lo festejo con vino y chocolate. No es linda y su carácter es ácido como un
limón verde. Lleva trabajando limpiando casas toda su vida, aguantando sobre
sus hombros la incertidumbre. Por ello, cuando mantiene sexo con algunos
hombres no sólo es para obrar los milagros de su supervivencia, sino para
sostener con alfileres el afecto de los suyos y el de su propio corazón.
Ahora
tiende un balde de ropa en la cuerda. Javi abre la puerta del patio y me
encuentra mirando fijamente a la humana. Por un momento no entiende mi quietud,
aunque un segundo después husmea el aire como haría un perro y, sonriendo, le
dice a humana si quiere tomar infusión con el palito metálico cuando termine.
Día 672
(Valorar razonablemente)
De
pronto Javi se siente oportunamente bien. Las fuerzas fluyen sin escala y es
capad de valorar razonablemente el futuro aproximándose. Javi es un ser humano
con suerte. Le conozco desde hace unos años y en esta aventura que estamos
viviendo nuestra relación nos ha convertido en una solo ser. Si la tiene, la
suerte, no es únicamente por azar, sino porque se implica positivamente con la
vida, derrocha su espiritu y se esfuerza, y de este modo la llama. En su
templanza, los golpes no desdibujan su destino, y él hace de su destino una
decisión tras otra.
Los
plazos se agotan. Su pensamiento es nítido. Sopla el viento en sus pestañas y
cosquilla sus ojos. Ahora empezará a quebrantar las leyes que no le gustan, y
luchará hasta el fin por todo aquello en lo que cree. Ya no quedan motivos para
aguantar las mentiras ni tampoco los engaños que él mismo falseaba en la
realidad y el sueño. Si algo ha aprendido en estos dos años es a seguir sus
intuiciones, a transformar su razón y su identidad en un impulso inconsciente,
a escuchar su animal interior del mismo modo que yo aprendí a entender el mundo
humano. Javi hoy se siente libre. Y sus ojos brillan sin esperar otra cosa que
continuar sintiendo la misma libertad cada día.
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